“La política de la FSSPX hacia Roma, hasta el Capítulo
general del 2006 comprendido éste, fue esperar una conversión de Roma antes de
buscar una estructura canónica. Pero esta política ha sido cambiada por
Monseñor Fellay en 2011-2012 después de la oposición total revelada
por nuestras discusiones con Roma.”
Carta de Mons. Tissier
a Dom Tomás de Aquino, 11 marzo 2013.
“Yo
no creo posible que una comunidad permanezca fiel a la fe y a la Tradición si
los obispos no tienen esta fidelidad a la Tradición. Es imposible”.
Mons. Lefebvre,
Fideliter N° 70, Julio-Agosto de 1989.
Insensatez
Escribe
un lector un comentario, al pie de un “artículo” del blog oficialista de la
Neo-FSSPX:
“Lo
que hay en esta gente del "celo amargo" (resistentes y cerianistas)
es una falta de fe en la Providencia y en la asistencia del Espíritu Santo
("estaré con ustedes hasta la consumación del mundo"). Tanto en
cuanto a la Iglesia como institución divina como de cada prelado en particular
(incluyendo a los Papas), los cuales pueden ser receptivos en algunos casos a
los designios de la gracia. Pero no se contentan con ello - con el "Señor
que perecemos" que ya es una falta de Fe- sino que además ellos mismos
colaboran en fabricar agujeros en la Barca.”
Esto
nos hace acordar a las vírgenes necias del Evangelio (Mt. 25, 1,13). Y también,
claro está, la historia del capataz camandulero (Lc. 16,1-8). De esta última
parábola enseña el Padre Castellani que “La
segunda moraleja que saca Cristo es que debemos emplear tanta inteligencia en
el negocio de nuestra salvación por lo menos como los mundanos en sus propios
tratos, "in generatione sua" —dice Cristo; o sea, en su propio
círculo y ámbito. Lo dice irónicamente: "que no se diga que los hijos de
las tinieblas ven más que los hijos de la luz". No se debería poder decir;
pero sin embargo, se puede decir bastante. Cristo se contenta con que
procuremos igualarnos en prudencia y diligencia a los usureros, los comerciantes
y los criadores de campeones Hereford”. (Domingueras prédicas.
Ediciones Jauja, Mendoza, 1997).
Lo
que vemos de continuo en la Neo-FSSPX es que ha sido invadida por la estulticia
y la falta de prudencia, en nombre de la “confianza en los superiores” y la “esperanza
en la divina Providencia” (o al revés, si quieren). Sin embargo, a lo largo del
Evangelio que Cristo debió sortear permanentemente las trampas que le ponían los
sacerdotes y escribas fariseos para hacerlo caer. Y se mostraba siempre –por supuesto-
más hábil que sus enemigos para eludir sus
asechanzas y zancadillas dialécticas. ¿Le faltaba a Nuestro Señor
“confianza en la Providencia”? ¿Desesperaba de su Padre? ¿Tenía “celo amargo”?
Una guerra entre dos
religiones
Entre
tantas enseñanzas, quizás la más olvidada sea la de que esta vida es un combate
permanente contra el demonio y sus obras. Cuando Nuestro Señor puso su voz
sobre aquellos que identificó como “hijos del Diablo”, fue cuando ya sus
enemigos decidieron acabar con Él. Cristo no fue ambiguo. Nuestro Señor fue a
la Sinagoga a enseñar la verdad, y fue también a expulsar a los mercaderes del
templo. El pago de la Sinagoga fue su condena a muerte. No podía ser de otro
modo. La mentira, obra del diablo, no tolera la verdad. Y donde está la verdad,
no puede aceptarse la mentira. Si no se entiende esto no se entiende su Pasión.
Porque su Sacrificio en la Cruz no sólo vino a salvar las almas, sino también
la Religión verdadera, que había sido corrompida. De allí que el Santo Sacrificio
de la Misa, o el rito tridentino, es la expresión de la verdadera y única
religión de Dios, y por lo tanto no puede ser abordado como mera formalidad o
esteticismo, como hacen los liberales de “sensibilidad tradicional”, que
aceptan a la vez el Novus Ordo. Ni desvincularse de la defensa total de la fe,
como hace la Neo-FSSPX. El mismo sacrificio de Cristo en la cruz es la repulsa
de la falsa religión liberal y modernista. Es un acto de combate victorioso, es
la batalla final que decide la guerra.
Todo
esto viene a cuento porque es por haber olvidado el sentido del combate
–olvidado o abandonado en muchos casos-, que la Neo-FSSPX ha entrado en el
declive que la condena a perderse y desfigurarse (en una palabra: claudicar) a
través del diálogo y la “reconciliación” con los enemigos. Pero es que ya no
reconoce las trampas, ¿y cómo hacerlo donde no ve más a sus enemigos? ¿Y cómo
va a verlos si contaminada por el espíritu liberal, ve que hoy todos son
buenos, amables, cordiales, generosos, que no desean otra cosa sino ayudar a la
Fraternidad? Claro, ayudan también a empujarlos hacia tal camino los que, desde
el extremismo sectario y cismático, manifiestan la otra forma que tiene el
diablo de tender sus trampas. Llamémosle los fariseos, por contraste con los
saduceos. Estos últimos se enfocan en la política, los otros en la “pureza”
ritual o formal. Ambos van detrás del poder. Y ambos han hecho caer a la
Neo-FSSPX en sus lazos, para acabar con ella.
Se
trata, pues, de seguir manteniendo el equilibrio, la sensatez, de actuar con
prudencia, “mansos como palomas y prudentes como serpientes” ¡y no al revés!
Aun Monseñor Lefebvre, sabiendo estas cosas, llegó a estar tan presionado que tuvo
su caída (firma del protocolo de acuerdo) ante la astucia de los enemigos, no
obstante lo cual se levantó, corrigió el rumbo y admitió que hizo todo lo que
pudo pero que no podía arriesgar los principios buscando un favor de parte de
sus enemigos. Reconoció finalmente –y bien que le costó y lo sufrió- que en
Roma no tenía sino enemigos (ya el 4 de sept. de 1987 había dicho que “no estamos tratando con gente honesta”, Le Sel de la Terre N° 31), por los
cuales desde luego no dejaba de rezar por su conversión. Pero finalmente quedó bien
establecido que se trataba –se trata- de una guerra entre dos religiones
distintas, dos religiones opuestas: la religión de Cristo y la religión del
Anticristo. No puede haber transacción entre una y otra. Roma, a pesar de que
pueda haber algunos que luchen por ser fieles a Cristo, está embarcada desde el
Vaticano II en favorecer la segunda religión (“ellos no trabajan para la salvación de las almas”, dijo Mons.
Lefebvre en la misma cita ant., y el 15 de junio de 1988: “Quisimos mantener contacto con Roma esperando que la Tradición
reencontrara un día sus derechos. Pero fue tiempo perdido”). Por lo tanto, Roma
trabaja en combatir la primera, la religión verdaderamente católica de la que
Mons. Lefebvre fue uno de los más destacados combatientes.
Pero
en la Neo-FSSPX todas estas cosas se han dejado de lado.
La traición
Recordemos estas palabras:
“Pretender
esperar a que todo se arregle para llegar a lo que ustedes llaman un acuerdo
práctico, no es realista”.
Mons.
Fellay, Carta a los tres obispos, 14 abril 2012.
“Por
supuesto que lo mejor sería que Roma renunciara a los errores conciliares,
regresara a la Tradición y únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad
obtuviera automáticamente un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin
embargo, la realidad nos incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una
gran autocrítica de Roma, sino de una atribución de garantías reales que Roma,
tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal como es”.
Mons.
de Galarreta, Entrevista dada en Polonia el 7 de abril de 2013.
Antes
de realizar la larga serie de “conversaciones doctrinales” con Roma, Mons.
Fellay ya sabía que iban a fracasar. Y sabía bien por qué:
“Creo
que para la mayoría de la jerarquía (de Roma) estas
conversaciones son necesarias pero no para la Iglesia sino para nosotros y
nuestro “regreso a la plena comunión”, para que adoptemos las
novedades”. (Entrevista en Tradición Católica nº 223, octubre 2009).
Por
lo tanto, si Mons. Fellay conocía las intenciones deshonestas de Roma, no sacó
la debida lección del error de Mons. Lefebvre en 1988 cuando firmó el protocolo
de acuerdo y luego se retractó. Por el contrario, contando con ese antecedente,
y a pesar de que sabía que iba a crear la división de la congregación, decidió
cambiar las resoluciones del Capítulo del 2006, como el mismo Mons. Tissier se
encargó de confesar.
Ahora
bien, ¿cómo se hizo para pasar del “no al acuerdo práctico hasta que Roma
regrese a la Tradición” al “sí al acuerdo práctico aunque Roma no haya
regresado a la Tradición”? Por supuesto que cuando se habla de un “acuerdo”, se
está mencionando una estrategia a largo plazo, en etapas y con mucho disimulo.
En eso consistió la estrategia exitosa de ambas partes. Pero, ¿por qué la
mayoría aceptó este cambio sin resistencias? ¿Qué ocurrió en la FSSPX para que
esta traición pudiera darse?
Somníferos para todos
Decía
Fiodor Dostoyevski: “La mejor manera de evitar que un prisionero
escape, es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”.
Quizás
podamos decir: “La mejor manera de
evitar que un fiel de la FSSPX reaccione, es asegurarse de que nunca sepa que
tiene que reaccionar”.
A
esto han apuntado durante años los cerebros de Menzingen. A esto se ha dirigido
la propaganda. Desinformación, censura, mala formación. Y, por razones
“disciplinares”, censuras, persecuciones y expulsiones. Estas peligrosas
actitudes de resistencia debían ser disfrazadas para el “público” como obras de
gente desequilibrada, rebelde a la autoridad, desesperanzada, de forma que la
generalidad de los fieles reaccionara emocionalmente ante estos hechos, en
apoyo de sus autoridades. No había motivos para reaccionar, se daba a entender.
El clima generado debía ser el de una gran confianza en la Fraternidad, que
estaba creciendo, aumentando sus filas, siendo más reconocida, construyendo
iglesias, etc., etc. El orgullo institucional funcionaba muy bien.
El
lenguaraz de Mons. Fellay ha sabido aplicar en sus interminables conferencias,
entrevistas y sermones la estrategia de adormecer a la feligresía, insistiendo
en una serie de temas recurrentes envueltos en una atmósfera de “realismo de
las circunstancias”, a los que podríamos llamar: “brote primaveral de
invierno”, “tenemos amigos en Roma”, “hay una nueva situación en Roma y es
imparable”, “la juventud reemplazará a
los conciliares”, “el papa nos quiere”, etc., etc.
Mientras
tanto los medios de prensa de la congregación acostumbraban a los fieles a un
lenguaje cada vez menos firme, cada vez más ambiguo, alambicado, temeroso, que
mezclaba slogans de “combate” con “peros” o “sin embargo”. Las críticas a los
modernistas romanos, se fueron apagando hasta cesar por completo. Las sonrisas
invadieron las fotografías. La propaganda ocupó los editoriales. La doctrina dejó paso al “pastelerismo”.
Invocaciones a la confianza a los superiores, se repetían. “Ellos saben lo que
hacen”.
Podemos
ver un ejemplo de esto que decimos, respecto al intento –bastante exitoso- de
adormecer a los fieles, de aquietarlos para poder ser arreados de mejor forma
hacia Roma, en lo siguiente.
Si
uno ingresa al sitio web de la FSSPX de Sudamérica, en la sección “Libros
recomendados para la tercera Orden”, se encuentra un larguísimo listado de
excelentes libros de espiritualidad, de liturgia, de vidas de santos y de
historia de la Iglesia. También se pueden encontrar cinco obras de Mons.
Lefebvre. Pero, no hay nada, no hay ninguna sección dedicada al liberalismo y
el modernismo, nada relacionado con la masonería, ninguna selección de libros
sobre la crisis de la Iglesia y el Vaticano II. Así, a excepción de la obra de
Mons. Lefebvre donde se tocan esos temas, aunque no de manera sistemática salvo
por un libro, no hay libros sobre aquello que la FSSPX dice combatir.
Si
se va a la sección “Magisterio de la Iglesia”, se encuentra una sola encíclica
de San Pío X (patrono de la Congregación), acerca del catecismo. No están allí
ninguno de sus tres documentos condenatorios del modernismo: Lamentabili sane exitu, Pascendi dominici gregis y Praestantia Scripturae Sacrae. Tampoco
figuran las encíclicas de Pío IX. En tanto que en la sección “Textos de Mons.
Lefebvre”, si primero hay un texto combativo de Monseñor –aunque no
directamente expuesto-, inmediatamente debajo y este sí a simple vista, colocan
completo en la portada uno titulado “¿Por
qué voy a Roma?”, del año 1979, conferencia dada a los seminaristas que por
su contenido puede ser usado perfectamente con una intención acuerdista. Por lo
que puede verse que para la Neo-FSSPX Mons. Lefebvre se murió en 1979. Y la
inclusión de sólo dos textos seleccionados del fundador y casi ninguno del
santo patrono, para un sitio web oficial, demuestra o un gran desinterés o una
clara intención de no esclarecer a los fieles. De hecho sí abundan los sermones
y cartas del actual Superior general.
Pero
veamos el texto allí anclado de 1979 con otro posterior de Mons. Lefebvre. No
es raro encontrar hipérboles en los sermones o conferencias, por lo tanto un
estudio más exhaustivo de su posición requiere evaluar la evolución de su
posición a través de los años, cosa que la Neo-FSSPX se niega a hacer, pues no
le conviene. Veamos por ej. cómo el segundo texto de Mons. Lefebvre deshace el
optimismo exagerado del primero; téngase en cuenta además que el primero va
dirigido a seminaristas y en un contexto donde pudieran hacer pie entre ellos
las ideas cismáticas, que por esos años buscaban escisiones dentro de los
seminarios):
TEXTO INCLUIDO
EN EL SITIO WEB DE LA FSSPX SUDAMÉRICA
Conferencia de Monseñor Marcel Lefebvre del 16 de enero de 1979 a los seminaristas de Ecône:
Queridos amigos, antes de seguir con las pocas explicaciones y conversaciones que pude tener ahí, en Roma, quisiera no obstante precisar un poco el porqué de las tratativas que estoy haciendo.
Temo
que entre ustedes haya algunos que no lo comprendan bien, y que incluso no lo
comprendan en absoluto. Lo lamento, porque —lo digo francamente— creo que es
una tendencia al cisma. Los que creen que ya no debe tenerse ningún contacto
más ni con Roma, ni con los obispos, ni con todo lo que se hace en la
Iglesia, tienen una tendencia cismática. Ahora bien, yo no quiero deslizarme
hacia el cisma. Quiero seguir siendo “hombre de Iglesia”, y si en la Iglesia
se encuentran dificultades, peligros, pruebas, dolores, eso no da motivo para
decir: “Yo ahora me voy, salgo, dejo. Que hagan lo que quieran. Yo me
desvinculo de este grupo. Me voy”. Es una postura cismática. ¿A qué
iglesia van? ¿A dónde? ¿A lo de quién? No importa. No hay más autoridad, no
hay nada, nada, nada, nada.
No porque existan enfermos en torno de nosotros, en la Iglesia, porque la autoridad esté enferma, se debe decir que esta autoridad ya no exista. A pesar de que está enferma, precisamente por eso, hay que tratar de mostrarle el remedio, e intentar hacerle algún bien. Esta fue la actitud de los que, en la Iglesia, a lo largo de la historia, resistieron a Roma, al Papa, a los obispos, a las herejías que se sucedieron en la Iglesia, que se difundieron en la Iglesia, a través de la Iglesia.
Hacer
eso es muy fácil, es demasiado simple, porque entonces ya no hay más combate.
Diría que ya no hay más espíritu pastoral, no hay más espíritu sacerdotal. Se
flaquea, se marcha, se abandona el combate, se va, y se deja a los demás para
que luchen solos. Esto es pura y simple cobardía. Es abandonar el combate,
abandonar el deseo de procurar el bien de los demás; porque aun cuando los otros
estén enfermos, a pesar de que sean superiores, uno tiene el deber de
advertirles —es lo que dice Santo Tomás— en forma respetuosa y firme respecto
a los errores de los que son culpables. Si uno dice “Yo ya no
reconozco a los superiores. Se acabó. No hay más superiores, no tengo más
superiores. No tengo a nadie. Me voy, me quedo solo y hago lo que quiero,
etc.” Pero, ¿por qué están aquí, ustedes, seminaristas que tienen
esta actitud? Es mejor que se vayan, que no se queden aquí, no vale la pena.
Si ustedes quieren o prefieren no tener superiores y vivir sin superiores,
así no más, como en la naturaleza…
Es
muy grave, muy grave, porque ustedes me plantean un problema de conciencia,
porque me pregunto si puedo ordenar a seminaristas que tienen esas disposiciones.
Es absolutamente necesario luchar contra este espíritu. Es un mal espíritu.
Es un espíritu que no es cristiano, que no es un espíritu sacerdotal. Hay que
tener cuidado con eso. Ya lo dije, lo repetí, lo digo nuevamente, pero
algunos se encierran en su mentalidad y no quieren saber nada. Por eso digo
que a mí se me plantea un problema de conciencia, para saber si debo o no
ordenarlos. ¡Así es! ¿Qué quieren? Porque yo ordeno sacerdotes, ordeno
misioneros, ordeno gente que quiere convertir al mundo entero, ordeno gente
que quiere ir a través del mundo, para tomar contacto con cualquiera, con los
comunistas, con los protestantes… para hablar con ellos, convertirlos,
llevarlos a la gracia, a Nuestro Señor Jesucristo.
Es evidente que a veces se tienen que cerrar las puertas. Está claro que no se debe dar la comunión a los protestantes: eso es evidente. No se debe aceptar ni ordenar gente que no tiene fe: es evidente. Pero es distinto. Es distinto administrar las cosas sagradas a los que no tienen fe. Es otra cosa, no se trata de eso. Se trata de convertir la gente, de llevarlos a Jesucristo. Precisamente, es lo contrario del ecumenismo. Exactamente: de este falso ecumenismo. Es lo contrario. Somos misioneros. No somos ecumenistas. No queremos confundir todas las nociones y hacer un compromiso entre los protestantes, los católicos, y los otros… mezclar todo. No queremos eso. No lo queremos.
Queremos profesar nuestra fe. Queremos
actuar de tal manera, que la gente se prepare para recibir la gracia del
bautismo o de la abjuración de sus errores. Por eso voy a Roma. Voy a Roma,
creo, como Santa Juana de Arco iba hacia los que la condenaban, al tribunal
que la condenaba. No pretendo tener la fortaleza de Juana de Arco, ni su
virtud; pero en definitiva, pienso que el Buen Dios me ayudará a hablar ante
esta gente, ante los que me interrogan, para decirles la verdad. Si no la
quieren, no la quieren. Es todo. No pasa nada. No me hace cambiar.
Es increíble. Es un espíritu destructor y muy desagradable, porque mata el espíritu misionero. Entonces se dice: “Monseñor no debería ir a Roma. No debería ir a Roma porque no son nada, y por lo tanto, no hay que visitarlos”. Pero, ¿qué es esto? “No son nada. Nada”. ¡Es inimaginable! No. En todo caso, no es el espíritu de esta casa. No es el espíritu de la Fraternidad. No quiero que éste sea el espíritu de la Fraternidad. Siempre dije a los que me preguntaron “¿Piensa Ud. que puedo ir a visitar a mi obispo?” Siempre contesté: “Sí. Si Ud. convierte a su obispo, si tiene la intención de convertirlo —por supuesto, no la intención de hacerse convertir por él a sus ideas, si él es liberal—”.
— “Pero,
Monseñor, ¿visitarlo?”
— “Sí.
Si Usted tiene la oportunidad, vaya a visitarlo”. Si ustedes tienen
la oportunidad de visitar a su obispo —no digo que haya que buscarlo y estar
permanentemente en la casa del obispo…—, y si su obispo les dice: “Me
gustaría hablarle, verlo, encontrarme con Ud”. [Entonces, respondan:(1)] “¡Con
mucho gusto Monseñor!” [El obispo:] “¡Ud. no tendría que ir
a Ecône! Ecône es cismático. Ecône es eso, y lo otro…” Entonces
ustedes pueden discutir y decirle lo que es Ecône. Le pueden decir cuál es su
fe, pueden hablar de la defensa de la fe católica. Pueden decir que en Ecône
se hace lo que siempre se hizo. Por lo tanto, si Ecône es cismático, la
Iglesia de dos mil años es cismática, y todo lo que se hizo antes está mal,
y… ¡todo lo que él mismo hizo cuando era joven también está mal!
Así es. Se conversa con él. Y muchas veces, por el solo hecho de haberlos visto a ustedes, si ustedes mantuvieron una actitud respetuosa, deferente, pero a la vez firme en cuanto a los principios —una vez más, con deferencia—, aunque, aparentemente, cuando se vayan, tengan la impresión de que no ha comprendido nada, que está en contra de ustedes y que los condena totalmente: desengáñense.
Quizás piense, después, cuando
reflexione: “Con todo, tengo que reconocer que este seminarista está
bien formado. Además, es respetuoso, firme en sus principios”. ¡No
les va a decir eso cara a cara! No. Pero tal vez lo piense después, en su
interior. Entonces ustedes le pueden hacer algún bien. ¡Le pueden procurar
algún bien! Por eso, no digamos: “¿Para qué visitó a ese obispo? ¡Es
un hereje, un cismático, etc.!” ¿Qué quieren? ¡Hay que vivir con la
gente con la que Dios nos hace vivir! El mundo de hoy es nuestro mundo. No
vivimos en un mundo imaginario. Vivimos en el mundo real. Entonces, ¡hay que
tener cuidado! (…) Todos los autores espirituales les hablan de este
espíritu, que no es un espíritu de caridad. Un espíritu que pone la caridad
donde no está. (2)
Notas: 1. Ahí, Monseñor Lefebvre imagina un diálogo entre el seminarista y el obispo que fue a visitar. Lo que está entre corchetes no es de Monseñor Lefebvre (Nota del Traductor). 2. Después, para ilustrar sus afirmaciones, Monseñor Lefebvre cita los libros de Don Marmión, Don Chautard (El Alma de todo apostolado), Garrigou-Lagrange y la primera encíclica de San Pío X, “E supremi apostolatus” (Nota del Traductor). |
TEXTO NO INCLUIDO EN EL SITIO WEB DE
LA FSSPX SUDAMÉTICA
De la conferencia de Mons. Marcel Lefebvre
durante el retiro sacerdotal en Ecône, el 14 de septiembre de 1987:
“Lo que interesa a todos ustedes es conocer mis impresiones después de la
entrevista con el cardenal Ratzinger el 14 de julio último. Lamentablemente
debo decir que Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía. Estas no son
palabras en el aire. Es la verdad: Roma está en la apostasía. Uno no puede
tener ya confianza con esa gente que abandona a la Iglesia. Esto es seguro.
No es fácil trazar rápidamente el cuadro de toda una situación. Pero, en
pocas palabras, le he dicho al cardenal: ‘Vea eminencia: aun si usted nos
acuerda un obispo, aun si usted nos consiente una cierta autonomía en
relación a los obispos, aun si usted nos acuerda el uso de la liturgia de
1962 y el continuar con nuestros seminarios y con la Fraternidad, como lo
estamos haciendo ahora, nosotros no podemos colaborar. Es imposible.
‘Para nosotros, Nuestro Señor Jesucristo es toda nuestra vida. La Iglesia
es Nuestro Señor Jesucristo. Es su esposa mística. El sacerdote es otro
Cristo y su misa es el sacrificio y el triunfo de Jesucristo por la cruz.
‘En Ecône y en nuestros otros seminarios aprendemos a amar a Cristo, a
tender todos nuestros esfuerzos hacia el Reino de Nuestro Señor. Esto es lo
que nosotros somos.
‘Ustedes hacen lo contrario. Usted acaba de decirme que la sociedad no
debe ni puede ser cristiana, que está contra su naturaleza. Usted ha querido
demostrarme que Nuestro Señor no debe ni puede reinar en las sociedades. Ha
querido probarme que la conciencia humana es libre en relación a Nuestro
Señor Jesucristo. Que hay que dejar en libertad a los hombres y, según su
expresión, un espacio autónomo social. ¡Esto es la descristianización!
Nosotros no podemos comprendernos. No estamos con la descristianización. Es
todo’.
Esto es, en resumen, lo que le dije al cardenal. Y nos vemos obligados a
comprobar que no podemos seguirlo. Porque esto es apostasía. Ellos ya no
creen en la Divinidad de N.S.J.C. Nuestra concepción del reino de N.S.J.C. va
contra la libertad religiosa y contra el ecumenismo. Si la sociedad es
cristiana, si N.S.J.C. reina sobre ella ¿cómo vamos a poder estar bien con
los judíos, protestantes, musulmanes, budistas? No se podrá continuar con el
ecumenismo. Dar la libertad a la persona humana en esto es al mismo tiempo
descristianizarla. Ella no es libre, ya que la persona debe creer. Si no,
está condenada. Es Nuestro Señor Jesucristo quien lo ha dicho. ¿Es cierto o
no es cierto?
‘La libertad de conciencia, el espacio social autónomo’ son sus grandes
palabras. ¿Espacio social autónomo para todos los sentimientos religiosos y
las ideas religiosas que el hombre pueda concebir en su conciencia? ‘Si el
orden público no es perturbado los hombres son libres, la sociedad no tiene
nada que ver’. Esto es lo que el cardenal Ratzinger me ha dicho el 14 de
julio. Quiso probarme que el Estado no debería tener religión, y esto por su
misma naturaleza.
‘Pero, eminencia, -le he dicho- hay quince siglos de Iglesia que se
inscriben en contra de lo que usted dice. ¡Un período anormal que dura quince
siglos! Nosotros nos aferramos al Evangelio. Porque es fácil decir: Esto es
absolutamente falso; sin más; como si San Pablo no hubiera dicho “opportet
illum regnare” ¡es necesario que El reine!
‘En estas condiciones ¿cómo querrían ustedes que pudiéramos entendernos
con personas que razonan de esa forma?’
El cardenal Oddi me ha telefoneado diciéndome: ‘Espero que usted aceptará
la proposición de la Santa Sede’. Me insistió mucho: ‘Acepte, acepte, hay que
aceptar’. Ustedes lo conocen…él se expresa en forma clara. Es el mismo que me
decía: ‘Pero, monseñor, firme, firme…Después usted hará lo que quiera’.
Entonces, con un cardenal como éste ¿qué podemos esperar?
Pienso que estas personas que hoy ocupan Roma son Anticristos. He dicho
Anticristos como lo describe San Juan en su Primera Carta: “Ya el Anticristo
hace estragos en nuestro tiempo”. El Anticristo, los Anticristos; ellos lo
son, es absolutamente cierto. Yo le dije al cardenal Ratzinger: ‘Nosotros
estamos en todo por Cristo y ellos están contra Cristo. ¿Cómo quiere que
podamos entendernos?’.
Recibí una carta de Mons. Mamie. Es muy caritativo, tiene buen corazón.
Me ha escrito: ‘Monseñor: yo le renuevo la súplica que ya le hice hace diez
años. Deje entonces todas sus obras en manos del Santo Padre. Esté también
seguro que pienso en usted. Tendrá una villa a su disposición. Usted no
tendrá apremios materiales hasta el fin de sus días…’ Fíjense, voy a
abandonarlos a ustedes mañana y me voy. ¡Hasta el fin de mis días yo seré
mantenido por Mons. Mamie!
En otros tiempos, cuando iba a Roma teníamos discusiones con personas
honestas que querían el reino de Nuestro Señor, personas que trabajaban para
la salvación de las almas. Ahora ellos no trabajan sino para la gloria humana
de la Iglesia en el mundo. Esta reunión de todas las religiones, de todas las
ideologías: el comunismo, los francmasones, los judíos…En estos días el Papa
irá a encontrarse nuevamente con los judíos de New York. Esto es una gloria
puramente humana, abominable, porque mezclar la Verdad con el error, la
Virtud con el vicio, los enemigos de Nuestro Señor junto a los amigos del
Señor. ¡Esto es una abominación! El Papa practica una pastoral que lleva a
los pueblos hacia la apostasía, eso es claro y absolutamente cierto. Uno no
puede imaginarse el mal que ha hecho Asís en las almas. Muchos no creen ya en
la unicidad de la Religión. Ellos creen que todo el mundo puede salvarse por
su religión, y esto por culpa del Papa. Se ha perdido en Roma la noción de la
Verdad y de la Verdadera Religión.
Entonces es necesario rezar para que la Iglesia reencuentre su Tradición.
No pedimos otra cosa para la gloria de Dios.
Contemos con Nuestra Señora de Fátima”.
|
Las deficiencias que
notamos en Sudamérica se repiten en el Distrito de México. De igual modo en los
países anglosajones. España, quizás por ser un rincón olvidado, conserva
todavía en su página web muchos valiosos textos antiliberales, aunque sin
estructurarlos críticamente con la situación actual de Roma y la Fraternidad.
La
campaña masiva de adormecimiento de seminaristas y fieles por parte de la
Neo-FSSPX, entonces, conjuga diversas acciones bien combinadas: el ocultamiento
del verdadero pensamiento de Mons. Lefebvre, convirtiéndolo en un acuerdista al
gusto de Mons. Fellay; la mala o nula formación de fieles y seminaristas en
materia de antiliberalismo; la desinformación respecto de la propia vida
interna de la congregación; el énfasis en el “sacramentalismo” en descuido del
combate íntegro por la fe; el acercamiento a comunidades “Ecclesia Dei”,
contaminadas de liberalismo; la distracción generada mediante actividades
lúdicas o recreativas y la exteriorización de la religión en desmedro de la
verdadera vida interior; la recepción de fieles que venían de la línea-media o
el Novus Ordo, tras el motu proprio
de Benedicto, con sus ideas confusas y apegados a la estructura de la Iglesia.
Los verdaderos fieles
Cabe
destacar que la traición de la Neo-FSSPX tiene responsabilidades compartidas.
En esto no pueden hacerse a un lado los fieles, excusándose. Recordemos algo
que dijo Mons. Lefebvre: “Nuestros
verdaderos fieles, aquellos que han comprendido el problema y que nos han
ayudado a seguir la línea derecha y cerrada de la Tradición y de la fe, temían
las gestiones que yo hacía con Roma. Ellos me dijeron que era muy peligroso y
que perdía mi tiempo” (Fideliter N°
79).
Destaca
allí Mons. Lefebvre algo muy importante: los verdaderos fieles son aquellos que han comprendido el problema (y
lo han comprendido porque se han preocupado de estudiarlo) y han ayudado a los sacerdotes y obispos a seguir la línea derecha y cerrada de la
Tradición y la fe (es decir que no
se han contentado con una actitud pasiva de espectadores). Y además esos
verdaderos fieles le dijeron que era
peligroso y perdía su tiempo (es
decir, no se quedaron callados, no fueron pusilánimes por temor de tener
dificultades con algún sacerdote o perder alguna situación privilegiada).
Está
claro que aquella estrategia a muy largo plazo de deformación, desinformación y
ablandamiento por parte de Menzingen ha buscado –y conseguido, hablando en
términos generales- que ya no hubieran “verdaderos fieles” capaces de la
reacción, sino beatitos de cumplimiento estricto de lo establecido por la
superioridad, con una espiritualidad pueril y sentimental, con una sonrisa
perenne y sus mejores deseos arrastrados por unos liberales que ocuparon
astutamente los puestos clave de la congregación para consumar la “operación
suicidio”. Mientras el Titanic hacía agua, muchos pasajeros reían y danzaban,
sin enterarse de nada.
Dejamos
al lector, finalmente, dos breves citas del Arzobispo, que ayudan a completar
el cuadro de la traición de Menzingen:
“Los sacerdotes que quieren permanecer
Católicos, tienen el deber estricto de separarse de la Iglesia Conciliar” (Mons.
Lefebvre, Itinerario Espiritual, 1991)
Hoy
la Neo-FSSPX con una sonrisa de su Superior general dice más o menos esto: “Los
sacerdotes de la FSSPX, porque quieren seguir siendo católicos, necesitan el sello
de reconocimiento de Roma, por eso hay que unirse a ella”.
“Porque queremos permanecer católicos.
Nosotros somos perseguidos porque queremos conservar la Misa católica, porque
queremos conservar la fe católica, porque queremos conservar el sacerdocio
católico. Somos perseguidos por esta causa (Mons. Lefebvre 4 de sep. de
1987, Le Sel de la terre N° 31).
Hoy
quienes son perseguidos son los que están en la Resistencia, la Neo-FSSPX –si
bien con restricciones y aún prohibiciones- encuentra cada vez más favores de
parte de los romanos. De hecho ella misma se ha puesto en perseguidora de la
Resistencia. “Si me han perseguido a Mí,
también os han de perseguir a vosotros”, dijo Nuestro Señor (Jn. 15, 20).
La FSSPX acaba de recibir un favor por mediación de Roma, a fin de que tenga
menos dificultades en su obra en la Argentina. "Cuando la limosna es grande hasta
el santo desconfía" dice el saber popular. O, para decirlo con Mons. Lefebvre, en el texto
citado más arriba: “Uno no puede tener ya confianza con esa gente que
abandona a la Iglesia”.