El
libro del Apokalypsis está por sobre el optimismo y el pesimismo; se podría
decir que es juntamente pesimista al máximo y optimista al máximo; y por ende
supera por síntesis estas dos posiciones sentimentales. El proceso de la
Kali-Yuga está inscripto en él con los términos y los símbolos más vívidos;
pero también y paralelamente el proceso de defensa y de final Restauración,
dependiente no de las fuerzas humanas sino de la potencia suprahistórica que
gobierna la Historia: la cual debe ser por hipótesis infaliblemente triunfante.
La Profecía medica por tanto las dos actitudes de orden profano que permean el
mundo actual, tan visibles en su literatura: la del terror sin esperanza, y la
de la pseudoesperanza alocada de los progresistas y evolucionistas.
De
ahí que la conclusión pedida por la Profecía no es que hay que permanecer mano
sobre mano, que es la resultante de las dos actitudes insensatas antedichas,
sino que se debe luchar contra el desorden y trabajar en el enderezamiento, sin
remisión alguna; supuesto que la crisis puede tener remedio al menos parcial; y
aun dentro de la Kali-Yuga puede acontecer un elevamiento temporáneo de una o
dos generaciones, como vemos se han producido en la Historia; el cual quizás
está marcado en esta misma Profecía, como hemos visto. Mas en el caso contrario
de la carrera acelerada hacia el abismo, sabemos que nuestro trabajo no es
baldío ni estéril, pues será incorporado al futuro e infalible enderezamiento o
Restauración milagrosa, que pide empero cooperación a los hombres, por lo menos
para la salvación personal de cada uno.
En
cualquier caso, de frenada o desenfreno de la crisis, nuestro trabajo es
exigido y es esperanzado; aunque en el segundo caso, llegue a consistir
únicamente en el resistir a pie firme a la seducción y a la violencia de
"la Tribulación más grande que ha habido desde el Diluvio acá".
La
vista de las fuerzas del Mal es hoy día aplastante, sobre todo a los que han
tenido una terrible apertura a lo que la Escritura llama "las
profundidades de Satán": la confusión mental que reina en nuestros
contemporáneos es espantosa; y tiene a su favor todo, por decirlo así, las
Ciencias profanizadas, la filosofía caótica, la situación política de los
Estados, la potencia del Gran-dinero, el arte perverso o degenerado, y los
instrumentos eficacísimos de difusión, que no son sino de confusión; de modo
que la cosa parece deshauciada. Pero hemos de parar mientes en que si las
fuerzas del Mal no son contrarrestadas, lo único que pueden hacer es apresurar
la catástrofe, y por ende la subsiguiente rehabilitación sobrenatural, y nada
más: no pueden construir nada estable ni permanente, siendo esencialmente
parasitarias y destructivas. El Mal es un parásito del Ser; y el Ser depende
intrínsecamente de Dios. Hasta el diablo trabaja para Dios. "Hemos
trabajado para el diablo", dijo el gran físico Oppenheimer, que entregó la
clave de la Bomba a Truman, después de entregar el trabajo. Quizás trabajó para
la Parusía. Quizás se lo pagará el diablo.
Verdad
es que el agón final será duro y aun desesperante, si no fuera por la ayuda
especial de Dios. Sólo se hallarán frente a frente el Mártir y el Tirano; o sea
prácticamente todo el mundo contra el Mártir; que nada podrá hacer, fuera de
rendir su vida por lo que cree; y eso en medio de una atmósfera turbia y
oscurecida por las más potentes falacias y seducciones, en medio de la noche
oscura, como fue el caso del mártir inglés Tomás Moro. Mas esa situación
extrema durará poco.
La
Profecía de San Juan versa en torno del martirio, que aparece desde el primer
momento: la intervención de Dios es solicitada en el cielo para vengar la
sangre de los mártires; mientras en la tierra nos es mostrada la marcha
progresiva de los que hacen mártires, en forma cada vez más perversa; los
cuales no saben que al final no harán más con todo lo que hagan que contribuir
al cumplimiento de los designios divinos. Ninguna acción del albedrío creado, o
del hombre o del demonio, puede derogar la Voluntad Soberana de Dios; dentro de
la cual no tiene más remedio que moverse, incluso cuando cree que más lejos se
ha salido della ...
Sería
un error capital extraer deste nuestro libróte la conclusión determinada de una
próxima guerra nuclear, y menos del próximo fin del mundo; anoser en el sentido
vago en el que Cristo dijo: "Vengo pronto". Pero es exacto que ambas
cosas están ahora en estado potencial no remoto; aunque una eventual conversión
de la Humanidad a Dios – "la conversión de Europa", decía Belloc –
podría alejarlos, como ha pasado ya en la Historia.
Cuando
Cristo se negó a dar a los Discípulos "el día y la hora" del
"fin deste siglo", fue simplemente porque no los sabía, como Él lo
dijo. Como Dios, naturalmente la sabía con toda certeza y justeza; pero a Él le
preguntaron como a hombre, y Él notó en su respuesta que respondía como hombre:
pues no dijo: "Yo no lo sé", mas dijo "El Hijo del Hombre no lo
sabe, ni los ángeles del cielo". Y es porque el acontecimiento depende
también del albedrío del Hombre – impenetrable a todos sino a Dios – y el
Hombre puede con sus obras alejarlo o acercarlo. No otra cosa sucedió en el
siglo XIV con las predicciones terminantes de San Vicente Ferrer, que eran
valederas pero condicionales. También el Apokalypsis puede considerarse como
una profecía condicionada – en cuanto al "día y la hora" solamente –
como la de Jonás en Nínive: "Esto sucederá inevitablemente, si no hacéis
penitencia." Europa hizo penitencia, justamente por la predicación en casi
toda ella del vehemente y prodigioso "Herrero" valenciano, y la
falange de Santos que ella suscitó.
La
Historia antigua de la humanidad sigue una línea recta hacia la Primera Venida
de Cristo. Desde Cristo, la Historia sigue una línea sinuosa bordeando la
Parusía, aproximándose y alejándose; dentro del límite de que ella sucederá
infaliblemente y sucederá "pronto", y no en una remotísima fecha,
como ama imaginar la necedad pseudocristiana actual.
Ésa
es la "política" de Dios, que vemos en el Antiguo Testamento. Dios
amenaza a su pueblo descarriado por medio de los Profetas que predicen tremendas
calamidades con una imaginería tremenda; y al mismo tiempo prometen el perdón y
la restauración si se arrepienten, aunque sea una parte, "los
residuos". Y predicen siempre la gran Restauración final.
Así
se conduce Dios con el hombre: le propone con fuerza la Ley Moral – grabada en
su corazón – y también las consecuencias ineluctables de quebrantarla; y
después lo deja libre, incluso de suicidarse si quiere. Hoy día la Humanidad se
acerca peligrosamente al suicidio. Las calamidades que en el "Librito"
de San Juan hacen los ángeles, son obras o resultantes de obras de los hombres;
los ángeles representando simplemente la inderogable ley moral que rige el
Universo.
De
aquí que la Profecía de Juan Apokaleta sea ciertamente "para
atemorizar" – como vociferan hoy tantos – mas no para desesperar, sino al
contrario para esperanzar. "Dichoso el varón que siempre teme" a
Dios; dice el Profeta en los Proverbios: "beatus vir qui semper est
pavidus"; pues el temor de Dios no excluye mas incluye la virtud de la
Esperanza.
EL
APOKALYPSIS DE SAN JUAN, LEONARDO CASTELLANI Th. D.