Esta encíclica constituye el manifiesto ideológico
de Bergoglio, su profesión de fe masónica, así como su candidatura a la
presidencia de la religión universal, sierva del Nuevo Orden Mundial.
Bergoglio falsifica la realidad. Miente con un
descaro que no tiene rival.
06/10/2020
Una lectura somera
del texto de Fratelli tutti daría
la impresión de que fue escrita por un masón en lugar de por el Vicario de
Cristo. Todo lo que en ella se dice está inspirado por un vago deísmo y una
filantropía que no tienen nada de católico. Nonne et ethnici hoc
faciunt? “¿No hacen eso también los gentiles?” (Mt.5,47)
Salta a la
vista y es totalmente bochornosa la falsificación histórica del encuentro
de San Francisco con el Sultán: según el autor de la encíclica, el Poverello
«no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas»; en realidad, las palabras
de San Francisco recogidas por los cronistas son muy diferentes: «Si me
prometes en nombre tuyo y de tu pueblo que os pasaréis a la religión de Cristo,
salga yo ileso o no del fuego, yo mismo entraré entre las llamas. Si me quemo,
vaya en pago de mis pecados; si, por el contrario, el poder de Dios hace que
salga sano y salvo, reconocerás a Cristo, poder y sabiduría de Dios, como
verdadero Dios y Señor y Salvador de todos».
Está del todo ausente
la dimensión sobrenatural, como está igualmente ausente toda alusión a la
necesidad de pertenecer al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Santa Iglesia,
para alcanzar la eterna salvación. Se distorsiona gravemente asimismo el
concepto de fraternidad; para el católico, ésta sólo es posible en Cristo si se
tiene a Dios por Padre gracias al Bautismo (Jn.1,12), mientras que para
Bergoglio bastaría con pertenecer a la humanidad.
El concepto católico
de libertad de religión es sustituido por el concepto de libertad religiosa
teorizado por el Concilio Vaticano II, llegando a cambalachear el derecho
divino de la Iglesia de libertad de culto, de predicación y de gobierno por el
reconocimiento del error a propagarse no sólo en general sino también por las
naciones cristianas. Los derechos de la verdad no pueden malvenderse a cambio
de otorgar derechos al error. La Iglesia tiene un derecho natural a la
libertad, en tanto que las religiones falsas no lo tienen.
Desconcierta la
manera en que la encíclica se rebaja aceptando el relato oficial del covid,
confirmando con ello el sometimiento al pensamiento único y a la élite
mundialista. Tampoco sorprende la excesiva insistencia en la unidad y la
fraternidad universal, además de que condena el legítimo derecho que tiene el
Estado de tutelar la propia identidad no sólo cultural sino también y sobre
todo en materia de Fe.
Esta encíclica
constituye el manifiesto ideológico de Bergoglio, su profesión de fe masónica,
así como su candidatura a la presidencia de la religión universal, sierva del
Nuevo Orden Mundial. Aunque tanta afirmación de acatamiento al pensamiento
dominante le valga el beneplácito de los enemigos de Dios, corrobora el
inexorable abandono de la misión evangelizadora que se ha encomendado a la
Iglesia. Ya le habíamos oído decir en otra ocasión que «el proselitismo es una
solemne tontería».
Bergoglio falsifica
la realidad. Miente con un descaro que no tiene rival. Por otra parte, el mayor
experto en adulterar la verdad es precisamente la dictadura china, según la
cual Nuestro Señor lapidó a la adúltera (el régimen comunista ha distribuido en
las escuelas un libro que cuenta algunos episodios tomados de diversas
religiones, adulterando totalmente el texto). Está claro que la proximidad del
régimen comunista a la iglesia bergogliana no se limita al Acuerdo, sino que
incluye también el mismo modus operandi.
+Carlo Maria Viganò