“Dios no bendice la acción de alguien que Lo pone a un lado, aunque sólo
sea en su discurso. Santa Juana de Arco no habría podido obtener la victoria si
no hubiera portado en su estandarte los Santos Nombres de Jesús y de María.
Inspirémonos en su ejemplo.”
por Monika Berchvok – Rivarol
Nacido en 1983, católico,
casado, Antoine Martin se graduó en la Escuela Normal Superior y es catedrático
de literatura clásica. Actualmente es profesor de latín, griego y francés en un
liceo público. Es el autor de una verdadero manual de resistencia católica al
mundo moderno: Le Chant dans la
fournaise.
Rivarol – ¿Puede hacer un repaso de su trayectoria?
¿Cómo se unió a las filas de la disidencia?
Antoine Martin – Me parece un poco exagerado decir que me he
unido a las filas de la disidencia. Actualmente enseño en un liceo público y
soy un empleado del gobierno. ¡Dudo que eso me haga un disidente muy creíble!
Sin embargo, como católico, me interesaba la disidencia. De hecho, es un medio
que en los últimos años conoce un renovado interés por el cristianismo
tradicional, lo que también es mi caso. Es sobre esta base que podía darse una
convergencia. Por otra parte, yo era consciente de que mi libro no encontraría
un editor en las redes católicas clásicas, como así se ha verificado.
R – ¿Qué es lo que usted designa con el
término nuevas teologías?
AM – Entiendo con esa expresión algo a la vez
muy antiguo y muy nuevo. Lo antiguo es la tentación del hombre de hacerse dios
en el lugar de su Creador. Esta tentación constituye el contenido del mismo
pecado original que nos relata el libro de Génesis.
La novedad radica en que en el
presente, como nunca antes, esta tendencia se ha convertido en la mentalidad
dominante, el aire que respiramos todos los días. Usted la encuentra igualmente
tanto en la obra de la liberación sexual como en la corriente transhumanista, o
en el hiperliberalismo económico, que pretende poder comprar y vender todo.
Llega hasta los lugares más
inesperados, como los métodos educativos. Las nuevas pedagogías no tienen como
objetivo transmitir un saber a los niños. En los institutos de formación del
profesorado, el término “transmitir” se ha convertido en una mala palabra, el
estigma de una práctica atrasada y fascistoide. Según estas nuevas utopías
educativas, el alumno no adquiere su conocimiento de alguien mayor, sino que
debe convertirse en “actor de su aprendizaje”. El niño no es el que recibe de
otro, el que se construye en una continuidad familiar, cultural, religiosa…
Parece que todo debe pasar como si él llegara a un mundo que no ha existido
antes que él, como si tuviera el derecho de inventar las leyes de la realidad
en lugar de hacer un humilde aprendizaje. Obviamente, esta tentación de hacerse
dios reposa sobre una mentira fundamental e inevitablemente conduce a la
decadencia humana. En este caso, las nuevas pedagogías han hecho a los niños
ignorantes y arrogantes a la vez.
R – Los derechos humanos son para usted
el primer paso de un desplazamiento hacia una deificación del hombre. ¿En qué
puede oponerse el pensamiento católico tradicional a esta peligrosa deriva?
AM – Para entender sobre qué modelo religioso se
construyeron los Derechos Humanos, es suficiente examinar el cuadro oficial que
hizo Le Barbier en 1789. En esta pintura, vemos que la Declaración se
representó sobre dos tablas de piedra. Se trata de una clara referencia al
libro de Éxodo, donde Dios graba el Decálogo en las dos tablas de la ley. El
simbolismo de esta imagen es claro: los mandamientos de Dios son opuestos y
prefieren los Derechos Humanos, nueva deidad supuestamente autónoma y
todopoderosa en su propio ámbito. Este cuadro nos indica a su pesar la
dirección a tomar para contrarrestar esta deificación del hombre: la
reafirmación explícita e incansable de los diez mandamientos divinos. Estos
últimos, al tiempo que recuerdan a la criatura la conciencia de sus propias
limitaciones, le fijan un marco claro: “No matarás”, “No cometerás adulterio”,
etc.
R – ¿El culto de la razón y de la
laicidad es para usted una herencia de la masonería?
AM – No cabe ninguna duda. Como explico en el
libro, la historia de la laicidad se presenta en efecto como un largo
compañerismo con la masonería. Sigue siendo el caso hoy en día. El 9 de
diciembre se convirtió en el día nacional de la laicidad porque las logias han
trabajado activamente en eso durante años. Hace dos años, el ministro Vincent
Peillon hizo fijar una Carta de la Laicidad en todas las escuelas de Francia.
Tomó esta medida siguiendo los consejos de Jean-Michel Quillardet, ex Gran
Maestro del Gran Oriente de Francia y presidente del Observatorio Internacional
de la laicidad…
R – ¿Cuál es su posición sobre el
aborto y la eutanasia?
AM – El aborto y la eutanasia están en
contradicción directa con el quinto mandamiento del Decálogo: “No matarás”. Su
recrudecimiento es un síntoma de esta mentalidad del hombre que pretende
hacerse dios; porque a una deidad se le ofrecen sacrificios, incluyendo
sacrificios humanos. Los que perecen por el aborto y la eutanasia son las
nuevas víctimas que los hombres sacrifican en el altar de su conveniencias
personales. Una larga historia une el aborto y la brujería. Y esta historia no
ha terminado. Muy recientemente, un tal Zachary King, antiguo sacerdote
satanista que se convirtió al catolicismo, recordó su pasado en un testimonio:
admitió haber practicado abortos rituales, incluso en clínicas. Estos
sacrificios fueron ordenados por los grandes de este mundo, que esperaban
cosechar beneficios: la fama, el éxito… Por supuesto, estas prácticas siguen
siendo muy marginales. Pero son la punta del iceberg que indica lo que
permanece en su fondo, todos los abortos, en el plano espiritual.
R – Se habla mucho de las teorías de
género. ¿Son las ideas antiespecistas un peligro para nuestra sociedad?
AM – Estas ideas demuestran ser representativas
del estado de espíritu del hombre contemporáneo, que no puede soportar ningún
límite, ni siquiera el de su propia identidad. Queremos ser hombre o mujer a
voluntad, casarse con alguien del mismo sexo, o incluso con su perro, como hizo
un australiano hace tres años. Esta mentalidad es mortífera: toda tentativa de
transformar al hombre en dios, pretendiendo hacer desaparecer sus límites
naturales, contribuye por el contrario a desfigurar al hombre. Acuérdese de
Michael Jackson y de sus múltiples operaciones de cirugía plástica. Mire
también el resultado que puede dar una operación transexual. En el área de la
investigación, empezamos a crear seres mixtos a partir de células humanas y
animales. A este ritmo, el futuro de la humanidad no es la deificación, sino la
monstruosidad.
R – Usted menciona el transhumanismo
como la próxima transgresión moderna. ¿En qué consiste esta corriente
ideológica fuertemente presente en el mundo de los negocios?
AM – El transhumanismo apunta a “aumentar al
hombre” y sus capacidades proponiendo una fusión entre el ser humano y la
máquina. Correr más rápido gracias a piernas de acero, salvaguardar su memoria
en un disco duro o en Internet, devenir inmortal mediante la sustitución de las
piezas desgastadas del cuerpo humano, estos son los diferentes objetivos que
ofrecen los científicos transhumanistas. Esta es una corriente influyente,
potente económicamente. Ray Kurzweil, uno de los principales inspiradores de
este movimiento, ha sido reclutado por Google hace unos meses. Su teología
entera está íntegra en esta declaración: “¿Existe Dios? No todavía”. Con esta
forma de ver las cosas ya no se considera al hombre como una criatura de Dios:
al contrario, se trata de llevarlo a la condición de auto-creador.
R – ¿La Doctrina Social de la Iglesia
Católica podría ser la base de un renacimiento de límites que puedan encajar en
la sociedad?
AM – Absolutamente, en la medida en que se
despliega sobre bases antropológicas sanas. En su base no encontramos la idea
de que el hombre debe ser como Dios, sino por el contrario que ha sido creado a
imagen de Dios, e incluso a imagen de un Dios-Trinidad.
Cultivando a todos sus niveles
el respeto a esta imagen, una sociedad puede aspirar a crecer y florecer. He
aquí un ejemplo concreto: existen dos maneras de negar específicamente la
Trinidad, sea por unidad de indistinción (el Dios único de los musulmanes), sea
por fragmentación (politeísmo); análogamente, existen dos maneras de socavar el
matrimonio querido por Dios, sea por unidad de indistinción (monoparentalidad,
teoría de género, matrimonio homosexual…), sea por fragmentación (adulterio,
divorcio, poligamia …). Para mantener la imagen del Dios Trino y florecer, la
pareja humana sólo puede basarse en una distinción (hombre y mujer) en la
unidad (la fidelidad, la indisolubilidad del matrimonio). Y esta estabilidad de
la familia bien entendida beneficiará al conjunto de la sociedad.
R – ¿Qué piensa de las movilizaciones políticas
de los católicos franceses como la Manif pour tous? Parece usted
muy pesimista sobre esta posibilidad.
AM – Estas movilizaciones fueron un momento
interesante, en la medida en que han contribuido a un cierto despertar de los
católicos franceses. Pero hay que reconocer que no dieron los resultados
esperados. El “matrimonio para todos” ha sido efectivamente votado.
Con la distancia, creo que era
inevitable: la Manif pour tous, para reclutar más ampliamente, se
hizo sobre una base antropocéntrica. Entonces, querer luchar contra el
matrimonio gay en nombre de los Derechos Humanos es tratar de
oponer dos emanaciones de una misma ideología, ¡la del hombre que niega todo
límite! Esto resultó prodigiosamente ineficaz. Por otro lado, mientras que los
católicos no bajen a las calles en nombre de su propia fe, irán de fracaso en
fracaso.
Dios no bendice la acción de
alguien que Lo pone a un lado, aunque sólo sea en su discurso. Santa Juana de
Arco no habría podido obtener la victoria si no hubiera portado en su
estandarte los Santos Nombres de Jesús y de María. Inspirémonos en su ejemplo.
R – ¿La Fe y la Esperanza no son para
usted la vía hacia la insumisión católica?
La Fe, la Esperanza y la
Caridad son esenciales en este combate. Pero para no caer en el
sobrenaturalismo, añadiría también las cuatro virtudes cardinales, un tanto
olvidadas en estos tiempos por un cristianismo demasiado a menudo
desvirilizado: la Templanza, la Prudencia, la Justicia y la Fortaleza.
(Traducción Página Transversal).
Le Chant dans la fournaise – De la necesaria
insumisión cristiana frente a las nuevas teologías.
En Babilonia, el rey
Nabucodonosor hizo construir su propia efigie en una estatua de oro para que el
pueblo se postrara ante ella. Tres jóvenes judíos se negaron y fueron arrojados
al horno. Lamidos por las llamas que no los quemaban, cantaban a la gloria de
Dios.
Hoy, es el hombre quien es
divinizado, el hombre y sus Derechos Humanos, el hombre y su derecho, sobre su
cuerpo y el de los otros, sobre la vida y la muerte de los niños que nacen,
pronto sobre la de los viejos y los enfermos. El hombre que se quiere su propio
creador, que afirma el predominio, no del espíritu, sino de la voluntad, de su
voluntad, de su psiquismo, sobre una naturaleza que afirma, sin embargo, está
totalmente hecha de materia; el hombre que, realizando el deseo de Lucifer,
quiere subir hasta el lugar de Dios. Quien rechaza esta deificación del hombre,
quien es irreligioso hacia estas nuevas teologías es un blasfemo. Como los
jóvenes judíos de Babilonia, será arrojado al horno: al horno mediático,
judicial o simplemente social. Será excluido, puesto bajo sospecha,
vilipendiado; de mil maneras se intentará silenciarlo, arrancar a sus propios
hijos de su influencia, de su “determinismo familiar” según una expresión que
se hizo famosa; en un mundo de “tolerancia” no se respetará nada de lo que es
sagrado.
El “matrimonio para todos” ha
tenido el efecto de un electrochoque: los católicos se despertaron y ya no
tienen miedo. La insumisión de la que se les acusa es su honor y el signo de su
fe. Esta fe que, hoy más que nunca ya que el peligro es grande, les da la
fuerza para cantar en el horno: “Dad gracias al Señor…”