El
Prof. Louis Jugnet escribió estas líneas en 1959. Todavía no había llegado la
peor Revolución de la historia, el Concilio Vaticano II. En ese mismo año,
Mons. Cristiani escribía su libro “Presencia de Satán en
el mundo”, donde afirmaba:
“Es
de creer que Satán está ocupado en preparar la catástrofe más horrorosa que la
tierra pueda imaginar y temer”. “Se ha hablado a menudo, desde hace cien años,
en nuestro país, del peligro amarillo. Este peligro es ahora inminente. Muy
probablemente de la China se propagará el incendio que un día u otro devorará a
toda la tierra (…) creemos poder hablar de una posesión diabólica colectiva en esa tierra lejana”.
Esto
ha comenzado a verificarse este año, donde se están haciendo los ajustes para
el control total del Nuevo Orden Mundial, aunque el horizonte nos hace entrever
una espantosa guerra contra los obstáculos que aún permanecen. Entonces, ¿aquel
análisis de la situación ha quedado relegado? Con todo, nos parece que la
conclusión a que llega aquel lúcido maestro sigue vigente, aunque agregamos por
nuestra parte un factor olvidado: Fátima. En la consagración de Rusia, prometida
por la Virgen María, se finca nuestra esperanza.
El
fin de una civilización (24 de febrero de 1959)
Después de un lúcido
análisis de la situación (“la tristeza no es siempre ilegítima; la alegría
cristiana no es una suerte de risa ininterrumpida”), Louis Jugnet se hace la
siguiente pregunta: ¿Qué hacer? “Es acá, responde, que se manifiestan
divergencias entre aquellos que han comprendido el colapso del famoso “mundo
moderno”. Está en nosotros intentar comprender sus actitudes diversas, y luego
ver si se las puede armonizar”. Distingue a continuación cinco posiciones entre
los contrarrevolucionarios de la época:
- 1) El fin de los
tiempos y la parusía están próximos (se encuentran “signos convergentes, como
la apostasía generalizada, las guerras atroces y cada vez más planetarias […]
el carácter grotesco y múltiple del error y del mal, etc.”): cardenal Billot (La
Parousie, Paris, Beauchesne, 1920), padre Bouyer (de l’Oratoire), padre
Spicq O.P., etc. Consecuencia: la lucha temporal es inútil, todo va a ir de mal
en peor, concentremos nuestros esfuerzos sobre lo espiritual.
- 2) El colapso global
de la civilización moderna permitirá el nacimiento de una nueva civilización
cristiana, gracias a los actuales islotes de resistencia: Marcel De Corte (Essai
sur la fin d’une civilisation, Paris, Médicis, 1949).
- 3) Contrariamente a
las apariencias, la Contrarreforma (que fue a la vez el siglo de oro español y
“el último momento creador de Europa”) no ha acabado, comienza solamente;
España va a servir de base a la reconquista cristiana de cara a la barbarie; lo
esencial es mantener la rectitud doctrinal: escuela española de Leopoldo
Palacios, Rafael Calvo, Serrer, etc.
- 4) En un sentido,
todo está perdido, no hay nada que esperar de las estructuras temporales sino
la aceptación misma de ese estado (cuasi-nihilismo cristiano y
contrarrevolucionario) debe ser un motivo de esperanza: Bernanos (hablando de «
la noche »), padre Bruckberger O.P. (Les Cosaques et le Saint-Esprit,
Paris, Amyot-Dumont, 1950).
- 5) Las fuerzas
temporales en sí mismas de Francia y el Occidente son aún “salvables”: una
resistencia temporal, aún violenta, puede ser eficaz: escuela de la Acción
Francesa (siguiendo a Massis, Boutang, Mourre, etc.).
Después de esta
enumeración, Jugnet expone su opinión: “Por nuestra parte, rehusamos rechazar
ligeramente la primera solución, porque ella nos parece comportar una parte no
desdeñable de probabilidad doctrinal y exegética. Pero, apoyándonos en ella, de
algún modo, podemos hacer “como si” todo no estuviese perdido temporalmente, y
unir la acción doctrinal con el sacrificio de nuestra vida”.
Le
Sel de la terre N° 47, Invierno 2003/2004.