Semejante es el reino de los cielos a un hombre que
sembró buena semilla en un campo. Y mientras dormían los hombres, vino su
enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Dice San Juan Crisóstomo que con esta parábola, N.
Señor se refiere a la verdad adulterada,
porque es propio del demonio mezclar el error con la verdad. Se vale el diablo de un engaño -agrega
el santo- confundiendo su propia semilla y revistiendo sus obras con colores y
semejanzas que sorprenden al que se deja engañar con facilidad. Por eso dice
que siembra cizaña, que es muy parecida a la planta de trigo de la buena semilla
del sembrador. La cizaña es sembrada después del trigo. De
igual modo, el error -sigue diciendo el santo- viene después de la verdad,
cosa demostrada por la experiencia: después de los profetas vinieron los falsos
profetas; después de los Apóstoles los falsos apóstoles; y después de Cristo vendrá
el Anticristo. Nosotros agregamos que después de los concilios católicos, vino
el Vaticano II, anticatólico en cuanto liberal, y diabólico. De hecho, esa ha
sido la peor emboscada, el mayor embuste, la más grande y más desastrosa
siembra de cizaña de toda la historia de la Iglesia. Y también decimos esto: que
después de ese Obispo resuelto, combativo y de palabras varoniles, claras e
inequívocas en defensa de la fe; después de Mons. Lefebvre vino Mons. Fellay a sembrar
la cizaña entre nosotros con su intento de someternos a los modernistas romanos
y con sus actitudes erráticas y sus palabras ambiguas.
Y mientras dormían los hombres, vino su enemigo y
sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Mientras dormían los hombres:
porque -dice San Agustín- cuando los jefes de la Iglesia obran con negligencia…
viene el diablo y siembra. Es precisamente lo que pasa en la FSSPX: duerme el
Superior General y sueña con primaveras inminentes y concordias con los
enemigos, mientras se intenta dormir a los Sacerdotes y a los fieles a fin de que
no reaccionen en contra de la cabeza sembradora de cizaña e inficionada de
liberalismo.
Y llegando los siervos dijeron: Señor, ¿no sembraste
buena simiente en tu campo? ¿Pues de dónde tiene cizaña? Y les dijo: el hombre
enemigo ha hecho esto. El “hombre enemigo” es
el demonio y los que hacen las obras del diablo. Pues bien: el arma de que se
ha valido el demonio enemigo para dar el golpe feroz del Vaticano II es la
ambigüedad. El Vaticano II es una obra maestra de ambigüedad, de palabras
confusas, de expresiones equívocas. No obstante, el actual Superior General de
la Fraternidad, el líder nominal de los anti liberales, también hace uso
habitual de la ambigüedad.
Ambiguo es lo que puede entenderse de varios modos o
admitir distintas interpretaciones, como cuando Mons. Fellay habla, en su Declaración
Doctrinal de abril del año pasado, de
“los Sacramentos legítimamente
promulgados por los papas Pablo VI y Juan Pablo II”. El veneno, la cizaña,
está en la frase “legítimamente
promulgados”, porque ésta puede entenderse de modos diversos y opuestos. Los
tradicionalistas deben entender que el Superior General afirma que esos
Sacramentos fueron promulgados de modo regular, esto es, con sujeción a las
formalidades legales correspondientes. En este sentido una ley de aborto puede
estar legítimamente promulgada, aunque en sí sea ilegítima por injusta y
criminal. Los modernistas, por su parte, deben entender que el Superior General
considera legítimos en sí esos Sacramentos. Pues bien: este modo de hablar no
es católico sino que es diabólico, por provenir de quien se supone encabeza la
lucha en defensa de la Verdad católica en la peor crisis de fe de la historia. El
velo de oscuridad con que las expresiones ambiguas cubren la verdad, se opone a
la claridad de Quien dijo “Yo soy la
Verdad”, “Yo soy la Luz” y “vosotros
sois la luz del mundo”. Dice el P. Sardá y Salvany en su obra “El
Liberalismo es Pecado”, que el lenguaje confuso en la boca de los Pastores “es escándalo… es inducir al prójimo a error
con palabras ambiguas… es...sembrar dudas, desconfianzas, hacer vacilar en la
fe a las inteligencias sencillas”… “Es
preciso ante todo… evitar el equívoco, que es lo que más favorece al error”. “Es
gran maestro el diablo en artes y embelecos, y lo mejor de su diplomacia se
ejerce en introducir en las ideas la confusión. La mitad de su poderío sobre
los hombres perdería el maldito con que las ideas, buenas o malas, apareciesen
francas y deslindadas... El diablo, pues, en tiempos de cismas y herejías, lo
primero que procuró fue que se barajasen y trastocasen los vocablos; medio
seguro para traer desde luego mareada… la mayor parte de las inteligencias”
(ídem).
Se podrían dar muchos otros ejemplos de palabras
ambiguas por parte de Mons. Fellay. Su constante siembra de cizaña ha causado
grave inquietud, desconfianza, confusión y división entre los Sacerdotes y
fieles de la FSSPX. Sin necesidad de ningún acuerdo con Roma, la cizaña constantemente
sembrada por el Superior General es un veneno que está matando lenta pero
inexorablemente a la congregación. En su carta de 7 de abril de 2012 a Mons.
Fellay, los otros tres Obispos afirman que se ve en la Fraternidad una disminución
en la confesión de la fe. Con todo, el responsable del derrumbe de la
congregación ha tenido el atrevimiento de exculparse inculpando a los que se
han opuesto a su traición, ha dicho que éstos son los sembradores de cizaña. En
una entrevista acerca del Capítulo General, el 16 de julio de 2012, ha tenido
el descaro de decir lo siguiente: "nos
separamos netamente de todos los que quisieron aprovechar la situación para
sembrar cizaña, oponiendo unos miembros de la Fraternidad con otros. Este
espíritu no es de Dios". Sus mismas palabras lo condenan. Y en un
sermón del 11 de noviembre del año pasado, dijo: “Hemos visto hasta en nuestra querida Fraternidad, una confusión, una
mala hierba, una cizaña, una turbación.” Pero en la carta que 37 Sacerdotes
del Distrito de Francia le dirigieron en febrero pasado, leemos: “¿Puede decir, en conciencia que usted y sus
Asistentes han asumido sus responsabilidades? Después de tantas declaraciones
contradictorias y nefastas ¿cómo pretenden que pueden gobernar todavía? ¿Quién
es el que perjudica a la autoridad del Superior General, sino usted mismo y sus
Asistentes? ¿Cómo pretende hablarnos de justicia después de haberla lesionado? ¿Qué
verdad puede salir de la boca del mentiroso? (Ecl. 34, 4). ¿Quién sembró la
cizaña? ¿Quién ha sido subversivo mediante el uso de la mentira? ¿Quién
escandalizó a sacerdotes y fieles? ¿Quién ha mutilado la Fraternidad disminuyendo su fuerza episcopal? ¿Qué es de
la caridad sin el honor y la justicia?”.
Estimados fieles: lo que nos une es la defensa de la
Verdad. Nos llamamos y somos la Resistencia Católica porque combatimos contra
todo enemigo de la Verdad, de la Verdad que es atacada no sólo por medio de la
mentira, sino también y más eficazmente mediante la ambigüedad. La ambigüedad
en la manifestación pública de la fe católica en tiempos de apostasía general, como
son los nuestros, es una traición gravísima a Cristo, un pecado en extremo abominable.
Si amamos realmente la Verdad, debemos rechazar a los sembradores de cizaña, a
los malos pastores que con palabras confusas hacen la obra del demonio, adulterando
la Verdad.