Por R. P. Félix Sardá y
Salvany
He
aquí explicada la situación del Propagandista católico respecto del
Periodismo. Periódicos al servicio del bien ha de haber, dado que los hay, ¡y
tantos por desgracia al servicio del mal! Hágase, pues, periodista el buen
católico, cuando para eso se sienta con la vocación debida y crea emplearse
realmente con eso en trabajo de gran mérito para su alma, de gran bien para sus
hermanos y de gran gloria para Dios. Tome parte con su buen fusil o humilde
escopeta en ese tiroteo continuo de avanzadas, mientras otros más dichosos
baten al enemigo con máquinas guerreras de mayor alcance y potencia. Procure
hacer oír sin descanso, cada semana o cada día, alta y firme su voz, sin
doblegarse por la amenaza, ni enmollecerse por el halago, a fin de que vivan
alerta los descuidados, despierten los dormidos, no se duerman los despiertos,
no se introduzcan en el aprisco los lobos, no cese, en una palabra, día y noche
sobre la brecha la resistencia al sitiador.
Un
periódico bien pensado y bien escrito es a la vez bandera para los buenos, lazo
de unión entre ellos, núcleo para la acción, resorte para hacerla eficaz y
contundente sobre el enemigo. De cuantos elementos humanos tiene el
Propagandista seglar, es el de mayor efecto. La palabra es poderosísima; y de
la prensa en general, pero muy especialmente de la periódica, ha dicho un sabio
escritor, que es la palabra elevada a su mayor potencia. Tiene más rápida acción
y más fácil y más universal difusión que el libro, a la par que efecto más duradero
y carácter más permanente que el discurso.
Por
esto no debe estar sin buen periódico cualquier localidad de mediana
importancia, y debe procurar su creación a costa de cualquier sacrificio el
buen Propagandista. Donde sea fácil redactarlo con verdaderos trabajos
originales, hágase así. Donde esto no se pueda, llénese la hoja diaria o
semanal con recortes de otros de otros periódicos sanos, pues sabido es que
gran parte de lo que distribuye por esos mundos la prensa periódica, es obra
más de la tijera que de la pluma. ¿Y qué importa eso, cuando el director no
busca su satisfacción personal de literato, sino la mayor difusión de la verdad
y el mayor bien de sus hermanos? Una serie de periódicos escalonados de la
pequeña localidad a la mediana, y de esta
a la capital de la comarca o de la provincia: unidos todos con quien en
más alta esfera domine como desde mejor observatorio las ideas y los
acontecimientos; puede llegar a constituir en toda la nación una verdadera red,
como la que constituyen los nervios en el organismo humano, por cuyo medio se
hagan sentir en todo el cuerpo social vivas y rápidas las impresiones que se
deseen, y circulen a la vez por todo él corrientes de ideas que muevan en
determinado sentido inteligencias y corazones, y aun tal vez pies y brazos y
manos, cuando así convenga para mayor servicio de Dios. Como la piedra arrojada
a la superficie tranquila de un estanque produce en sus aguas suave ondulación,
que del centro se transmite hasta las más lejanas orillas; así en una nación
dotada convenientemente de multitud de periódicos sanos, se transmiten del
centro a las extremidades todas las ondulaciones de la buena Propaganda con
pasmosa facilidad y con incomparables resultados. Sobre todo cuando la prensa
sana, hábilmente dirigida por quienes han recibido del cielo las convenientes
dotes de inteligencia y de corazón, procura vivir y hablar y obrar santamente
federada, y con tácito o expreso concierto para trabajar con perfecta unidad de
acción y de apreciaciones.
¡Ah!
No miren con desdén nuestros hermanos este ramo de Propaganda que con tanta
preferencia miran nuestros enemigos. Un periódico es hoy día una necesidad, y
suele tenerlo malo el que afecta desprecio por los mejores. Que no todos pueden
ser en este mundo periodistas, evidente cosa es; pero lo es también que muchos
pueden trabajar en un buen periódico sin escribir materialmente en él.
Colaboradores son los que sostienen la modesta hoja diaria o semanal con
donativos o subvenciones; los que pagan por ella la precisa suscripción; los
que les mandan sus noticias y anuncios; los que la fomentan y recomiendan; los
que la administran y distribuyen y convidan a leer. A todos estos dará Dios en
su día premio de verdaderos colaboradores, como por igual razón exigirá
tremenda responsabilidad a los que tales oficios hubieren prestado a la prensa
mala.
Tomado
de “El apostolado seglar o Manual del
Propagandista católico en nuestros días”, Barcelona, 1891.