DOCTRINA SOCAVADA
Comentario
Eleison CCLIV
Monseñor
Williamson
Se han
escrito libros enteros sobre el asunto de la libertad religiosa tal como ha
sido enseñada por el Vaticano II en su Declaración de 1965, Dignitatis Humanae. Sin embargo, la
enseñanza Revolucionaria de este documento es clara: dada la dignidad natural
de cada individuo humano, ningún Estado o grupo social o ningún poder humano
puede obligar o forzar a ningún hombre o grupo de hombres a actuar, en privado
o en público, contra sus propias creencias religiosas, siempre y cuando el
orden público se mantenga incólume. (D.H.#2).
Al contrario la Iglesia católica enseñó siempre hasta el Vaticano II que cada Estado en cuanto tal tiene el derecho y aún el deber de prohibir a sus ciudadanos practicar en público cualquier falsa religión, es decir todas las religiones no católicas, en la medida que tal prohibición ayude y no dañe la salvación de las almas. (Por ejemplo en el 2012 la libertad está tan ampliamente adorada que tal prohibición escandalizaría a los ciudadanos de casi todos los Estados y haría solamente que ellos desprecien y no aprecien, la religión católica. En este caso, como la Iglesia siempre lo enseñaba, el Estado puede abstenerse de usar de su derecho de prohibir las falsas religiones).
Ahora bien, el punto preciso sobre el cual estas dos doctrinas se contradicen entre sí, puede parecer bien limitado – sea o no que un Estado pueda prohibir la práctica pública de las falsas religiones – pero las consecuencias son enormes: ¿es Dios el Señor o el sirviente de los hombres? Por un lado, si el hombre es una criatura de Dios y si es por naturaleza social (como es evidente cuando uno observa como los hombres se reúnen en toda clase de asociaciones y particularmente en un Estado), entonces la sociedad y el Estado son también criaturas de Dios. Y ellos le deben servir a El y a su única verdadera religión. Luego el Estado tiene que prohibir las falsas religiones por lo menos en el dominio público (lo cual pertenece a su esfera), siempre y cuando eso ayudará y no dificultará la salvación de las almas.
Por otro lado, si la libertad humana es tan valiosa que cada individuo tiene que quedar libre como para corromper a sus conciudadanos mediante la práctica pública y el proselitismo de cualquier religión falsa que él elija (a menos que el orden público sea perturbado), entonces se debe dejar que las religiones falsas sean libres para prosperar en el dominio público (por ejemplo las sectas Protestantes hoy día en América Latina). Así la diferencia entre las religiones falsas y la única verdadera religión es menos importante que la dignidad humana. Así la verdadera religión no es tan importante. Así la valía de Dios comparada a la valía del hombre no tiene tanta importancia. De esta manera el Vaticano II rebaja a Dios en la medida que eleva al hombre. En definitiva, el Vaticano II reemplaza la religión de Dios por la religión del hombre. Con razón Monseñor Lefebvre fundó la Fraternidad San Pío X para ensalzar la dignidad y valía trascendental de Dios, de Nuestro Señor Jesucristo, en un mundo y en una Iglesia que se han vuelto locos, embriagados de la dignidad del hombre.
Pero he aquí que se nos viene un líder religioso que en público* pronunció a principios de este mes: “Numerosos son los que tienen una comprensión del Concilio que es una comprensión errónea”. El dijo que la libertad religiosa “es una expresión usada de muchas maneras. Pero mirando más de cerca tengo realmente la impresión de que no son muchos los que saben lo que realmente dijo el Concilio sobre este tema. El Concilio presenta una libertad religiosa que es una libertad muy, muy limitada: muy limitada” Preguntado él si el Vaticano II en sí mismo, es decir en su conjunto, pertenece a la Tradición Católica, él contestó “Tendría yo esa esperanza”.
Vean por ustedes mismos la entrevista pronunciada en inglés y accesible en YouTube bajo el título de “Traditionalist leader talks about his movement, Rome”. ¿Puede alguien sorprenderse si “su movimiento” está atravesando actualmente la crisis más grave de sus 42 años de existencia?
Al contrario la Iglesia católica enseñó siempre hasta el Vaticano II que cada Estado en cuanto tal tiene el derecho y aún el deber de prohibir a sus ciudadanos practicar en público cualquier falsa religión, es decir todas las religiones no católicas, en la medida que tal prohibición ayude y no dañe la salvación de las almas. (Por ejemplo en el 2012 la libertad está tan ampliamente adorada que tal prohibición escandalizaría a los ciudadanos de casi todos los Estados y haría solamente que ellos desprecien y no aprecien, la religión católica. En este caso, como la Iglesia siempre lo enseñaba, el Estado puede abstenerse de usar de su derecho de prohibir las falsas religiones).
Ahora bien, el punto preciso sobre el cual estas dos doctrinas se contradicen entre sí, puede parecer bien limitado – sea o no que un Estado pueda prohibir la práctica pública de las falsas religiones – pero las consecuencias son enormes: ¿es Dios el Señor o el sirviente de los hombres? Por un lado, si el hombre es una criatura de Dios y si es por naturaleza social (como es evidente cuando uno observa como los hombres se reúnen en toda clase de asociaciones y particularmente en un Estado), entonces la sociedad y el Estado son también criaturas de Dios. Y ellos le deben servir a El y a su única verdadera religión. Luego el Estado tiene que prohibir las falsas religiones por lo menos en el dominio público (lo cual pertenece a su esfera), siempre y cuando eso ayudará y no dificultará la salvación de las almas.
Por otro lado, si la libertad humana es tan valiosa que cada individuo tiene que quedar libre como para corromper a sus conciudadanos mediante la práctica pública y el proselitismo de cualquier religión falsa que él elija (a menos que el orden público sea perturbado), entonces se debe dejar que las religiones falsas sean libres para prosperar en el dominio público (por ejemplo las sectas Protestantes hoy día en América Latina). Así la diferencia entre las religiones falsas y la única verdadera religión es menos importante que la dignidad humana. Así la verdadera religión no es tan importante. Así la valía de Dios comparada a la valía del hombre no tiene tanta importancia. De esta manera el Vaticano II rebaja a Dios en la medida que eleva al hombre. En definitiva, el Vaticano II reemplaza la religión de Dios por la religión del hombre. Con razón Monseñor Lefebvre fundó la Fraternidad San Pío X para ensalzar la dignidad y valía trascendental de Dios, de Nuestro Señor Jesucristo, en un mundo y en una Iglesia que se han vuelto locos, embriagados de la dignidad del hombre.
Pero he aquí que se nos viene un líder religioso que en público* pronunció a principios de este mes: “Numerosos son los que tienen una comprensión del Concilio que es una comprensión errónea”. El dijo que la libertad religiosa “es una expresión usada de muchas maneras. Pero mirando más de cerca tengo realmente la impresión de que no son muchos los que saben lo que realmente dijo el Concilio sobre este tema. El Concilio presenta una libertad religiosa que es una libertad muy, muy limitada: muy limitada” Preguntado él si el Vaticano II en sí mismo, es decir en su conjunto, pertenece a la Tradición Católica, él contestó “Tendría yo esa esperanza”.
Vean por ustedes mismos la entrevista pronunciada en inglés y accesible en YouTube bajo el título de “Traditionalist leader talks about his movement, Rome”. ¿Puede alguien sorprenderse si “su movimiento” está atravesando actualmente la crisis más grave de sus 42 años de existencia?
Kyrie
eleison
* Monseñor
Fellay.