Bergoglio sigue con sus ataques sibilinos a los
Mandamientos y acaba de introducir una distinción desconocida-al menos
para mí-entre lo que sería la sustancia y la formalidad. Si tuviese que
intentar explicarlo, yo diría que está buscando es privilegiar de manera
absoluta y excluyente el papel de la conciencia, aumentando la confusión
originada por Amoris laetitia. Pero de eso espero ocuparme en otro momento. Hoy
interesa conocer la equiparación que hizo entre el “homicidio efectivo” y las
“palabras injuriosas” que “se ponen en la misma línea” y “revelan la misma
malevolencia” del asesinato:
“Con respecto al mandamiento “no matar”, Él
(Nuestro Señor Jesucristo) afirma que es violado no sólo por el homicidio
efectivo, sino también por aquellos comportamientos que
ofenden la dignidad de la persona humana, incluidas las palabras injuriosas (Cfr.
v. 22). Ciertamente, estas palabras injuriosas no
tienen la misma gravedad y culpabilidad del asesinato, pero se ponen en la
misma línea, porque son sus premisas y revelan la misma malevolencia. Jesús
nos invita a no establecer una jerarquía de las ofensas, sino a considerarlas
todas dañinas, en cuanto movidas por la intensión de hacer el mal al prójimo. Y
Jesús da el ejemplo. Insultar: pero, nosotros estamos acostumbrados a insultar,
es como decir “buenos días”. Y esto está en la misma línea del matar. Quien insulta al hermano, mata en su propio corazón al
hermano. Por favor, ¡no insultar! No ganamos nada…”
Notable
es que Bergoglio pida “Por favor, ¡no insultar” porque es la misma persona que
no se ha cansado de insultar e injuriar a todos los que no están de acuerdo con
él. Y los amigos de “Opportune e importune” se han tomado el trabajo
de catalogar las muchas imprecaciones que les ha
destinado a los osados que se han atrevido a disentir, sea por
hechos reales o presuntos:
“Viejas
comadres - Fomentadores de la coprofagia – Especialistas del Logos - Desgranadores
de rosarios – Funcionarios - Absorbidos por sí mismos – Neopelagianos – Prometeicos
– Restauracionistas - Cristianos ideológicos – Pelagianos – Llorones - Cristianos
inflexibles - Modernos gnósticos - Cristianos líquidos - Cristianos
superficiales - Esclavos de la superficialidad - Momias de museo - Príncipes
renacentistas - Obispos de aeropuerto - Cortesanos leprosos – Ideólogos - Caras
largas - Caras de funeral – Gnósticos - Obispos carreristas – Huraños – Autoritarios
– Elitistas - Pesimistas denunciadores y desilusionados - Cristianos tristes - Cristianos
con la cara de pepinillo en vinagre - Infantiles, temerosos de bailar y de
gritar, miedosos de todo - Que buscan certeza en todas las cosas - Cristianos
alérgicos a la predicación - Cristianos cerrados, tristes, enredadores, que no
son cristianos libres - Cristianos paganos - Pequeños monstruos - Cristianos
derrotados - Cristianos papagayos - Cristianos que repiten el Credo como
papagayos - Cristianos con la fe aguada - Cristianos sin esperanza - Tiradores
de la Inquisición - Ideólogos de lo abstracto – Fundamentalistas - Sacerdotes
untuosos e idólatras - Adoradores del dios Narciso - Sacerdotes vanidosos y
mariposones - Cristianos con el corazón agusanado - Religiosos que tienen el
corazón amargo como vinagre - Promotores del veneno de la inmanencia - Cerrados
en la formalidad de un oración gélida, avaros - Estériles en su formalismo - Gente
vieja y nostálgica de estructuras y usos que no vivifican más el mundo de hoy -
Jóvenes maniáticos de la moda - Cristianos de pastelería - Turistas
existenciales - Cristianos anestesiados - Cristianos hipócritas interesados
solamente en su formalismo - Enfermos de pereza - Cristianos perezosos - Personas
sin luces, deprimentes – Egoístas – Autorreferenciales - Cristianos veletas - Agusanados
en el corazón - Débiles hasta la pudrición - Con el corazón negro - Cristianos
de corazón débil - Cristianos enemigos de la cruz de Cristo - Caviladores
moralistas - Contemplativos distantes”.
Esta
manía insultadora exhibe la rabia profunda que Bergoglio experimenta cada
vez con mayor frecuencia, desequilibrado psicológicamente como está por su
insana pasión por el poder.
Tengamos
presente que se trata de un incontinente verbal que no tiene reparos morales en
descalificar e injuriar, para después presentarse como el adalid de la
misericordia. Lo será, pero de la boca para afuera. Que lo digan, si no los Franciscanos
de la Inmaculada o el Cardenal Burke.
Pronostico
que la ristra de improperios se alargará, a medida que Bergoglio no las tenga
todas consigo. En buena hora, sea así.