LEFEBVRIANOS
A CASA
En el Esquilino surgirá
el Centro de estudios de San Pío X. Acuerdo cercano. Decisivo el papel del
Papa.
Matteo Matzuzzi
24 de febrero de 2017.
Roma. La fractura entre
la FSSPX (los lefebvrianos) y la Santa Sede está a punto de ser reparada. El
acuerdo por el establecimiento de la prelatura personal -que garantiza una
amplia autonomía de gestión y pastoral- ya está próximo. La confirmación de que
las lentas y complejas tratativas se encaminan hacia una solución positiva, es
la negociación para la adquisición del complejo de Santa María Inmaculada en el
Esquilino, a poca distancia del Lateranense. La iglesia neogótica
construida a finales del siglo XIX y principios del siglo XX por los Hermanos
de la Caridad está flanqueada por un edificio que fue destinado en los años
pasados para una escuela elemental y media. Il Foglio se ha enterado que allí
surgirá un centro de estudios y, en una segunda fase, se volverá con
toda probabilidad la sede de la casa general lefebvriana. Quien aceleró todo
esto fue directamente el Papa, a través de Mons. Guido Pozzo, secretario de la
pontificia Comisión Ecclesia Dei.
Del 17 al 20 de enero,
en Santa Marta, se alojaron Mons. Bernard Fellay (el Superior de la FSSPX),
Mons. Alfonso de Galarreta y el asistente general, P. Alain Nély. Las
negociaciones fueron presenciadas por la Superiora de las hermanas de la
Fraternidad. El P. Nély es la persona encargada de completar la adquisición del
complejo.
Que Francisco tenga un
papel de primer plano en las negociaciones, no debe sorprender. Recordó
el mismo Fellay que la relación entre Bergoglio y la Fraternidad tiene raíces
profundas. "Bergoglio nos conoce desde que estaba en Argentina. En
Argentina hay un concordato que permite a los sacerdotes extranjeros obtener
permiso de residencia a condición de que lo acepte el obispo local. Teníamos un
problema con un obispo que no quería nuestra presencia allí. Entonces, el
superior de distrito de América del Sur se entrevistó con el cardenal Bergoglio
para exponerle el problema. Su respuesta fue muy clara: 'Es obvio que ustedes
son católicos, que no son cismáticos; los voy a ayudar' ¡Y nos ayudó! Se
comunicó con Roma. Dirigió al Gobierno una carta favorable a nosotros.
Enseguida, ya como Papa, con ocasión del Jubileo extraordinario de la misericordia,
concedió a los fieles que “por diversos motivos” frecuentan las iglesias donde
ofician los sacerdotes de la Fraternidad, de recibir válida y lícitamente la
absolución sacramental de sus pecados. Facultad extendida más allá del período
jubilar “confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes para recuperar la
plena comunión con la Iglesia católica”.
Los problemas, sin
embargo, permanecen. Sobre todo en el interior de la variada realidad
lefebvriana. La situación es más o menos la de 2012, cuando Mons. Fellay,
sorprendentemente, decidió rechazar la mano extendida por Benedicto XVI, no
aceptando las condiciones teológicas puestas por Ratzinger para la conclusión
positiva de la negociación. Un factor decisivo fue la fisura entre las áreas
alemana y francesa de la Fraternidad. Si hubiera sido por los miembros de la
primera, la FSSPX ya habría vuelto a la comunión con Roma hace cinco años. Las
cuestiones puestas sobre la mesa fueron juzgadas solucionables y no impiden
concluir el acuerdo. Los perdedores fueron los franceses, menos dispuestos a
llegar a un acuerdo. Fellay parece dispuesto a superar el punto muerto, incluso
a costa de pérdidas dolorosas entre sus fieles y sacerdotes.