Alessandro Gnocchi
con Mons. Fellay
Alessandro Gnocchi es un periodista y escritor católico italiano, tradicionalista. Diplomado en filosofía, antiguo periodista de Il Giornale, denuncia firmemente, a través de sus libros, artículos y conferencias, la revolución del papa Francisco. Ha sido invitado a ciclos de conferencias organizados por la FSSPX, y en las librerías de ésta se encuentran frecuentemente sus libros.
El pasado 16 de enero,
en el sitio Ricossa Cristiana, respondió a alguien que le
preguntó su opinión respecto al posible acuerdo de la FSSPX con Roma y sobre la
destitución del P. Petrucci como Superior del Distrito italiano de la
Fraternidad. Extracto (el énfasis en negrita es nuestro):
Lunes 16 de enero de 2017
Muy gentil Alessandro Gnocchi:
Le escribo para tener su parecer
sobre... la remoción del P. Pierpaolo Petrucci de su cargo como superior del
distrito italiano de la FSSPX y de la entrevista en la cual Mons. Athanasius
Schneider llama al acuerdo de la Fraternidad con Roma dando la impresión de que
ya es cosa hecha...
Roberta Russo
Estimada Roberta:
A mi modo de ver, la cuestión
es... bastante simple... Se trata sólo de colocar los hechos mencionados en la
perspectiva justa, que en mi opinión es la siguiente: aún reconociendo que la
FSSPX representa, pero sobre todo ha representado, una fase importante en la
vida de la Tradición y por lo tanto de la Iglesia, me importa de veras poco que
sus líderes decidan lanzarse en las manos de Bergoglio y la iglesia
anticrística que el obispo de Roma representa. Ya he escrito lo que
significaría si lo hicieran y no voy a repetirlo (clic aquí). Sólo me limito a decir que sería un abrazo contra natura entre
quien ha hecho defensa de la fe católica la propia razón de vida y quien, en
cambio, ve su misión en la destrucción de la fe católica. Entrando con gran
pompa en la neo-iglesia bergogliana, los herederos de Mons. Lefebvre llevarían
procesionalmente la integridad de la fe a un lugar donde a nadie le interesa,
entregándola de esta manera a una insignificante ostentación de bordados y
encajes, solo bueno para los tradicionalistas ineficaces.
Entre más lo pienso, más me
convenzo de que, por muy desagradable que sea, este desenlace sería
dramáticamente letal sólo si se carga sobre los hombros del FSSPX un peso que
no es suyo: la salvación de nuestra fe y de nuestra alma. Por eso me importa
poco la decisión que tomarán sus líderes. Incluso si se lanzan en brazos de
Bergoglio, no se cambiarán las condiciones para que todas las almas, también la
suya y la mía, se salven. Debemos continuar haciendo lo que hacíamos antes.
Puedo sentir ya el coro de los
huérfanos y los abandonados a su destino y de tantos “fieles de la Tradición”
dejados en la desorientación. Estimada Roberta, si estos
fieles de la tradición fueran simplemente fieles católicos, sabrían muy bien
qué cosa hacer ante tal situación. Y sobre todo, confiar en la Providencia que,
si un tiempo suscitó a un Mons. Lefebvre, puede muy bien hacerlo ahora. Más
sirve rezar y afianzarse al Señor que perderse en tantos discursos.
En cuanto a la remoción del P.
Petrucci, no conozco las cartas, como se suele decir, y por lo tanto tomo
por bueno todo lo que sostiene la autoridad que ha tomado esta medida.
Por lo demás, me limito a hacer algunas observaciones sobre el comunicado con
el cual la remoción se ha hecho pública. Conozco poco al P. Petrucci y, con
este poco, lo estimo; pero este no es el motivo por el cual se me cayeron
los brazos cuando leí el comunicado.
Trabajo desde hace treinta años
en los periódicos, que es el lugar menos misericordiosos del mundo. Pues bien,
incluso aquí, cuando se expulsa al más indigno de los directores, el editor
publica un comunicado en el cual agradece por todo el trabajo realizado y le
desea un feliz futuro profesional. No es formalismo Roberta, es civilidad, es
respeto hacia una persona a la cual se evita la vergüenza pública. Pero de todo
esto, en el comunicado de la FSSPX sobre el P. Petrucci no se encuentran ni
rastros. Evidentemente, la misericordia bergogliana es tan virulenta que bastan
unas cuantas visitas a la Casa Santa Marta para ser contagiados. Créeme, me da
pena quien lo escribió y siento lástima por los sacerdotes que han debido
leerlo en todas las Misas.
Me dicen que la declaración fue
escrita a toda prisa para evitar agitaciones por parte de los fieles que, a
través de la defensa del Padre Petrucci, tenían la intención de cuestionar la
casa general. Será, pero la cuestión estaba sobre la mesa desde el 2015, como
dice la misma FSSPX, y además resulta que el mandato del superior del distrito
italiano expira en enero. ¿Cómo es posible que nadie, con casi dos años de
preparación, haya tenido la lucidez de escribir algo, no digo más cristiano,
sino por lo menos más civilizado? Si ésta es la tela humana con la cual se
cortan y cosen los defensores de la Tradición, creo ver una tosca tela clerical
de la cual estoy gustosamente a distancia.
En cuanto a la entrevista de
Mons. Schneider, poco hay que agregar a la crítica ya publicada en Ricossa
Cristiana (acá y acá). Me limito a decir que no me sorprende porque, desde el primer momento,
el objetivo de las declaraciones de Schneider ha sido el de reconducir a la
FSSPX al redil romano, sin importar quien es el custodio, eliminando de una vez
por todas la anomalía de Mons. Lefebvre erigida en defensa de la fe católica.
¿Qué hay de extraño, pues, si ahora el emisario de Roma solicita a los que lo
han acogido y le han dado crédito, llegar al final del camino emprendido?
En lo concerniente a los
argumentos de Mons. Schneider, no los comparto del principio al final. Pero ese
no es el punto. Peor que las argumentaciones, considero censurables y
fraudulentos dos pasajes que refuerzan la tesis expuesta. El primero es el
intento explícito de prejuzgar la decisión que Mons. Lefebvre hubiera hecho
hoy. Naturalmente, según Mons. Schneider, Lefebvre habría aceptado firmemente
lo ofrecido por Bergoglio. Pues bien, no hay argumento más intelectualmente miserable
que el de atribuir la propia manera de pensar y la decisión propia a una
persona muerta que ya no puede expresar la suya. Intelectualmente
miserable para quien lo hace y potencialmente destructivo para quien lo acoge.
Si la FSSPX lo hace propio, acabaría fatalmente en el proceso de ineluctable
revisión del pensamiento del fundador que llevará a la descomposición de
todo, pero todo: las órdenes, las instituciones, las asociaciones, los
movimientos fundados por una personalidad de gran carisma. Me pregunto:
¿ya está en acto este fenómeno de revisión dentro de la FSSPX?
El otro argumento censurable
utilizado por Mons. Schneider es la acusación de escaso o nulo sentido
sobrenatural lanzado contra quien se opone al abrazo con la Roma
modernista. Se cae aquí en el usual vicio totalitario de desacreditar a
quien piensa de manera diferente, el "disidente", que en cuanto falto
de los requisitos fundamentales para expresarse, tiene que estar callado. Si
no tiene sentido sobrenatural, y este lo establece Mons. Schneider, no puede
articular pensamientos, abrir la boca o decidir qué hacer, so pena de pecar de
pensamiento, palabra y obra.
Pero la falta de sentido
sobrenatural es justo lo que se le imputó en su tiempo a Mons. Lefebvre, el
cual fue bastante claro con la Roma modernista. ¿Cómo ahora Monseñor
es rehabilitado anexándole además la aceptación del acuerdo? Y, de nuevo, si
este es el principal argumento, ¿porque nadie podría pensar que carecen de
sentido sobrenatural las mismas personas que quieren el abrazo con Bergoglio?
Abrazo del cual, hay que recordarlo, Mons. Schneider nunca se ha dispensado, de
hecho.
Alessandro Gnocchi
¡Alabado sea Jesucristo!
El 21 de enero, pocos
días después de la publicación de este artículo, la FSSPX publicó una
respuesta al mismo, firmada por el P. Angelo Citati. Extracto:
Alessandro Gnocchi, célebre
periodista y apologeta católico, expresa unas consideraciones muy críticas
respecto a la Fraternidad.
Declaramos que tenemos una gran estima por Alessandro Gnocchi, cuyas numerosas publicaciones están en venta en nuestros Prioratos y nuestras capillas. Pero es justamente la estima que le profesamos a este valiente periodista -y auténtico católico en esta época de crisis de la fe- que hoy se vuelve la lectura de su pluma inspirada tanto más dolorosa, y nos parece más un celo amargo fuera de lugar que un profundo sentido eclesial del cual él siempre ha hecho prueba, es decir, un celo impulsado sin duda por las mejores intenciones y por un amor sincero por la Iglesia de Jesucristo, pero que degenera en derrotismo y acritud, un poco como el celo que impulsó al Apóstol Pedro a cortar la oreja del servidor de Caifas, Malco (Juan 18, 10-11) para defender, pero de manera intempestiva, a Nuestro Señor.
Enseguida el P. Citati
proporciona una enorme cantidad de citas bastante escogidas de Mons. Lefebvre,
todas anteriores a las Consagraciones Episcopales. Luego emprende la defensa de
Mons. Schneider en estos términos:
Entre las voces que se han
levantado contra esta revolución en la Iglesia, además, se cuenta igualmente la
de un obispo, Mons. Athanasius Schneider, quien desde hace meses no pierde la
ocasión de manifestar su desacuerdo -tanto en público como en privado- con la
revolución de la Iglesia en curso, y además desde hace algunos años adopta
también un cierto discurso crítico sobre el concilio Vaticano II, lo que
debería suscitar todo nuestro interés y nuestro apoyo. Gnocchi desgraciadamente
no ahorra sus ingratos ataques incluso a este valiente sucesor de los
apóstoles. La argumentación de este “emisario de Roma” (sic) es, según él, “intelectualmente
pobre”, “potencialmente destructiva”, así como “censurable y fraudulenta”, y
esto únicamente porque, expresando el deseo de que el reconocimiento oficial de
la Fraternidad llegue a buen puerto, Mons. Schneider afirma que según él, Mons.
Lefebvre hubiera aprobado este proyecto de regularización canónica, e invita a
que no falte el sentido sobrenatural en esta cuestión.
Lo que, en nuestra opinión, Gnocchi no ha comprendido en estas palabras, es que a quien le falta sentido sobrenatural no es el que no comparte la posición de Mons. Schneider (no parece que este hombre tan humilde se haya atribuido jamás una presunta infalibilidad de sus propias opiniones), sino el que asume, respecto a esto, una posición con tendencia cismática y sectaria.
Así que, ¿quién y a quién le
falta sentido sobrenatural? En nuestra opinión, Mons. Schneider quería
simplemente decir que quien no compartiera el primero de los dos juicios (el
especulativo), es decir, aquel que dijera: “Incluso si el Papa le concede explícitamente
el derecho de profesar integralmente la fe y de rechazar los errores que le son
contrarios, sin modificar en nada sus posiciones teóricas y su práctica, la
Fraternidad debe rechazar este reconocimiento oficial pues, en todos los casos,
es mejor para ella mantenerse lejos de la neo-iglesia bergogliana”, es a
este a quien faltaría el sentido sobrenatural. Y tiene perfectamente razón.
Por nuestra parte, podemos agregar únicamente que quien razone en estos
términos expresaría no solamente una posición desprovista de sentido
sobrenatural, sino por lo mismo incompatible con la posición de la FSSPX,
posición, aquélla, con tendencia cismática y sectaria de la cual Mons. Lefebvre
siempre veló ardientemente para preservar su entorno.
El segundo juicio, por el
contrario, el práctico, no tiene carácter apodíctico. Atañe al orden prudencial
y admite por lo mismo una pluralidad de posiciones. Dicho de otro modo, a la
pregunta: “Lo que el papa actual propone a la FSSPX, ¿corresponde realmente a
lo que Mons. Lefebvre exigiría para su reconocimiento canónico?” Incluso
personas compartiendo el mismo juicio especulativo sobre esta cuestión, podrían
responder (y de hecho responden) de manera diferente. Y es justamente en esta
legítima pluralidad que se inscriben, en nuestra opinión, las afirmaciones de
Mons. Schneider. Todo lo que dice, con extrema cortesía, es que para él lo que
la Congregación para la doctrina de la fe propone en este momento a Mons.
Fellay, corresponde de hecho a los deseos de Mons. Lefebvre. Se puede, si se
prefiere, no estar de acuerdo con el (la pluralidad vale en los dos sentidos),
pero entonces sería necesario argumentar con elementos concretos, por ejemplo
citando algunos puntos de esta proposición no corresponden a las condiciones
planteadas por Mons. Lefebvre, y ciertamente no insultando a este valiente
obispo que, poniendo en peligro de manera manifiesta toda posibilidad de
carrera, declaró varias veces (tanto en privado a las autoridades romanas, como
públicamente en los medios de comunicación) que la Fraternidad es una obra
católica, que su supresión fue injusta, que sus posiciones son perfectamente
católicas, que Mons. Fellay es un obispo católico ejemplar y que, por todas
estas razones, un estatus canónico oficial es derecho de la Fraternidad. He
aquí lo que significa, según nosotros, hablar con sentido sobrenatural.
Estimado Alessandro, las
numerosas publicaciones de tu carrera de periodista y apologeta muestran que tú
tienes el sentido sobrenatural. Es por eso que te perdonamos de buena gana
estos últimos artículos intempestivos, en los cuales, como dijimos al
principio, tu nos recuerdas al apóstol San Pedro que, en su celo por la defensa
de Nuestro Señor Jesucristo, sobrepasó los límites y tuvo que ser corregido.
Pero la comparación es feliz: tú sabes bien cómo el apóstol supo corregir esta
intemperancia y continuó el buen combate.
Por otra parte, los tiempos
amargos en los que vivimos, en la sociedad como en la Iglesia, vuelven
humanamente comprensible un cierto endurecimiento en el tono e invitan por lo
tanto a un ejercicio copioso de misericordia (la verdadera, por supuesto: no la
de Amoris Laetitia). Pero no excluyen tampoco la corrección fraterna.
Ciertamente estamos conscientes de no llevar sobre nuestras espaldas, como tu
lo escribiste, “un peso que no es nuestro: la salvación de tu fe y de tu alma”.
Cada uno de nosotros, en efecto, será responsable de esto ante el Juez eterno.
Pero el hecho de que, como sacerdotes, nos esforcemos por lo menos en dar
algunos consejos sobre la conducta a tener en la crisis que aflige a la
Iglesia, no te parecerá sin duda temerario. Y el consejo que te
daríamos es simplemente el mismo que Nuestro Señor dio justamente a su
impetuoso discípulo: “Guarda tu espada en su lugar; pues todos los que tomen la
espada perecerán por la espada” (Mat. 26,52).
Don Angelo Citati, FSSPX
Alessandro Gnocchi
respondió al P. Citati el martes 24 de enero en un artículo titulado
“Los profesionales de la Tradición”. Extracto:
He leído el artículo con el cual
Don Angelo Citati responde a mis recientes consideraciones sobre el instituto
del cual se ha convertido recientemente en sacerdote. Les confieso que si no me
hubiera enterado de lo que sucede tras bambalinas respecto a la publicación de
este artículo no hubiera respondido. Las condiciones necesarias no hubieran
sido reunidas, porque la simpatía natural que tengo por el celo de los jóvenes
brotes tiernos como Don Citati es inversamente proporcional a la consideración
que tengo por sus escritos. ¿Cómo se puede no encontrar simpático a un joven
sacerdote que, en nombre de la FSSPX, llega incluso a perdonar de buena gana mi
vehemencia de sexagenario incipiente? “Es por eso que le perdonamos de buena
gana estos últimos artículos intempestivos”, me dice el joven Don Angelo
Citati. Muchachito: ¿por quién se toma usted, usted y los que lo mandan? ¿Sabe
usted cómo me preocupa su perdón y el de la FSSPX respecto a mis artículos
intempestivos?
Raramente
he visto el ridículo llegar tan alto y con tanta facilidad. Para
hacer otro tanto, Bergoglio tendría que ponerse su nariz de payaso y hacer dos
volteretas en la plaza de San Pedro, pero Don Citati y los que están con él
lograrían permanecer serios. Este no es un buen signo.
Veo ya a las
habituales bellas almas ofendidas por la manera en que trato a un
sacerdote, sin respeto por la sotana. Pero el sacerdote, si quiere conservar su
sacerdocio fuera de estos peligros, debería tener la prudencia de no mezclarse
en diatribas públicas. Desde el momento en que lo hace, debe tener la virilidad
de quitarse la sotana y entrar en la refriega. He aquí el por qué los escritos
de un religioso no deberían llevar en su firma más que el nombre y el apellido,
sin su título de religioso. Hay que tomar nota, estimado reverendo, y no poner
en peligro el “Don” en las cuestiones demasiado espinosas y dejar el simple
Angelo Citati. Primer error.
Pero volvamos al perdón que usted
me concede “de buena gana” en nombre de la FSSPX. Tal vez el pobre Don Citati
no se da cuenta de la monstruosidad que enunció con estilo: los que
piensan diferente a él y a la Fraternidad San Pio X, necesitan ser perdonados.
Pero usted y la FSSPX, Don Citati, ¿quién se creen que son? ¿La cuarta persona
de la Cuaternidad? Tome nota de que, como todos los hombres, yo también
debo ser perdonado solamente si pienso diferente a Nuestro Señor: no si estoy
en desacuerdo con usted, con el Padre Marc Nely, con Mons. Fellay y mucho
menos con Bergoglio que los espera con los brazos abiertos. Tal vez no se ha
dado cuenta, pero usted transformó en pecado legítimas diferencias de opinión
con la suya. Me apena, y no estoy para nada contento porque ya no nos
encontramos en el umbral de la actitud totalitaria, sino que estamos
completamente adentro y con los dos pies. Evidentemente, la enfermedad de la
misericordia bergogliana, como usted lo dice en su artículo, ya hizo el trabajo
que debía hacer.
Pero, por el beneficio de los
lectores, regresemos al principio, mostrando brevemente el camino incierto del
artículo de Don Citati: primero publicado en el sitio web de la FSSPX,
luego retirado del sitio de la FSSPX debido a que hizo rabiar
a ciertos miembros de la FSSPX, luego vuelto a poner en el
sitio de la FSSPX después del imprimatur explícito de Don Marc Nely, procónsul
de Mons. Fellay en el distrito italiano hasta que el acuerdo sea ratificado.
Por consecuencia, si bien fue escrito por un joven arbolillo tan ingenuo y por
lo tanto tan simpático, la opinión de Don Citati es la de la Fraternidad. Y por
eso, merece algunas aclaraciones, de las cuales me habría abstenido si no fuera
así.
Como complemento de información,
yo no violo ningún secreto si digo que a las 16:47 el sábado 21 de enero,
recibí un correo en el cual Don Citati me previno que había publicado el
artículo en cuestión asegurándome toda su estima, la ausencia total de
intención polémica, etc. Segundo error.
No hay actitud capaz de darme
arcadas en mi estómago de viejo profesional, como la de quien te lanza una
piedra y luego te alerta. La tan frecuente y mala práctica del ataque
público y de la excusa en privado. Al iniciar una controversia, la gente
honesta tiene una doble posibilidad: llamar a la persona a quien le concierne
antes de escribir contra ella con el objetivo de explicarse, o bien no decir
nada, pase lo que pase después. El que escribe para justificarse después de
haber lanzado la piedra, puede hacerlo por dos razones: O bien está poco dotado
de virilidad e intenta de alguna forma ponerse al abrigo de una eventual
reacción, o se trata del chico listo del barrio, en este caso el chico listo
del distrito, que piensa haberse salido con la suya con un cheque posdatado,
esperando que nadie se percate que fue descubierto.
Y ahora algunas consideraciones
sobre el artículo de Don Citati, que refleja la manera de pensar oficial de la
FSSPX. Pero no antes de precisar que yo no tengo nada que corregir en los
pasajes de mi escrito precedente, tan desagradable a tantos paladares delicados:
no, yo no me expresé mal, no, yo no fui mal comprendido, no, yo no quise decir
otra cosa. En un mundo en donde todos están prontos a retractarse, por lo menos
apreciarán esta franqueza.
Entonces, según Don
Citati y según la FSSPX, lo que estamos a punto de asistir no sería un
“acuerdo”, sino un reconocimiento canónico unilateral, sin contrapartida
doctrinal. Varias veces he explicado que es precisamente esto de “sin
contrapartida doctrinal” lo que establece definitivamente que la doctrina no
vale nada, y esto con la complicidad de la FSSPX.
Pero esta no es la cuestión: ¿se
burlan del mundo, Don Citati? Tercer error. ¿Desde cuándo un acto
“unilateral” de esta amplitud se hace sin el acuerdo del destinatario sobre la
medida tomada? Bergoglio, despiadado y de poder muy eficaz, y la
máquina curial modelada a su imagen y semejanza, ¿se arriesgarían a escuchar
decir a Mons. Fellay “gracias, prefiero que no, yo no estoy de acuerdo” y de
quedarse con el saco vacío? Tan es verdad que nunca como en este tiempo las salas
profanas de Santa Marta han sido frecuentadas, de manera visible y oculta, por
los dirigentes y los emisarios de la FSSPX. Dígame usted Don Citati: ¿Lo hacen
para tomarse un Fernandito en buena compañía o para coordinar las próximas
acciones a tomar?
Llegamos enseguida a la larga
lista de declaraciones gentiles de Mons. Lefebvre acerca de Roma, compiladas
por el diligente Don Citati a nombre y por cuenta de la FSSPX. Cuarto error.
Como muchos lo han subrayado, nuestro audaz escritor se revela estar mal
formado o tener un inquietante espíritu selectivo para un joven de su edad.
Este sacerdote tal vez conoce mal la historia del instituto del cual forma
parte, pues respecto a las relaciones de la Fraternidad de Mons. Lefebvre con
Roma, muestra numerosas lagunas. Por lo tanto, para evitar pasar como un
imbécil es suficiente consultar Wikipedia que dice: “A pesar de la reprimenda
oficial (17 de junio), el 30 de junio de 1988 Mons. Lefebvre ordenó cuatro
obispos (uno más de los anunciados con anterioridad), realizando así un acto
cismático (de conformidad con el canon 751 del Código de Derecho Canónico),
habiendo así rechazado abiertamente la sumisión al papa y la comunión con los
miembros de la Iglesia sometidos a él. En consecuencia, tanto Mons. Lefebvre como
los obispos consagrados por él, incurrieron en excomunión latae sententiae
(“juicio ya dado” que será imputado por el hecho mismo de haber realizado el
acto) ipso facto, cuya disolución está reservada a la Sede Apostólica".
¡No
está mal
como un acto de respeto a la Roma apóstata y modernista! Y, créanme, ¡no creo
que sea una acción para reprocharle! En efecto, creo que fue una de las
elecciones que, a través de la historia, han contribuido a salvar la Iglesia y
por la cual Mons. Lefebvre será honrado. Pero todo esto, Don Citati no lo sabe.
O, si lo sabe, parece haber aceptado la actitud totalitaria de cambiar el
pasado con el fin de deformar a voluntad el presente y el futuro, tan bien
descrito por George Orwell en su 1984. Esto me conduce a pensar que el
trabajo de reinterpretación del pensamiento del fundador ya está en su lugar,
incluso en la FSSPX y es por lo tanto urgente reeducar a todos los eventuales
disidentes. Está claro que al pobre Don Citati no le ordenaron convencerme,
pues yo no puedo reírme más de lo que dice, sino convencer a sus cofrades poco
convencidos del giro tomado por el Instituto en estos últimos tiempos. ¿Con qué
resultado? Lo veremos.
Finalmente, una consideración
sobre la estafa que consiste en hacer coincidir la Tradición con la FSSPX,
alimentada con una fuerza cada vez más fuerte en la misma Fraternidad. Quinto
error. En este caso, una breve pero intensa lección de periodismo, que podría
servir de lección al temerario Don Citati si se llega a aventurar a retomar la
pluma, aunque como veterano de la profesión, no se lo aconsejaría...
La FSSPX... se
auto identifica con la Tradición y, como consecuencia, toda persona que la
critica es acusada de ser un hereje anti-tradicional. Es verdad que
esta identificación viene en parte en razón de un mérito histórico objetivo,
pero el hecho es que la equivalencia es falsa y siempre ha sido falsa. El que
critica a la FSSPX critica solamente a la FSSPX y no ataca la Tradición o a la
Iglesia Católica. Por eso no hay que escandalizarse si alguien dice que no le
interesa el camino que tome la institución. También debería decirse lo mismo
para quitarle a la FSSPX el monopolio que se arrogó de manera indebida,
transformándola en un instrumento de poder.
Ahora, presentándose como
los únicos depositarios de la marca tradicional, Fellay & Co. encontraron
en Bergoglio el interlocutor ideal para hacer fructificar tal renta. Ellos
rinden homenaje al soberano, le reconocen la soberanía pérfida y él les concede
un feudo estrafalario para los nostálgicos de la misa en latín con la capacidad
de hacer lo que quieran. Basta que le garanticen el buen orden, la
disciplina y reconozcan su supremacía. Por su parte, los nostálgicos
estrafalarios de la misa en latín utilizan el objetivo alcanzado como una
prueba de que la Iglesia comienza a sanar, o más bien que está curada pues los
ha acogido también a ellos.
Entonces hay que relajarse porque
el dirigente los ha dejado en paz. Ellos dirán que pueden relajarse, que ya no
es necesario poner centinelas para conservar la fe y, en algunos años,
terminaran celebrando la misa nueva para reemplazar a los curas vacacionando en
las Maldivas: es mejor que seamos nosotros, le explicarán a los escépticos, que
los ministros extraordinarios de la Eucaristía...
Algunos observadores sostienen
que, en el espacio de tres meses luego del acuerdo, o del reconocimiento
unilateral si así lo prefieren, incluso la FSSPX deberá recibir un comisario,
como le sucedió a otros institutos. Pero se equivocan: La FSSPX ya tiene su
comisario y el más inflexible de los comisarios: su superior general,
quienquiera que sea, si no se invierte la ruta.
Alessandro
Gnocchi
¡Alabado
sea Jesucristo!