Publicamos la traducción de una carta del P.
Rioult en la que se analizan las palabras de Mons. Fellay en el último Cor Unum
(boletín interno de la FSSPX)
La carta del P. Rioult a sus antiguos cofrades de la
FSSPX realiza un análisis del último texto de Mons. Fellay en el boletín
interno de la FSSPX. Y esto vale la pena.
La Sapinière alienta a los fieles a hacer circular esta carta en
formato papel entre los sacerdotes que pudieran aprovecharla en los diferentes
prioratos del distrito de Francia.
Estimados cofrades:
Ustedes leyeron, como yo, el texto de su Superior
general en el Cor unum de junio de 2015.
¿Se han dado cuenta del uso de la inversión
acusatoria?
“Es
fácil sustraerse a su deber de estado, pretender resolver los grandes problemas
de la humanidad por medio de razonamientos terminantes, herir a la santa
Iglesia por juicios mordaces […] mientras que se omiten sistemáticamente los
recordatorios sobre el deber de estado, proponiendo a los fieles un alimento
completamente inadecuado para sus necesidades, se descuida el apoyo del cual
tanta necesidad tienen para salvarse allí donde están, con sus problemas
concretos […]. Nuestra prédica se hace caricaturesca si se limita a fustigar
cada domingo los errores del Vaticano II. Ciertamente no se trata de descuidar
la gravedad y las consecuencias trágicas de este Concilio, sino más bien de
estimar correctamente los medios que necesitan nuestros fieles para trabajar
por su salvación y de procurárselos efectivamente” (Mons. Fellay).
El peligro que acecha a la Fraternidad sería
entonces el de combatir demasiado el Vaticano II. Pero ¿quiénes son los
cofrades que “se limitan a fustigar cada domingo los errores del
Vaticano II”? ¿No es esto lo caricaturesco? Se combate un defecto que
no existe pues, en nombre de una pretendida fidelidad a la gracia y al deber de
estado, se justifican implícitamente los silencios oficiales y escandalosos
sobre ciertas“consecuencias trágicas del Concilio”.
Mons. Lefebvre, que aprovechaba las fiestas
litúrgicas más grandes del año para alejar a los fieles del veneno conciliar,
¿tenía una “prédica caricaturesca”?
“Los hombres de Iglesia que ocupan los puestos
claves han tomado una orientación claramente opuesta a la Tradición, o al
Magisterio oficial de la Iglesia. […] Ellos han dado la
espalda a la verdadera Iglesia de siempre, le han dado nuevas instituciones, un
nuevo sacerdocio, un nuevo culto, una nueva enseñanza siempre en búsqueda, y
esto siempre a nombre del Concilio. […] Por lo tanto es
indispensable desmitificar este concilio que lo quisieron
pastoral en razón de su horror instintivo por el dogma, y para facilitar la
introducción oficial en un texto de la Iglesia de las ideas liberales” [1].
Nuestro deber de estado conlleva también el deber de
destruir el Vaticano II, y Mons. Fellay hubiera hecho mejor al reprender a los
cofrades que omiten sistemáticamente el predicar contra este
concilio cismático. Y respecto a las debilidades en el deber de estado, del
cual “es tan fácil sustraerse”, Mons. Fellay hubiera hecho mejor al
abordar ciertos “problemas concretos” que perjudican la
salvación de nuestros fieles, como la modestia cristiana que cada vez
desaparece más de nuestros medios.
Mons. Fellay también les escribió algunas contra-verdades. La primera, respecto a la moral católica, dijo: “el soberano pontífice que, siempre dejando la puerta abierta a la inmoralidad, no toma posición en este debate, provoca un inmenso escándalo”.
Francisco besa la mano de un sacerdote activista
homosexual y declara que los esposos cristianos no deben procrear “como
conejos”, ¿pero él no “toma posición en este debate”? Mons.
Fellay ¿ha olvidado lo que nos escribió en el Cor unum n° 110
de marzo de 2015? Él citó la conferencia del “cardenal Rodríguez
Maradiaga, cercano al papa Francisco, y coordinador del grupo de cardenales
encargados de aconsejar al soberano Pontífice en las reformas que prepara”.
Este cardenal constataba que “después del
concilio Vaticano II, los métodos y el contenido de la evangelización
cambiaron. La liturgia cambia, la perspectiva misionera cambia, la acción
social cambia. En aras de la coherencia cristiana, ciertos cambios
institucionales y de organización son contemplados simultáneamente […] el Papa
quiere llevar a cabo esta renovación de la Iglesia hasta un punto irreversible.
[…] La renovación de las instituciones y de las funciones de la Iglesia
requiere una renovación de su dimensión mística. Y en la raíz de la mística,
está la misericordia”.
Poco después de haber citado las “declaraciones
profundamente escandalosas e incluso blasfemas” del cardenal, Mons.
Fellay comenta: “lo
que se llama “misericordia” no tiene nada que ver con el verdadero Amor de Dios
que se inclina sobre el pecador para retirarlo del pecado. Manifiestamente,
bajo las palabras vergonzosas de “nuevo matrimonio” o de “familias
reconstituidas”, hay que comprender la realidad del adulterio erigido en
situación de hecho y finalmente de derecho, ¡y esto a pesar de las afirmaciones
explícitas de Nuestro Señor mismo! He aquí cómo es presentado el espíritu de
las reformas del papa Francisco, según uno de sus más íntimos colaboradores. No
es necesario reflexionar mucho para afirmar que nunca nos entenderemos con
estos falsarios del Evangelio que abusan de las funciones más sagradas que
ellos ocupan”.
Muy bien, pero ¿por qué escribe que Francisco, “siempre
dejando la puerta abierta a la inmoralidad, no toma posición en este debate”? Por
qué torcer así los hechos si no es para evitar concluir que Francisco “desea
integrar a la iglesia a los divorciados vueltos a casar, en el marco de una
política más amplia que responde a los desafíos relativos al matrimonio y a la
familia en la sociedad” (AFP). Esta obstinación de exculpar a
Francisco ¿no es una manera de abandonar la promesa hecha de “oponerse
públicamente a los errores y a los fautores de errores, sean quienes fueren” [2]?
La segunda contra-verdad concierne a la Misa: “Sobre
la misa tradicional, se manifiesta que Francisco apenas se preocupa, y que no
comprende por qué los jóvenes sacerdotes pueden volverse hacia ella”.
¿Quién gobierna? ¿Quién nombra? ¿Quién ha permitido
la explosión de la comunidad conciliar de los Franciscanos de la Inmaculada
cuyo gran crimen era difundir la misa de san Pío V? ¿Por qué no tener en cuenta
lo que el mismo Francisco declara: “Y luego hay cuestiones particulares
como la liturgia según el “Vetus Ordo”. Creo que la decisión de Papa Benedicto
fue prudencial, vinculada a la ayuda de algunas personas que tienen esta
particular sensibilidad. En cambio, creo que es preocupante el peligro de
ideologización del “Vetus Ordo”, su instrumentalización” [3].?
La tercera contra-verdad concierne a la posición de
Mons. Lefebvre: “Ante
este análisis, algunos quisieran que rompiéramos toda relación con la Santa
Sede. Pero esta nunca fue la posición a seguir de Mons. Lefebvre y que él trazó
para su Fraternidad”.
Fue necesaria una cierta imprudencia para atreverse
a escribir estas líneas. Mons. Lefebvre dio sus condiciones, no para un
acuerdo, sino para retomar las discusiones. ¡Y la diferencia es enorme! Mons.
Fellay enterró estas condiciones, pero usted ¿ya las olvidó?
“Suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma
haga un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese
momento sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la
situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se
terminó. Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con
las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de
acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI,
Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus
afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del
reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si ustedes no aceptan la doctrina
de sus predecesores es inútil hablar. Mientras que no
se acepte reformar el concilio considerando la doctrina de los papas que los
han precedido, no hay diálogo posible. Es inútil Así las posiciones
serían más claras” [4].
Mons. Fellay se queja también, extrañamente, de que
haya “prelados e incluso Papas que no
corresponden a nuestra legítima expectativa” y afirma que “no
hay que temer el reclamar con toda justicia, por parte de las autoridades de la
santa Iglesia, el ser reconocidos y considerados como católicos”.
Tales incoherencias son el signo de una gran
confusión de espíritu. Pues por principio, si “las autoridades de la
santa Iglesia” no los consideran como católicos, ¿será porque ustedes
no son católicos? ¿A menos que las pretendidas “autoridades de la santa
Iglesia” ya no sean, en realidad, católicas? Estos calificativos
respetuosos hacia la Roma actual y los calificativos afectuosos hacia sus “queridos
miembros”, “queridos sacerdotes”, “nuestro venerable fundador” son
solamente un doble juego que es, por definición, una doble traición. En los
hechos, Mons. Fellay se burla de los miembros de la Fraternidad así como de su
Fundador que confiaba seis semanas antes de su muerte:
“Entonces, ¡son ellos los católicos! ¿Por qué?
Porque ellos están en las sedes de los obispos… ¡esa no es una razón! Como dijo
San Atanasio: -¡Ustedes tienen las iglesias, nosotros tenemos la fe!... ¡Ellos
tienen las sedes episcopales, nosotros tenemos la fe! Somos nosotros
los católicos, ¡es evidente! [5]”
Para cubrir las enormidades que acaba de decir,
Mons. Fellay alterna su discurso entre firmeza aparente y apertura suicida:
“Está
muy claro que nosotros todavía rechazamos, como siempre hemos rechazado, el
nuevo espíritu que se introdujo “por algunas fisuras en el templo de Dios” a
favor del concilio… […] No abandonaremos el combate bajo el pretexto que sería
humanamente inútil. Eso no es verdad, como lo muestran los encuentros que
tuvieron lugar los últimos meses con algunos obispos”.
He aquí cómo Mons. Fellay justifica hábilmente el
hecho de haber introducido a los lobos modernistas en el aprisco de los seminaristas.
¿Y qué quiere decir rechazar “el espíritu” cuando se reconoce “la letra” del
Vaticano II en un “95% [6]”
y que se preocupa de que se
hagan los errores del concilio “super-herejías” [7]?
Mons. Lefebvre nos pedía rechazar la letra misma del
concilio:
“Pero si dejamos a Dios y a los futuros
verdaderos sucesores de Pedro juzgar estas cosas, no deja de ser cierto que el
Concilio ha sido desviado de su fin por un grupo de conjurados y que nos es
imposible entrar en esta conjuración, aunque habría muchos textos
satisfactorios en este Concilio.
Pues los buenos textos han servido para hacer aceptar los textos equívocos, minados, entrampados. Nos queda una sola solución: abandonar a esos testigos peligrosos para aferramos firmemente a la Tradición, o sea, al Magisterio oficial de la Iglesia durante veinte siglos” [8].
Pues los buenos textos han servido para hacer aceptar los textos equívocos, minados, entrampados. Nos queda una sola solución: abandonar a esos testigos peligrosos para aferramos firmemente a la Tradición, o sea, al Magisterio oficial de la Iglesia durante veinte siglos” [8].
El ilogismo de su Superior general llega a su
paroxismo con el siguiente pasaje:
"Nosotros
ponemos como condición “sine qua non”, antes de toda regularización canónica,
la aceptación por parte de estas autoridades de nuestra identidad católica, con
la garantía que no se nos obligará a adoptar este espíritu y estas reformas”.
¿Quién podrá hacer un análisis coherente de este
pasaje? La serpiente se muerde la cola a sí misma. Una persona sana de espíritu
no puede exigir como condición para la resolución de un problema la solución
misma de este problema. No tiene sentido. Esta incoherencia muestra también que
Mons. Fellay es incapaz de actuar prudentemente por la simple y sencilla razón
que él ya no tiene una clara visión de la situación.
“No somos nosotros los que debemos firmar
algo. Son ellos que deben firmar, garantizar que aceptan la
doctrina de la Iglesia. Ellos quieren nuestra sumisión, pero no nos dan la doctrina” (Mons. Lefebvre) [9])
La cuarta contra-verdad concierne al juicio de los
romanos respecto a las reformas conciliares:
“Todos
nuestros interlocutores admiten que se trata (nueva misa, libertad religiosa,
ecumenismo, nueva eclesiología) de cuestiones abiertas, de enseñanza no
definida y por lo tanto no obligatorias… Si un día la autoridad confirmara
oficialmente esta posición, sería un paso gigantesco para llevar al concilio al
simple nivel de la opinión. Tal etapa sería necesaria, antes de que la
autoridad pueda pasar a la etapa siguiente: la condenación de los errores. Pero
todavía estamos demasiado lejos”.
Había que atreverse, pero Mons. Fellay se atrevió:
Vaticano II no sería obligatorio, a juicio del cardenal Brandmüller y de Mons.
Schneider. Se debe hacer la elocuencia política: siempre afirmar, jamás probar.
Mons. Fellay toma sus deseos por la realidad y da prueba de una memoria corta,
selectiva y parcial.
Benedicto XVI, el 10 de marzo de 2009, escribió a
los obispos que “el hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una
posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones
disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad no tenga una posición
canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en
la Iglesia. No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia
al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad”.
Cuatro días después del acuerdo trunco del 13 de
junio de 2012, Mons. Fellay escribió a Benedicto XVI: “desgraciadamente,
en el contexto actual de la Fraternidad, la nueva declaración no pasará [10]”. El 30 de junio siguiente, Benedicto XVI le dirigió a
Mons. Fellay la respuesta siguiente:
La Declaración doctrinal en cuestión,
preparada por la Congregación para la Doctrina de Fe, así como por la Comisión
Pontifical Ecclesia Dei y aprobada explícitamente por mí antes de entregarla a
usted, integra los elementos juzgados indispensables para estar en
condiciones de pronunciar la Profesión de fe y el Juramento de
fidelidad para asumir un cargo ejercitado a nombre de la Iglesia, garantes de
la plena comunión eclesial. Estos elementos son esencialmente la aceptación:
·
Del
Magisterio como intérprete auténtico de la Tradición apostólica;
·
Del
concilio Vaticano II como parte integrante de la dicha Tradición, quedando a
salvo la posibilidad de una discusión legítima sobre la formulación de puntos
particulares de los documentos conciliares;
·
De
la validez y licitud del Novus Ordo Missae.
En el momento en que se abra el Capítulo
general de vuestra Fraternidad, no puedo sino alentar a esta asamblea a
aceptar estos puntos como necesarios para una reconciliación en el seno de la
comunión de la Iglesia una, santa,
católica y
apostólica [11]”.
Y Francisco no afirma otra cosa:
“El concilio Vaticano II, que ha sido una puesta al
día, una relectura del Evangelio en la perspectiva de la cultura contemporánea.
Ha producido un movimiento irreversible de renovación que viene del Evangelio.
[…] Sí, hay líneas de hermenéutica de continuidad y discontinuidad; sin embargo
hay una cosa muy clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada en el
hoy que fue propia del Concilio es absolutamente irreversible [12]”.
Mons. Fellay no parece leer los mismos textos que
nosotros, a menos que se trate de un problema del color de los anteojos. Se
dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Viene enseguida una referencia histórica cuya
exposición parcial permite a Mons. Fellay negar la realidad para preferir su
angelismo habitual.
“En
su época, los santos no abandonaron la Iglesia. Ellos combatieron el error
hasta el punto de rechazar la comunión con los herejes, por lo tanto ellos no
rechazaron todo contacto con la autoridad, sabiendo bien que Dios permite la
indignidad de los ministros, y que a través de ellos todavía hace pasar Su
gracia”. (Mons. Fellay)
En la época del arrianismo, Hilario, Eusebio de
Verceil, Lucifer de Cagliari… consagraron obispos para dar pastores a los
católicos amenazados por los lobos arrianos ocupando las sedes católicas. ¿Por
qué Mons. Fellay no se alegró entonces por la consagración de Mons. Faure?
En su época del arrianismo, los santos
rechazaron “la comunión con los herejes”… Es exactamente lo
que nosotros hacemos, y particularmente durante el Santo Sacrificio: rechazamos
la comunión con el anticristo Francisco [13]…
En su época, los santos «no rechazaron por
lo tanto todo contacto con la autoridad». Que Mons. Lefebvre sea un santo o
no, su Itinerario espiritual, que hace las veces de
testamento, dice:
“Es pues un deber estricto para todo sacerdote
que quiere permanecer católico el separarse de esta Iglesia Conciliar, mientras
ella no reencuentre la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la Fe
católica” [14].
“Nuestros verdaderos fieles, aquellos que han
comprendido el problema y que nos han ayudado a seguir la línea derecha y
cerrada de la Tradición y de la fe, temían las gestiones que yo hacía con Roma.
Ellos me dijeron que era muy peligroso y que perdía mi tiempo. Sí por supuesto,
esperé hasta el último minuto que en Roma mostraran algo de lealtad. Nadie
puede reprocharme de no haber hecho todo lo que pude. Y ahora, a los que vienen
a decirme “usted debe llegar a un acuerdo con Roma”, creo que puedo decirles
que incluso fui más lejos de lo que debí haber ido. No hemos terminado de
luchar. Cuando yo muera, mis sucesores tendrán que seguir combatiendo”[15].
Mons. Fellay es incapaz de salir de la trampa y del
golpe maestro de Satanás: la subversión por la autoridad.
« Es el ABC del modernismo el doblegar a los
fieles por el chantaje de la virtud y del amor de Dios, y la abolición, en
nombre de la virtud, de los medios indispensables de formación y de
conservación. El modernismo hace caminar a sus víctimas en nombre de la
obediencia, gracias a la sospecha de orgullo sobre toda crítica de las
reformas, en nombre del respeto al Papa, en nombre del celo misionero, de la
caridad y de la unidad” (P.
Calmel, carta del 8 de agosto de 1973).
Gracias a Mons. Fellay, quien acolla ante el
misterio de iniquidad y que practica la ambigüedad con un talento remarcable,
la Fraternidad se ha hecho incapaz de decir bajo Francisco lo que decía bajo
Juan Pablo II:
“En cambio, nosotros nunca quisimos pertenecer a
este sistema que se califica a sí mismo de Iglesia conciliar y
que se define por el Novus Ordo Missae, el
ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad. Sí, no tenemos
parte alguna, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de
Asís [16]”.
La arbitrariedad en las nominaciones es cada vez más
patente. Buenos sacerdotes son juzgados ineptos para ejercer funciones de
mando. Los acuerdistas y la juventud sin experiencia y fácilmente servil,
gobiernan cada vez más a la FSSPX. El conjunto de los fieles permanece inerte y
piensa sobre todo en su tranquilidad. La tiranía de Menzingen aparta, aísla,
persigue e invita a partir… a los espíritus lúcidos. Si es poco dudoso que la
mayoría de los sacerdotes desaprueban la política de Mons. Fellay, de allí no
se sigue que todos contemplen arriesgar su plaza para combatirla.
El teniente coronel de La Chapelle, condenado a
siete años de detención por su participación en el golpe de estado de Argelia,
respondió al presidente mostrándole la pretendida gravedad de sus
errores: “Señor presidente, se juzga una política por sus efectos, no
se juzga el honor por sus resultados…”
Se nos reprocha no haber sino razonables ni
realistas.
Defender una causa ciertamente es menos fácil que
seguir la razón del momento y conservar un marco de vida cómodo y confortable.
Al exigir la conversión de Roma, nosotros careceríamos de realismo y de sentido
práctico. Hay en efecto un realismo que paga inmediatamente,
el que se alía con la política más fácil. Y hay otro, que sobrepasa las miras
personales y las generaciones. Este se construye sobre la fe en Cristo Rey.
Por el momento ustedes han elegido la disciplina,
pero ¿no temen ustedes haber favorecido así los vergonzosos compromisos y un
lento abandono del combate? Verdaderamente, algunos cofrades, por haber
aceptado y a veces facilitado la ilusión, el equívoco y el engaño de Menzingen,
se resignaron así a vivir mezquinamente, si no vilmente. Cuanto todo esté
perdido, ¿podrá usted conservar la frente en alto? ¿Cuáles habrán sido sus
sacrificios para conservar íntegramente el bueno, pero trabajoso, combate de la
fe?
Estimados cofrades, ¿cuánto tiempo más soportarán
que los engañen, que se burlen de ustedes?
Una reflexión de Tixier-Vignancour sobre “De
Gaulle” podría convenirle a “Fellay”:
“Si tú eres Gaullista e inteligente, no eres
sincero. Si eres Gaullista y sincero, no eres inteligente. Si eres inteligente
y sincero, no eres Gaullista”.
Me permito escribirles pues en el pasado, ustedes
compartieron conmigo la carta del 28 de febrero de 2013 dirigida a Mons. Fellay
recordándole su “deber en justicia de decir la verdad, de reparar las
mentiras y retractar los errores” y deseando que “la Historia” no
recuerde a Mons. Fellay como “el hombre que desfiguró y mutiló la
FSSPX”.
Nosotros les hablamos a nuestro nombre, pero no
creemos traicionar la forma de pensar de nuestros cofrades, sean de la USML o
de otra parte: ustedes son bienvenidos aquí, a la Ermita San Agobardo o en otra
parte.
Ustedes son bienvenidos, pero no sin condición. ¿Piensan
ustedes todavía que:
“La instauración de esta “iglesia conciliar”
imbuida de los principios de 1789, de los principios masónicos hacia la
religión y las religiones, hacia la sociedad civil, es una impostura
inspirada por el infierno para la destrucción de la religión católica,
de su magisterio, de su sacerdocio y del sacrificio de Nuestro Señor [17]”
Y que,
“La única actitud de fidelidad a la Iglesia y
a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo
categórico de la aceptación de la reforma conciliar” [18]?
Si es así, que Dios los bendiga.
P. Olivier Rioult,
San Agobardo
22 de agosto de 2015.
___________________________________
[1] Mons. Marcel
Lefebvre, Paris, el 27 agosto 1976, Prefacio del libro Yo acuso
al concilio.
[2] Mons. Fellay,
Declaración del 27 junio de 2013.
[3] Entrevista de
Francisco a las revistas culturales jesuitas, realizada por el P. Antonio
Spadaro, SJ, agosto-septiembre de 2013.
[4] Mons. Lefebvre,
entrevista, Fideliter n° 66, noviembre-diciembre de 1988,
págs. 12-13
[5] Mons. Lefebvre,
penúltima conferencia espiritual a los seminaristas de Ecône, el 11 de febrero
de 1991.
[6] 11 de mayo de
2001, el periódico de Valais La Liberté publicó una entrevista
a Mons. Fellay, reproducida por DICI n° 8, en la cual leemos: “Aceptar
el concilio no es problema. […] Nosotros conservamos el 95%. Es más un espíritu
al que nos oponemos, a una actitud ante el cambio llevado como postulado: todo
cambia en el mundo, por lo tanto la Iglesia debe cambiar”.
[7] “En la
Fraternidad, se está haciendo de los errores del concilio súper
herejías, este se convierte en el mal absoluto, peor que todo, de la misma
manera que los liberales han dogmatizado este concilio pastoral”. Respuesta
del Consejo General a los tres obispos, Menzingen, 14 de abril de 2012.
[8] Mons. Lefebvre,
París, 27 de agosto de 1976, Prefacio del libro Yo acuso al concilio.
[9] Conversaciones
con Mons. Marcel Lefebvre por el R.P. Tomás de Aquino, suplemento al
Boletín del Monasterio de la Santa Cruz, Brasil, 2011.
[10] Cor Unum n°
104 de marzo 2013.
[11] Carta de
Benedicto XVI a Mons. Fellay, 30 de junio de 2012.
[12] Entrevista a las
revistas culturales jesuitas, 19 y 23 de agosto de 2013.
[13] Mons. Lefebvre,
carta de agosto de 1987 “La sede de Pedro y los puestos de autoridad de
Roma ocupados por anticristos.
[14] Mons.
Lefebvre, Itinerario Espiritual, 1990, pág. 31.
[15] Mons. Lefebvre,
entrevista en Fideliter n° 79 de enero-febrero de 1991.
[16] Carta abierta de
los Superiores de la Fraternidad a Su Eminencia el Cardenal Gantin Prefecto de
la Congregación de los Obispos. Ecône, 6 julio
1988, Fideliter n° 64, Julio-Agosto 1988, págs. 11-12.
[17] Mons.
Lefebvre, Itinerario Espiritual, Las Perfecciones de Dios.
[18] Mons. Lefebvre, Declaración
del 21 de noviembre de 1974.