En medio del gran
mensaje dado por Nuestra Señora en Fátima, hay numerosos detalles desconocidos
por la inmensa mayoría de lectores.
Colocamos, a
continuación, uno de ellos, presente en el tomo 2 de Michel de la
Trinité en su monumental obra “Toda la verdad acerca de Fátima”,
aún inédito en español, ubicado en la primera parte, sección dos, capítulo IV,
apéndice II.
UN MENSAJE DE
NUESTRA SEÑORA PARA EL CANONIGO FORMIGAO
Entre todas las
afirmaciones, profecías y secretos atribuidos por la Madre Godinho a nuestra
pequeña vidente durante su breve estadía en Lisboa, el mensaje dirigido al
Canónigo Formigao, merece especial consideración, por su sólida garantía de
autenticidad.
Nosotros sabemos
que durante sus últimos días, Jacinta pidió varias veces, insistentemente, que
fuera llamado a su lado el Reverendo Doctor Manuel Formigao, afirmando que se
le había aparecido Nuestra Señora y le había dado un mensaje para transmitirle.
Una carta de la Madre Godinho, escrita el 19 de febrero de 1920, el día antes
de la muerte de Jacinta, da testimonio claro respecto a este pedido insistente
de la pequeña vidente. Desafortunadamente, el reverendo cura, a quien Jacinta
también había deseado ir en confesión, no pudo librarse de sus ocupaciones a
tiempo, y cuando llegó a Lisboa, la vidente ya había estado muerta desde hacía
varios días. Poco antes de morir, sin embargo, ella había comunicado a la Madre
Godinho el mensaje de Nuestra Señora, para que el Canónigo Formigao pudiera
ser informado igualmente.
La Madre Godinho
hablo personalmente con el sacerdote, y le dijo lo que Jacinta había dicho.
Tal como durante los interrogatorios, el Canónigo Formigao tomó notas en el
momento, y las revisó unos pocos días más tarde. Aquí está la esencia del
texto, escrito a fines de febrero de 1920:
«La revelación
que, de acuerdo a Jacinta de Jesús Marto, le hizo la Santísima Virgen, cuando
ella estuvo en Lisboa, poco antes de su muerte y que, ya que no la pude recibir
personalmente como ella deseó tan ardientemente, su “madrina”, María de la
Purificación Godinho –una dama quien estoy seguro es digna de creer–, me
transmitió de parte y por orden de Nuestra Señora (…) Lo que está escrito abajo
es, por así decirlo, la traducción libre, pero aun la más exacta exposición de
la comunicación de la vidente:
Nuestro Señor está
muy enojado con los pecados y crímenes que se cometen en Portugal. Por esta
razón, un cataclismo terrible de orden social amenaza nuestro país,
especialmente la ciudad de Lisboa. Parece que se desencadenará una guerra
civil, de carácter anarquista o comunista, acompañada de saqueos, asesinatos,
incendios y toda clase de devastaciones. La capital se volverá una imagen real
del infierno. En el momento en que la Justicia Divina, tan ofendida, inflija
castigo tan espantoso, huyan todos los que puedan de esta ciudad. Este castigo
aquí predicho, debe hacerse conocer poco a poco, con la discreción apropiada.»[1]
Es una profecía
terrible. No obstante, todo en ella es claro y fácilmente comprensible. El
peligro anunciado aquí, fue cumplido al pie de la letra en Madrid, en 1936[2]. Nosotros mismos tenemos toda razón para creer,
como posteriores revelaciones de Sor Lucía lo hacen suponer, que también
Portugal podría haber padecido una guerra civil, unida al terror bolchevique.
Pero la profecía era condicional, y en perfecta armonía con el resto del
mensaje. La Santísima Virgen, nos ofrece al mismo tiempo los medios para evitar
el castigo: como veremos más tarde, estos fueron la consagración de Portugal a
Su Inmaculado Corazón, pero también –por cierto antes que nada– la reparación,
pues estos dos pedidos siempre van unidos en Fátima, como en las palabras de la
Santísima Virgen que explicó Jacinta: «si allí hubiera almas que hicieran
penitencia y reparación por las ofensas hechas a Dios, y fueran instituidas
obras de reparación por los crímenes, el castigo sería evitado…»[3]
UNA ADVERTENCIA
EFICAZ. Estas palabras, que armonizan tan bien con las revelaciones recibidas
por Sor Lucía fueron a tener un gran efecto sobre una élite de almas elegidas:
de estas palabras, ellas tomaron la inspiración para una vida completamente
dedicada a la reparación, para satisfacer los pedidos de Nuestra Señora. En
Fátima, y en ningún otro lugar, nosotros tenemos cinco congregaciones de
mujeres cuya espiritualidad está directamente orientada en este sentido: entre
otras, las “Hermanas Misioneras para la Reparación del Sagrado Corazón de
Jesús”, las “Siervas de María por la Reparación”, las “Hermanas Claretianas de
la Reparación”, y las “Misioneras de la Reparación de la Santa Faz”[4].
Pero el mensaje de
Nuestra Señora fue dirigido por su nombre al Canónigo Formigao, y él fue el
primero en reconocer un llamado del Cielo, para fundar una obra concordante con
este pedido. En 1934, escribió que esta idea de la necesidad de la reparación,
le pareció la razón más profunda de los hechos maravillosos que ocurrieron en
la Cova da Iria: «Faltas individuales e iniquidades colectivas, claman al Cielo
por venganza, y la Santísima Virgen tiene dificultad para contener los brazos
de Su Santísimo Hijo, prestos para desatar los golpes de la Justicia Divina
sobre aquellos que desafían abierta y osadamente la cólera del Altísimo…
«Fue entonces que
un puñado de almas elegidas se ofreció generosamente al Señor… ¡Dígnese Dios no
permitir a las bárbaras hordas comunistas moscovitas subvertir las
instituciones cristianas, aniquilando vidas, profanando almas, y transformando
todo Portugal en un inmenso mar de sangre y carnicería, y un vasto y horrible
campo de escombros y ruinas humeantes!»[5] Estas palabras son especialmente notables,
cuanto que fueron escritas antes que estallara la Guerra Civil Española.
Después de haber
colaborado íntimamente en la obra de Doña Luisa Andaluz en 1934, el Canónigo
Formigao fundó un instituto especial, la “Congregación de Hermanas de
Reparación de Nuestra Señora de los Dolores de Fátima”, con el objetivo del
cumplimiento del ideal de reparación según el Mensaje de Fátima. Aprobada
canónicamente el 15 de agosto de 1949, la nueva congregación se desarrolló
rápidamente. A partir de 1986, ésta contaba ocho casas en Portugal y una en
Alemania. En la Cova da Iria, las religiosas aseguran que haya perpetua
adoración al Santísimo Sacramento expuesto en la capilla del hospital, ubicado
detrás de la Capelinha.
¡Qué fecundidad
admirable la del mensaje de Nuestra Señora, que la pequeña vidente, en su lecho
de muerte, trasmitió al sacerdote destinado a ponerlo en práctica!
«¡SI SOLO SUPIERAN
LO QUE ES LA ETERNIDAD!
Entre la
innumerable “logía“, o dichos que la Madre Godinho atribuyó a Jacinta,
solo unos pocos fueron agregados con el paso de los años, con razonable probabilidad
de autenticidad; el Canónigo Formigao los relata en su libro de 1927, “Los
Grandes Milagros de Fátima”. Él reunió estos dichos poco después de la muerte
de Jacinta, e indudablemente corresponden (si no palabra por palabra) a cosas
que la pequeña vidente dijo verdaderamente. En realidad, nosotros sabemos por
Sor Lucía, cuan asustada estaba Jacinta por el pensamiento de tantas
almas cayendo en el infierno[6].
«Entre los
visitantes y las enfermeras había muchos que escandalizaban a Jacinta por sus
vestidos demasiado llamativos, a menudo también inmodestos. Señalando ciertos
collares y otras formas de joyería, Jacinta solía decir: “¿Para qué sirve todo
eso? ¡Si supieran lo que es la eternidad!” Y de algunos doctores que
reflejaban incredulidad: “¡Desdichados! ¡Si supieran lo que les espera!”
La vidente afirmó
que Nuestra Señora le había revelado que “los pecados que más gente llevan al
infierno, son los pecados de la carne; que esa gente debe renunciar a la
lujuria y a la impureza, que no debe permanecer obstinada en el pecado, y tiene
que hacer penitencia.”
Parece que cuando
lo dijo, Nuestra Señora se mostró muy triste, pues la niña agregó: “¡Tengo
mucha pena por Nuestra Señora! Tengo mucha pena por ella!”»[7]
[1] Alonso,
O Dr. Formigao, p. 269-270.
[2] Ver
más adelante, p. 412.
[3] Testimonio
de la Madre Godinho, Alonso, O Dr. Formigao, p. 278-279.
[4] Cfr.
Geraldes Freire, O Segredo de Fatima, p. 110-111. Ed. do Santuario de Fatima,
1978.
[5] Voz
da Fatima, 3 de marzo de 1934, citado por Alonso, O Dr. Formigao, p. 275.
[6] El
capítulo dedicado al relato de la muerte de Jacinta, del cual está extractado
el pasaje que citamos, ya había aparecido en 1921, en Os episodios maravilhosos
de Fatima, y antes que en ese, en un artículo de la revista A Guarda del 5 de
junio de 1920. El artículo fue escrito entonces por el Dr. Alberto Diniz da
Fonseca, usando las notas tomadas por el Canónigo Formigao poco después de la
muerte de la vidente, entre febrero y abril de 1920 (cfr. Alonso, Historia da
Literatura sobre Fátima, p. 14).
[7] Les
grandes merveilles de Fatima, edición francesa, p. 112-113.