Número DCLXXIII (673)
06 de junio de 2020
Malicia del Modernismo – IV
Mons. Williamson
La
perfidia del Concilio no tiene precedentes,
Porque
Kant ha torcido al hombre moderno como nunca antes.
Este
“Comentario” del 21 de marzo pasado dijo haber hecho resaltar “la increíble
perversidad, orgullo y perfidia” del filósofo Kant. Eso puede parecer un
lenguaje fuerte viniendo de un católico en relación a un famoso y mundano
filósofo, pero Kant no es meramente mundano. ¿Quién que conozca realmente la
revolución en la Iglesia del Vaticano II (1962–1965) no reconocería la
perversidad, el orgullo y la perfidia como sus marcas distintivas? ¿Lenguaje
fuerte de nuevo? Veamos primero cómo cada una de estas tres marcas se aplica al
gran principio de Kant de que la mente es incapaz de conocer su propio objeto,
la realidad extra mental, para la que fue diseñada por Dios (pero el kantismo
fue diseñado por Kant como una fortaleza precisamente para excluir a Dios, dijo
el gran teólogo P. Garrigou-Lagrange [1877–1964]). Y en segundo lugar, cómo
cada una de las tres marcas se aplica al Conciliarismo de los años 60.
PERVERSIDAD
del Kantismo. Cuando en
su Summa Theologiae (2a2ae, 154, art.12) Santo Tomás de Aquino
quiere probar la suprema malicia de la homosexualidad entre los pecados de la
impureza, lo hace comparándola con la negación de los principios del
pensamiento innato en la naturaleza de la mente. Pero Kant no sólo niega uno o
dos principios naturales de la mente, sino que niega la aplicación de cada uno
de los principios innatos de la mente a la realidad externa. El kantismo es
sumamente perverso, y ¿no se corrobora esa conclusión por lo extendido que está
el pecado contra la naturaleza entre los estudiantes de nuestras
“universidades” kantianas?
y
del Conciliarismo. Entre los
documentos conciliares, Dei Verbum sección 8 párrafo 2 da una
definición ambigua de la Tradición viva, en nombre de la cual Juan Pablo II
condenó la Tradición Católica inmutable en nombre de la cual Mons. Lefebvre
acababa de consagrar cuatro obispos en junio de 1988. En otras palabras, para
los Conciliaristas la Verdad Católica cambia tanto a través de los tiempos que
la versión del Arzobispo de la Tradición, objetiva e invariable, ya no es
aceptable. Esta disolución radical de la Verdad Católica es totalmente
perversa.
ORGULLO
del Kantismo. Si la “Cosa
en sí misma” creada por Dios es desconocida para mí siendo al otro lado de las
apariencias, donde mi mente no puede llegar, y si, como también sostiene el
Kantismo, recompongo la cosa a partir de las apariencias de los sentidos de
acuerdo con las leyes previas de mi propia mente, entonces me convierto en el
creador de las cosas, son fabricadas por mí, y tomo el lugar de Dios. Porque,
en efecto, Dios muy raramente se hace perceptible a los sentidos humanos –
incluso Encarnado y tocado por Santo Tomás, el Apóstol todavía necesitaba un
acto de fe para creer en su divinidad (Jn. XX, 28) – así que Dios está detrás de
las apariencias de los sentidos, por lo que, para Kant, es inaccesible a
mi mente. Depende de mi voluntad el creer en Él, por lo tanto: No
lo que sé, sino lo que quiero es lo real. Ahora quiero a Dios. Así que Dios es
real. Si ésta es la base de la existencia de Dios, ¿podría ser más frágil? Y si
Dios depende de mí para que exista, ¿podría el orgullo ser más demente?
y
del Conciliarismo. Como el P.
Calderón deja muy claro en su estudio del Concilio, Prometeo, la
clave para el hombre moderno a quien el Concilio tiene como propósito adaptar
la religión de Dios, es la libertad. El hombre moderno no tendrá ninguna verdad
objetiva que aprisione su mente, ninguna ley objetiva que ordene su voluntad,
ninguna gracia que sane su naturaleza para cualquier otro propósito que no sea
su propia libertad. En resumen, el hombre moderno no tendrá nada ni nadie
superior a él. Es la criatura suprema por su libertad. Además, es más libre que
el Creador porque es libre de elegir el mal, lo cual no es Dios. De nuevo, ¿podría
el orgullo ser más demente?
PERFIDIA
del Kantismo. Negar, como
lo hace el Kantismo, que la mente puede conocer algo más allá de las
apariencias de los sentidos, no es negar que las cosas son lo que son, es
simplemente hacer la pretensión totalmente absurda de que dependen de mi mente
para ser lo que son. Así, para vivir, incluso para sobrevivir, mi gran mente
está obligada a fabricar comidas sobre la apariencia de la mesa de la cocina,
de lo contrario me dará bastante hambre. Y de la misma manera, fabricaré todas
las cosas necesarias para la existencia diaria. Así que puedo comportarme en la
vida diaria como un no-Kantiano normal, y engañar a la gente que no estoy loco
en absoluto. Sólo si les digo que mi mente fabricó el desayuno se darán cuenta
de que están tratando con un loco. Así puedo ocultar mi radical traición
interna a la realidad externa. Esto es potencialmente pérfido.
y
del Conciliarismo. El Vaticano
II no es sólo potencialmente sino realmente pérfido porque, de nuevo como el P.
Calderón deja muy claro, su esencia misma era crear un nuevo humanismo centrado
en el hombre que pudiera pasar por ser todavía un catolicismo centrado en Dios.
El disfraz objetivo y el engaño fueron escritos en el acta constitutiva del
Concilio desde el principio.
Kyrie
eleison.