Número DCLXXV (675)
20 de junio de 2020
Reorientación Admirable
Mons. Williamson
Un
rayo de luz en el horizonte, ¡mirad!
¡Un
alto dignatario de la Iglesia hablando la verdad!
He
aquí un resumen de la carta pública del 9 de junio del Arzobispo Viganò sobre
Vaticano II:—
Bravo,
Mons. Schneider, por su reciente ensayo sobre el Concilio y su falsa libertad
religiosa. La gente habla del “Espíritu del Concilio”. ¿Pero cuándo se habló
del “Espíritu de Trento”, o de cualquier otro Concilio Católico? Nunca lo hubo,
porque todos los otros Concilios simplemente siguieron el espíritu de la
Iglesia. Sin embargo, el buen Obispo debe cuidarse de exagerar “errores” que
necesitaban ser “corregidos” en las enseñanzas pasadas de la Iglesia, porque
cualesquiera que hayan sido, no se parecían en nada a lo que hizo el Concilio
Vaticano II, que fue comparable (incluso en contenido) con el Concilio de
Pistoya (1786), más tarde condenado por la Iglesia.
En
el Vaticano II, muchos de nosotros fuimos engañados. De buena fe, hicimos
demasiadas concesiones a las supuestas buenas intenciones de aquellos que
promovían un ecumenismo que se convirtió más tarde en una falsa enseñanza sobre
la Iglesia. Hoy en día muchos católicos ya no creen que no hay salvación fuera
de la Iglesia Católica, y es en los textos del Vaticano II donde se encuentran
las ambigüedades que abrieron el camino a este socavamiento de la Fe. Comenzó
con reuniones interreligiosas, pero terminará en alguna religión universal de
la cual el verdadero Dios habrá sido desterrado. Todo esto fue planeado hace
mucho tiempo. Numerosos errores de hoy en día tienen sus raíces en el Vaticano
II, a cuyos textos es fácil rastrear hoy en día las múltiples traiciones a las
creencias y prácticas verdaderamente católicas. El Vaticano II es usado ahora
para justificar todas las aberraciones, mientras que sus textos son
excepcionalmente difíciles de interpretar, y contradicen la Tradición de la
Iglesia anterior de una manera que ningún otro Concilio de la Iglesia ha hecho.
Confieso
serenamente que en ese momento fui demasiado incondicionalmente obediente a las
autoridades de la Iglesia. Creo que muchos de nosotros no podíamos imaginar
entonces que la Jerarquía fuera infiel a la Iglesia, como vemos especialmente
en el presente Pontificado. Con la elección del Papa Francisco, por fin se
quitó la máscara de los conspiradores. Finalmente se liberaron del
filotridentino Benedicto XVI, libres de crear la Nueva Iglesia, para reemplazar
la vieja Iglesia con un sustituto masónico tanto para la forma como para la
sustancia del catolicismo. Democratización, sinodalidad, mujeres sacerdotes,
pan-ecumenismo, diálogo, desmitificación del papado, lo políticamente correcto,
teoría de género, sodomía, matrimonio homosexual, anticoncepción,
inmigracionismo, ecologismo – si en todas estas desviaciones no podemos
reconocer sus raíces en el Vaticano II, no habrá cura para ellas.
Este
reconocimiento “exige una gran humildad, primero que nada, para
reconocer que, durante décadas, hemos sido conducidos al error, de buena fe,
por personas que, constituidas en autoridad, no han sabido vigilar y cuidar al
rebaño de Cristo.” Aquellos pastores que de mala fe o incluso con
intención maliciosa traicionaron a la Iglesia, deben ser identificados y
excomulgados. Hemos tenido demasiados mercenarios más preocupados por complacer
a los enemigos de Cristo que por ser fieles a su Iglesia.
“Tal
como, hace sesenta años, honesta y serenamente obedecí cuestionables órdenes,
creyendo que representaban la voz amable de la Iglesia, hoy, con la misma
serenidad y honestidad, reconozco que he sido engañado.” Yo no puedo ahora perseverar en mi error.
Tampoco puedo afirmar que lo vi claro desde el principio. Todos sabíamos que el
Concilio era más o menos una revolución, pero ninguno de nosotros imaginaba lo
devastador que sería. Podríamos decir que Benedicto XVI lo frenó, pero el
Pontificado de Francisco ha demostrado más allá de toda duda posible que entre los
pastores en la cima de la Iglesia hay una apostasía pura, mientras que las
ovejas de abajo están abandonadas y virtualmente despreciadas.
La
Declaración de Abu Dhabi (“Dios se complace con todas las religiones”) fue
imperdonable para un católico. La verdadera caridad no se compromete con el
error. Y si un día Francisco se niega a seguir jugando el juego, será removido,
al igual que Benedicto XVI fue removido y reemplazado. Pero la Verdad permanece
y prevalecerá: “Fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”.
Kyrie eleison.