SERMÓN DE MONS.
TOMÁS DE AQUINO
¡CONTINUEMOS!
Le Puy, 15 de
mayo de 2016
Nuestro
Señor dijo que quienes lo aman guardarán Su Palabra. ¿Qué es esto si no la
Tradición? ¿Qué es sino el ejemplo de Mons. Lefebvre? Sino aquél que guardó la
palabra de Nuestro Señor, en su enseñanza y sus acciones. Y esto es la
Tradición. La Tradición, es conservar, a pesar de todas las dificultades, la
palabra de Nuestro Señor. Y para esto, son necesarios los dones del Espíritu
Santo, los dones por los cuales podemos comprender a este gran obispo que,
estamos persuadidos, un día será puesto en los altares. Mons. Marcel Lefebvre
nos mostró el camino, defender la fe de manera intrépida, sin paralelo en las
circunstancias jamás vistas en la historia de la Iglesia. Para esto necesitó un
Consejo superior. Ciertamente él fue movido por los dones del Espíritu Santo:
el don del Consejo, el don de la Fortaleza, todos los dones para poder realizar
lo que realizó.
¿Y qué es lo que nosotros queremos hacer? Nosotros queremos continuar lo que hemos recibido de él. Él, todo lo que recibió, lo recibió de la Santa Iglesia, lo recibió de los Papas que condenaron los errores modernos; él los recibió, los conservó, los ilustró, los explicó, los profundizó. Y es eso lo que nosotros queremos continuar. No queremos otra cosa. Ser fieles discípulos de Mons. Lefebvre, como él fue un fiel discípulo de Nuestro Señor Jesucristo.
Un
día, en Barroux -yo no estaba presente en el locutorio pero estaba presente en
el monasterio- Mons. Lefebvre contó una entrevista, una conversación que tuvo
con el Cardenal Ratzinger (si no me equivoco) y le dijo al Cardenal: “Para
nosotros, Nuestro Señor Jesucristo no es facultativo. ¡No lo es para nosotros!
Para nosotros NSJC es todo. Y diciendo esto, las lágrimas brotaron de sus ojos;
los monjes estaban muy conmovidos, muy edificados para él, Nuestro Señor es
todo. Hoy en día quieren darle solamente una parte; quieren darle un lugar
medido, un lugar limitado. Y nosotros decimos no. Y ahora lo que sucede en la
Tradición: quieren regularizar la Tradición. La Tradición no necesita
regularización, pues la Tradición es la regla. La Tradición no se regulariza.
Es por eso que nosotros continuamos serenamente, estando seguros que estamos en
la Verdad; la Verdad porque la Tradición es la Verdad.
Y
si un día hay un cambio, son ellos, los que están en Roma que vendrán a
nosotros; nosotros no iremos a ellos. Mejor, ellos vendrán hacia la Tradición
que nosotros defendemos. ¿Cómo sucederá? No lo sé. Es Dios quien dirige Su
Iglesia y las soluciones vendrán al momento que la Fe regrese a Roma. Y es por
eso que nosotros rezamos; rezamos para que la Fe regrese a Roma, para que la
Doctrina regrese a Roma. No hay otra solución fuera de este regreso a la Fe
católica. Le pedimos al Espíritu Santo sus dones para poder continuar en la
línea de Mons. Lefebvre. Le agradecemos con toda nuestra gratitud a Mons. Williamson
cuya divisa es « Fidelis inveniatur » « Que sea encontrado
fiel ». Pues bien, él ha sido fiel. Y es gracias a él que nosotros estamos
aquí. Gracias a Mons. Lefebvre, gracias también a Mons. Williamson. Le
agradecemos con todo nuestro corazón que haya sido fiel, que continúe
transmitiendo fielmente lo que ha recibido. Así es también la Iglesia. Vemos
esta transmisión de los Apóstoles, que pasa por San Pio V, por Mons. Lefebvre y
llega hasta nosotros.
Hoy,
el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles predicaron, cuando San Pedro
comenzó a predicar, convirtió a tres mil personas que fueron bautizados en un
campo, es la Iglesia Católica que convirtió a todas las naciones. Un obispo
francés que salva la situación de la Iglesia, un obispo inglés que sigue esta
operación de supervivencia y la continúa. Continuamos. Recuerdo que Mons.
Lefebvre terminaba frecuentemente sus conferencias y sermones diciendo:
continuamos, continuamos, continuamos la Iglesia, continuamos los sacramentos,
continuamos las fuentes de salvación. Lo que nosotros queremos es solo eso: la
salvación para la gloria de Dios. Queremos trabajar para la gloria de Dios.
Rezamos
por todos aquellos que no están con nosotros, rezamos por ellos, por su
conversión, por su salvación. Pero si nosotros nos negamos a estar con ellos es
porque pensamos que se equivocan buscando la regularización que los llevará a
la ruina. En Campos, hay
una pequeña región con campesinos que al principio estaban muy contentos con
los acuerdos de Roma porque les dijeron que no eran acuerdos, que era un
reconocimiento: Roma reconocía a la Tradición, ellos estaban contentos. Pero
con el tiempo, ellos vieron que no era sí. Ellos nunca dejaron su región, ni
siquiera conocían a Mons. Lefebvre, su mundo estaba limitado a la región donde
vivían.
Ellos
comprendieron la situación, vieron enseguida que no era verdad, que Mons. Rifán
se desviaba del camino, que esta sumisión a Roma estaba trayendo cambios
sustanciales en los consejos que recibían en el confesionario, en los consejos
que recibían sobre la crisis de la Iglesia. Entonces se inquietaron, vinieron a
buscarnos, nos pidieron si podíamos ser el lazo entre ellos y la FSSPX para que
ella pudiera ayudarlos. Esto fue aproximadamente en el 2005.
Y
la Fraternidad comenzó a ayudarlos. Luego vinieron en esos años cercanos al
2012. Estaban inquietos: el sacerdote que estaba allí empezó a hablar que la
regularización no sería un acuerdo, que éste era un toma y daca y la
Fraternidad no haría eso. Simplemente continuaría recibiendo de Roma cosas que
no cambiarían. Entonces dijeron los fieles: “Habla igual que Mons. Rifán;
habla, dice los mismos argumentos, habla de la misma manera”.
Entonces
estos comentarios llegaron a oídos de los sacerdotes y el sacerdote llamó a uno
de los campesinos que se llama Gabriel, un hombre con mucho sentido común,
verdadero campesino. El Padre le dice a Gabriel: “Dicen que yo hablo como Mons.
Rifán; ¿qué significa eso? Esto no es posible, ¿cómo pueden decir eso?” Y el
campesino, con mucho sentido común, le respondió: « Padre, yo no lo
conozco, no sé cuáles sean sus intenciones. Pero de que sus palabras son las
mismas que las que Mons. Rifán decía antes, sí, son las mismas”. Entonces hay
peligro, vemos las mismas palabras, la misma manera de proceder… la misma ruina:
la ruina de Campos. Ahora Mons. Rifán dice las dos misas. Y para Mons. Rifán,
los que se niegan a decir las dos misas tienen un espíritu cismático.
Y
ha aquí cómo se destruye una obra que parecía indestructible. Porque no
tuvieron la piedad filial respecto a Mons. de Castro Mayer.
Ellos
creyeron que Mons. de Castro Mayer era un obispo extremista. Pues bien, es
Mons. Rifán quien es un obispo extremista. Hay que guardar la piedad filial
para quienes nos han salvado, para quienes nos han dado la salvación, los que
nos han dado la doctrina, que nos han dado la clave de la crisis actual: son
Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer, y Mons. Lefebvre más que Mons. de
Castro Mayer; Mons. Lefebvre tenía una visión más alta, más completa, pero fue
ayudado enormemente por Mons. de Castro Mayer, quien lo ayudó bastante a
posicionarse mejor en la crisis actual. Mons. de Castro Mayer recibió mucho de
Mons. Lefebvre: eran verdaderos amigos, esa es la amistad, dar al otro lo que
tenían de mejor. Así se ayudaron el uno al otro.
Y
eso es lo que nosotros deseamos, debemos permanecer unidos, los obispos amigos
y unidos, unidos en la fidelidad a lo que recibimos de Mons. Lefebvre. “He
transmitido lo que recibí”. Y ese es nuestro programa también: transmitir lo
que hemos recibido.
“Veritatem
dilexisti”. Esta divisa me fue propuesta por Mons. Williamson. “He amado la
Verdad”. Es el rey David quien dice esto a Dios en su salmo Miserere. Pues
bien, él escuchó la Verdad, Natán le dice la Verdad y así él se convirtió
porque escuchó la Verdad. Los papas han condenado el mundo moderno, ellos han
dicho la Verdad sobre el mundo moderno; nosotros debemos escucharlos. Ellos han
dicho la Verdad sobre el liberalismo, ellos dijeron que el liberalismo es un
pecado, por lo que no debemos cometerlo. Los Papas han hablado como Natán. Y
nosotros nacimos en este mundo liberal: hay en nosotros algo que es un poco…
Nosotros somos hijos de Adán y Eva. El Bautismo borró el pecado original. Las
heridas, las cicatrices que ha causado en nuestra inteligencia, en nuestra
voluntad, en nuestra sensibilidad todavía están allí. Es por eso que debemos
rezar mucho, pedir al Espíritu Santo que complete esta obra que fue comenzada
en el bautismo, que Él nos simplifique y que nos vuelva fieles en todo; que se
escuche a los Papas, los Papas que condenaron el liberalismo y los errores
modernos, que se escuche a la Iglesia, la Iglesia Católica, no a la iglesia
conciliar. Es un gran misterio que ocurre ante nosotros. Escuchemos a Mons.
Lefebvre que comprendió bien, analizó bien y nos dio la solución.
¡Continuemos! Continuamos
con la gracia de Dios y la intercesión de la Virgen María. Así sea.