¿‘NORMALIZACIÓN’?
Respecto al texto que
examinamos aquí, el P. Franz Schmidberger emitió el siguiente comunicado el 15
de abril de 2016: “El documento Reflexiones sobre la Iglesia y la
posición de la FSSPX en el seno de ella fue escrito por mí, de mi
propia iniciativa, sin que nadie me incitara a ello, me impulsara a ello ni me
lo encargara. Éste representa mis propias reflexiones y tiene un carácter
puramente privado. Fue comunicado a un pequeño círculo de personas, en
total nueve personas: al Superior General, a otro obispo de la Fraternidad, a
los otros sacerdotes del Seminario de Zaitzkofen y a un laico que no nombro. No
fue mostrado a los seminaristas ni a los Hermanos del seminario, que no
tuvieron conocimiento de su contenido. Asimismo, ninguna traducción a otra
lengua fue realizada, ni contemplada, ni autorizada. No tengo ninguna
responsabilidad en la publicación de este documento en internet. Yo asumo
naturalmente las observaciones que hice, y las tengo por pertinentes en la
situación actual de la Iglesia y de la Fraternidad. Por lo demás, no dejo ni de
pensar ni de Sentire cum Ecclesia”.
Incluso si el documento
tuvo al principio un carácter privado, su difusión por internet lo volvió
público. El reconocimiento canónico de la FSSPX, teniendo consecuencias
dramáticas para la Iglesia, creemos que es un deber exponer públicamente los
motivos que nos llevan a rechazar tal reconocimiento, mientras todavía haya
tiempo.
Le Sel de la terre.
Reflexiones del P. Schmidberger
Ver la carta del P. Schmidberger acá.
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Comentarios de Le Sel de la terre
I. Al misterio de la
Iglesia, se opone el de la Contra-Iglesia. Desde su fundación, la Iglesia debió
luchar contra sus enemigos que trataron de aplastarla en sangre, pervertirla
por la herejía, sofocarla en el fango. Una reflexión sobre la Iglesia que no
tome en cuenta a sus enemigos, sobretodo en la hora actual, sería incompleta y
llevaría a conclusiones falsas.
II. Dios ha permitido
desde siempre a sus enemigos el ocupar lugares en la jerarquía de la Iglesia.
Judas, escogido por Nuestro Señor mismo, fue uno de los doce Apóstolos y aquél
que se encargaba de la bolsa.
Pero, lo que es
particular en nuestra época, es que la Iglesia está ocupada por un partido
liberal y modernista que busca desviarla de su fin para ponerla al servicio de
los intereses del mundialismo, es decir, al proyecto de las logias y de las
tras-logias de “reconstrucción del Templo”, por medio del ecumenismo, de la
falsa libertad religiosa, de la colegialidad, etc.
Cuando los representantes
de esta iglesia conciliar piden avanzar hacia la “plena comunión”, ellos piden
entrar en este movimiento al servicio de los enemigos de Nuestro Señor
Jesucristo[1].
III. Mons. Lefebvre fue
suscitado por Dios para resistir a la auto-demolición de la Iglesia.La
Providencia puso poco a poco las obras fieles a la Tradición al margen de este
sistema de la iglesia conciliar. Esto les permitió prosperar conservando la fe
y la moral.
IV. Mons. Lefebvre
siempre buscó que las autoridades romanas retornaran a la Tradición. Cuando
pidió el permiso de “hacer la experiencia de la Tradición”, era para mostrar
por el ejemplo que la salvación de la Iglesia sólo podía venir de este retorno.
Poco a poco, y de manera
definitiva a partir de mayo de 1988, Mons. Lefebvre comprendió que un acuerdo
práctico no podía hacerse antes de un acuerdo doctrinal y decidió requerir a
sus interlocutores que se suscribieran a las grandes encíclicas antimodernistas
y antiliberales antes que cualquier otra cosa.
A partir del año 2000,
las autoridades superiores de la FSSPX comenzaron una evolución en sentido
contrario. Ellas cambiaron de política, primero de manera discreta
(notablemente por las discusiones en el marco del GREC), luego de manera pública a partir de 2011 después
del fracaso de las discusiones doctrinales (que tuvieron lugar de 2009 a 2011).
Una tentativa de acuerdo práctico fracasó en 2012, pero el principio de
obtención de acuerdo práctico con las autoridades que
continúan predicando los errores conciliares fue ratificada por el capítulo
general de 2012 y las discusiones para lograr este resultado han perdurado.
V. En la iglesia
conciliar siempre ha habido prelados (cardenales Gagnon, Palazzini, Oddi, etc.)
que veían bastante favorablemente a la Tradición y querían ayudarla. Siempre ha
habido también prelados (cardenal Hoyos, Mons. Perl, etc.) que han buscado
atraer a los tradicionalistas a la iglesia conciliar proponiéndoles “acuerdos”.
Las condiciones para éstos han variado. A veces pretendían no pedir nada a
cambio (por ejemplo, para Barroux), pero el resultado siempre fue el mismo:
aquellos que se ponen bajo la autoridad directa de los prelados conciliares
terminan por abandonar el combate de la fe.
Suponiendo que las
autoridades romanas actuales no pidieran reconocer el Vaticano II, ni la
legitimidad del Novus Ordo Missae, ellas pedirán seguramente a
la FSSPX someterse al nuevo Código. Después supervisarán las nominaciones de
los superiores, y especialmente la elección de nuevos obispos y, por este
medio, en poco tiempo, ellas “normalizarán” la Fraternidad y la llevarán a no
ser más que una reserva de “tradicionalistas” en el seno de la iglesia
conciliar, como hay reservas de Pieles Rojas en los Estados Unidos.
Recordemos cómo Benedicto
XVI veía, desde su punto de vista, las ventajas de una “normalización”:
Yo mismo he visto, en los años que siguieron a
1988, que, gracias al retorno de las comunidades anteriormente separadas de
Roma, su clima interno cambió; que el retorno en la gran y vasta
Iglesia común hizo superar las posiciones unilaterales y los
endurecimientos, de suerte que enseguida emergieron de ellas fuerzas
positivas para el conjunto[2].
Veamos ahora los
argumentos del P. Schmidberger en favor de un reconocimiento canónico (que
resumimos entre corchetes):
1) [Toda situación
anormal tiende por naturaleza hacia la normalización].
Hay dos errores en esta
corta frase:
Primero, es falso
que nosotros estemos en una situación anormal. Por el
contrario, mientras que la situación continúe siendo anormal en Roma (debido
al hecho de la ocupación modernista), es normal que nosotros
nos mantengamos a distancia.
Luego, es absurdo decir
que una “situación anormal tiende por naturaleza hacia la normalización”. Es
como decir que toda enfermedad conduce a la salud. Sin duda que todo enfermo desea
recobrar la salud, pero no la puede recobrar mientras conserve la causa de la
enfermedad. Para que la situación deje de ser anormal, sería necesario que los
miembros de la jerarquía, el papa en primer lugar, repudien el modernismo.
2) [El peligro de que los
fieles y ciertos cofrades se acostumbren a la situación anormal].
La obediencia de la fe es
superior a la obediencia a los hombres:
«Más vale obedecer a Dios
que a los hombres». La Iglesia está fundada primero sobre la fe antes de serlo
sobre la obediencia. Manteniéndose a una distancia respetuosa de la jerarquía
gangrenada por el modernismo con el fin de preservarse del contagio, Mons.
Lefebvre demostró que tenía más sentido de Iglesia que los que se incorporaron
a la Roma modernista.
Los ejemplos escogidos
por el P. Schmidberger indican que ha perdido de vista la gravedad de la
crisis. La participación en el año santo es una participación en el aniversario
del Vaticano II y una aprobación implícita de la nueva concepción de la
misericordia de Francisco. En cuanto al otorgamiento de una jurisdicción
ordinaria, es un primer paso hacia un reconocimiento canónico: los superiores
de la Fraternidad debieron rechazarla cortésmente.
3) [Tenemos amigos entre
los obispos y cardenales, dispuestos a pedirnos ayuda].
Sin duda, pero ¿con qué
condiciones? Un compromiso con las ideas conciliares que continúan teniendo y
propagando estos prelados. Nosotros representamos la fe de la Iglesia, y esto
no puede ser puesto al nivel de una opinión en igualdad con las teorías
conciliares.
4) [Si podemos consagrar
obispos con el permiso de Roma, es necesario pedir este permiso].
Si la Roma conciliar da
el permiso de consagrar un obispo, éste será un obispo que tenga el “perfil”
conciliar. Ahora bien, precisamente Mons. Lefebvre suspendió las discusiones en
mayo de 1988 porque Roma reclamaba que se le presentara un candidato con el
“perfil”.
5) [La inquietud de los
modernistas ante una "normalización" nos hace comprender que es el
buen camino].
Los Montañeses eliminaron
a los Girondinos, antes de hacerse eliminar a su vez. Es la ley de la
Revolución ir siempre más hacia la izquierda, suscitando en caso de necesidad
una reacción que les permitiera avanzar por una nueva síntesis (provisional).
En la dialéctica
modernista bien descrita por San Pio X, el papel de los progresistas es de ir
cada vez más lejos al oponerse a las fuerzas conservadores, que la autoridad
debe apoyar[3].
Así,
la autoridad se preocupa por los anticuados. Cada quien tiene su papel en la
Revolución.
El hecho de que los más
extremistas de los progresistas estén contra un “acuerdo”, no prueba por lo
tanto que “es el buen camino”.
6) [¿Cómo puede la
Iglesia superar su crisis? […] El acto oficial de reconocimiento de la
Fraternidad desencadenaría una saludable agitación dentro de la Iglesia.]
La Iglesia superará la
crisis por un retorno de la jerarquía, y en primer lugar del papa, a la
Tradición. “Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”, dijo Nuestro Señor
a San Pedro.
Es mostrar presunción el
imaginar que la entrada en la iglesia conciliar de tres obispos y algunas
centenas de sacerdotes provocará un retorno a la Tradición. Esto representará algunas
gotas de agua rápidamente asimiladas por el océano conciliar.
Enseguida el P.
Schmidberger responde a algunas objeciones. Pasamos de las primeras que no son
muy fuertes y sólo comentaremos las dos últimas:
7) [La integración en el
sistema conciliar no traerá daños a la FSSPX, al contrario, si actuamos
enérgicamente, apoyados en la gracia de Dios, nuestra nueva situación se
convertirá en una bendición para toda la Iglesia].
Esta respuesta es muy
temeraria. Como decía justamente Mons. Lefebvre: “No son los inferiores quienes
hacen a los superiores, sino los superiores que hacen a los inferiores[4]”.
Una vez sometidos directa
y ordinariamente a las autoridades conciliares, los miembros
de la FSSPX recibirán su influencia.
En cambio, la situación
actual permite dar testimonio de manera más eficaz pues esta permite predicar
la verdad integral… si por lo menos se tuviera la energía necesaria. Pero ¿se
tiene todavía esta firmeza? Constatamos que desde hace algunos años las
autoridades superiores de la FSSPX se han debilitado en la denuncia de los
errores de la iglesia conciliar y tratan al papa con indulgencia[5].
En cuanto a la
comparación con David y Goliat, esta se vuelve contra el P. Schmidberger. David
representa la Tradición (pequeña a los ojos de los hombres) y Goliat a la
iglesia conciliar (aparentemente formidable, pues ella representa “la
autoridad”). Pues bien, David no se acercó a Goliat para negociar un acuerdo,
sino para combatirlo… y cortarle la cabeza.
8) [Las comunidades que
se sometieron a Roma o bien se asimilaron al sistema conciliar o bien ellas se
hundieron, pero el caso de la FSSPX es diferente].
La última frase es
interesante (el seguro de vida de la FSSPX era la FSSPX) y basta ella sola para
demoler toda la argumentación. En efecto, ¿cuál será el seguro de vida de la
FSSPX una vez que sea normalizada?
¿Qué hacer
particularmente si sacerdotes (o fieles) apelan a una sanción o se quejan
a Roma como lo hicieron los “16 signatarios” de la Fraternidad San Pedro en
junio de 1999?
Subrayamos también que el
P. Schmidberger no responde claramente a la objeción respecto a Campos. Mons.
Rifan está dispuesto al compromiso, esto es verdad para hoy, pero no era verdad
antes de que sobreviniera el acuerdo. Esto no garantiza de ninguna manera que
la FSSPX, una vez que pasen los acuerdos, no hará compromisos.
Finalmente, el Padre toma
como ejemplo a la Fraternidad San Pedro. El hecho que ella permanezca “con
pocas excepciones, fieles a la misa tradicional” no es suficiente para
tranquilizarnos: en efecto, esta Fraternidad ha abandonado claramente el
combate de la fe y no denuncia públicamente los errores de las autoridades
conciliares.
VII. Es necesario actuar
según la prudencia y no tentar a Dios. Mons. Lefebvre notó muy bien los
inconvenientes de tal acuerdo:
Relaciones con las Congregaciones y Órdenes, con
estatuto especial, pero a pesar de todo con una dependencia moral que Roma
desea ver transformada lo más pronto posible en dependencia canónica. Peligro
de contaminación.
Relaciones con los obispos y un clero y fieles
conciliares. A pesar de la amplia exención, las barreras canónicas
desaparecerían, habrá necesariamente contactos de cortesía y tal vez ofertas de
cooperación, para las uniones escolares, unión de superiores, reuniones
sacerdotales, ceremonias regionales, etc. Todos ellos son de espíritu
conciliar, ecumenista, carismático.
Hasta ahora hemos estado protegidos naturalmente,
la selección se aseguraba por sí misma debido a la necesidad de una ruptura con
el mundo conciliar. Ahora será necesario hacer reconocimientos continuos,
protegerse sin cesar de los medios romanos, de los medios diocesanos[6].
Mons. Lefebvre dijo
también:
Esta transferencia de autoridad, es esto que es
grave, es extremadamente grave.No es suficiente decir: “Nada hemos
cambiado en la práctica[7]”.
Es esta transferencia lo que es muy grave,
porque la intención de estas autoridades, es la de destruir la Tradición[8]
Tenemos la necesidad absoluta de
tener autoridades eclesiásticas que se adhieran a nuestras preocupaciones y nos
ayuden a protegernos contra el espíritu de Vaticano II y el espíritu de Asís[9]
Yo les conferiré esta gracia [del episcopado],
confiando que sin tardanza la Sede de Pedro estará ocupada por un sucesor de Pedro perfectamente
católico, en las manos del cual podrán depositar la gracia de su episcopado
para que él la confirme[10].
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Pronto serán 50 años que “nos la creímos”
Jean Madiran apuntaba en
febrero de 1972 en Itinéraires 160 (pág. 178):
El 22 de febrero de 1967,
el papa Paulo VI instituyó un “año de la fe” que iba del 29 de junio de 1967 al
29 de junio de 1968. Fue en esta ocasión que, en su exhortación apostólica del
22 de febrero, Paulo VI censuraba (en latín) "ille mentis habitus quem
“post-conciliarem” appelant [esta mentalidad llamada
pos-conciliar", (en italiano) "una mentalità cosidetta
“post-conciliare”… Etc. Etc. Etc.
Sí, nos la tragamos,
creímos en estas bellas palabras, que eran incluso
palabras bellas. Lo podemos ver por nuestros editoriales del número 112 y 113;
y por el eco que hizo de estos editoriales Étienne Gilson en el epílogo de su
libro Las tribulaciones de Sofía aparecido en la editorial
Vrin el verano de 1967 (pág. 171 y siguientes): Gilson también se la
creyó.No tiene vergüenza retrospectiva alguna de haberlo hecho. No era
fundamentalmente inverosímil el suponer que el papa finalmente se ponía a
defender y restaurar la fe cristiana.
Pero mentiríamos al
pretender que todo pasó muy bien, que todo fue normal, completamente conforme a
las bellas palabras que fueron pronunciadas. Mentiríamos al hacer creer que las
acciones e incluso las palabras siguientes fueron coherentes con las palabras
bellas y justas del 22 de febrero de 1967.
Un mes más tarde, el 26
de marzo, Paulo VI publicó la encíclica Populorum progressio: la
cual, por otra parte, no era casi nada en comparación con lo que vendría
enseguida.
[1] “[El
papa] dijo también: Ustedes son católicos, continuó diciendo: en camino hacia
la plena comunión” Mons. Fellay, sermón del 10 de abril de 2016 en Puy (Dici)
[2] Benedicto
XVI, Carta a los obispos de la Iglesia Católica respecto al levantamiento de la
excomunión de los cuatro obispos consagrados por Mons. Lefebvre, 10 de marzo de
2009.
[3] “Ahora
bien, toda sociedad necesita de una autoridad dirigente, que guíe a sus
miembros al fin común, que, al mismo tiempo, por una acción
prudentemente conservadora, salvaguarda sus elementos esenciales. […] La
fuerza conservadora, en la Iglesia, es la Tradición y la Tradición es
representada por la autoridad religiosa. Y de hecho y de derecho: de derecho,
porque la defensa de la tradición es como un instinto natural de la autoridad;
de hecho, porque, al hallarse fuera de las contingencias de la vida, la
autoridad pocos o ningún estímulo siente que la induzcan al progreso. La
fuerza progresiva, al contrario, que es la que responde a las necesidad, se
incuba y fermenta en las consciencias individuales, sobre todo en las
conciencias de los particulares, especialmente de aquellos que están, como
dicen, en contacto más particular e íntimo con la vida”. (Pascendi dominici gregis, 8 septiembre
1907.)
[5] “Roma
desea que ataquemos menos; y yo estoy de acuerdo”. Mons. Fellay, conferencia en
el seminario de Winona (USA) en febrero de 2015. En Arcadia California, el 10
de mayo de 2015, Mons. Fellay precisará: Cuando vemos los escándalos, cuando
vemos al papa, a los cardenales, a los obispos decir cosas tontas: estamos
listos para criticarlos, y rápidamente, sí, y corregirlos, pero ¿ustedes creen
que esto los ayudará? La oración lo hará. Monseñor Fellay tuvo, el 21 de
septiembre de 2014, “una entrevista cordial” con el cardenal Müller (quien
niega la Virginidad Perpetua de la Santísima Virgen: Ver Le Sel de la
terre 84, primavera 2013, pág. 165) y su encuentro con el papa
Francisco el 1º de abril de 2016 “se desarrolló en un clima cordial”, según los
reportes oficiales de la FSSPX.
[6] Exposición
de la situación, redactada a mano por Mons. LEFEBVRE y enviada por él a los
superiores y superioras de las comunidades tradicionales y a algunos
sacerdotes, reunidos por él en Pointet, el 30 de mayo de 1988.
[7] O
también decir: “Roma nos acepta tal como somos”.
[9] Mons.
LEFEBVRE, Carta al papa Juan Pablo II, 2 de junio 1988.
[10] Mons.
Lefebvre, Carta a los futuros obispos, 28 de agosto de 1987