jueves, 5 de noviembre de 2020

TAPABOCAS

 



“El agua es fresca y deseable. Deseable también el vino puro. Pero hago de la mezcla un brebaje para castrados”.

Saint-Exupéry

 

Seguramente no hay mejor y más claro símbolo de lo que los enemigos de Cristo, y por lo tanto de la verdad, se proponen, que el llamado “tapabocas”, “barbijo”, “mascarilla” o “bozal”. Esto es: taparle la boca a la verdad, para hacerle aceptar a los hombres la mentira. Y el hombre, como podemos observarlo, sin la verdad, se deshumaniza. La imposición masiva e “igualitaria”, vuelve homogéneos a los hombres, cual maniquíes. Es la era del robot. Y tras el triunfo de la “Igualdad” revolucionaria, viene la nueva era de la “Fraternidad” masónica. “Fratelli tutti”.

Se ha hablado mucho acerca de la eficacia o perjuicio del uso de tal adminículo (para muchos hoy, una prenda más de vestir). Hay disponibles muy buenos informes –algunos hemos publicado, muchos otros se encuentran en la página de “Médicos por la verdad” de Argentina y otros países). Pero no es nuestra intención abordar ahora ese asunto. Vamos a ir al terreno eclesial.

Luego de las últimas escandalosas (“¡Ay de aquel por quien viene el escándalo!”) declaraciones de Francisco apoyando la unión civil sodomita (da pavor pensar en esto), los católicos que conservan el celo manifestaron su indignación, su pesar, su bronca, su pena, su rechazo. No eran unas declaraciones más, si bien Bergoglio había sostenido esto en sus tiempos de Arzobispo porteño. Francisco estaba subiendo la apuesta, y lo hacía además en las previas a las elecciones presidenciales estadounidenses, tomando partido por la banda de criminales comunistas que apoyan a Joe Biden. Eran, además, unas declaraciones ofensivas para Nuestro Señor, para nuestra religión, para todos los católicos. ¡Inadmisibles! De la jerarquía eclesiástica, hubo respuestas muy claras de Mons. Viganò, del cardenal Burke, del cardenal Müller, de Mons. Schneider, de Mons. Aguer y algún que otro prelado más. Si los podemos mencionar es porque han sido un puñado, mientras que la generalidad de los jerarcas han callado vergonzosamente (deberíamos decir: escandalosamente, pero aquí ya nadie se escandaliza). Los que han reaccionado –nuestro reconocimiento para ellos- son obispos y cardenales conservadores, línea media o liberales de derecha, el más metido en la Tradición es sin dudas Mons. Viganò, cada vez más en la línea de Mons. Lefebvre. Pero, ¿y qué ha pasado con los que se siguen llamando continuadores de Mons. Lefebvre? Es decir, los jerarcas de la FSSPX. Antes de contestar, pensemos: En circunstancias como estas, ¿Monseñor Lefebvre habría mantenido cerrada la boca? El lector honesto, que conozca un poco la trayectoria de Lefebvre,  puede contestarse a sí mismo.

Y bien, la (neo) FSSPX sólo atinó a referirse a esas declaraciones de Francisco en un artículo anónimo (no muy vigoroso, por cierto) publicado en dos o tres de sus sitios de noticias. Hasta el día de hoy nadie ha querido dar la cara, es decir, poner la firma, de parte de su comandancia, para repudiar aquellas escandalosas declaraciones bergoglianas. Estamos hablando, además, de las autoridades de, no una congregación con una decena de sacerdotes, perdida en un rincón del planeta, cuya palabra no tendría peso ni repercusión mediática. No, se trata de la congregación que exhibe orgullosa sus estadísticas, que tiene 673 sacerdotes alrededor del mundo y que gusta de presumir de su grandeza. ¿Será acaso, este silencio, por lo que dice su Superior general, en su última aguachenta carta que celebra sus 50 años de vida?

Dice allí el P. Pagliarani:

“…después de medio siglo de luchas, la Fraternidad San Pío X puede encontrar que ella está bastante cómodamente instalada, y que goza de una relativa tranquilidad”.

Sí, aunque diga después que no por eso pueden descuidarse y dormirse, ¿qué es lo que estamos viendo, sino que esa comodidad y tranquilidad tienen un precio?

Por supuesto, estamos hablando de su relación con la Roma apóstata y, ahora, además, sodomita.

Por supuesto también que muchos fieles de la Fraternidad tienen incomodidad para llegar a las misas, son mal vistos muchas veces por otros católicos, y demás. Pero la afirmación de Pagliarani habla en general de la institución, y sobre todo en cuanto a ellos como jerarcas. Él lo ha dicho: “…está bastante cómodamente instalada, y que goza de una relativa tranquilidad”.

(Aunque esa “tranquilidad” tiene un mar de fondo, porque ya han aparecido casos de pecados gravísimos por parte de sacerdotes denunciados y separados; recientemente ha sido admitido por el Superior de distrito de Francia. Pero no vamos a desviarnos del tema).

En un interesante artículo de un blog conservador muy leído de Argentina, alguien asentaba este comentario al pie:

“Alguno expresa por allí que respecto de la FSSPX existe, citando a Castellani, una "furiosa persecución". Es evidente que Lefebvre tuvo razón en muchas cosas, basta conocer que dijo y compararlo con los hechos acaecidos y la situación actual, pero no veo que padezca la fraternidad una furiosa persecución, es más, el Papa Francisco les ha dado algunas cosas, quizás migajas puedan pensar, quizás un cebo para que entren al trampero, no se. Hoy no sufren persecución siquiera y es evidente que al Papa no le interesan, algo así como "están allá pero no molestan". Lo que si es evidente es que su ánimus se ha centrado en los grupos tradicionales que están "dentro" de la Iglesia (antes que me caigan a la yugular entiéndase el concepto), en nuestro caso San Luis y San Rafael, en otros lares Rivieres y Manelli por ejemplo. Quizás aquí lo haga por venganza -y ya caerá algún otro-, pero lo concreto es que estos son los que sufren persecución en todas las letras. Es quizás un buen momento histórico para que la Fraternidad deje su cómoda posición de esperar a que vayan llegando mientras les dice "se los dije" esperando que se sonrojen, y busque mecanismos creativos con los perseguidos para velar, aunque sea en catacumba, por ese resto fiel.”      

El Superior de la FSSPX ha redactado recientemente una Carta por los 50 años de la fundación de la congregación, en un tono llamémosle “beatón”, “espiritualista”, de “puertas adentro”, que refleja bastante esa situación de “comodidad y tranquilidad” en que se encuentran. Hay que evitar todo lenguaje enfático o controvertido, que pueda resultar chocante a los enemigos de la Tradición. Precisamente eso es lo que caracterizó a la Fraternidad en tiempos de Mons. Lefebvre: ser chocante y ofensiva –sin buscarlo en absoluto, simplemente por hablar claro y obrar en consecuencia- en relación a los modernistas de la Iglesia conciliar (expresión por cierto, que la Neo-Fraternidad ya no emplea). Aquí desluce el combate pleno para poder mantener lo que dicen querer conservar, esto es: el sacerdocio católico. Porque, son ciertas las verdades que allí dice Pagliarani, respecto de la vida espiritual, pero para conservar lo que han recibido, deben luchar contra sus enemigos. Y aquí es donde flaquea el asunto, porque se habla muy vagamente, por ejemplo, del Reinado de Cristo. Se omite hablar del liberalismo, de los anticristos romanos, de la actual gravísima y amenazante situación revolucionaria que padece el mundo a raíz de la “pandemia de coronavirus” e incluso de la posibilidad del martirio que se avizora en el horizonte, porque hoy como nunca la Iglesia está siendo perseguida en todas partes. Por el contrario, como Francisco, han aceptado oficialmente (aunque haya en privado algún que otro sacerdote que se opone, por caso en público sólo uno que está en Portugal) el relato oficial de la “pandemia”, al punto que han ido en peregrinación a la capilla subterránea conciliar de Lourdes con “tapabocas”.

La palabra “verdad” brilla por su ausencia en la carta del Superior, cuando hoy es el gran combate a llevar contra los enemigos de Dios. ¿No le dijo Nuestro Señor a Pilatos: “Para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad”?

Así glosa el Padre Ronald Knox ese pasaje evangélico:

“La razón por la que he nacido –Nuestro Señor le dice a Pilatos- es cuál: ¿para salvar al mundo?, ¿para sanar a los enfermos y devolverle la vista a los ciegos?, ¿para consolar a los afligidos? No, para decir la Verdad. Se trata de la primera necesidad del hombre, y constituye el primer deber del hombre. Se los he dicho muchas veces, pero voy a decirlo de nuevo, la Verdad importa”

 (La misa en cámara lenta. Bs As, Buen Combate, 2013, p. 67)

Más aún, si lo que pretende el Superior general es transmitirles a los miembros de la congregación que el objetivo es que vivan piadosamente, recordémosle estas palabras de Dios, en San Pablo:

Y en verdad todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos” (II Tim, 3,12)

Persecución no necesariamente y siempre ha de significar persecución sangrienta, puede tratarse de obstáculos, privaciones, persecución judicial, ataques verbales, desprecios, etc. Esto vemos que está pasando hasta con los conservadores que han osado discrepar y cuando era necesario desobedecer la tiranía actual del Vaticano. Por el contrario, la FSSPX no ha dejado de recibir beneficios de su parte. Ya sabemos a cambio de qué. Y lo peor es que tal enfriamiento del celo se ha ido trasladando, como es lógico, hacia la feligresía, que acepta todo ya como si fuese una situación normal, volviéndose en muchos casos pusilánime. Por no hablar del “orgullo” institucional, una forma de  clericalismo que sólo sirve para tapar los ojos.  

Una vez, san Ignacio de Loyola, cuando era estudiante, tuvo que cesar de predicar e impartir los ejercicios espirituales y hacer su acostumbrado apostolado, para poder ocuparse enteramente de sus difíciles estudios. “Y como en ese tiempo tuviese mucha paz y ninguno le persiguiese, díjole un amigo suyo: “¿No véis, Ignacio, lo que pasa? ¿Qué mudanza es ésta? ¿Después de tan gran tormenta tanta bonanza? Los que poco ha os querían tragar vivo y os escupían en la cara ahora os alaban y os tienen por bueno, ¿qué novedad es ésta?” Al cual él respondió: “No os maravilléis deso, dejadme acabar el curso, y lo veréis todo al revés; ahora callan porque yo callo; y porque yo estoy quedo, están quedos; en queriendo hablar o hacer algo, luego se levantará la mar hasta el cielo, y bajará hasta los abismos, y parecerá que nos ha de hundir y tragar”. Y así fue, como él lo dijo, porque acabado el curso de la filosofía comenzó a tratar con más calor del aprovechamiento de las ánimas; y luego se levantó una tormenta grandísima” (P. Rivadeneira, Vida de San Ignacio de Loyola, Capítulo II).

Como vemos, la contradicción es el pan cotidiano de los soldados de Cristo en su apostolado. A no ser que se mantengan cerrados los labios, claro.

Dice también el Superior general de la FSSPX en su carta por las “bodas de oro”:

¿Cómo preparar la victoria final?

No queda cosa para decir de nuevo, especulativamente. Incluso si es evidente que se debe continuar sin callar en la predicación de la verdad y la denuncia de los errores del concilio Vaticano II.

Por otro lado, queda algo que dar, concretamente: esta es la batalla fundamental. Esta situación, con sus dificultades, exige de cada uno de nosotros un esfuerzo por ofrecer a Nuestro Señor algo más último, más radical, de lo que ya le hemos podido dar: es el don incondicional de Nosotros mismos.

Nuestro Señor combatió contra “los errores de la Sinagoga”, por supuesto. Pero no fue crucificado por ello. Lo fue porque llamó hipócritas y sepulcros blanqueados a los fariseos. Puso en evidencia ante el pueblo a las autoridades que se habían apoderado de la Sinagoga, que debían servir a Dios, y no a sí mismos. Expuso la desnudez de los “sabios”.

Ningún mártir lo fue por haber criticado en abstracto un error, sino por haber desobedecido a una autoridad injusta y tiránica que pretendía hacerlo renegar de Dios. No por otra cosa fue martirizado Mons. Lefebvre mediante la “excomunión”.

Las actuales autoridades vaticanas están alejando de Dios a los católicos del mundo entero, mediante el engaño. Pueden hacerlo con total libertad porque no hay quienes se le paren enfrente y se los diga claramente. Ya no hay casi otros Juan el Bautista, que les diga a las autoridades: “Eso no le está permitido”. El Bautista no se puso un “tapabocas” o criticó simplemente el adulterio, en abstracto.

No decimos que haya que obrar sin inteligencia, imprudentemente, a la manera de fanáticos kamikazes o desesperados sedevacatistas. Pero consta que se ha perdido el celo por la verdad, en aras de la “conservación” de un statu quo que no se quiere perder. Y cuando hay que hablar hay que hablar. Lo está demostrando Mons. Viganò, como otra voz que clama en el desierto.

La FSSPX hace sin dudas un gran bien con las misas que celebra y los sacramentos que imparte, pero en la actual situación todo eso está comprometido y puede perderse de un plumazo y de un día para el otro. Entonces, ¿qué actitud se tomará? El P. Pagliarani no habla del combate del Santo Rosario, de Fátima, de los últimos tiempos. ¡No habla de resistencia! Parece que esa normalidad y tranquilidad que disfrutan –en medio de la destrucción de la Iglesia en el mundo- los fuera a preservar hasta la eternidad. ¿No sería mejor preparar a los fieles para que tengan que resistir perseguidos, rosario en mano, amenazados constantemente por un Estado tiránico aliado de una Iglesia a su total servicio?

Nos parece simplemente que transmiten lo que han recibido en las últimas décadas: no han sido formados para tiempos de guerra, sino de paz y tranquilidad, bastante burguesa por cierto. ¡Cincuentismo y acuerdismo! (“No firmaron nada” pero están llevando a cabo un acuerdo práctico, sin necesidad de firmas, esa es la astucia serpentina de los romanos, y la bobería de los liberales fraternitarios). Por eso la FSSPX no se ha dedicado nunca a formar una élite de fieles combatientes por Cristo rey, apenas se han brindado conferencias (muy poco concurridas) que nunca han tenido gran efecto o consecuencias en ese sentido. El espíritu cristero o vandeano, no ha pasado de ser una declaración libresca, en las buenas publicaciones ofrecidas. ¿Cuántos han sabido resistir a las desviaciones liberales de las propias autoridades? ¿Cuántos han reaccionado a las injusticias que se han cometido (expulsión de Mons. Williamson, el P. Faure, etc., etc.)?

La próxima gran sacudida, ¿habrá acaso de despertar a los dormidos?

 

 

Ignacio Kilmot