Leemos
en un interesante artículo publicado recientemente (acá
) esta cita:
“España
es una encina medio sofocada por la hiedra. La hiedra es tan frondosa, y se ve
la encina tan arrugada y encogida, que a ratos parece que el ser de España está
en la trepadora, y no en el árbol (…) la revolución en España, allá en los
comienzos del siglo XVIII, ha de buscarse únicamente en nuestra admiración del
extranjero. No brotó de nuestro ser, sino de nuestro no ser”.
(RAMIRO
DE MAEZTU. Defensa de la Hispanidad)
Los
sucesos ocurridos los últimos meses en Argentina, a raíz de la plandemia, coronados ahora con la muerte
la semana que ha pasado del “máximo ídolo” de los argentinos (Diego Armando
Maradona), han puesto en evidencia que la situación de Argentina es tan
dramática que ésta se encamina hacia su disolución, tal vez hacia un lamentable
y triste final anunciado como el del ex crack
de la selección de fútbol argentino.
Ese
árbol asfixiado por la hiedra venenosa, que puede decirse de España como
incluso de la misma Iglesia católica, atrapada por la iglesia conciliar, puede
afirmarse de la Argentina. Su “no ser”, su voluntad de ser “otra”, comenzó tras
la caída de Rosas. Se continuó en el siglo XX con el liberalismo laicista
masónico, se acentuó con la demagogia clasista peronista, con la falaz “viveza
criolla”, y terminó de asentarse tras el “retorno de la democracia” en 1983,
luego de la caída en la guerra de Malvinas. “El régimen liberal –decía el Padre Castellani, en texto que
reproducimos en nuestro blog- no es entre
nosotros hoy día más que una enorme vanidad cubriendo una enorme podredumbre”.
La Argentina se muere sin la fe católica que le dio el ser. La muerte de
Maradona ha hecho salir a la luz que la barbarie progresista –proclamada en su
tiempo por el primer bárbaro ilustrado, Domingo Faustino Sarmiento-, llevada en
andas por la estulticia de un populacho sin Dios, está terminando de matar a la
Argentina. Mejor dicho: se está produciendo un irrefrenable suicidio colectivo.
Decimos irrefrenable porque la Iglesia jerárquica nativa ha apostatado, como su
Jefe hoy aposentado en Roma. Y el pueblo se ha vuelto masa. La inteligencia
argentina tenía el deber de pensar la patria, pero las luces se han ido
apagando. El nacionalismo argentino se reduce a expresiones aisladas y como
movimiento ha resultado un completo fracaso.
La
Argentina está siendo sofocada, mucho antes incluso de habérsele impuesto el
maldito bozal. La Argentina se muere como Maradona, pretendiendo seguir su vida
de juerga, despilfarro, vicios y adicciones (facilitados por la Sinagoga de
Satanás), lejos de toda virtud, reflexión o reconocimiento de cuál es su
enfermedad. “Aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada”.
Se
nos ocurren algunas pocas reflexiones, en medio del ruidoso naufragio de la
patria:
1)Dice la oración
colecta de la misa de San Silvestre, del día 26 de noviembre:
“Clementísimo Dios, que te dignaste llamar a
San Silvestre, Abad, cuando meditaba piadosamente en la vanidad del mundo, al
ver un sepulcro abierto, y que te dignaste además adornarlo con singulares
méritos de vida: te suplicamos humildemente que, con su ejemplo, despreciando
las cosas terrenas, disfrutemos de tu eterna compañía”.
Ese mismo día, teníamos
el contraste absoluto de estas palabras en una representación bárbara, grotesca
y violenta de la “masa popular” en Argentina. La greñuda muchedumbre, a la cual
le habían arrebatado al verdadero y único Dios, iba a llorar a su “dios”,
invitada por el tirano democrático de turno a la Casa de Gobierno. Allí se
produjo el descontrol inevitable. Nos preguntamos si a alguien –lejos de tal
ambiente tribunero y supersticioso- lo habrá hecho reflexionar el triste,
solitario y anunciado final de Diego Maradona, respecto de lo que trae consigo
la gloria del mundo. Aquel Santo arriba mencionado, reflexionó a la vista de un
sepulcro abierto. Hoy los hombres mantienen los féretros cerrados, no vaya a
ser que la imagen “victoriosa” del finado que se celebra –e incluso aplaude-
vaya a cambiar esas expectativas de no poder afrontar la realidad de la muerte,
cuando no se está preparado para aceptarla, al contemplar en verdad su rostro
vencido. Nadie reflexiona, el sentimentalismo lo anega todo. La Iglesia ya no predica
las verdades esenciales. Sólo pocos de sus miembros lo hacen: “Hay en el mundo dos ejércitos, dos
estandartes, el ejército de Nuestro Señor y el ejército del demonio. En el
estandarte del demonio está escrito “honras, placeres y riquezas”. En el estandarte
de Nuestro Señor está escrito: “pobreza, mortificación y humillaciones””
(Mons. Dom Tomás de Aquino, OSB)
2) Maradona había
muerto cuando dejó de jugar al fútbol, luego fueron veinte años de un alma en
pena, cayendo en inmoralidades, depravaciones, excesos y adicciones variadas, mientras
un círculo de aprovechados vivió de su fama y su fortuna. ¿Y ahora? Hasta
después de muerto se lo seguirá explotando, o seguirán tomándose fotos junto al
“ídolo” en el cajón (un “astro” que pidió ser embalsamado y exhibido, a Dios
gracias no será cumplido su último deseo, sin embargo una estatua suya será
erigida en el principal aeropuerto de Argentina), mientras todos se habrán
olvidado de rezar por su alma.
3)El sórdido
espectáculo no da para relatos misteriosos a lo “Ciudadano Kane”, donde una
enfermera pudo escuchar la última célebre palabra del desdichado magnate
Charles Foster Kane. En este caso una enfermera hizo un relato que luego dijo
la obligaron a decir, acerca de espurias idas y venidas de personajes que
habrían tenido o no contacto con el personaje fallecido antes de su muerte.
Aunque sí podamos pensar que, como el personaje de Orson Welles, el pobre Diego
habrá quizás balbuceado o tenido un pensamiento hacia lo más recóndito de su
infancia, de donde fue sacado para ser elevado hacia la cumbre del éxito
mundano, para terminar su vida en el mayor de los fracasos. Como Kane, el
personaje público terminó devorando al hombre.
4)Maradona fue también
presa fácil del progresismo izquierdista y aún del comunismo asesino
(casualmente murió en la misma fecha que Fidel Castro, al cual admiraba como
una suerte de “padre sustituto”, al igual que tantos ignorantes que prefieren
engañarse y ser engañados para continuar con su inmoral forma de vida, eso sí,
con “nobles ideales”). Maradona fue parte de la utopía que cada día cobra más
adeptos porque no tiene que afrontar la realidad, sino construirla a partir de
su desviada subjetividad.
Escrito hace diez años,
cuando el fracaso de Maradona director técnico en el Mundial de Sudáfrica:
“La utopía convoca a su favor los fueros de la
emoción y, consiguientemente, de la improvisación y de la
irresponsabilidad”, dice
Víctor Eduardo Ordóñez (“Izquierda y Utopía”, “Cabildo” Nº 15,
julio de 1974), lo cual vemos corroborado una vez más en esta campaña mediática
previa que se armó con respecto a la selección de fútbol y su utilización
política por parte del gobierno. Pero, desvinculado de la realidad de las
cosas, “se queda el utópico solo, encerrado en su vacío”, y
nos advierte el mismo autor: “esto no pasaría de una ingenuidad pero es
social y políticamente muy perjudicial cuando se transforma en fenómeno
colectivo e ideológico”, lo cual vemos es algo que, sin llegar a la
enunciación semántica de “utopía”, se respira entre nosotros a través del
sentimentalismo como coartada para tomar posiciones contra-natura suicidas muy
convenientes para los que quieren ver a nuestra patria del todo sometida al poder
de las tinieblas. En el país del tango (“un sentimiento triste que se baila”) y
del fútbol (“pasión de multitudes”), la democracia que ha llegado al fútbol
(puesto que se ha designado director técnico no al más capacitado y meritorio
para el cargo sino al que las masas querían y ovacionaban, eso en la mirada
torva y vil de los políticos que maniobraron para su nombramiento: Kirchner y
Grondona), la democracia que funciona en base al sentimentalismo suscitado
publicitariamente, a los plebiscitos de los corazones enmugrecidos antes que de
las mentes despejadas, y a la igualdad que promueve el “matrimonio homosexual”,
pues esa democracia termina de esa misma lacerante manera en que se ha
terminado la “ilusión mundialista”.
“Mientras el torbellino del sinsentido amenaza con
arrastrarlo todo hacia la cloaca donde las ilusiones desembocan podridas de
sentimentalismo, no-discriminaciones y derechos-humanos, es deber de la hora
afirmar la inteligencia en la firmeza de la Verdad. Porque es tiempo de creer
antes que de ver, y sólo el pensamiento afirmado en el ser será
capaz de saber dar la batalla, sea la pequeña de un juego que recrea el lúdico
sentido comunitario del hombre, sea la gran batalla metafísica donde al alma
sola le toca resistir contra poderes que parecen cubrir el cielo, confiados en
la dirección, el estímulo y la ayuda del mejor director técnico, ese en el que
nadie piensa de veras sino para ofenderlo: el buen Dios”.
(http://elblogdecabildo.blogspot.com/2010/07/ensayo.html)
Hoy vuelve a estallar, luego del encierro
“pandémico”, el sentimentalismo exacerbado de los argentinos, huero de toda
reflexión.
5)Los progres e izquierdistas de toda laya rinden su
homenaje al gran “revolucionario” (supermillonario, por supuesto). Uno de estos
miembros de la prensa –sin la cual Maradona no hubiese sido lo que fue- lo
elogia en términos filosóficos:
“Basta también con pensar la
intensa vida de Maradona para dar cuenta de aquella antigua sentencia
heraclitea: “no veo más que devenir” y que luego Nietzsche completó en su Genealogía de la Moral: “no hay ser
detrás del hacer, del actuar, del devenir”. Porque Maradona fue ese niño eterno
que, por el mero placer de la existencia, construye para inmediatamente
destruir castillos en la arena. Fue, como diría Heidegger, voluntad de poder, y
un maestro en esto de emplear la fuerza como instinto creador. Maradona opuso
así su arte, pagano sí, embriagado, como no podría haber sido de otra manera,
frente a otras tantas formas de la existencia que deprimen fisiológicamente: la
moral, la ciencia, la religión, la política.
A su modo, acaso como pudo, a los
empellones, Maradona fue plenamente consciente de esa necesidad del arte para
el común de los mortales. Y nos dio lo mejor de sí, de sus bondades y de sus
manías. Y por eso fue artista, sobre todas las cosas: creador de jugadas
indelebles, de alegrías dionisíacas, de frases y sentencias tan vigorosas y
explosivas como su propia gambeta. Genio del fútbol y del engaño, Maradona nos
regaló todo tipo de ilusiones, ficciones que fueron, son y serán, condición
fundamental de nuestras vidas. Lo agradecemos profundamente.
Como la rosa nietzcheana, Maradona
no sólo nos mostró el esplendor de su gloria, sino que también dio cuenta de
que para que ésta fuera posible había que atravesar un tallo espinoso. “No hay
superficie bella que no esconda una profundidad horrible”, decía el filósofo de
Basilea. Maradona fue también un hombre trágico, y como él todos y todas los
somos a nuestro modo, en nuestra propia medida.
“A
veces me agarran bajones, pero pongo El Chavo y se me pasa todo”. Esa es la frase de Maradona que
elijo, que vuelvo a elegir cada año. Esa es la frase con la que Maradona, el
nuestro, el Pelusa, nos advirtió sobre su propia necesidad de arte, de ficción,
de ilusión, para convertir la náusea en un estimulante para la vida.”
( https://www.pagina12.com.ar/308227-maradona-y-la-filosofia)
Nihilismo
puro, que se olvida del hombre, pues se olvida de su alma. Si Dios no existe –y
para esta gente pervertida no existe-, nada tiene sentido, como decía Gómez
Dávila. Y entonces todo vale. Sin embargo, esa frase citada de Maradona no deja
de ser una chispa de simpatía que –salvo para un niño- demostró ser finalmente
falsa. Si Maradona hubiese logrado la felicidad o la paz en su vida, no habría
necesitado buscarla en la droga, el sexo, el alcohol, el dinero, el poder, la
fama, etc. que se volvieron una adicción. Su insaciable entrega al desenfreno,
muestran que nada de todo ello que tuvo lo colmó. Y los aplaudidores a su
alrededor, han sido sus cómplices en el camino hacia la mala muerte. Y todos
siguen por la misma infernal vía. Esta gente glorifica a Maradona no por sus
virtudes futbolísticas (no decimos deportivas porque ahí también fracasó, a
partir de su caída en la adicción), sino por sus irresponsabilidades, que les
permite identificarse con sus propias rebeldías. Pero, como escribió un
periodista, “No puedo glorificar a Maradona como referente de la Argentina,
porque al hacerlo, ensucio la gloria de nuestro país. Es fundamental
que recuperemos los valores perdidos (esos que Maradona extravió)”.
6)Maradona,
como casi todos los argentinos de niños, recibió el Bautismo católico (¡hasta
el célebre comunista Che Guevara fue bautizado!). También como la mayoría de
los casados, pasó por la Iglesia para dar el “sí, quiero”. Y como la mayoría,
vivió como un pagano, un ateo, un liberal, o un anticristiano. Esas ceremonias
no pasaron de ser reuniones sociales y medios de aceptación pública y formal de
ser “como todos”, y brindar una excusa para poder luego dar una gran fiesta
mundana, que más tarde terminó en divorcio y escándalo (todo en esta gente
termina en escándalo). Y aquí no puede dejar de señalarse la tremenda
responsabilidad que le cabe a la Iglesia argentina (que desde hace más de cien
años tiene más de liberal que de católica) en su falta de enseñanza de la
doctrina a aquellos a quienes recibía como sus hijos. Porque en definitiva, la
Iglesia jerárquica argentina nunca se ocupó sino de fijarse en el número de
fieles que tenía, y no en la calidad de los mismos. Dejó de lado su mayor deber
que era enseñar la verdad, para impartir “ceremonias mágicas” y
“respetabilidad”. Pero, como señala Mons. Straubinger, “la libertad de los
hijos de Dios es la buena doctrina” y “la vida eterna es conocimiento”. ¡Qué
terrible responsabilidad les cabe sobre todo a los obispos, por haber omitido
este su gran deber de enseñar y hacer enseñar la verdad que salva! ¡Cuántas
almas se habrán perdido, por el abandono en que la Iglesia, que debió guiar y
corregir a sus hijos, los sumió!
“Lo
primero que le interesa a Cristo es la predicación del Evangelio: hasta el
milagro viene después de eso. Aquí en Buenos Aires me parece ver –y ojalá me
equivoque- un fenómeno monstruoso: el único lazo religioso que une a los fieles
con la jerarquía y da a la jerarquía su razón de ser, que es la predicación, no
existe; o digamos, más moderadamente, como si no existiera.
“Id y enseñad a todas las gentes”. “En
las parroquias no se enseña nada, ni en las “cátedras” de las Catedrales. ¿Qué
es una gran parroquia de Buenos Aires? Ciertamente no es una parroquia
medioeval, un núcleo de gente unida por la fe, que se conoce, conoce al Pastor,
y es conocida por él: “mis ovejas me
conocen y yo las conozco”, dice Cristo. Hablando breve y mal, una parroquia
de Buenos Aires es un gran edificio donde concurren masas desconocidas a
comprar “sacramentos” que para muchos, que no tienen fe sobrenatural sino
simple superstición –justamente por falta de enseñanza-, no son sacramentos,
sino ceremonias mágicas. Hay excepciones. Hablo en general.” (P. Castellani,
Domingo vigesimotercero después de Pentecostés, El Evangelio de Jesucristo).
La
tragedia de Argentina es la de su Iglesia. Nosotros procuremos salvar nuestras
almas y todas las que están a nuestro alcance. Si acaso la vera argentinidad
pueda ser salvada, con nuestra propia salvación lo será. La idea de la patria
no se mancha.
Flavio
Mateos