“¡Salvemos
a nuestros niños de la dictadura de la salud!
¡Salvemos
a Italia de la feroz tiranía globalista!”
Admirados
Señores y queridísimas Madres:
Recibí
su amable correo electrónico, en el que me informan sobre la iniciativa
prevista para el próximo 5 de septiembre, cuyo propósito es la protección de la
salud física, moral y espiritual de sus hijos. En respuesta a ustedes, me
dirijo a todas las madres de Italia.
La
manifestación que ustedes promueven tiene la intención de reunir a la
disidencia ciudadana y en particular a la de los padres de familia,
frente a las normas que el Gobierno -abusando de su poder y de cara al nuevo
curso escolar- se dispone a dictar. Estas normas tendrán repercusiones muy
graves en la salud y en el equilibrio psicofísico de los alumnos, como -de
manera acertada- ya lo han destacado expertos autorizados.
En
primer lugar, debe ser denunciado el intento sistemático de demoler a la
familia, que es la célula de la sociedad, así como la multiplicación de los
feroces ataques no solo en contra de la unión conyugal que Cristo elevó a nivel
Sacramento, sino también en contra de su propia esencia, es decir, el hecho de
que el matrimonio por su naturaleza, está formado por un hombre y una mujer, a
través de un vínculo indisoluble de fidelidad y ayuda recíprocas.
La
presencia de un padre y de una madre es fundamental en el crecimiento de los
niños, los cuales necesitan de una figura masculina y de una figura femenina
como referente para su desarrollo integral y armónico. Tampoco podemos
permitir que los niños, en la delicadísima fase de su niñez y adolescencia,
sean utilizados para reclamos ideológicos que dañen gravemente su equilibrio psicofísico
por parte de aquellos que con su propio comportamiento rebelde, rechazan la
propia noción de la naturaleza. Se puede comprender fácilmente, cuál
puede ser el impacto de la destrucción de la familia en el consorcio civil:
todos tenemos frente a nuestros ojos los resultados de décadas de políticas
desafortunadas que nos han llevado de manera inevitable a la disolución de la
sociedad.
Estas
políticas, inspiradas en principios que contradicen tanto a la Ley natural
inscripta en el hombre por el Creador, en cuanto Ley positiva que Dios le dio
en los Mandamientos, vienen a dar el consentimiento para que los niños
sean puestos a merced del capricho de los individuos, y que la sacralidad de la
vida y de la concepción, sean incluso objeto de comercio, humillando con
ello a la maternidad y a la dignidad de la mujer. Los hijos no pueden ser
comisionados a yeguas, a cambio de una tarifa, todas vez que ellos son el fruto
de un amor que la Providencia ha establecido, por lo tanto deben permanecer siempre
y en todo caso, dentro del orden natural.
Los
padres de familia tienen tanto la responsabilidad como el derecho primordial e
inalienable, de la educación de sus hijos: el Estado no puede arrogarse este
derecho y mucho menos corromper a sus hijos y adoctrinarlos con los perversos
principios que al día de hoy se encuentran tan difundidos. Queridas
Madres, no olviden que este es el sello distintivo de los regímenes
totalitarios, y no de una nación civil y cristiana. Por lo tanto es su deber
levantar la voz para que estas tentativas de arrancarles a ustedes la educación
de sus hijos, sean denunciadas y rechazadas con fuerza, porque muy poco podrán
hacer por ellos, cuando vuestra Fe, vuestras ideas y vuestra cultura sean
juzgadas como incompatibles con las de un Estado impío y materialista. Y no se
trata solamente de imponerles una vacuna a sus niños y jóvenes, sino además de
corromper sus almas por medio de doctrinas perversas, con la ideología de
género, con la aceptación del vicio y de la práctica de conductas pecaminosas.
Ninguna ley puede jamás convertir legítimamente en un crimen, a la afirmación
de la verdad, porque la máxima autoridad proviene de Dios, quien es la Verdad
más elevada en Sí misma. El testimonio heroico de los Mártires y Santos fue la
respuesta a la opresión de los tiranos: ¡Hoy también ustedes [como
ellos], son valientes testigos de Cristo, contra un mundo que quiere someternos
a las fuerzas desatadas del Infierno!
Otro
aspecto crucial en esta batalla por la familia, es la defensa de la vida desde
la concepción hasta la muerte natural. El crimen del aborto, que ha cobrado
millones de víctimas inocentes y que clama venganza al Cielo, hoy es
considerado como una prestación sanitaria normal, y precisamente en estos días
el Gobierno ha autorizado el uso generalizado de la píldora abortiva,
incentivando con ello, un crimen abominable, al mismo tiempo que se calla ante
las terribles consecuencias que esto trae a la salud psicofísica de la
madre. Si reparamos en el hecho de que durante el confinamiento se
suspendieron todos los tratamientos a los enfermos, pero que los abortos
continuaron, comprenderemos bien, cuáles son las prioridades de quienes nos
gobiernan: ¡La cultura de la muerte!
¿Qué
clase de progreso se puede invocar cuando la sociedad mata a sus propios hijos,
cuando la maternidad es horriblemente violada, en nombre de una elección que no
puede ser gratuita, ya que involucra a una vida inocente y viola a un
Mandamiento de Dios? ¿Qué prosperidad puede esperar nuestra Patria, qué
bendiciones de Dios, si se hacen sacrificios humanos en sus clínicas, como en
los tiempos de la barbarie más sangrienta?
La
idea de que los niños son propiedad del Estado, es repugnante para toda persona
humana. En el orden social cristiano, la autoridad civil ejerce su poder para
garantizarle a los ciudadanos que el bienestar natural esté ordenado hacia el
bien espiritual. El bien común, perseguido por el Estado en las cosas
temporales, tiene un objeto bien definido que no puede ni debe estar en
conflicto con la Ley de Dios, que es el Supremo Legislador. Siempre que el Estado viole esta Ley eterna
e inmutable, su autoridad falla y los ciudadanos deben negarse a obedecerla.
Esto ciertamente se aplica a la odiosa ley del aborto, pero también debe
aplicarse a otros casos en los que el abuso de autoridad se refiere a la
imposición de vacunas, cuya peligrosidad se desconoce o que por su propia
composición, implica problemas éticos. Me refiero, por ejemplo, al caso en el
que una vacuna contenga material fetal de bebés abortados.
Pero
también hay otros aspectos inquietantes además de los ya contemplados, que
conciernen no solo a los contenidos de la educación, sino también a los métodos
de participación en las clases, tales como el distanciamiento social, el uso de
cubrebocas, así como otras formas de supuesta prevención del contagio, dentro
de las aulas y en los entornos escolares, los cuales causarán graves daños, al
equilibrio psicofísico de niños y jóvenes, comprometiendo las habilidades de
aprendizaje, las relaciones interpersonales entre alumnos y profesores, y que
los reducirán a autómatas a los que se les ordena no solo qué pensar, sino
también cómo moverse y cómo respirar.
Pareciera
que la misma noción de sentido común que debería supervisar decisiones llenas
de consecuencias en la vida social, se ha perdido, y también pareciera
presagiar un mundo inhumano en el que a los padres les serán robados sus hijos,
si se los considera positivos al virus de la gripe, [un mundo] con protocolos
de tratamiento de salud obligatorios, aplicados en las dictaduras más
feroces. También es muy desconcertante saber que la OMS ha elegido a Mario
Monti como Presidente de la Comisión Europea para la Salud y el Desarrollo,
quien se destacara por las medidas draconianas en contra de Italia, entre las
que no debe olvidarse la drástica reducción de fondos públicos para el sector
hospitalario.
Estas
perplejidades se ven confirmadas por la pertenencia de este personaje, a
organismos supranacionales como la Comisión Trilateral y el Club Bilderberg,
cuyos fines contrastan claramente con los valores inalienables amparados por la
propia Constitución, vinculantes para el Gobierno. Esta mezcla de intereses
privados en los asuntos públicos y que está inspirada en los dictados del
pensamiento masónico y globalista, debe ser objeto de una enérgica denuncia por
parte de los representantes de la ciudadanía, así como de quienes ven usurpados
sus legítimos poderes, por una élite que nunca ha ocultado sus intenciones.
No
debemos perder de vista un elemento fundamental: la búsqueda de fines perversos
de orientación ideológica, invariablemente va acompañada -como una vía paralela-
de un interés de carácter económico. Es fácil estar de acuerdo en que no
hay lucro en la donación voluntaria del cordón umbilical, como tampoco lo hay
en la donación de plasma hiperinmune para el tratamiento del Covid; y
viceversa, es extremadamente rentable para las clínicas abortistas, proveer
tejidos fetales y para las empresas farmacéuticas producir anticuerpos
monoclonales o plasma artificial. Por lo tanto, no es de extrañar, que en una
lógica del mero lucro, las soluciones más razonables y éticamente sostenibles
sean objeto de una deliberada campaña de descrédito: hemos escuchado a los
autodenominados expertos, promover tratamientos ofrecidos precisamente por
empresas en las que ellos mismos -en claro conflicto de intereses- tienen
acciones o son consultores bien remunerados por ellas.
Dicho
esto, es necesario comprender si la
solución de la vacuna, siempre representa la respuesta sanitaria adecuada a un
virus: por ejemplo, en el caso del Covid, muchos exponentes de la comunidad
científica coinciden en que es más útil desarrollar la inmunidad natural, en
lugar de inocular el virus despotenciado. Pero incluso en este caso, como
sabemos, la inmunidad de rebaño se consigue sin costo alguno, mientras que las
campañas de vacunación implican grandes inversiones y garantizan ganancias
igualmente elevadas, para quienes las patentan y producen. Y también debe
comprobarse -pero en esto los expertos seguramente podrán expresarse con mayor
competencia- si es posible producir una vacuna para un virus que según los
protocolos de la Medicina basada en la Ciencia, parece no haber sido aislado
todavía. También hay que saber cuáles pueden ser las consecuencias del uso de
vacunas de nueva generación, genéticamente modificadas.
La Sanidad mundial, piloteada por la OMS se ha
convertido en una auténtica multinacional que tiene como finalidad el beneficio
de los accionistas (empresas farmacéuticas y las denominadas fundaciones
filantrópicas) y el medio para conseguirlo es la transformación de los
ciudadanos en enfermos crónicos.
Y es evidente: las empresas farmacéuticas quieren ganar dinero vendiendo
medicamentos y vacunas. Si la eliminación de enfermedades y la producción
de medicamentos efectivos conduce a una reducción en el número de pacientes y
por lo tanto en las ganancias, al menos será lógico esperar que los
medicamentos sean ineficaces y que las vacunas sean herramientas que sirvan más
para propagar enfermedades, que para erradicarlas. Y eso es realmente lo que
sucede. ¿Cómo pensar que se promueve la búsqueda de curas y terapias, si
quienes las financian se benefician de manera desproporcionada, por medio de la
persistencia de las patologías?
Puede parecer difícil convencerse de que quienes
deben garantizar la salud quieran asegurar la continuación de las enfermedades:
tal cinismo -con toda razón- repele a quienes son ajenos a la mentalidad que se
ha instaurado en el sector de la Sanidad. Sin embargo, esto es lo que está
sucediendo ante nuestros ojos y no solo involucra a la emergencia del Covid y a
las vacunas -en particular las vacunas contra la influenza, que se
generalizaron en el año 2019, justamente en aquellas áreas en las que el Covid
ha cobrado el mayor número de víctimas-. También involucra a todos los
tratamientos, terapias, partos y asistencia a los enfermos. Este cinismo, que
asquea al código ético, ve en cada uno de nosotros a una fuente de ingresos, en
lugar de ver en cada paciente el rostro de Cristo sufriente. Por lo tanto, apelamos a los muchos médicos
católicos y médicos de buena voluntad, para que no traicionen el juramento
hipocrático ni el corazón mismo de su profesión, la cual está hecha de
misericordia y compasión, de amor por los que sufren y de ayuda desinteresada a
los más débiles, recordando las palabras de Nuestro Señor: “Siempre que hacías
esto a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacías” (Mt 25, 40)
La
Iglesia Católica, especialmente en las últimas décadas, ha podido intervenir
con autoridad en este debate, también gracias a la Pontificia Academia para la
Vida, fundada por Juan Pablo II. Sus integrantes, hasta hace algunos años daban
indicios de carácter médico-científico, que no entraban en conflicto con los
inviolables principios morales de todo católico.
Pero
al igual que en la sociedad civil, que hemos atestiguado una pérdida progresiva
de la responsabilidad de los individuos y de los gobernantes en las diversas
esferas de la vida pública, que incluyen a la atención de la salud, en la
“iglesia de la misericordia” nacida en el año 2013, se prefirió adecuar el
compromiso de los Dicasterios Pontificios y la Academia para la Vida a una
visión líquida, diría perversa, ya que niega la verdad y abraza las exigencias
del ambientalismo, con fuertes connotaciones del malthusianismo. La lucha
contra el aborto, que se opone a la desnaturalización pretendida por el Nuevo
Orden Mundial, ya no es una prioridad para muchos Pastores. Durante las
manifestaciones Provida, como las que se llevaron a cabo en Roma en los últimos
años, ¡el silencio y la ausencia de la Santa Sede y de la Jerarquía, fueron
vergonzosos!
Obviamente,
los principios morales en los que están fundamentadas las reglas que norman el
campo médico siguen siendo válidos siempre, y no podría ser de otra manera. La
Iglesia es la guardiana de la Enseñanza de Cristo y no tiene autoridad para
modificarla o adaptarla a nuestro gusto. Sin embargo, está el desconcierto al
presenciar el silencio de Roma, que parece tener más en cuenta los métodos de
separación de desperdicios -hasta el punto de escribir una Encíclica-, que la
vida de los no nacidos, la salud de los más débiles y la asistencia a los
enfermos terminales. Este es sólo un
aspecto de un problema mucho mayor, de una crisis mucho más grave, que como he
dicho varias veces, se remonta al momento en que la parte desviada de la
Iglesia, con lo que una vez fue la Compañía de Jesús a la cabeza, ha tomado el
poder haciéndose esclava de la mentalidad del mundo.
Considerando
la nueva orientación de la Pontificia Academia para la Vida (cuya presidencia
ha sido confiada a un personaje reconocido por haber dado lo mejor de sí mismo
cuando era Obispo de Terni), no podemos esperar ninguna condena de quienes
utilizan tejidos fetales de niños que fueron voluntariamente abortados. De
hecho, sus miembros esperan la vacunación masiva y la Fraternidad Universal del
Nuevo Orden Mundial, contradiciendo con ello, pronunciamientos previos de la
propia Academia Pontificia [1]. A esta malformada ola, en días recientes se le
ha sumado la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales [2] que por un
lado ha reconocido que “la Iglesia está en contra de la producción de
vacunas que utilicen tejidos derivados de fetos abortados y reconocemos
la incomodidad que sienten muchos católicos cuando se enfrentan a la decisión
de no vacunar a su hijo o de figurar como cómplices del aborto”, y
sin embargo, luego en una muy grave contradicción con los principios
irreformables dictados por la moral católica [3], [la misma Conferencia] afirmó
que “la Iglesia enseña la importancia fundamental de la salud de un niño y
de otras personas vulnerables, podría permitir a los padres utilizar una vacuna
que en el pasado ha sido desarrollada utilizando estas líneas celulares
diploides“. Esta afirmación carece de autoridad doctrinal y más bien se
alinea con la ideología dominante promovida por la OMS, cuyo principal
patrocinador es Bill Gates así como las empresas farmacéuticas.
Desde un punto de vista moral, para todo católico
que pretenda permanecer fiel a su Bautismo, es absolutamente inadmisible
aceptar una vacuna que en su proceso de producción utilice materiales de fetos
humanos: el Obispo estadounidense
Joseph E. Strickland también lo reiteró con autoridad en su Carta Pastoral del
pasado 27 de abril [4], así como en uno de sus tuits del pasado 1 de agosto
[5].
Por lo tanto, debemos rezar al Señor para que le dé
voz a los Pastores, con el fin de crear un frente unido que se oponga al poder
excesivo de la élite globalista que quiere subyugarnos a todos. Hay
que recordar que mientras las farmacéuticas únicamente avanzan por la senda del
interés económico, en lo ideológico operan personajes que aprovechando la
oportunidad de la vacuna, también quieren implantar dispositivos de
identificación de personas, y que estas nanotecnologías -me refiero al proyecto
ID2020, puntos cuánticos y otros análogos- estén patentadas por los mismos
individuos que han patentado los virus así como su vacuna. Además en un
delirio de omnipotencia que hasta ayer podría haber sido descartado como una
perorata más de los teóricos de la conspiración, pero que hoy ya se ha
iniciado en algunos países, como Suecia y Alemania, se ha patentado un proyecto
de criptomonedas para permitir no solo la identificación sanitaria, sino
también la identificación personal y bancaria. Estamos viendo tomar forma ante nuestros ojos a las palabras de San
Juan: “Se aseguró de que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y
esclavos, recibieran una marca en la mano derecha y en la frente; y que nadie
pudiera comprar ni vender sin tener dicha marca“(Ap. 13, 16-17).
Dada
la gravedad de la situación, también debemos pronunciarnos sobre estos
aspectos: no podemos quedarnos callados, en caso de que la Autoridad pública
hiciera obligatorias vacunas que planteen serios problemas éticos o morales o
que más prosaicamente, no garanticen la obtención de los efectos previstos y
que se limitan prometer beneficios que desde un punto de vista científico, son
absolutamente cuestionables. ¡Que ante este ataque sistemático contra Dios y el
hombre, los Pastores de la Iglesia, finalmente, alcen la voz para defender al
rebaño que les ha sido confiado!
No
olviden, queridas Madres, que se trata
de una batalla espiritual -de hecho es una guerra- en la que poderes que nadie
ha elegido jamás, y que no tienen otra autoridad que la fuerza y la
imposición violenta de su voluntad, intentan demoler todo eso que evoca, aunque
sea remotamente, la Paternidad Divina de Dios sobre Sus hijos, el Reinado de
Cristo sobre la sociedad y la Maternidad Virginal de María Santísima. Por eso
odian mencionar las palabras padre y madre. Para ello quieren una sociedad
irreligiosa y rebelde a la Ley de Dios. Por eso promueven el vicio y detestan
la virtud. Para ello quieren corromper a los niños y a los jóvenes, asegurando
huestes de siervos obedientes para el futuro cercano, en el que se cancela el
Nombre de Dios y se blasfema el Sacrificio Redentor de Su Hijo en la Cruz, una
Cruz que quieren desterrar porque le recuerda al hombre que el propósito de su
vida es la Gloria de Dios, la obediencia a Sus Mandamientos y el ejercicio de
la Caridad fraterna: no el placer, no la exaltación propia, no el arrogante
abrumador de los débiles.
La inocencia de los niños y su recurso de
confiárselos a María Santísima, la Madre Celestial, pueden realmente salvar al
mundo: por eso el Enemigo pretende corromperlos, alejarlos del Señor e insinuar
en ellos la semilla del mal y del pecado.
Queridas
Madres, nunca falten a su deber de proteger a sus hijos no solo en el orden
material, sino también -mucho más importante- en el orden espiritual. Cultiven
en ellos la vida de la Gracia, con la oración constante, especialmente a través
del rezo del Santo Rosario; con la penitencia y el ayuno; con la práctica de
Obras de Misericordia Corporales y Espirituales; con la asidua y devota frecuencia
de los Sacramentos y de la Santa Misa. Aliméntenlos con el Pan de los Ángeles,
verdadero alimento para la Vida Eterna y para la defensa de los ataques del
Maligno. Mañana serán ciudadanos honestos, padres responsables y protagonistas
de la restauración de la sociedad cristiana que el mundo quisiera borrar. Y recen ustedes también, porque la oración
es un arma terrible, una verdadera vacuna infalible contra la dictadura
perversa que se nos va a imponer.
La
ocasión me es grata para asegurarles mis oraciones y para impartirles mi
Bendición a ustedes, queridas Madres y a sus hijos, y a todos los que luchan
por salvar a nuestros hijos y a cada uno de nosotros, de esta feroz tiranía
globalista que está golpeando a nuestra querida Italia.
+
Carlo Maria Viganò, Arzobispo
15
de agosto del 2020.
Asunción
de la Santísima Virgen María.
__________
[1]
Cfr. Pontificia Accademia per la Vita, Nota circa l’uso dei vaccini, 31 Luglio
2017: http://www.academyforlife.va/content/pav/it/the-academy/activity-academy/note-vaccini.html
[2]
Cfr. Conferenza Episcopale dell’Inghilterra e del Galles, The Catholic position
on vaccination, https://www.cbcew.org.uk/wp-content/uploads/sites/3/2020/03/catholic-position-on-
vaccination-290720.pdf
[3]
Cfr. Pontificia Accademia per la Vita, Riflessioni morali circa i vaccini
preparati a partire da cellule provenienti da feti umani abortiti, 5 Giugno
2005:
https://www.amicidilazzaro.it/index.php/riflessioni-morali-circa-i-vaccini-preparati-a-partire- da-cellule-provenienti-da-feti-umani-abortiti/
https://www.amicidilazzaro.it/index.php/riflessioni-morali-circa-i-vaccini-preparati-a-partire- da-cellule-provenienti-da-feti-umani-abortiti/
[4] Mons. Joseph E. Strickland, Pastoral Letter
from Bishop Joseph E. Strickland On the Ethical Development of COVID-19
Vaccine, 23 Aprile 2020:
https://stphilipinstitute.org/2020/04/27/pastoral-letter-from-bishop-joseph-e-strickland-on-the- ethical-development-of-covid-19-vaccine/
https://stphilipinstitute.org/2020/04/27/pastoral-letter-from-bishop-joseph-e-strickland-on-the- ethical-development-of-covid-19-vaccine/
[5] “I renew my call that we reject any vaccine
that is developed using aborted children. Even if it originated decades ago it
still means a child’s life was ended before it was born & then their body
was used as spare parts. We will never end abortion if we do not END THIS
EVIL!”