MAMARRACHADA
Francisco pone a prueba
nuestra paciencia, cansando ya con su “humilditis” y su exhibicionismo
pobrista: el domingo 3 de mayo se presentó en una parroquia “periférica” de
Ostia con una sotana prolija y deliberadamente raída.
No es creíble que en apenas dos años se la haya desgastado tanto y tampoco es
creíble que tenga una sola sotana. Es simplemente otra de sus grotescas
artimañas demagógicas para conseguir la jefatura espiritual de los “pobres” del
mundo. (¿Pronto tendremos que rezar las “Letanías de los Pordioseros”?)
Frente
a tal mamarrachada, bueno es acudir a Santo Tomás y a su Suma:
-“ el fin de la vanagloria es la manifestación de la propia
excelencia… a lo cual puede el hombre tender de dos modos: primero, directamente, ya por
palabras, y así tenemos la jactancia, ya por hechos, y entonces, si son
verdaderos y dignos de alguna admiración, tenemos el afán de novedades, que los
hombres suelen especialmente admirar, y si son ficticios, la hipocresía”. (II-IIae – Cuestión 132)
-“…la humildad, en cuanto virtud, lleva consigo cierto laudable
rebajamiento de sí mismo. Esto se hace, a veces, sólo con signos externos y es fingido,
constituyendo la falsa humildad, de la cual dice San Agustín, en una carta, que
es gran soberbia, porque parece que busca la excelencia de la gloria”. (II-IIae – Cuestión 161)
-“Andrónico asigna tres virtudes al ornato externo. La primera es la humildad, que
excluye la intención de vanagloria. Por eso dice que la humildad no se
excede en gastos ni en preparativos. La segunda consiste en
contentarse con poco, que excluye la intención de regalo. Y dice: El contentarse con poco es el
hábito por el que nos contentamos con lo conveniente, y que señala lo que
necesitamos para vivir (según lo que dice el Apóstol en 1 Tim: Teniendo
alimento y con qué vivir, estemos satisfechos). La tercera es la sencillez que excluye la excesiva solicitud,
diciendo que la sencillez es el hábito por el que recibimos las cosas tal como
vienen.
El desorden por defecto puede
ser, también, doble, según el afecto. Primero, por negligencia del hombre, que
no pone el cuidado y empeño necesario en usar el ornato externo conveniente. Al
respecto, dice el Filósofo, en VII Ethic., que es molicie el dejar que el
vestido arrastre por tierra sin levantarlo. En segundo lugar, cuando se ordena
a la vanagloria el mismo defecto en el ornato exterior. De ello dice San Agustín, en De Serm. Dom. in Monte: No sólo en el esplendor y pompa
corporal, sino en los vestidos más viles y degradantes, se puede buscar
vanidad. Y este segundo defecto es más peligroso por presentarse con capa de
virtud. Y el Filósofo dice, en IV Ethic., que tanto la superabundancia como
la deficiencia desordenada pertenecen al mismo género de jactancia”.(II-IIae
– Cuestión 169)
Pero
si Tomás fue lo que fue y escribió lo que escribió es porque siempre pedía:
“Hacedme, oh Jesús,
amor mío y mi vida, obediente sin contradicción, pobre sin rebajamiento, casto sin corrupción, paciente sin
disipación, maduro sin pesadumbre, diligente sin inconstancia, temeroso de Vos
sin desesperación, veraz sin doblez; haced que practique el bien sin
presunción, que corrija al prójimo sin soberbia, que le
edifique con palabras y obras sin fingimientos. Dadme, dulcísimo Dios mío, un corazón
velador, que ningún pensamiento lo aparte de vos; un corazón noble, que ningún
bajo deseo lo cautive; un
corazón valeroso, que ningún trabajo lo quebrante; un corazón libre, que ningún
poder lo fuerce, y un corazón derecho, que ninguna mala intención lo pueda doblar”.(La
oración es del mismo santo. Texto completo en
La plegaria es
hermosísima y la deberíamos rezar todos los días. Y me permito recomendársela
al mismo Papa Francisco.