ORDEN DE SANTA MARÍA
OBSERVANCIA DE LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y
MARÍA
Maestrazgo de la Orden
Circular General n° 04.191 23 de julio de 2017
Aplicación de la Declaración del
Capítulo General
Según sus Constituciones, la
Orden continuará « apelando al ministerio del clero que permaneció fiel »,
es decir, no aliado oficialmente a la jerarquía neo-modernista y dejará de
recurrir a una FSSPX que se sometiera a la jerarquía conciliar y abandonara la
noción de « estado de necesidad ».
En cuanto a los miembros
individualmente, deberán dar muestras a una de determinación para atenerse, en
la medida de lo posible, a las mismas normas, evitando las excusas y soluciones
fáciles; y de de la prudencia necesaria, teniendo, por ejemplo, en cuenta las
circunstancias particulares de los países y regiones donde viven si no pueden
ser asistidos por los sacerdotes que deseamos, incluso para los bautismos,
matrimonios y entierros. Si están casados, deberán tomar las decisiones que se
impongan con su esposa, teniendo en especial atención a sus hijos, sobre todo
si son ya grandes. Para los matrimonios, acudirán a sacerdotes que actúen, como
hasta ahora, en virtud de la jurisdicción de suplencia, rechazando recurrir al
Ordinario del lugar.
Es de ese mismo tacto que hemos
querido dar muestras guiando, en un período de cerca de 20 años, a la mayor
parte de nuestros hermanos a comprender las crisis que se sucedieron en el
interior mismo de la Tradición y de la Fraternidad San Pío X, saldadas por
partidas numerosas – y a menudo grupales – de profesores y seminaristas de
Ecône, Argentina y Estados Unidos, o de sacerdotes de diferentes regiones;
crisis seguidas, después de las consagraciones de 1988, por la disidencia de la
Fraternidad San Pedro, el abandono del Barroux o del Oasis, la rendición pura y
simple de los sacerdotes de Campos y de los Redentoristas, la constitución y
quiebra de la Fraternidad San Juan o la creación del Instituto del Buen Pastor.
Es en estas circunstancias que,
sobre todo desde 1998, la Orden, restaurada nueve años antes en la Tradición,
quiso hacer tomar conciencia a sus miembros de los peligros que se suceden,
viniendo no sólo del exterior, sino a menudo de los cómplices liberales en las
mismas filas de la Tradición, iluminación dada durante los capítulos, en
circulares (la primera de este tipo el 21 de febrero de 1999) y gracias a la
formación por manuales, síntesis y antologías de citas de papas, obispos, y de
Mons. Lefebvre en particular. La crisis tomó mayor amplitud en 2012, al hacerse
manifiesto que el peligro no venía sólo del interior de la FSSPX, sino de sus
mismos superiores.
A lo largo de estas diversas
batallas, la Orden en conjunto permaneció muy unida, pero perdió en cada una
algunos miembros, que partieron por conveniencias personales o por hartazgo,
usando incluso a veces esas situaciones delicadas como pretexto para abandonar
el combate. La Regla insiste, sin embargo: « Recuérdese siempre que la Orden no
es una reunión fortuita de individuos persiguiendo cada cual su objetivo
particular, ni un círculo intelectual y mundano, sino un cuerpo orgánico
constituido de miembros unidos en la vida y la muerte, en el amor y servicio de
las mismas grandes realidades. » (II, 1)
Tendrán presentes los hermanos
deseosos de permanecer fieles a su vocación y compromiso estas advertencias de
Mons. Lefebvre, permaneciendo separados en lo posible de los « ralliés
» (incluyendo a la FSSPX, llegado el caso) y los sedevacantistas (o
cripto-sedevacantistas del tipo no una cum [*]).
En sus últimos meses de vida,
declaraba él muy pertinentemente: « Dicen: la misa está bien, vamos.
Sí, está la misa, que está bien, pero también está el sermón, el ambiente, las
conversaciones, los contactos de antes y después, que hacen que de a poco se
cambie de ideas. Es, pues, un peligro... » (Fideliter n° 79,
pp. 7-8).
Ya había dicho: « Entonces ¿cuál
es nuestra actitud? Es claro que, con todos los que nos dejan o han
dejado por el sedevacantismo o porque quieren someterse a la jerarquía actual
de la Iglesia, aun esperando conservar la Tradición, no podemos mantener
relación. No es posible. Nosotros decimos que no se puede estar sometido a la
autoridad eclesiástica y guardar la Tradición. Ellos afirman lo contrario. Es engañar
a los fieles. Podemos tenerles estima, no es cuestión de insultarlos, pero no
queremos entablar polémicas y preferimos no seguir en contacto con ellos. Hay
que hacer el sacrificio; pero no ha empezado hoy: dura desde hace veinte años.
» (Flavigny, diciembre de 1988)
« Pienso que tal vez hay que
tener cuidado de evitar todo lo que podría manifestar, por expresiones
demasiado duras, nuestra desaprobación por los que nos dejan. No cargarlos de
epítetos que pueden ser tomados como algo injuriosos. Eso no nos sirve para
nada, me parece que al contrario. Personalmente, siempre tuve esta actitud
frente a los que nos abandonaron – y Dios sabe que ha habido en la historia de
la Fraternidad; la historia de la Fraternidad, es casi la historia de
las separaciones – siempre tuve como principio: no más relaciones, se
acabó. Nos dejan, van hacia otros pastores: no más relaciones.Tanto los que
partieron como « sedevacantistas » como los que lo hicieron porque no éramos
suficientemente papistas, todos trataron de arrastrarnos a la polémica.
Jamás contesté palabra. Rezo por ellos, eso es todo ». (La Visibilidad
de la Iglesia y la Situación Actual, Mons. Marcel Lefebvre, Fideliter n°
66, noviembre-diciembre de 1988)
En el caso de la misa nueva,
Mons. Lefebvre recomendaba cumplir el precepto dominical en casa, rezando, por
ejemplo, el rosario.
Estas citas pueden parecer un
poco largas, pero probablemente sea útil recordar que la prudencia de Mons.
Lefebvre se veía acompañada de gran caridad y suavidad y de mucha paciencia y
tacto, que debemos imitar, permaneciendo muy firmes.
¡Santa María, líbranos del
perjurio!
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[*]: el texto se refiere a los sacerdotes
que omiten la mención de Francisco en la misa, sin juzgar -dicen ellos- acerca
de si Francisco es o no es Papa. Tal actitud, correctamente calificada como
"cripto-sedevacantismo" por los Caballeros de Nuestra Señora, se
aparta, sin duda, del pensamiento de Mons. Lefebvre. Nota de NP.