Número CDXCVII (497)
21 de enero de 2017
Color, Poesía…
Mons. Williamson
Como los suburbios fluyen del centro, y la sostienen
tambien,
Así la buena cultura fluye de la Fe verdadera, y la apoya
además.
“Ya no se puede más vivir de política, de balances y de
crucigramas. No se puede seguir viviendo sin poesía, sin color, sin amor” –
palabras de Antoine de Saint Exupéry (1900–1944), aristócrata francés, aviador
y escritor, no católico pero debatiendo en su alma con el materialismo del
siglo 20. Él dijo de sí mismo: “Soy un hombre rastrillando las cenizas, un
hombre luchando por encontrar las brasas de la vida en el fondo de una
chimenea”. Y describiendo en su memoria filosófica Tierra de los Hombres (1939) una escena de trabajadores y
sus familias apiñados en un tren nocturno de París a Varsovia, escribió que
estaba atormentado no por su desolada condición, sino por “ver en cada uno de
estos hombres, un poco, a Mozart asesinado”.
Estas citas vienen a la mente después de una visita el
año pasado a la Bertramka, una villa situada fuera del centro de
Praga en República Checa, y dada a conocer a finales del siglo 18 por las
visitas del famoso compositor Wolfgang Amadeus Mozart. En ese entonces se
llegaba desde la ciudad por una caminata de media hora por caminos rurales y
una vereda revestida de castaños hasta el pórtico delantero, accediéndose a un
jardín inclinado cubierto de flores y árboles frutales. Hoy el sombreado
sendero ha dado paso a un enorme centro de compras y negocios a lo largo de una
calle cargada de tráfico, atendiendo sólo a los semáforos. El pórtico aún está
allí, pero el jardín inclinado se ha vuelto agreste, con una solitaria estatua
del gran músico y con la mesa de piedra donde se cree terminó de componer su
mundialmente famosa ópera Don
Giovanni. Poco después dirigió su primera presentación en la ópera de la
ciudad, todavía en uso. En cuanto a las dos habitaciones ocupadas en la Bertramka por Mozart, éstas han sido preservadas
fielmente, pero la una vez hermosa colección de piezas de Mozart ya no estaba
allí este octubre. La Bertramka todavía tiene atmósfera, pero mucho
allí sólo susurra “Mozart asesinado”.
Todavía en el siglo 18 Praga había sido muy amable con
él. En 1786, a diferencia de Viena, dio una acogida entusiasta a la igualmente
popular y famosa ópera Las
Bodas de Fígaro, como lo hizo el año siguiente con Don Giovanni. Y cuando Mozart murió en 1791, la
ciudad de casa, Viena, le dio solamente una sepultura de hombre pobre, mientras
que Praga le dio honores con una espléndida Misa de Réquiem a la que asistieron
miles de personas e interpretada por un centenar de músicos que se negaron a
recibir pago. Fueron los Emperadores y nobles católicos quienes, para restaurar
la Bohemia católica después de 30 años de guerra religiosa (1618–1648),
establecieron la educación musical generalizada para que la juventud Bohemia
pudiera tocar en las ceremonias religiosas. Fue esta educación católica que
generó en Praga un público capaz de amar de inmediato a Mozart y su música.
¿Puede decirse lo mismo de los católicos hoy en día, o
nosotros somos también “asesinos de Mozart”? Para Saint Exupéry, Mozart era de
alguna manera lo opuesto al materialismo. ¿Pero cuántos Tradicionalistas hoy se
aburren en la Misa cantada, y no pueden esperar para regresar a sus balances y
crucigramas? Por desgracia, ¿no se sienten casi avergonzados muchos de nuestros
muchachos de saber cantar? Y en cuanto a nuestras muchachas, ¡santo cielo! ¿No
prefieren muchísimas de ellas ser astronautas o estrellas de voleibol en lugar
de saber cómo tocar un instrumento musical que las ayudará a civilizar a sus
maridos, humanizar a sus hijos y poner armonía en su casa? Un proverbio alemán
dice que el hombre hace la cultura pero la mujer la transmite. ¿No es suicida
para una sociedad no promover en sus niñas la verdadera “cultura, poesía y
amor” que penetrarán profundamente en sus futuras familias y a través de sus
familias en la sociedad?
En cuanto a Mozart, ciertamente que él no es la cumbre de
la música espiritual occidental, y más tarde en su vida se unió a la Masonería
que entonces estaba de moda en Viena. Pero es mucho más espiritual que el mundo
de los centros comerciales y semáforos, como bien lo vio Saint Exupéry, y
ciertamente que no fueron los masones, sino sus padres profundamente católicos
que formaron en el niño y el joven el corazón católico de donde brotó toda la
espiritualidad de la música del adulto. Sin duda que la pieza más
frecuentemente ejecutada de toda la música de Mozart, compuesta poco antes de
su muerte, es su Ave Verum
Corpus, por ser tan frecuentemente interpretado en Misa. Y su profundamente
católico Réquiem que aún estaba componiendo en su lecho
de muerte. Que su alma descanse en paz.
Kyrie eleison.