La fiesta del Corpus se remonta al siglo XIII. La instituyó para su diócesis, en 1242, el obispo de Lieja, ante las insistentes demandas de la beata Juliana, priora de un convento situado a las puertas de la ciudad, en el monte Cornillón. Algunos años más tarde, la extendió a la Iglesia universal el papa Urbano IV, antiguo archidiácono de Lieja. A causa de su procesión del Santísimo Sacramento, muy pronto se convirtió la fiesta del Corpus en una de las más gratas al pueblo cristiano. Con su fe en la presencia real, eleva a Dios en esta solemnidad su acción de gracias por todos los bienes que le vienen por medio de este gran sacramento.
La Eucaristía está
íntimamente ligada a la vida de la Iglesia y de los fieles. Puede decirse que
en ella brota y se manifiesta continuamente esa vida de los cristianos. En la
santa misa hace presente la Iglesia sobre sus altares el Sacrificio de Cristo,
fuente de nuestra Redención, el cual no cesa ella de ofrecer a Dios en unión
con el mismo Cristo. Por la santa comunión se unen en la de El; nacidos a la
vida de la gracia en las aguas del Bautismo, se alimentan de la Eucaristía como
de un pan celestial.
La misa y el oficio
están compuestos por Santo Tomás. En ellos se revela el alma del santo y la
precisión doctrinal del gran teólogo.
(Extraído del Misal
diario Latín-Español).