La “picadita” no es en “Vanezuela”,
como figura en el afiche (¿ya empezaron con la “birra”?) sino en Venezuela.
La Neo-FSSPX sigue de fiesta. Tras haber
ofrecido un banquete por los “primeros cuarenta años” en Argentina (¿cómo saben
que habrá unos segundos cuarenta años? Vaya vanidosa presunción lo de “primeros
cuarenta”) con la presencia del mismísimo Mons. Fellay, ahora organiza una “Noche de amigos y sabores” (Así la
presenta, ¡sic!) en su priorato de Buenos Aires (véase acá).
Claro que lo hacen con el fin caritativo
de recaudar unos pesos. ¿Para los pobres? ¿Para alguien caído en desgracia?
¿Para socorrer a los más carenciados? ¿Por alguna escuela u obra de religión? No.
Para pagarle los gustos a su Prior que se dedica al andinismo y debe salir
próximamente de excursión. Seguramente saldrá algún liberalcito a acusarnos de “puritanos”. Lejos de estar contra una
buena mesa o un buen deporte, nos parece increíble que se llegue a convertir
una casa religiosa, que debe brillar por su pobreza y frugalidad, por su
espíritu de austeridad y sacrificio (desde luego que alegremente llevados), en
un club social o salón de fiestas
para el disfrute de los placeres culinarios.
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“La
Redención de Jesucristo, para restablecer, entre el cielo y la tierra, las
relaciones que el pecado había roto, debía necesariamente comenzar por una
expiación del pecado, y la oración del género humano debía necesariamente tomar
el carácter de penitencia y expresarse por un sacrificio capaz de marcar el
arrepentimiento del hombre, y de ofrecer a Dios una compensación. Es por eso
que Jesucristo, como sacerdote de la nueva ley y mediador entre Dios y los
hombres, no se contentó de ofrecer a Dios oraciones y súplicas; Él ha derramado
Sus lágrimas y Su sangre; o más bien Su oración ha tomado la forma que conviene
a un penitente, la forma de expiación, la forma de sacrificio. Haciéndose sacerdote
para rezar, El se hizo, al mismo tiempo, víctima para inmolarse, y para
ofrecer, por la efusión de Su sangre y la oblación de Su vida, la compensación,
la expiación pública del pecado. Sin haber conocido el pecado en sí mismo, El
ha tomado la semejanza, a fin de cargar la pena (I Cor. V, 21; Heb. IV., 15).
Su ministerio de penitencia ha llenado toda Su vida en la que no vemos más que
lágrimas y sufrimiento; y en fin, todas esas expiaciones vienen a culminar, a tomar
su acabamiento y su perfección última en el sacrificio de la cruz que es, por
así decir, la conclusión lógica y necesaria, el digno coronamiento de una vida
penitente y dedicada a la expiación del pecado.
Ahora
bien, la vida de Jesucristo es el tipo sobre la cual ha sido instituido el
cristianismo; el ministerio de Jesucristo es la regla del nuestro, o más bien
el nuestro es el Suyo; y así nuestro sacerdocio ha devenido en el Suyo una
institución de penitencia pública. Para cumplir nuestro ministerio de
mediadores y de propiciadores entre Dios y el mundo, no nos es suficiente
rezar, suplicar, ofrecer homenajes y sentimientos; nos son necesarias las
lágrimas, la sangre, los sacrificios. Sucesores de Jesucristo, herederos de Sus
funciones, nosotros somos penitentes públicos (…) Nosotros también, nosotros
somos, como El, dedicados al ministerio de la penitencia pública; y el
beneficio de nuestra expiación es llevado, en los juicios de la justicia y de
la misericordia de Dios, a la cuenta de todos los pecadores, de los cuales la
suerte está en nuestras manos”.
(Padre
Jean-Baptiste Aubry, « Aux
séminaristes. Conseils pratiques », Ed. Saint-Remi, 2009, págs. 112-113)
¿Qué tiene que ver el texto del Padre
Aubry con la munífica degustación de salchichas, salchichones, jamones y
cervezas? Nada. Como nada tiene que hacer una institución católica conformada
por sacerdotes de Cristo con tales parrandas en sus casas, más propias de
corrompidos modernistas conciliares que de penitentes (¿olvidan su sotana?)
cuya discreción y buen ejemplo debe contagiar a los fieles.
Pero bueno, van a decir los liberalcitos de siempre, ya no estamos
en la época de San Bernardo, San Francisco, San Ignacio o San Luis María
Grignion de Montfort. ¡Hay que vivir!
“Los
santos no se hacen más que sobre la cruz” (P.
Marie-Etienne Vayssière O.P.).
Fray
Llaneza
Dos
momentos destacados por el sitio oficial de la Fraternidad de la fiesta de los “primeros
40 años”:
Mons.
Fellay y P. Rubio, muy serios. ¿Estarían pensando en la Resistencia?
Sin
palabras. "A comer y a beber que llega el acuerdo".