Reciente
estreno (obra en dos actos)
PRIMER ACTO:
Mons. Fellay firma con varios sacerdotes
liberales una carta de “corrección filial al Santo Padre Francisco”.
SEGUNDO ACTO:
Mons. Fellay aclara que a pesar de su
firma en la “corrección filial” no ha perdido el respeto hacia el Papa, que
permanece intacto, y pide que se abra un debate.
NOMBRE DE LA OBRA:
“Quiero
ser reelecto Superior General,
y
también quiero la Prelatura de Roma”.
Pregunta sin respuesta
En los pasillos teatrales escuchamos
esta pregunta, que por supuesto no esperamos sea respondida: “¿Cuándo sale la “correctio filialis” de los
sacerdotes de la FSSPX dirigida a Mons. Fellay?”.
Correctio
liberalis
Tras haber firmado la “Correctio
filialis”, Mons. Fellay ofreció una aclaración a manera de entrevista
en el sitio de noticias de la FSSPX, que se titula: “¿Por qué firmé la
Correctio Filialis?”.
En realidad el obispo deja la pregunta
sin responder. El por qué firmó la “Correctio filialis” se desprende de la
misma “Correctio”: porque estaba de acuerdo con su propósito y su contenido. La
misma “Correctio” explica su razón de ser. Por lo que explicar después porqué
firmó lo que firmó, es redundante, ¿verdad?
Si Mons. Fellay lo que quería era
agregar algo que no estaba en la “Correctio filialis”, entonces el título
debería ser: “Agregados a la Correctio filialis”.
Y bien, ¿qué es lo que agrega Mons.
Fellay? Agrega un mensaje claro para Roma: esto no pone en entredicho las
relaciones con el Vaticano, el respeto continúa intacto, y, por supuesto que
sin decirlo, no rechaza la reintegración a la estructura conciliar romana. Con
blandura característica se apresura a dejar en claro -pero con palabras ajenas-
que no es un enemigo del Papa (bueno, digamos que no es su enemigo personal,
pero, ¿de la doctrina modernista, protestantizante y judaizante de Francisco,
no se declara enemigo?). Queda claro que Mons. Fellay no quiere que esa firma
ponga en peligro el acuerdo por el que tanto lleva trabajando. ¿Para qué sino
hacer de inmediato este agregado, que no aporta nada sustancial?
Por el contrario, en su nuevo aporte,
afirma que hay que abrir el debate sobre estos temas, en lo que viene a
coincidir con el Card. Parolin, que después ha dicho que hay que dialogar.
¡Todo se arregla hablando!
El resto de la entrevista son excelentes
expansiones de un espíritu teatral de gran alcance, florituras e
improvisaciones de un consumado político liberal. Hasta se permite un chiste
magistral, cuando dice: “Es precisamente
este neo-modernismo y este neo-protestantismo lo que los autores de la
Correctio filialis denuncian justamente como las causas de los cambios operados
por Amoris laetitia en la doctrina y en la moral del matrimonio”. El chiste
es que los denunciantes fundan su denuncia… en los documentos del concilio y
los papas neo-modernistas y neo-protestantes. Por cierto, la agudeza no es cosa
que abunde en las filas de la Fraternidad, pues hay muchos que han salido a
festejar esta firma de Mons. Fellay como si hubiese pateado el tablero o poco
menos. Luego Mons. Fellay se basa en Benedicto XVI para hablar de la crisis de
la Iglesia, citando sus tan difundidas palabras: “Sí, como lo ha
reconocido Benedicto XVI “la barca de Pedro se inunda por todas partes.”. Lo
cual perecería ser un nuevo chiste, porque Benedicto abandonó la cabina de
mando y dejó el timón para que lo tomara Francisco…
Nos hubiese gustado una obra llamada
“¿Por qué no firmé yo solo una “Correctio filialis” al Papa Francisco?”.
Hubiera sido la obra de un “suicida”, por supuesto.
Sería necesario, en todo caso, otra obra
de Mons. Fellay, intitulada “¿Por qué di la entrevista para explicar por qué
firmé la Correctio filialis”. Pero nos anticipamos y esa obra ya la escribimos
nosotros, encabezando esta columna de “Telones y Pantallas”, describiendo la
interna de la “farándula” tradiliberal.
La respuesta de Francisco, como siempre,
fue genial, a la manera de Nerón, o, quizás de Groucho Marx u otro comediante:
dijo por la prensa (¿dónde si no?), jesuita para más datos, que “la moral de
Amoris laetitia es tomista” (¡!) (acá).
¡Tomá!
Los 62 firmantes de la Correctio
quedaron, con su gran “impacto” internacional, como un grupito de desalentados
escolares que quisieron jugar a la “guerra” con guantes de seda. Pero el Papa
peronista mandó a paseo a los 62, que quizás sigan
esperando abrir el diálogo.
Sí, esta obra es grotesca.
Sarah
en una nueva versión de “Raíces”
El Cardenal Sarah está interpretando
actualmente con éxito el rol de Kunta
Kinte, basado en la recordada miniserie televisiva "Raíces".
Ha llamado a “romper las cadenas del ghetto tradicionalista” (aquí),
para alcanzar la ansiada libertad que no puede estar sino en Roma, bajo el papa
Francisco. Dicen que Bernard Fellay se muere de ganas de ser parte del elenco
de esta pieza teatral. Quizás lo incorporen para la próxima temporada, veremos.
La
espada de Bernardo y la carabina de Atanasio
Nueva obra, basada en “La espada de
Bernardo y la carabina de Ambrosio”. Bernardo Fellay y Atanasio Schneider encabezan
un elenco destacado: Sarah, Burke, De Mattei, etc. Daremos referencias de esta
obra con el siguiente escrito de don Félix Sardá y Salvany (El liberalismo es pecado. Cap. XXXVII):
“La verdad tiene una fuerza propia que comunica a sus
amigos y defensores. No son éstos los que se la dan a ella; es ella quien a
ellos se la presta. Mas a condición de que sea ella realmente la defendida.
Donde el defensor, so capa de defender mejor la verdad, empieza por mutilarla y
encogerla o atenuarla a su antojo, no es ya tal verdad lo que defiende, sino
una invención suya, criatura humana de más o menos buen parecer, pero que
nada tiene que ver con aquella otra hija del cielo.
Esto sucede hoy día a muchos hermanos nuestros,
víctimas (algunos inconscientes) del maldito resabio liberal. Creen con cierta
buena fe defender y propagar el Catolicismo; pero a fuerza de acomodarlo a su
estrechez de miras y a su poquedad de ánimo, para hacerlo (dicen) más aceptable
al enemigo a quien desean convencer, no reparan que no defienden ya el
Catolicismo, sino una cierta cosa particular suya, que ellos llaman buenamente
así, como pudieran llamarla con otro nombre. Pobres ilusos que, al empezar el
combate, y para mejor ganarse al enemigo, han empezado por mojar la pólvora y
por quitarle el filo y la punta a la espada, sin advertir que espada sin punta
y sin filo no es espada, sino hierro viejo, y que la pólvora con agua no
lanzará el proyectil. Sus periódicos, libros y discursos, barnizados de
catolicismo, pero sin el espíritu y vida de él, son en el combate de la
propaganda lo que la espada de Bernardo y la carabina de Ambrosio, que tan
famosas ha hecho por ahí el modismo popular para representar toda clase de
armas que no pinchan ni cortan.
¡Ah! no, no, amigos míos; preferible es a un
ejército de esos una sola compañía, un solo pelotón de bien armados soldados
que sepan bien lo que defienden y contra quién lo defienden y con qué
verdaderas armas lo deben defender. Denos Dios de esos, que son los que han
hecho siempre y han de hacer en adelante algo por la gloria de su Nombre, y
quédese el diablo con los otros, que como verdadero desecho se los regalamos.
Lo cual sube de punto si se considera que no sólo es
inútil para el buen combate cristiano tal haz de falsos auxiliares, sino que es
embarazosa y casi siempre favorable al enemigo. Asociación católica que debe
andar con esos lastres, lleva en sí lo suficiente para que no pueda hacer con
libertad movimiento alguno. Ellos matarán a la postre con su inercia toda viril
energía; ellos apocarán a los más magnánimos y reblandecerán a los más
vigorosos; ellos tendrán en zozobra al corazón fiel, temeroso siempre, y con
razón, de tales huéspedes, que son bajo cierto punto de vista amigos de sus
enemigos. Y, ¿no será triste que, en vez de tener tal asociación un solo
enemigo franco y bien definido a quien combatir, haya de gastar parte de su
propio caudal de fuerzas en combatir, o por lo menos en tener a raya, a
enemigos intestinos que destrozan o perturban por lo menos su propio seno? Bien
lo ha dicho La Civiltá Cattolica en unos famosos artículos.
"Sin esa precaución, dice, correrían peligro
ciertísimo no solamente de convertirse tales asociaciones (las católicas) en
campo de escandalosas discordias, mas también de degenerar en breve de los
sanos principios, con grave ruina propia y gravísimo daño de la Religión."
Por lo cual concluiremos nosotros este capítulo
trasladando aquí aquellas otras tan terminantes y decisivas palabras del mismo
periódico, que para todo espíritu católico deben ser de grandísima, por no
decir de inapelable autoridad. Son las siguientes:
"Con sabio acuerdo las asociaciones católicas
de ninguna cosa anduvieron tan solicitas como de excluir de su seno, no sólo a
todo aquel que profesase abiertamente las máximas del Liberalismo, si que a
aquellos que, forjándose la ilusión de poder conciliar el Liberalismo con el
Catolicismo, son conocidos con el nombre de católicos liberales".
Leonardo
Denario, crítico teatral.