Mucho tiempo atrás, en un pasado ya
lejano, la FSSPX, fiel a Mons. Lefebvre, supo enseñar y difundir la doctrina
que nos enseñaron los grandes maestros contrarrevolucionarios, antimodernistas,
antifarisaicos y antiliberales. Aquello era parte y debía serlo del combate
cotidiano por resistir a los enemigos de Cristo que ocuparon su Iglesia. Los
sacerdotes podían llegar a citar en sus escritos, en sus conferencias, en sus
homilías, en sus charlas, a aquellos grandes combatientes de la fe como Pío IX,
Cardenal Pie, Mons. De Ségur,
Mons. Delassus, Mons. Gaume, Mons. Freppel, Mons. Ezequiel Moreno Díaz, Mons.
de Castro Mayer, Don Sardá y Salvany, Padre Castellani, Padre Meinvielle, P.
Emmanuel Barbier, P. Augustin Roussel, P. Henri Ramière, P. Denis Fahey, Louis
Veuillot, Jean Ousset, Jacques Cretineau-Joly, Jacques Ploncard-d’Assac, etc.
¿Quiénes
son los autores que hoy cita la Neo-FSSPX en sus artículos?
¿Contrarrevolucionarios antiliberales? No. Tomemos nota: P. Ray Blake (un
“conservador” inglés projudío), P. Nicola Bux (sacerdote “liberal de derecha”
muy cercano a Benedicto XVI, que es o ha sido consultor de la Congregación para
la Doctrina de la Fe y de otros dicasterios romanos), Mons. Schneider
(conservador, birritualista), Cardenal Burke (ídem al anterior), Roberto de
Mattei (conservador) y…Juan Pablo II y el concilio Vaticano II (cfr. La
“Correctio filialis” que ha suscripto Mons. Fellay).
Lógicamente,
el muy acuerdista P. Simoulin de la FSSPX acaba de decir recientemente en su
boletín: “¡yo no entré al
seminario para combatir los errores modernos, el liberalismo o el concilio,
sino por la Santa Misa!” (acá), que es como si dijera “Yo no me
bauticé para renunciar a Satanás, a sus obras y a sus pompas”. Pero si el
sacerdote pregunta tres veces al candidato al bautismo si rechaza a Satanás y
todas sus obras y todas sus pompas, antes de interrogarlo si cree en Dios y
toda la profesión de fe, es porque ambas cosas están indisolublemente
vinculadas, y en primer lugar, para “alistarse en la milicia de Cristo –como
dice el Catecismo de Trento, debe prometer ante todo abandonar al demonio y al
mundo y detestarles para siempre como implacables enemigos”. En este caso,
quien dice buscar el Reinado de Cristo, no puede dejar de resistir
permanentemente a las obras de Satanás, que en materia de doctrina se llaman
modernismo, liberalismo y concilio Vaticano II. Pero el P. Simoulin entró al
seminario sólo por la Misa…
La
Neo-FSSPX cita a Mons. Lefebvre, pero en sus palabras menos duras, menos
polémicas, menos chocantes para los oídos liberales. Muy selectivamente, evita
con cuidado de citar todo aquello con que el Fundador de la congregación refrendó
sus consagraciones episcopales. Lo mismo ocurre con San Pío X, publicando sus
encíclicas pero desvinculándolas de la realidad y los protagonistas actuales.
Dijo en 1861 Mons. de Ségur: “La Revolución es la gran cuestión religiosa
de nuestro tiempo”. Y lo sigue siendo, pues el Vaticano II ha sido la
tercera revolución, tras la revolución francesa –en lo político- y la “revolución
copernicana” en filosofía de Kant, que conduce a la negación de la realidad,
del orden social cristiano y hasta de la misma Iglesia y de Dios. Tanto ignora
esto la FSSPX que de hecho ha entrado a formar parte de la praxis
revolucionaria (como se confirma en este artículo).
“La
Revolución es la insurrección más sacrílega que ha podido armar la tierra
contra el cielo; es el esfuerzo más titánico que haya intentado el hombre, no
sólo para separarse de Dios, sino para ponerse en lugar de Dios”,
dijo el mismo ilustre obispo (La
Révolution). Debemos conocerla y combatirla. La Fraternidad San Pío X,
salvo aisladas excepciones personales en sus filas, ha dejado de hacerlo.
Humanamente, esto no tiene vuelta atrás.