MANDATO
APOSTÓLICO LEÍDO DURANTE LA CEREMONIA DE LA CONSAGRACIÓN EPISCOPAL DE MONS.
ZENDEJAS EL 11 DE MAYO DE 2017 EN VIENNA, VIRGINIA, USA.
Tenemos un Mandato de la Iglesia Romana, quien en
su fidelidad a la Sagrada Tradición, recibió de los Apóstoles la orden de
transmitir fielmente esa Sagrada Tradición -a saber, el Depósito de la Fe- a
todos los hombres, en rezón de su deber de salvar sus almas.
Ahora bien, por un lado, desde el concilio Vaticano
Segundo hasta hoy, las autoridades de la Iglesia Romana están animadas por un
espíritu de modernismo que socava profundamente la Sagrada Tradición, hasta el
punto de pervertir la misma noción de Tradición: “No pueden soportar la sana
doctrina, han apartado sus oídos de la Verdad y han seguido las fábulas”, como
dice San Pablo en su segunda Epístola a Timoteo (IV, 3, 5). ¿De qué serviría
pedir a tales autoridades un mandato para consagrar un obispo que estará
completamente en oposición a su gravísimo error?
Por otro lado, para obtener tales obispos, los
pocos católicos que entienden su importancia hubieran esperado, incluso después
del Vaticano II, que ellos pudieran provenir de la Fraternidad San Pio X
fundada por Monseñor Marcel Lefebvre, como los cuatro obispos consagrados por
él con un previo mandato de emergencia en 1988. Infortunadamente, esta
última esperanza parece ser vana cuando observamos que las autoridades de
la Fraternidad, por dirigirse constantemente a las autoridades romanas
entregadas al Vaticano II, están siguiendo el mismo camino de liberalismo y
modernismo.
Entonces ¿de dónde pueden estos fieles católicos
obtener los obispos que son esenciales para la supervivencia de su verdadera
Fe? En un mundo que día a día se opone cada vez más a Nuestro Señor Jesucristo
y su Iglesia, el peligro parece tan grande que, mientras que Pedro no se
convierta (San Lucas, XXII, 32), es la misma Santa Iglesia que nos pide venir
en ayuda del rebaño abandonado, proveyéndole el mínimo número necesario de
verdaderos Pastores (Jeremías III, 15) durante el tiempo en que tal necesidad
se presente.
Ninguna presunción o asignación del poder episcopal
de lurisdicción acompaña esta transmisión del poder episcopal de Orden. Y así,
en cuanto Dios intervenga para salvar a Su Iglesia, para la cual no queda
esperanza humana de salvación, los efectos de esta transmisión y de este
mandato de emergencia serán puestos de inmediato en manos de un Papa que de
nuevo sea inequívocamente católico.
Mons. Jean
Michel Faure, SAJM
Mons. Tomás de Aquino, OSB
Mons.
Richard N. Williamson
Mons.
Gerardo Zendejas, SAJM
CONSAGRACIÓN
DE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Santísima
Madre de Dios, Inmaculado Corazón de María, Trono de Misericordia, Trono de la
Bondad, Trono del Perdón, puerta segura por la cual las almas entran al Cielo;
mira de rodillas ante Ti a estos cuatro hijos de Mons. Lefebvre, cuatro obispos
tratando de hacer lo que pueden para ayudarte a obtener del Papa y los Obispos
de la única verdadera Iglesia de tu Divino Hijo, la Consagración de Rusia a tu
Corazón Dolorido e Inmaculado, pues él solamente puede obtener la paz para la
humanidad, actualmente bajo la sombra de una espantosa tercera Guerra Mundial.
En
Fátima, Portugal, hace cien años, Tú primero advertiste a la humanidad de la
Segunda Guerra Mundial por venir, del hambre y persecuciones si la gente no
dejaba de ofender a Dios. Para prevenir estos desastres, Tú prometiste regresar
para pedir la Consagración de Rusia a Tu Inmaculado Corazón, y la Comunión
Reparadora de los Primeros Sábados. Si tus pedidos fuesen atendidos, Rusia se
convertiría y habría paz. De lo contrario, los desastres seguirían y Rusia
diseminaría sus errores por todo el mundo. Doce años más tarde tú regresaste
como lo prometiste, e hiciste la doble petición.
Sin
embargo, confiando en los medios humanos para resolver los graves problemas de
la Iglesia, los clérigos no hicieron inmediatamente lo que tú solicitaste. Dos
años más tarde tu Divino Hijo advirtió a la humanidad a través de la Hermana
Lucía de Fátima, que ya que sus ministros retrasaban el cumplimiento de su
mandato, sufrirían graves consecuencias: Rusia difundiría sus errores por el
mundo, causando guerra y persecuciones a la Iglesia y el Papa sufriría mucho.
Aún así el Papa prefirió sus medios humanos al tratar con Rusia.
En
1936, Nuestro Señor explicó a la Hermana Lucía que la conversión de Rusia
dependía de su consagración a tu Corazón Inmaculado, porque Él quería que toda
la Iglesia reconociera que esta conversión era un triunfo de tu Corazón, de
modo que la devoción a tu Corazón se situara junto a la devoción a su Sagrado
Corazón.
Todavía
los hombres de Iglesia dudaron, y entonces en 1939 estalló la terrible Segunda
Guerra Mundial, y en todo el mundo el comunismo extendió su poder.
Inmediatamente después de la guerra, tus estatuas peregrinas de Fátima tuvieron
gran éxito, pero aún así los hombres de iglesia no harían exactamente lo que
pediste y así, en 1957, antes que la Hermana Lucía fuera silenciada por los
hombres de Iglesia, ella expresó su tristeza porque ni los buenos ni los malos
atendieron el mensaje de Fátima. Tú dijiste que los buenos no le daban
importancia, mientras que a los malos no les importaba. Pero tú nos advertiste
una vez más de que el terrible castigo era inminente.
Apenas
tres años después, ese castigo empezó con la negativa de los hombres de iglesia
de hacer pública la tercera parte de tu mensaje, el Secreto de Fátima, el cual
pediste que se publicara a más tardar en 1960. Por una mentira casi
imperdonable fingieron que les habías dicho que a partir de 1960 podrían
publicarlo, y este esfuerzo para sofocar tu mensaje de Fátima ha continuado
desde entonces, culminando en el año 2000. Pero tú nunca te rendiste de tus
intentos de salvarnos, mientras que los hombres de Iglesia eran cada vez más
severamente castigados por la ceguera que los abrumó en el concilio Vaticano
II. En la tercera parte del Secreto es muy probable que nos advertiste
exactamente en contra de los errores que prevalecieron en el concilio. Y ahora
toda la Iglesia está en la oscuridad y el mundo está al borde de la tercera y
más terrible Guerra Mundial.
Inmaculado
Corazón de María, Santísima Madre de Dios, nosotros te clamamos en nuestra
angustia. Auxilio de los Cristianos, Refugio de Pecadores, Consoladora de los
Afligidos; en ti confiamos. Reina del Santísimo Rosario, Madre de la Iglesia;
imploramos a tu amantísimo, maternal e Inmaculado Corazón que tengan
misericordia de nosotros, pobres pecadores, tus hijos; escucha y responde
nuestra súplica. Te rogamos que nos obtengas de tu Divino Hijo las gracias
necesarias para que el Santo Padre y los obispos cumplan sin dilación la orden
del Cielo de consagrar con los obispos de todo el mundo la Santa Rusia a tu
Corazón Inmaculado, como lo pediste y de la manera en que lo pediste, en nombre
de la Santísima Trinidad, hace ya mucho tiempo, y que todavía está por
cumplirse.
Inmaculado
Corazón de María, tú sabes cuánto sufrimiento la humanidad hubiera evitado en
los últimos 90 años si tan sólo uno de los Papas de este tiempo hubiera
atendido tu pedido de Consagrar Rusia. Madre de Dios, solo tú y tu Divino Hijo
saben el espantoso castigo que ahora pende sobre las cabezas de la humanidad si
los Papas, por cualquier razón inadecuada y humana, todavía rechazan tu pedido.
Si depende de ellos, ellos pueden prevaricar, aunque tú nos dijiste, hace cien
años, cuánto esto los haría sufrir. Madre de Dios, tu Divino Hijo no puede
negarte nada que le pidas. Él desea que la Consagración dependa de ti porque Él
quiere que tu Corazón Inmaculado sea honrado como la fuente del triunfo de la
Consagración. Santa Madre de Dios, humildemente, de rodillas, te suplicamos que
obtengas esas gracias necesarias para que Papa realice la Consagración.
Mientras
tanto, ante ti aquí hoy, encomendamos, confiamos y hacemos lo que está en
nuestro poder, para consagrar Rusia a tu Corazón Inmaculado, no porque podamos ni remotamente tomar el lugar del
Papa y los obispos de todo el mundo, sino porque deseamos honrar tu pedido lo
más que podamos. Si tan sólo la Santa Rusia se volviera católica de nuevo, la Iglesia
Oriental resucitaría a la Iglesia Occidental, devastada actualmente por el
materialismo y el ateísmo. Madre de Dios, nos encomendamos también a tu
protección y a tu poderosa intercesión ante Nuestro Señor Jesucristo, quien es
el Señor de Señores y el Rey de Reyes, pero al mismo tiempo es un Hijo que ama
infinitamente a Su Madre y hará cualquier cosa que Ella pida. Amadísima y
Bendita Madre, no tenemos ni sombra de duda de que al final tu Corazón
Inmaculado triunfará.