martes, 4 de diciembre de 2012

"REPUDIAR LA IGLESIA REFORMADA Y LIBERAL"


“En la Iglesia no hay ningún derecho, ninguna jurisdicción que pueda imponer a un cristiano la disminución de su fe, todo fiel puede y debe resistir a aquello que afecte su fe, apoyándose en el catecismo de su niñez. Si se encuentra en presencia de una orden que lo pone en peligro de corromperla, la desobediencia es un deber imperioso.
Tenemos el deber de desobedecer y de conservar la tradición porque estimamos que nuestra fe está en peligro a causa de las reformas y las orientaciones posconciliares. Agreguemos esto: el mayor de los servicios que podamos hacer a la Iglesia y al sucesor de Pedro es repudiar la Iglesia reformada y liberal. Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, ni es liberal ni puede ser reformado.
En dos ocasiones oí decir a dos enviados de la Santa Sede: "La realeza social de Nuestro Señor ya no es posible en nuestro tiempo, hay que aceptar definitivamente el pluralismo de las religiones". Eso fue exactamente lo que me dijeron. Pues bien, yo no pertenezco a esa religión, no acepto esa nueva religión. Es una religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos, su Biblia ecuménica traducida en común por católicos, judíos, protestantes, anglicanos, en la que todo se mezcla para dar satisfacción a todo el mundo, es decir, sacrificando muy frecuentemente la interpretación del magisterio.
(…)
Aquí se enfrentan dos religiones; nos encontramos en una situación dramática, pues no es posible no hacer una elección, sólo que esa elección no supone elegir entre la obediencia y la desobediencia. Lo que se nos propone, aquello a que se nos invita expresamente y por lo que se nos persigue es que elijamos una apariencia de obediencia. En efecto, el Santo Padre no puede pedirnos que abandonemos nuestra fe.
(…)
Nosotros decidimos pues conservar nuestra fe y no podemos engañarnos cuando nos atenemos a lo que la Iglesia enseñó durante dos mil años. La crisis es profunda, está sabiamente organizada y dirigida hasta el punto de que en verdad se puede creer que su autor no es un hombre, sino el mismo Satanás. Ahora bien, Satanás hizo algo magistral cuando logró hacer desobedecer a los católicos en nombre de la obediencia. Un ejemplo típico está dado por el aggiornamento de las sociedades religiosas; por obediencia se hace desobedecer a religiosos y religiosas a las leyes y constituciones de sus fundadores, leyes que juraron observar cuando hicieron su profesión de fe. En este caso la obediencia debería ser una negativa categórica. La autoridad, aun siendo legítima, no puede mandar que se realice un acto reprensible, malo. Nadie puede obligar a alguien a transformar sus votos monásticos en simples promesas, así como nadie puede obligarnos a convertirnos en protestantes o modernistas. Santo Tomás de Aquino, a quien siempre hay que remitirse, hasta llega a preguntarse en la Suma Teológica si la "corrección fraternal" prescrita por Nuestro Señor puede ejercerse respecto de los superiores. Después de haber hecho todas las distinciones útiles, el santo responde: "Se puede ejercer la corrección fraternal respecto de los superiores cuando se trata de la fe".
(…)
San Pablo nos lo advirtió: "Aun cuando un ángel venido del cielo os dijera otra cosa diferente de la que yo os he enseñado, no lo escuchéis". Ése es el secreto de la verdadera obediencia”.

Monseñor Lefebvre, “Carta abierta a los católicos perplejos”, Cap. XVIII