Miedo.
Esa es la palabra que, nos atrevemos a
sugerir, resume la nueva “Carta a los amigos y benefactores N° 88” de Mons.
Fellay.
Quizás si algún lector o sacerdote de la
FSSPX tiene alguna explicación satisfactoria, y nos la envía, entonces
reevaluaremos nuestro pensar.
Quizás alguien quiera convencernos que
se trata de la prudencia de un santo, que con miel acostumbra cazar moscas.
Por el momento no se nos ocurre otra
cosa, sino que el capo de la
Neo-Fraternidad no quiere enemistarse con Francisco pues sino vería peligrar la
soñada prelatura en Roma.
¿A cuento de qué, sino, en vez de
mencionar al Papa Francisco, cuando lo critica, Mons. Fellay dice simplemente
“la Voz”, como si se tratase de Frank Sinatra (¡!)?
¿Por qué usa de eufemismos para no
mencionar a los judíos, financieros del Comunismo?
Tampoco, nótese, ya menciona o cita a
Mons. Lefebvre.
Y, por supuesto, no usa jamás la palabra
resistir o resistencia.
Habla, en cambio, de “continuar lo que siempre ha hecho la
Iglesia, pase lo que pase. El camino de la verdad que en todos los tiempos ha
hecho santos seguirá siendo siempre el camino seguro del Cielo, el de los
Evangelios, a imitación de nuestro Señor y nuestra Señora.” Lindas
palabras, muy lustrosas y perfumadas, enmarcables, pero, de tan generales,
vacuas. Pues si no se resiste a los enemigos, si no se los rechaza, si no se
los combate de frente, que eso es en gran parte continuar lo que siempre ha hecho la Iglesia, lo otro es palabrerío
insustancial, hojarasca, flatus vocis.
No por nada el Salterio comienza con estas palabras:
“Dichoso
el hombre
Que
no sigue el consejo de los malvados,
Ni
pone el pie en el camino de los pecadores,
Ni
entre los burladores toma asiento”
Y la Santa Misa comienza diciendo, con
el Salmo 42:
“Hazme
justicia, oh Dios,
Y
aboga en mi causa contra un pueblo impío;
Líbrame
del hombre inicuo y doble”.
Esto es así puesto que los malvados, los pecadores, los burladores,
los impíos, los hombres inicuos y dobles, son mayoría y son poderosos, y si no
resistimos firmemente contra ellos, no podemos seguir la obra de la Iglesia.
Pero Mons. Fellay deja de lado estas
cosas, y habla en términos tan amplios, tan ambiguos, tan tibios, que los
enemigos no se sienten ni señalados, ni heridos, ni obstaculizados en su obra
de corrupción y destrucción de la fe.
Veamos algunos pasajes de esta carta,
traducida al español por los amigos de Non
Possumus:
Realmente
nuestra incomprensión es total cuando actualmente estamos viendo que algunos prelados católicos celebran e
incluso festejan este acontecimiento tan triste y tan espantoso para la
cristiandad.
“Algunos prelados
católicos”, pero no el Papa Francisco. “Algunos”, y no muchísimos.
algunos
obispos y cardenales
superan incluso a su nuevo maestro, Lutero, de cuya rebelión celebran este año
el aniversario.
“Algunos obispos y cardenales”, pero no
el Papa Francisco.
La Voz de la que todo depende la Iglesia que está en la
tierra, dejando que las
tinieblas de la confusión doctrinal y moral invadan la Ciudad de Dios calla
resueltamente, dejando que las tinieblas de la confusión doctrinal
y moral invadan la Ciudad de Dios
“La Voz”, mas no
“Francisco”, calla. ¿Calla? En verdad ocurre todo lo contrario, es el Papa que
más ha hablado en la historia, esparciendo las tinieblas de la confusión, la
blasfemia y la herejía a su alrededor. Pero al decir Mons. Fellay que
simplemente “calla”, disminuye la gravedad de lo que hace Francisco (pues
quizás Francisco calle por temor o quién sabe qué, en la mente del obispo
suizo). ¿Quizás Mons. Fellay lo está excusando a Francisco para así excusarse a
sí mismo, pues es él quien verdaderamente calla?
Se
nos hiela la sangre cuando oímos a esta misma
Voz que, hablando de la justificación, durante la conferencia de prensa en
el avión de regreso de Armenia, el 26 de junio de 2016, dice que Lutero no se
había equivocado sobre este punto:
“Esta misma Voz”, pero no “Francisco”.
Ahora, Mons. Fellay dice que “la Voz” habla, cuando antes dijo que callaba.
¿Calla o habla? ¿O quizás habló esa sola vez y por eso Mons. Fellay lo señala?
Dios manda hablar “sí sí, no, no”, decir las cosas por su nombre, al pan pan y
al vino vino. Cuando San Agustín sostenía controversias en las que aplastaba
las herejías, las mencionaba por el nombre de sus autores. Mons. Lefebvre no
temía hablar claro. Pero Mons. Fellay es un hombre doble, un liberal, y se
comprende que lleve en sí mismo la contradicción.
¡Ay! Él quiere agradar a todos, él es un
obispo suizo diplomático, dialogante, sonriente, gentil, que nunca se metió con
nadie. ¡Tiene derecho al título de “Católico”!
Por otra parte, como bien se dice en Non Possumus, se hiela la sangre de
aquel que tiene miedo. A un tradicionalista verdadero le hierve la sangre
cuando ve pisotear la Iglesia de Nuestro Señor, cuando ve insultar a la Sma.
Virgen, por estos modernistas que encabeza Francisco. La tibieza de Mons.
Fellay no le permite que su sangre se caliente, salvo que se trate de algún
intento de resistencia dentro de su congregación. Entonces sí, da un puñetazo
en la mesa y toma medidas, enérgico, implacable, enardecido. Como un típico
liberal.
Mons. Fellay debió haber sido “la voz” tradicionalista
que clama en el desierto de la Iglesia, como San Juan Bautista, que no temió
decirle a Herodes su pecado de frente, y por eso fue encarcelado y decapitado.
Pero Mons. Fellay no clama, él gimotea.
Él no quiere perder la cabeza.
¡Oh! No esperen que “una voz” salga en
la Neo-FSSPX a clamar contra esta nueva muestra del ralliement liberal, por parte del superior general de la
congregación.
Los verdaderos seguidores de Mons.
Lefebvre, los que conservan su espíritu, no hablan más allí. Pero siguen, por
otra vía, el camino enseñado por el Arzobispo, y sus voces, como una sola voz,
continuarán, si Dios quiere, fielmente, aunque no quede al fin sino uno solo
para resistir, diciendo: Non possumus.
Ignacio Kilmot