El
último Comentario
Eleison de Mons. Williamson nos hace acordar uno de los diálogos más famosos
de la historia del cine. Se encuentra en el final de “El hombre que mató a Liberty Valance”, excelente película clásica
de John Ford del año 1962:
"When the legend
becomes fact, print the legend".
"Cuando la leyenda se convierte en
hecho, imprime la leyenda".
¿Qué
historia cuenta esta película? Un famoso congresista, el senador Ransom
Stoddard (James Stewart) regresa al pueblo del lejano Oeste donde surgió su
carrera política, para asistir el funeral de un personaje muy importante en su
vida, pero desconocido para casi todo el mundo, Tom Doniphon (John Wayne). Un
periodista que acompaña su viaje le pide que le cuente la historia de ese
hombre, y la historia “pequeña” de su vida. Ahora bien, el impulso definitivo
en la carrera del senador, y aquello que lo ha hecho conocido por todos, es el
hecho de que fue él quien “mató a Liberty Valance”, un forajido que sembró el
terror en aquellos tiempos. El débil Ransom Stoddard, hombre de diálogo y paz,
venció, cual nuevo David, al temible e inadaptado Goliat. Pero, cuando el
periodista le demanda por su historia, el abogado idealista ahora convertido en
político, ya anciano, no puede dejar de contar la verdadera historia: él era
incapaz de sostener un arma, y quien en verdad desde un oculto rincón disparó y
mató al terrorífico criminal Liberty Valance, fue el desventurado Tom Doniphon.
Es entonces que el periodista le dice la famosa frase. Es decir que contar esa
verdad ya no le resulta conveniente porque todo el mundo cree la otra historia.
La mirada de Ford es siempre amable hacia sus personajes, y el noble Stewart –una
especie de santón de la democracia- no puede ocultar cierto remordimiento por aceptar
la difusión de esa leyenda sobre su vida, cargando un título “honorífico” que
en verdad le pertenece a otro. Resulta
interesante que sea el cine el medio por el cual se da a conocer este hecho: que
la moderna democracia está hecha en parte de mentiras que todo el mundo cree.
Con
este tipo de leyendas “heroicas” se han construido las carreras de casi todos
los grandes personajes de la democrática era moderna, donde yendo más allá que
el personaje de esta película, los mismos promocionan constantemente a través
de los mass-media. Así funciona este mundo moderno.
De
manera contraria a esto podemos ver que se ha formado la historia de la Iglesia
y la cristiandad. Lejos de volver heroicos a sus protagonistas, no se ocultan
sus pecados, sus falencias y sus caídas: así tenemos una Iglesia donde uno de
los Apóstoles fue traidor y otro negó tres veces a su maestro; y otro Apóstol
debió ser derribado de su caballo cuando perseguía a los cristianos para ser
convertido. Y así podría seguirse por no hablar del Antiguo Testamento. La
historia de la Iglesia está hecha de la verdad, por eso no se oculta la
impotencia y la negligencia de sus hombres, resaltando de ese modo la
Omnipotencia y Misericordias divinas. El mundo moderno, por el contrario, se
permite manipular la verdad para “embellecer” a sus hombres característicos.
Es
entonces que viene lo que afirma Mons. Williamson: “El terrible
castigo de persistencia en la mentira es que se pierde todo el sentido de la
realidad. Este castigo asedia a nuestra “civilización” Occidental. La gente ya
no puede distinguir entre verdad y falsedad, entre fantasía y realidad. Desgraciadamente,
la fantasía puede ser más dulce, pero la realidad siempre se reafirma al final,
y cuanto más obstinadamente uno se ha aferrado a la fantasía, mas violentamente
la realidad tiende a volver”.
También
lo vemos en el final de esta película, que respeta el sentido del arte clásico
del relato en Occidente. “La fantasía
puede ser más dulce, pero la realidad siempre se reafirma al final”. Ojalá
que quienes están siguiendo la leyenda del “hombre que mató a Liberty Valance”
en la FSSPX, estén bien dispuestos a librarse de su fantasía.
Ignacio Kilmot