Lamentablemente no está
solo, como el hombre de Scalabrini
Ortiz, Monseñor Fellay, en su espera del “reconocimiento” romano. Si
hay alguien más que llora con él, no lo sabemos. Pero sí que de su propia boca
confiesa su llanto, en un reciente sermón, sobre el último opus bergogliano:
”Es una
exhortación apostólica que lleva por título ‘La alegría del amor’ pero que hace
llorar”.
(acá)
Si hubiese dicho: “Es una
exhortación apostólica que hace rabiar, que hace indignar, que hace enfurecer,
que hace reaccionar…”, bueno, sería otro cantar. Pero lejos de verse
determinado a decirle a Francisco: “No podemos entendernos pues Ustedes
trabajan para descristianizar la Iglesia y las sociedades y nosotros para lo
contrario, por lo tanto cortamos el diálogo hasta que Uds. vuelvan a la
Tradición”, como habría hecho Mons. Lefebvre, en cambio se contenta con llorar,
hacer una pequeña crítica, y luego volver a sonreír ante la posibilidad de
ponerse bajo la órbita de Francisco y sus cómplices en la destrucción
modernista. Ya se había puesto a llorar recientemente Mons. Fellay (lo
destacamos acá):
“Cada 50 años, o incluso 25, la Iglesia
instituye un Año Santo. Esta vez, el acontecimiento de referencia para la
apertura del Jubileo no es solamente la Redención – el 8 de diciembre está
necesariamente vinculado con la obra redentora iniciada con la Inmaculada,
Madre de Dios –, sino también con el Concilio Vaticano II. Resulta chocante y
es algo que rechazamos formalmente, pues no podemos alegrarnos, antes bien
debemos llorar sobre las ruinas ocasionadas por este Concilio”.
Nos
preguntamos si lo habrá hecho llorar ver la entrevista que concedió al
periodista Tim Sebastian.
Es bueno
recordar el ejemplo de un jacobino que, cuando los ingleses invadieron Buenos
Aires, se limitó a ponerse a llorar, en vez de combatir. Luego este personaje
se encargó de emplear el terror tras el triunfo de la Revolución de Mayo. Nos referimos al “prócer”
Mariano Moreno, y el hecho lo cuenta el gran escritor Hugo Wast de este modo:
“La primera vez (que Moreno interviene en la historia argentina),
el 27 de junio de 1806 aparece llorando en la Plaza Mayor, al ver a los
ingleses que se apoderan de la ciudad (...).
“Si Saavedra, Pueyrredón, Belgrano y los demás patriotas, si las mujeres
porteñas, que se cubrieron de gloria combatiendo contra los invasores, hubieran
hecho lo mismo que Mariano Moreno, y limitándose a llorar en la Plaza de Mayo y
a escribir de noche lo que otros ejecutaban durante el día, hoy la República
Argentina sería colonia extranjera; y es probable que los admiradores del
prócer anduvieran vestidos como el Mahatma Gandhi , ensabanados de blanco, las
piernas desnudas y el porrón de leche en la mano.
“Gracias a los que no lloraron, pero se batieron y expulsaron a los
invasores, esta tierra es soberana, sus habitantes visten trajes civilizados y
son católicos”.
Hugo Wast
(Año X. Bs. As., Thau, 1960, pág. 41).
¿Quizás
Mons. Fellay siga los pasos de este nefasto personaje elevado al procerato por
la Argentina liberal, y a exigencias de sus mandantes aplique, una vez dentro
de la estructura romana modernista, la represión a sus oponentes, como ya lo ha
estado haciendo con los que hasta ahora se le han resistido? ¿O será capaz de
ver la magnitud de su negligencia al perder la Fraternidad, y volverá a llorar,
ya sin poder intentar siquiera una digna reacción?
¿Habrá alguien entonces a su lado para decirle esto: “No llores como
mujer lo que no supiste defender como hombre” (La Sultana Aixa a su hijo Boabdil, ante la pérdida de
Granada)?