Uno
de los agentes principales de la descomposición doctrinal es el capuchino Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa
pontificia y simpaticone profesional, de
quien pronto, muy pronto, espero hablar en tiempo pasado, dejando constancia de
su “infelicísima memoria”.
Véase
cómo largó su veneno en una prédica de Adviento, donde habló de la Santísima
Virgen-para él nada más que “María”- y del ecumenismo:
“No
es éste el lugar para hacer una revisión histórica. Solamente quiero decir lo
que me parece una vía de salida para la triste situación sobre María. Esa vía
pasa por un sincero reconocimiento de parte de nosotros los católicos del hecho
de que, especialmente en los últimos siglos, hemos contribuído a rendir a María algo que es inaceptable para los hermanos
protestantes, honrándola de modo quizá exagerado y desconsiderado,
sobre todo no colocando tal devoción en un cuadro bíblico bien claro, que
hiciese ver su papel subordinado respecto a la Palabra de Dios, al Espíritu
Santo y a Jesús mismo. La mariología de los últimos siglos se había convertido
en una fábrica continua de nuevos títulos, nuevas devociones, a
menudo polemizando con los protestantes, usando a veces a María como arma
contra ellos”.
Es decir que para
Cantalamessa, el dogma de la Inmaculada Concepción y el dogma de la Asunción,
definidos en los últimos siglos (1854 y 1950) son “exageraciones” y
“desconsideraciones” y forman parte de una “fábrica de títulos”y “nuevas
devociones”.
Mascalzone Cantalamessa: Vaffanculo!
Notas catapúlticas
1) En realidad, ya la Lumen
Gentium (67) había iniciado el camino “desmariológico” para complacer a “los
hermanos separados”:
“En las expresiones o en las
palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los
hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera
doctrina de la Iglesia. Recuerden, finalmente, los fieles que la
verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio
ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos
induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor
filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes”
2) De indispensable lectura
sobre el tema es la historia del Concilio escrita por Roberto de Mattei. En el
capítulo sobre la tercera sesión (N°4, Compromesso sul capitolo “De
beata Maria Virgine”) se relata con precisión la ofensiva antimariana,
motorizada por Congar, Rahner, Alfrink, Döpner y Méndez Arceo.