«Dudo que jamás hayan sido torturadas tanto como ahora, cuando se pretende que lleven las riendas de la familia y, al mismo tiempo, triunfen profesionalmente.»
En su hogar, una mujer puede ser decoradora,
cuentacuentos, diseñadora de moda, experta en cocina, profesora... Más que una
profesión, lo que desarrolla son veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso
no se hace rígida y estrecha de mente, sino creativa y libre. Ésta es la
sustancia de lo que ha sido el papel histórico de la mujer. No niego que muchas
han sido maltratadas e incluso torturadas, pero dudo que jamás hayan sido
torturadas tanto como ahora, cuando se pretende que lleven las riendas de la
familia y, al mismo -tiempo, triunfen profesionalmente. No niego que antes la
vida era más dura para las mujeres que para los hombres. Por eso nos
descubrimos ante ellas.
Es la misma Naturaleza quien rodea a la mujer
de niños muy pequeños que requieren que se les enseñe, no cualquier cosa, sino
todas las cosas. Los bebés no necesitan aprender un oficio, sino que se les
introduzca a un mundo entero. El niño es un ser humano capaz de hacer todas las
preguntas posibles, y muchas de las imposibles. Si alguien dice que responder a
ese niño insaciable es una tarea agotadora, tiene razón. Si dice que es un
cometido desagradable, admito que puede ser tan desagradable como el de un
cirujano o un bombero. En cambio, cuando la gente dice que esa tarea femenina
no sólo es cansada, sino trivial y odiosa, se me hace imposible entender lo que
quieren decir. Si odioso significa insignificante, descolorido e
intrascendente, confieso que no lo entiendo. Porque decidir y organizar casi
todo; ser ministro de economía que invierte y compra ropa, libros, sábanas y
pasteles; ser Aristóteles que enseña lógica, ética, buenos modales e higiene...
Todo esto puede dejar a una persona exhausta, lo que no puedo imaginar es cómo
podría hacerla estrecha y limitada.
La manera más breve de resumir mi postura es
afirmar que la mujer representa la idea de salud mental, el hogar intelectual
al que la mente ha de regresar después de cada excursión por la extravagancia.
Corregir cada aventura y extravagancia con su antídoto de sentido común no es
—como parecen pensar muchos— tener la posición de un esclavo. Es estar en la
posición de un Aristóteles o de un Spencer, es decir, poseer una moral
universal, un sistema completo de pensamiento. Una mujer así tiene que hacer
muchos equilibrios para arreglar y resolver casi todo, para adaptarse a lo que
haga falta. Y hacer equilibrios puede ser propio de personas cobardes, que se
arriman al más fuerte. Pero también define a las personas de carácter noble,
que siempre se ponen al lado del más débil, como el regatista que equilibra un
velero sentándose donde se necesita su peso. Así es la mujer, y su oficio es
generoso, peligroso y romántico. Su carga es pesada, pero la humanidad ha
pensado que valía la pena echar ese peso sobre las mujeres para mantener el
sentido común en el mundo.
“La
mujer y la familia”, Editorial Styria.