Los afanes acuerdistas del
Superior General de la FSSPX no podían dejar de mostrarse en su nueva “Carta
a los amigos y bienhechores”, llevándonos a pensar incluso que entre esos
“amigos y bienhechores” Mons. Fellay podría estar incluyendo sin dudas a
Francisco. Los párrafos destacados por Non Possumus de un reciente sermón suyo en
California bastante claro lo dejan. Pero ahora, tomando una conferencia del
Cardenal Oscar Maradiaga en, curiosamente, el mismo sitio, California, Mons.
Fellay serpentea con su reconocido estilo para evitar criticar o corregir a
Francisco, tomándoselas con el mediático cardenal hondureño. Desde luego que
con esto no evita, sino antes bien pone mejor de relieve su liberalismo,
siempre ambivalente y contradictorio.
Así Mons. Fellay empieza
resumiendo su carta de la siguiente manera:
“En una conferencia del 20 de
enero de 2015 el Cardenal Maradiaga considera que la misericordia debe insuflar
un nuevo espíritu a las reformas introducidas por el Concilio Vaticano II, para
abrir la Iglesia al mundo de hoy. Así instrumentalizada, la misericordia es
amputada del arrepentimiento de las faltas; y ya no parece sino una mirada
complaciente sobre el pecador y su pecado”.
Bien, la misericordia pregonada por el
Cardenal Maradiaga, “coordinador del grupo de
cardenales a los que el Papa Francisco ha confiado la reflexión sobre la
reforma de la Curia Romana”, como se encarga de informar Mons. Fellay, es, al
decir de este mismo, “Una nueva
misericordia al rescate de las reformas conciliares”. Bien visto. No es por lo tanto
la misericordia rectamente entendida y enseñada por la Iglesia Católica.
Pero veamos la voltereta
que da luego Mons. Fellay para no involucrar a Francisco en esta falsificación
de la misericordia cuyo único fin es llevar las reformas del concilio hasta sus
últimas catastróficas consecuencias (el resaltado es nuestro):
“¿Se puede mutilar la misericordia, separarla de una
necesaria penitencia, como lo hace el Cardenal Maradiaga, con el fin confeso de
devolver un nuevo espíritu a las reformas conciliares que están en ruptura con
el espíritu tradicional? ¡Decididamente no! En esta conferencia que pronunció tres meses antes de la bula
de convocatoria del Año Santo, ¿es el intérprete de las ideas del Papa
Francisco? Es muy difícil saberlo siendo tan contradictorios
los mensajes que llegan de Roma desde hace dos años, como reconocen ciertos
cardenales en privado y muchos vaticanistas abiertamente.
Así que luego de más de dos años de pontificado de Francisco,
Mons. Fellay todavía no sabe qué pensar acerca de éste. ¡Qué difícil saberlo!
Pero sin ánimo de extendernos demasiado con los dichos o hechos infinitos con
que Francisco ha dejado en claro su modernismo superlativo absoluto, su non plus ultra en la “escala Richter” de
los jerarcas destructores de la Iglesia, sus prácticas absolutamente
revolucionarias y escandalosas, nos limitaremos a poner en evidencia
simplemente que para Mons. Fellay no sería difícil saber si el Card. Maradiaga
es o no un fiel exponente del pensamiento de Francisco, si hubiese leído la bula Misericordiae Vultus de Francisco convocando al “Jubileo
Extraordinario de la Misericordia”, al que Mons. Fellay llama a adherir, eso
sí, con “discernimiento previo”. Un
discernimiento previo que sin embargo hace que Mons. Fellay todavía no sepa qué
pensar de Francisco.
Pero antes de citar el “misericordioso” documento de
Francisco, conviene entender que si Mons. Fellay llama a acogerse al “Año Santo
de la Misericordia” dispuesto por aquél, es porque debe conocer los términos en
que el mismo se convoca y el espíritu que lo anima. De lo contrario Mons.
Fellay se estaría mostrando como un irresponsable. Ahora bien, en caso de
conocer la referida bula, no podría haber hecho la pregunta con que parece
excluir a Francisco de lo que acusa a Maradiaga, por no saber si coincide o no
con este cardenal. Por lo tanto, o Mons. Fellay sabe bien lo que piensa
Francisco pero prefiere simular que no lo sabe, para no ser rechazado por éste,
o no lo sabe porque no lee sus documentos ni escucha sus declaraciones ni sigue
sus actos. Por lo que no cabe sino afirmar una de dos cosas: o Mons. Fellay es
un mentiroso y cobarde que sacrifica la verdad en busca de un acuerdo con Roma,
o es un ignorante que se deja guiar por sus “buenas intenciones”. Cualquiera
sea su falta, el capitán del barco llamado “FSSPX” habrá de hundirlo, en nombre
de la “misericordia”, y con la complicidad de una tripulación de cobardes que, siguiendo
su propio ejemplo, no se animan a decir la verdad a sus superiores, pero
también con la cooperación de la infaltable tropa (o troupe) de zoquetes que habiendo abdicado de todo sentido
intelectivo, encuentran que este es un “escrito intachable” o
son “sabias palabras” las del Superior general.
Pero no hay que preocuparse por la verdad, porque ésta siempre encuentra lugar
en los botes. Lo que hunde el barco es la mentira, la cobardía, la estupidez,
la falsedad, la falta de celo por la verdad, el liberalismo, la traición.
Justificándose en estas palabras de Mons. Lefebvre: “En la
práctica, nuestra actitud debe fundarse en un discernimiento previo, necesario
para la circunstancia extraordinaria que significa un papa ganado por el
liberalismo. He aquí ese discernimiento: cuando el papa dice algo que es
conforme a la tradición, le seguimos; cuando dice algo contrario a nuestra fe,
o cuando alienta, o deja hacer algo que daña nuestra fe, ¡entonces no podemos
seguirle! Y esto por la razón fundamental de que la Iglesia, el papa, la
jerarquía están al servicio de la fe. No son ellos quienes hacen la fe; deben
servirla. La fe no se hace, es inmutable, se transmite” (Le destronaron, Voz en
el Desierto, México, 2002, pág. 263), dice
Mons. Fellay, en adhesión al “Año santo de la Misericordia” convocado por
Francisco:
“¿Habrá que privarse por ello de las gracias de un Año Santo?
Todo lo contrario. ¡Cuando las compuertas de la gracia se abren, hay que
recibirla en abundancia! Un año Santo es una gran gracia para todos los
miembros de la Iglesia. Vivamos, pues, de la verdadera misericordia, como nos
lo enseñan todas las páginas del Evangelio y de la liturgia tradicional. En
conformidad con el “discernimiento previo” sobre el cual Mons. Lefebvre fundó
el proceder de la Fraternidad San Pío X, en estos tiempos de confusión, rechacemos
una misericordia truncada y vivamos plenamente de la misericordia cabal.
En lo que a nosotros se refiere, queridos fieles, debemos
aprovechar este Año Santo para pedir al Dios de la misericordia una conversión
a la santidad cada vez más profunda, e implorar las gracias y los perdones de
su misericordia infinita. Vamos a preparar el centenario de las apariciones de
Nuestra Señora en Fátima practicando y propagando con todas nuestras fuerzas la
devoción a su Corazón doloroso e inmaculado, como Ella nos pidió. Seguiremos
suplicando ahora y siempre que sus pedidos, en particular la consagración de
Rusia, sean por fin escuchados como se debe. No hay ninguna oposición entre estos pensamientos dirigidos a María y
el Año de la Misericordia, ¡todo lo contrario! No separemos a quienes Dios
quiere ver unidos: los dos Corazones de Jesús y de María, como lo ha explicado
Nuestro Señor a Sor Lucía de Fátima. Cada distrito de la Fraternidad os
comunicará las obras particulares a practicar para beneficiarse con todas las
gracias que la Misericordia divina nos concederá durante este Año Santo.”
Ahora
veamos algunas de las cosas que dice Francisco en su convocatoria al “Año Santo de la Misericordia” al que “con
discernimiento” llama Mons. Fellay a participar y seguir, diciendo además que
en este “Año de la Misericordia” convocado por Francisco ¡no hay ninguna
oposición con los pensamientos dirigidos a María en la devoción a su Inmaculado
Corazón! (los resaltados son nuestros):
“He escogido la fecha del 8 de diciembre por su
gran significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo
aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia
siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un
nuevo periodo de su historia.
“Vuelven a
la mente las palabras cargadas de significado que san Juan XXIII pronunció en
la apertura del Concilio para indicar el camino a seguir: “En nuestro tiempo,
la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar
las armas de la severidad … La Iglesia Católica, al elevar por medio de este
Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre
amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con
los hijos separados de ella”. En el mismo horizonte se colocaba también el beato Pablo VI quien, en la Conclusión del
Concilio, se expresaba de esta manera: “Queremos más bien notar cómo la
religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad… La antigua
historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio… Una
corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo
moderno. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que
la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor. El Concilio ha enviado al mundo
contemporáneo en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores, en
vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido
respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus
aspiraciones, purificadas y bendecidas… Otra cosa debemos destacar aún: toda
esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre.
Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus
necesidades”.
Bien, ¿es difícil saber si el cardenal Maradiaga
era el “fiel intérprete de Francisco” al querer rescatar las reformas
conciliares con una “nueva misericordia” reñida con la verdad evangélica? ¿Es
difícil, Monseñor Fellay?
Sigue Francisco:
“De otra parábola, además, podemos extraer una
enseñanza para nuestro estilo de vida cristiano. Provocado por la pregunta de
Pedro acerca de cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: “No te
digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22) y pronunció la
parábola del ‘siervo despiadado’. Este, llamado por el patrón a restituir una
grande suma, lo suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero
inmediatamente encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos
centésimos, el cual le suplica de rodillas que tenga piedad, pero él se niega y
lo hace encarcelar.
Entonces el patrón, advertido del hecho, se
irrita mucho y volviendo a llamar aquel siervo le dice: “¿No debías también tú
tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?” (Mt 18,33). Y
Jesús concluye: “Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no
perdonan de corazón a sus hermanos” (Mt 18,35).
La parábola
ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la
misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el
criterio para saber quiénes son realmente sus hijos”.
Puede
advertirse que Francisco se salta groseramente un versículo del Evangelio según
San Mateo, el 18,34, que dice así: “E irritado el señor, le entregó en manos de
los verdugos, hasta tanto que pagara la deuda toda por entero”. Y allí viene sí
lo que concluye Nuestro Señor, que de otra forma no se entiende la enseñanza.
Pero, claro, la nueva religión del Vaticano II no puede hablar de castigos de
Dios, entonces prefiere mutilar su palabra con sonrisa “misericordeadora”.
¡Escandalosa manipulación de la Palabra de Dios!
Pero
además, y luego de citar a “san Juan Pablo II”, Francisco compromete su “Año de
Misericordia” con su plan ecumenista tributario del Nuevo Orden Mundial:
“La
misericordia posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia. Ella nos
relaciona con el judaísmo y el Islam, que la consideran uno de los atributos
más calificativos de Dios. Israel primero que todo recibió esta revelación, que
permanece en la historia como el comienzo de una riqueza inconmensurable de
ofrecer a la entera humanidad. Como hemos visto, las páginas del Antiguo
Testamento están entretejidas de misericordia porque narran las obras que el
Señor ha realizado en favor de su pueblo en los momentos más difíciles de su
historia. El Islam, por su parte, entre los nombres que le atribuye al Creador
está el de Misericordioso y Clemente. Esta invocación aparece con frecuencia en
los labios de los fieles musulmanes, que se sienten acompañados y sostenidos
por la misericordia en su cotidiana debilidad. También ellos creen que nadie
puede limitar la misericordia divina porque sus puertas están siempre abiertas.
Este Año
Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas
religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos
al diálogo para conocerlas y comprendernos mejor; elimine toda forma de
cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de
discriminación”.
¿Estará
incluyendo Francisco en esas “otras nobles tradiciones religiosas” a los
tradicionalistas de la Neo-FSSPX? En todo caso, el lenguaje de uno y otro lado
encuentra cada vez más coincidencias, y los silencios y complicidades, con
actos inclusive favorables por parte de Roma hacia los “tradiliberales”, son
una muestra más de la conformación, a través de esta falsa misericordia, de una
maldita falsificación de la Iglesia católica, erigida sobre la sempiterna
Víctima, Jesucristo de nuevo crucificado por los precursores del Anticristo.
¡Sacerdotes y fieles de la Fraternidad San Pío X, aléjense de esos sepulcros
blanqueados! No podemos esperar la Misericordia de Dios si voluntariamente lo
ofendemos abrazando el error, si no buscamos el camino recto y estrecho de la
verdad, único que nos permite vivir en la auténtica caridad y no una
deformación de ésta que en realidad esconde el amor propio y el desprecio de
Dios. Creamos en la Misericordia de Dios, según el Evangelio.