“Domine libera animam meam a
labiis iniquis et a lingua dolosa”
(Salmo 119)
“Señor, libra mi alma de los labios inicuos y de la lengua dolosa”
De tiempo en tiempo, se desencadenan campañas de
denigración y de calumnias contra personas conocidas. Múltiples causas pueden
ser el origen, desde los simples celos hasta la buena fe equivocada, o bien,
críticas y debates que se exaltan hasta perder la mesura.
O también la simple tontería que se toma en serio,
como Don Quijote; ¡o tal vez algunas “influencias” cuidadosamente disimuladas
detrás de 3 puntos!
Si somos el objeto de este género de campaña, a
veces es preferible callarse. Pero cuando estas calumnias dañan la reputación y
el honor de un personaje público que conocemos y estimamos, es necesario
entonces tomar la pluma, saltar al ruido y hacer justicia de los errores
cometidos y de los ataques públicos que resultan de ellos.
Monseñor Williamson acusado de ser masón.
Amigos me facilitaron unas fotocopias de un
artículo aparecido en el boletín n° 33 de “La voz de los Francos Católicos” de
julio de 2014; director Bruno Saglio, de las Ediciones Saint Rémi.
Es un panfleto de unas 30 páginas, en las cuales
podemos leer las frases siguientes, ¡presentadas como certitudes! Las cito:
Subtítulo página 14: “Una reacción dirigida
por un agente del enemigo: Mons. Williamson”.
Subtítulo página 22: “El blasón episcopal
del ex anglicano: una firma digna del Enemigo”.
Página 25: “…Monseñor Williamson sólo puede ser
un enemigo infiltrado en la Tradición para una razón muy precisa, ya definida
en el siglo XIX por el luciferino ex canónigo Roca: neutralizar para hacerla
desaparecer, por absorción en la Contra Iglesia Conciliar”.
Página 27: “Un obispo, antiguo anglicano,
R+C (Rosacruz), fabianista, masón, nazi, debe ser perseguido sin tregua”.
Me he infligido el doloroso trabajo de leer estas
30 páginas, cuya inspiración es por momentos reconocible por su estilo y su
método: ataque en todos los aspectos, mezcla artística de verdadero y falso
para acreditar lo uno por el otro, delirio mental y verbal de suposiciones y de
afirmaciones sin prueba… Algunas menciones de nombres en el corazón de este
artículo me parece que indican a uno de los inspiradores de este panfleto, pero
no quiero mencionarlo para no darle publicidad.
Por lo tanto, vale la pena resumir aquí las
pretendidas demostraciones de este tejido de calumnias, limitándome a lo que
presentan como “fundamento” de los horrores que despotrican sobre Mons.
Williamson, y responderles, lo que es bastante fácil.
Primer argumento: es un Inglés
¡Monseñor Williamson es inglés! De la “pérfida
Albión”, “En la que Lucifer ha puesto todas sus complacencias” (…) “que
sangra hoy a toda la tierra para imponer el Nuevo Orden Mundial!1
Esto es muy verdadero. Pero entonces deducen:
“¡He aquí Inglaterra, de donde salió Monseñor
Williamson!” (¡en la línea siguiente!)
Esta asimilación, que es además anglófoba, parece
estar marcada con una especie de racismo, que muestra un simplismo de primate.
Ésta consiste en acumular sobre la cabeza de este
obispo, todos los crímenes de la pérfida Albión (que son muy conocidos), ¡y a
hacerlo responsable de ellos por el simple hecho de su nacimiento!
Es un absurdo, bajo la pluma de los franceses a los
cuales podríamos, con la misma verosimilitud, imputar todos los crímenes de la
Francia actual, ¡simplemente por el hecho de su nacimiento!
En todo caso, si yo acusara al autor de este triste
panfleto, de tener el espíritu de los derechos del hombre por el solo hecho de
que es francés, salido de la patria que los proclamó en 1789, ¡la acusación
tendría el mismo valor… o no valor!
Después de todo, Inglaterra fue, durante siglos,
“La Isla de los Santos”. Desgraciadamente ella cayó en la herejía y el
mundialismo.
Y si Francia es la primogénita de la Iglesia, el
espectáculo que ella da al mundo en nuestro tiempo, no parece más glorioso.
Que un francés hoy en día se regodee de su
nacionalidad para fustigar a un obispo por haber nacido inglés, y deducir de
ello que es un “enemigo de la Iglesia”, muestra un chauvinismo
ridículo y perfectamente injustificado.
Segundo argumento: ¡Monseñor Williamson es anglicano!
Argumento contundente que niega las “conversiones”.
Pues nuestro autor no duda:
“Es totalmente inconveniente que la última
resistencia esté bajo el control de un inglés, que además, es un converso del anglicanismo” 2.
Sigue un arañazo a Mons. Lefebvre (de pasada), cuyo
error fue de “confiar altas responsabilidades a convertidos recientes”, lo
que “constituye ni más ni menos que una gran imprudencia”.
Y nuestro pomposo autor se erige así en juez de la
conversión de Monseñor Williamson, con tanta decisión afirmativa como para
apreciar “la imprudencia” del fundador de Ecône.
Se introduce así la duda y penetran en el fuero
interno de la manera más grave. Como si el hecho de haber sido anglicano y de
haberse convertido, no lo pudieran hacer semejante a tantos otros anglicanos
convertidos que son los ornamentos de la Iglesia Católica.
A pesar de la pobreza de mi cultura, recuerdo
algunos nombres de anglicanos convertidos, como:
El Cardenal John Henry Newman, 1801/1890, fundador
del Oratorio.
El Padre Faber, uno de mis autores místicos
preferidos que ilustró a la Iglesia en el siglo XIX.
Chesterton, que ilustró el siglo XX con su pluma
apologética y mordaz.
Monseñor Robert Hugh Benson, autor del “Señor del
mundo”, libro que todos deberían leer y meditar.
¡He aquí algunos estantes de mi biblioteca que
habrá que expurgar si se pone en duda las conversiones anglicanas!
Pero de qué valen las afirmaciones perentorias de
nuestro autor, que nos pasea en largas páginas entre diversos autores o
sociedades masónicas, acusando a Monseñor Williamson de haberlas conocido o
frecuentado, sin jamás proveer referencias verificables. Es una verdadera tarta
de vómitos que no perdona ni la moral, evocando contactos anteriores a la
conversión y concluyendo una supuesta pertenencia a la secta de los Fabianos
¡puesto que él es inglés!
Un verdadero tejido de fábulas.
Así, por ejemplo, antes de su conversión, y estando
rumbo a ella, Richard Williamson tuvo relaciones de cortesía con un periodista
inglés, Malcolm Muggeridge. De allí se deduce que:
El padre de éste fue Fabianista. Por lo
tanto, el mencionado Muggeridge fue Fabianista. Por lo tanto,
él fue el mentor de Richard Williamson. Por lo tanto,¡Richard
Williamson es Fabianista!
Con esta sucesión de por lo tanto, nosotros
podríamos poner a París en una botella ¡y vilipendiar públicamente a cualquiera
de nosotros! Sobretodo buscando en un pasado de hace 30 o 40 años, ¡antes de la
conversión!
Y omitiendo cuidadosamente la evolución del
mencionado Muggeridge que lo condujo a su conversión, ¡y al hecho que murió
católico!
Pero no terminamos con esto de fustigar los ataques
amargos de los que rebosa este triste libelo.
Así, por ejemplo, en la página 30, bajo la forma
interrogativa, nuestros calumniadores introducen la duda sobre el bautismo de
Richard Williamson: ¿fue bautizado anglicano?, lo que podría ser inválido, así
como su ordenación y consagración…
Por desgracia para nuestros mentirosos, luego de su
conversión, yo sé que él fue “rebautizado bajo condición”.
Tercer argumento: El blasón episcopal de Monseñor Williamson.
Este argumento pone en evidencia la incompetencia
notoria de nuestro autor en materia de heráldica.
El signatario de este artículo es Ernest Larisse,
conocido por haber traducido en 2009 el libro de W. Guy Carr: “La
Conspiración internacional”. ¡Y es presentado como especialista de la
masonería!
¡Se culpa a Monseñor Williamson de haber puesto en
su blasón una rosa y una cruz!... una rosa inscrita sobre un pentágono… y, para
colmo, un pentágono invertido, deduciendo que él es “Masón, habiendo llegado al
grado 18 de la masonería…
Se le
acusa igualmente de ser influenciado por la Mesa Redonda… y descubren “una
muy grande semejanza, por no decir identidad, entre la Rosa del blasón
episcopal de Monseñor Williamson y la rosa del blasón de Martín Lutero,
¡iniciado Rosa Cruz”!
Hay que recordar que en la heráldica episcopal, la
rosa no es una innovación. Si examinamos el Diccionario armorial del episcopado
francés (1200-2000) de Jean Jacques Lartigue (520 páginas y 5903 obispos
citados), ¡encontramos 151 escudos que portan una o varias rosas heráldicas!
Sin olvidar dos o tres Papas.
Nuestro “especialista” de la masonería, ¿verá allí
una proliferación de rosa cruces?
¡El blasón de Monseñor Williamson lleva una rosa, y
una cruz!
Por lo tanto, él es un “rosacruz”. Por lo que
nuestro heraldista “especialista” de la masonería, deduce ¡“por lo menos” el
grado 18 de iniciación de este obispo!
Diseño inglés. Diseño Francés. |
"Rosa mystica: ora pro nobis" (Si
creo esto, las letanías de la Santísima Virgen ¿fueron compuestas tal vez por
F.·. M.·.?)
¡Lo que no deja de inquietarme!
Pues, cuando se ponen rosas en el altar de Nuestra
Señora, bajo la sombra de la Cruz que domina el Tabernáculo, no puedo dejar de
tener sospechas, rápidamente transformadas en certeza, de que fue un masón (¿de
qué grado?) disfrazado de “falso” católico, quien las puso, según el primer
especialista de la masonería.
La rosa heráldica y la rosa masónica.
¡Pero lo más cómico reside en la incompetencia de
nuestro pretencioso heraldista!
La heráldica es una ciencia precisa, cuyo origen se
remonta a la alta edad media. La rosa es allí un “mueble” que encontramos
frecuentemente en los escudos de armas desde el siglo XI. Ella comporta siempre
“cinco pétalos”, generalmente “de gules” (es decir, roja) (fig. 2).
Estos cinco pétalos permiten naturalmente a los
fantasiosos malintencionados de inscribir allí todos los pentagramas que
quieran. ¿¡Con el objetivo de volverá masónica!?
Pero lo que parece ignorar nuestro “especialista de
la masonería”, es que la rosa de los rosacruces no tiene la misma forma.
En la masonería se usa una rosa “botánica”.
Las ilustraciones que siguen ponen en evidencia las
diferencias esenciales:
Este es el modelo masónico:
Fig. 3.- Delantal rosacruz. N° 143 - Pág. 156- Colección GODF |
Fig. 4.- Rosa-cruz bordada en un mantel de altar. Ningún parecido con la rosa heráldica. |
Ninguno de estos modelos (fig. 3 y 4) es una rosa
heráldica, sino que son rosas naturales o botánicas y, además, el “delantal”
reproducido aquí (fig. 3), muestra una rosa botánica con su follaje
descendiendo hasta el pie de la cruz…
Por lo tanto, pretender que la rosa heráldica es un
símbolo masón, es de hecho “jalado de los pelos”…
Simplemente es un grotesco producto de la
ignorancia y de la mala voluntad con más o menos de odio.
¿Por qué una “rosa roja”? El N° 78 de Fideliter nos
responde: “La rosa roja representa Inglaterra, patria de Monseñor
Williamson”. Todos nosotros conocemos la guerra de las Dos Rosas entre
la casa real de Lancaster y la casa real de York (1455-1485). El emblema de la
casa de Lancaster era la rosa roja, mientras que la de York era la rosa blanca.
¿La rosa inscrita en un pentagrama?
Una rosa heráldica comporta siempre cinco pétalos y
estos cinco pétalos que pueden acomodarse en un pentágono, ¡que siempre tiene
cinco lados!
¿Un pentagrama invertido?
Ernest Larisse afirma que la rosa del blasón de
Monseñor Williamson es un pentagrama invertido.
Si nos referimos al símbolo esotérico o masónico,
el pentagrama puede tener la punta arriba o abajo. Y en el primer caso, sería
benéfico o neutro; en el segundo caso, sería maléfico. Pero nosotros no
estamos, para el desagrado de los mal intencionados como Larisse, en el dominio
del esoterismo.
¡Estamos en el dominio de la heráldica episcopal
donde no existen los pentagramas invertidos!
Desgraciadamente para nuestro pretencioso
“amateur”, todas las rosas heráldicas, sean inglesas o francesas… son
representadas con la punta para abajo.
¡Es así desde la alta edad media, y Monseñor
Williamson no cambió nada!
¿La Mesa
redonda? ¡Otra acusación gratuita!
La Mesa Redonda francesa (TRF) es una asociación de
jóvenes hombres responsables de actividades profesionales diversas, con edad
entre los 18 y los 40 años. Ella forma parte de la asociación internacional
Round Table fundada en 1926 por Louis Marchesi, miembro del Club Rotario de
Norwich en Gran Bretaña.
La insignia es la reproducción de la Mesa Redonda
del Rey Arturo (doce bandas negras alternadas con doce bandas blancas). El
círculo simboliza la unidad colectiva, las bandas alternadas la diversidad de
profesiones.
Ni el diseño de la insignia ni su simbolismo pueden
hacer pensar en Monseñor Williamson, ¡si no es por su común origen británico…!
¿La Rosa de Lutero? ¡Otra acusación gratuita!
En cuanto a la Rosa de Lutero, la reproducimos aquí
abajo para permitir al lector juzgar por sí mismo.
Rosa de Lutero |
Ella se parece más a la figura 491, sacada de la Guía
completa de la heráldica de Arthur Charles Fox-Davies, pág. 269, que
al blasón de Monseñor Williamson.
En resumen, ¿qué queda de estas divagaciones
fundadas sobre una incompetencia notoria en materia de heráldica y de símbolos
masónicos?
Solamente una voluntad encarnizada de denigración
de uno de los últimos obispos resistentes a la deriva de la Tradición.
¿A quién beneficia el crimen?
En el momento en que la FSSPX está sacudida por la
actual crisis, este es evidentemente un trabajo útil al servicio de las
logias infiltradas en la mencionada Fraternidad, que denigran y atacan
la reputación y el honor del único obispo susceptible de sostener la
resistencia al acuerdo y a la papolatría de Menzingen, ¡en el momento en que
esta resistencia se está organizando!
Sembrar la duda y la sospecha sobre él y sobre los
que lo apoyan; favorecer las divisiones por calumnias artísticamente mezcladas
con cosas verdaderas o discutibles; al punto de sembrar la inquietud en los
espíritus de los mejores… ¡He aquí el trabajo que huele al azufre de las
logias!
No es necesario que estas personas sean masones.
Éstos últimos proceden habitualmente por “influencias cuidadosamente
disimuladas”. Es por los resultados perniciosos que se develan las
pezuñas.
Y nadie es más vulnerable a este género de
influencia que los agitadores perpetuos, movidos por una vanidad desenfrenada o
por sórdidos celos, reconocibles bajo ciertas firmas.
Acusar a las personas de ser masones, siempre es
fácil. Pues el secreto de las logias vuelve casi siempre imposible de obtener
las pruebas.
Pero es bien sabido, "miente, miente,
siempre quedará algo".
Es así que, en otro tiempo, nosotros acusamos al
Cardenal (?) Villot de ser masón.
Nosotros recibimos entonces el derecho de respuesta
del mencionado Cardenal, protestando con fuerza y con juramento, que no era
masón.
Nosotros le respondimos con una pregunta: “Si usted
lo fuera, Monseñor, ¡que podría hacer usted de más que lo que usted hace para
favorecer a la masonería?
Algunos meses más tarde, el cardenal Villot, ya
fallecido, con su biblioteca dispersa, se encontró en ella todas las pruebas
escritas de su afiliación a las logias romanas. Ellas fueron hechas públicas
por periodistas italianos.
¡Era verdad!
Pero a falta de estas pruebas escritas, no nos
equivocamos juzgando lo que era Villot por su acción y los objetivos que
discernimos de ella.
¡Hagamos lo mismo aquí!
¡Monseñor combate la masonería y perjudica su
acción!
Mientras que nuestro pequeño equipo de
denigradores, favoreciendo las divisiones entre los fieles de la Tradición, cumplen
el trabajo que favorece a las Logias. ¡Es un hecho!
Es
suficiente ver de dónde vienen los golpes. Abramos los ojos.
Y estemos en guardia contra estos fautores de embrollos, sus especialistas ignorantes, sus montajes donde lo verdadero se mezcla con lo falso, todo bajo la apariencia de un barniz de saber que frecuentemente no es más que el de “copista”.
Y estemos en guardia contra estos fautores de embrollos, sus especialistas ignorantes, sus montajes donde lo verdadero se mezcla con lo falso, todo bajo la apariencia de un barniz de saber que frecuentemente no es más que el de “copista”.
Es muy triste tener que consagrar un tiempo precioso para desmoronar estos edificios de absurdidades, construidos por los labios injustos y las lenguas embusteras.
Y concluyamos con el salmista:
“Quid
detur tibi, aut quid apponatur tibi ad linguam dolosam?
Sagittae potentis acutae cum
carbonibus desolatoriis” (Salmo 119)
Notas:
(1).- Las
frases en cursiva son citas literales.
(2) .-
Resaltado en el texto original.