Monseñor Williamson le hizo un gran mal a la Fraternidad San Pío X:
1º) Negó el holocausto (“en el cual murieron seis millones de judíos en las
cámaras de gas”). Lo cual lo convirtió ipso facto en un obispo
negacionista y nazi.
2º) Provocando, por este hecho, un feroz asedio periodístico sobre la
Fraternidad y sus Prioratos, y convirtiendo a todos los integrantes del
tradicionalismo católico en sospechosos de antisemitismo.
3º) Además, también fue él - con sus comentarios contrarios a un arreglo
con Roma (mientras ésta continuara ocupada por los modernistas) - uno de
los principales obstáculos para un posible arreglo con la Roma de hoy. A tal
punto llegó a considerarse incómoda su permanencia en la Fraternidad, que fue
expulsado de ella para limpiarla así de toda insidiosa sospecha (sobre la recta
intención de sus superiores sobre el acuerdo) y como un gesto de buena voluntad
para con Roma.
Esto me recuerda a otro famoso personaje histórico que fue el “causante” de
ese gran mal que significó para la Iglesia Católica: la pérdida de Inglaterra
como Reino católico.
Me refiero a Tomás Moro. Si Tomás Moro hubiera sido un poco más
condescendiente con su rey Enrique VIII y hubiese ejercido suficiente presión
sobre Roma para que ésta aprobara su divorcio de su esposa, la Reina
Catalina de Aragón (pues ésta, como todos saben, no le había dado descendencia
masculina) para verse libre para “probar suerte” con otra esposa presuntamente
fértil de varones, Ana Bolena, y lograr al fin el deseado sucesor a su reinado
- Inglaterra no se hubiera separado de Roma. Y el Reino de Inglaterra hubiera
seguido siendo católico. No se hubieran confiscado bárbaramente los bienes de
la Iglesia y los clérigos hubieran podido conservar sus dignidades y, por
supuesto, también sus bienes y regalías. Todo esto por la tozudez de un
canciller (al menos en parte). Por un canciller que se decía católico y no
podía, como tal, querer un mal tan grande para la Iglesia, como llegó a ser la
separación de Inglaterra de la Roma católica, de la cual Tomás Moro pretendía
ser hijo fiel.
Es cierto, tuvieron que pasar cuatro siglos para darse cuenta de que Tomás
Moro había obrado de un modo consecuente, al no ser obsecuente con su Rey sino
consecuente con su fe. Y a tal punto, que despreció su propia vida afrontando
el cadalso. Y más, afrontándolo con tan buen espíritu, como para hacerle un
buen chiste al verdugo. Claro, un chiste “trascendente”, es decir, un chiste
capaz de traspasar las nubes hasta el cielo.
¡Bueno!... pero Tomás Moro ¡era un santo!…No. No y no… Al menos para
aquellos que le contemplaban en aquél momento, no.
Fue necesaria una perspectiva aérea de cuatrocientos años, fue necesario
elevarse tan alto, como para ver las cosas en su dimensión real. Para darse
cuenta entonces de que, en realidad, no fue él, Tomás Moro, quien separó a
Inglaterra de Roma, sino su mismo y propio Rey, el cual, apoyado por sus nobles
y los clérigos fieles a él y a sus reales promesas. Pues aquellos clérigos que
no le secundaron en sus propósitos también tuvieron que afrontar el cadalso,
las vejaciones, el despojo y el martirio.
De manera tal que si Tomás Moro osó afirmar: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”, Monseñor Williamson
sufrió a sus enemigos por afirmar: “Lo
que Dios ha separado, no lo una el hombre”, esto es: la Verdad no puede
unirse al error, la tradición al Modernismo, la doctrina católica a la herejía.
Dios no quiere esta unión espuria de principios opuestos, tal vez por ello no
permitió que la Roma modernista “levantara las excomuniones” o rehabilitara a
Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, y sí la de los otros obispos, de
entre los cuales Monseñor Williamson “fue obligado” al fin, como Jonás, por las
circunstancias por Dios permitidas, a reaccionar.
¡Cuidado, entonces! No estamos afirmando aquí y ni siquiera insinuando, que
Mons. Williamson sea un santo (aunque hoy sea tan fácil canonizar a
cualquiera). No es éste el tema. Simplemente estamos diciendo que Monseñor
Williamson ha obrado consecuentemente con el propósito por el que Mons.
Lefebvre creó a la Fraternidad San Pío X, que es: conservar la Santa Tradición,
Resistir en la Fe y combatir el error hasta que Roma vuelva a retomar el camino perdido.
No creemos, sin embargo, que alcancemos a tener ya una perspectiva de
cuatrocientos años para ver las cosas en su real dimensión…”humanamente
hablando”… decimos.
Porque, sobrenaturalmente hablando… ¿qué importa?