CARTA TRIMESTRAL
DE LOS DOMINICOS DE AVRILLÉ, N° 64, DIC 2012-ENE. 2013
El blasón
dominico representa un espacio color blanco adentrándose en un fondo negro.
¿Podría explicar el significado?
Esta
espacio blanco representa la verdad que expulsa las tinieblas del error, como
un ejército de hierro que como punta de lanza penetra las masas enemigas. En
efecto, nuestra Orden fue querida por la Divina Providencia para ejercitar el
ministerio de la predicación doctrinal, para enseñar la verdad. Su divisa es
Veritas y el papa Honorio III, quien aprobó la Orden en 1216, pidió a los
dominicos que fueran “verdadera luz del mundo –vera mundi lumina”.
Pero
la luz no puede brillar sin ahuyentar a las tinieblas. Si queremos esclarecer
las inteligencias, es necesario denunciar los errores, especialmente los
errores de la hora presente. En una obra como la Suma teológica de Santo Tomás
de Aquino, uno se apercibe que la exposición de los errores y su refutación (en
las objeciones y las respuestas a las objeciones) tienen tanto lugar, si es que
no más, que la exposición de la verdad (hay 10.000 objeciones en la Suma).
Es
por eso que, afanándonos en enseñar la verdad, debemos denunciar los errores
que amenazan las inteligencias católicas de este comienzo de siglo 21,
notablemente los de la Iglesia conciliar. Porque, como dijo Ernest Hello:
"Quienquiera
que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es la
piedra de toque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad.
Si no amáis la
verdad, podréis decir que la amáis e incluso hacerlo creer a los demás; pero
estad seguros que, en ese caso, careceréis de horror a lo que es falso, y por
ésta señal se reconocerá que no amáis la verdad".
Entre los
errores actuales, ustedes sitúan los de la “Iglesia conciliar”. Estos errores
¿Están contenidos en el mismo Concilio Vaticano II o vienen de una mala
hermenéutica (interpretación)?
La
crisis en la Iglesia viene del Concilio mismo. Si leemos la historia del
Concilio, por ejemplo El Rhin desemboca
en el Tíber de Ralf Wiltgen, se ve que un partido liberal y modernista ha
tomado la dirección del Concilio con la aprobación al menos tácita de los papas
Juan XXIII y Paulo VI. Es por eso que el Concilio produjo textos infestados de
liberalismo y de modernismo. No obstante, el error está frecuentemente más o
menos disimulado, porque los modernistas saben muy bien esconderse, como lo
hizo notar San Pío X: “Tal página de su
obra podría estar firmada por un católico; den vuelta a la página y creerán
leer a un racionalista”. (Encíclica Pascendi)
Denos algunos
ejemplos de errores en los textos del Concilio.
Como
lo hizo notar Monseñor Lefebvre, el Concilio retomó los tres grandes errores de
la Revolución llamada francesa (libertad, igualdad, fraternidad) bajo una forma
“eclesiástica”: libertad religiosa –colegialidad – ecumenismo. Estos son los
documentos del magisterio anterior que los condenan:
-La
libertad religiosa afirmada por Dignitatis humanae ha sido condenada por los
papas Gregorio XVI (Mirari vos), Pio IX (Quanta cura), León XIII (Immortale
Dei), San Pío X (Vehementer nos) y Pio XI (Quas primas).
La
colegialidad contenida en Lumen gentium n° 22 (aunque corregido por la Nota
praevia) es contraria a la enseñanza del Concilio Vaticano I (Pastor aeternus)
sobre el poder supremo del papa.
El
ecumenismo y el diálogo interreligiosos preconizados por Unitatis redintegratio
y Notra aetate, son condenados por Pío IX (Syllabus n° 16 y 17), León XIII
(Satis cognitum) y Pio XI (Mortalium animos).
En
el fondo de estos errores se encuentra la doctrina masónica del humanismo: todo
debe estar centrado en el hombre (ya no en Dios). Este error está expresado en
Gaudium et spes (“todo en la tierra debe
ser ordenado al hombre como su centro y su cúspide”); esto ha sido
condenado por Pío IX en el Syllabus. Es por eso que el futuro papa Benedicto
XVI dijo justamente que Gaudium et spes puede ser considerado como “una revisión del Syllabus de Pio IX, una
suerte de contra-Syllabus”.
Por lo tanto el
papa Benedicto XVI propone una hermenéutica de la continuidad entre el pasado
de la Iglesia y el Vaticano II. ¿Qué piensa de esto?
El
mismo papa describe esta hermenéutica como aquella de “renovación dentro de la
continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto
que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo,
único sujeto del pueblo de Dios en camino”.
Por
consecuencia, esta hermenéutica permite enseñar una doctrina contraria a la
anterior, desde el momento que quien enseña está en continuidad (es decir que
es el sucesor) del que enseñó la doctrina precedente. ¡El papa actual pudo
enseñar el contrario del Syllabus!
Esto
es conforme al pensamiento modernista según el cual el magisterio debe
transmitir la experiencia religiosa del pueblo cristiano, experiencia que
cambia con las épocas.
Pero
la concepción católica del magisterio es completamente diferente, el magisterio
debe transmitir la misma doctrina, que es la que recibió de Nuestro Señor “en el mismo sentido y el mismo pensamiento
(in eodem sensu eademque sententia)” (Vaticano I).
Pero el papa nos pide adherirnos al Vaticano II.
¿No debemos obedecerlo?
POR
SUPUESTO QUE NO. El mismo San Pablo responde en la Epístola a los Gálatas
(1,8): “Si cualquiera, sea yo o un ángel
del cielo, os predica otro Evangelio que el que nosotros os hemos anunciado,
sea anatema”. Y también San Pedro dice: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29).
La
nueva misa y la enseñanza del Vaticano II ponen en peligro nuestra fe haciendo
adoptar una mentalidad modernista y favoreciendo la herejía protestante. Por lo
tanto, no podemos aceptarlos, porque nuestra fe es nuestra posesión más
preciada, ella es la que nos salva.
Respecto del
papa y de la jerarquía, ¿debemos adoptar una actitud de defensa pasiva
esforzándonos por conservar la Tradición y contentándonos con emitir algunas
observaciones respetuosas y discretas, o hay que ser más ofensivos?
CUANDO
LA FE está en peligro, tenemos el deber de hablar para salvaguardar el bien
común de la Iglesia. Monseñor Lefebvre supo practicar la ofensiva: por sus
palabras (por ejemplo su Declaración del 21 de Noviembre de 1974, su conferencia
de prensa de diciembre de 1983, sus sermones del 29 de junio en Ecône, etc.) y
sobre todo por sus acciones, continuando con la ordenación de sacerdotes y
consagrando obispos a pesar de la prohibición de la Roma conciliar. Es verdad
que desde hace algún tiempo, este espíritu de combate ha disminuido bastante y
esto se muestra muy dañino: los fieles son cada vez menos firmes, y la Roma
conciliar es cada vez más emprendedora para erosionar y hacer caer la
resistencia católica. Hay que mantener la ofensiva y esto es lo que quiere
hacer nuestra revista Le Sel de la terre
y sus diversas publicaciones, notablemente el Catecismo de la crisis en la Iglesia del padre Gaudron y La extraña Teología de Benedicto XVI de
Monseñor Tissier de Mallerais.
Ustedes parecen
muy pesimistas. ¿No tiene una palabra de esperanza?
NUESTRA
ESPERANZA está en el Inmaculado Corazón de María. Si el papa al fin cumple con
la consagración de Rusia (y sabemos que lo hará, pero como el Rey de Francia,
será tarde), entonces la Santísima Virgen intervendrá para salvar la Iglesia.
Esperando, hay que “resistir firmes en la fe” rechazando todo compromiso con el
enemigo que ocupa la Iglesia. Es la Iglesia Católica quien tiene las promesas
de vida eterna, no la secta modernista que actualmente la ocupa.