Valga
esta acotación, a lo ya dicho en este blog:
Todos
los que en su momento aceptaron el motu proprio Summorum Pontificum, aceptaron la Misa nueva o Novus Ordo Missae,
como rito ordinario de la Iglesia. Ya sea explícita o implícitamente, lo han
hecho. De haber tenido una posición doctrinaria respecto de la Misa, quien
quería celebrar la Misa tradicional debió rechazar categóricamente un rito que
se aparta impresionantemente de la teología católica de la Misa tal cual fue
expresada en el concilio de Trento, un rito concertado junto con protestantes y
con fines ecuménicos, una invención nueva que carece de legitimidad y pone en
serio riesgo la fe de los fieles. No lo hicieron. Algunos incluso se volvieron
birritualistas. Todos se contentaron con aceptar todo el paquete, con tal que los
dejaran seguir con la Misa tridentina, mientras la gran mayoría de los
católicos del mundo morían de inanición o contaminados por los errores
condensados en la Nueva Misa, expresión de la nueva religión de Vaticano II:
ecumenismo, diálogo, democracia, horizontalización y evacuación del misterium
fidei. La mayoría de los fieles directamente abandonó la práctica religiosa,
transformada en una reunión protestante más, con guitarreada y demás aparato de
cotillón que transformaron el Sacrificio en festichola. ¿Podemos culparlos por
resistirse a eso?
Por
lo tanto, si los que ahora se lamentan porque les sacan la Misa tridentina, aceptaron antes la Misa nueva –en la teoría o
en la práctica- ¿qué inconvenientes pueden tener para aceptarla ahora, en
exclusiva, si no la han –al menos explícitamente- rechazado o repudiado como
corresponde? Por este aspecto se ve la coherencia que les es impuesta por
Francisco, al fin y al cabo para salir de ese camino equívoco. Francisco, como
vemos, está siendo más coherente que los birritualistas o amantes de la “diversidad
litúrgica” comprendida entre el Novus Ordo y la Misa tradicional. Francisco,
además, los está invitando a DECIDIRSE: o están con el Novus Ordo, y por lo
tanto con el Vaticano II del cual es su expresión, o están con la Misa
tridentina, la misa de siempre.
No
se puede estar con el Vaticano II y con la Misa tridentina. ¿No les queda claro?
Entonces,
los que ahora se ven directamente afectados por este motu proprio, tengan en
cuenta que, con esta medida dictatorial de Francisco, DIOS PUEDE ESTAR ACTUANDO
PARA “FORZAR” A LOS QUE DE VERAS QUIEREN LA MISA TRADICIONAL, A APARTARSE
DEFINITIVAMENTE DEL NOVUS ORDO. Y, también, puede ESTAR CASTIGANDO LA
AMBIVALENCIA DE LOS QUE QUIEREN QUEDAR BIEN CON LA AUTORIDAD ANTES QUE CON LA
VERDAD.
Es
mejor que lo piensen, porque quizás sea AHORA O NUNCA.
Con
respecto a Francisco, a su medida, no hay dudas, es extremadamente despiadada,
diríamos salvaje. Hagamos una analogía, cambiando por supuesto todo lo que haya
que cambiar. El anterior motu proprio, nos decía que eran tan eficaces las
vacunas anticovid (digamos Moderna, AstraZeneca y demás ARNm) como la
ivermectina, la hidroxicloroquina y demás medicamentos comprobados. Aunque la
forma ordinaria era usar la vacuna, se permitía en ciertos casos usar la
medicina alternativa. Ahora, este nuevo motu proprio viene a decir que sólo
existen las vacunas y que al que quiera usar la ivermectina debe ir al médico,
y éste pedir autorización al ministerio, el cual deberá comunicarse con la OMS,
a ver si le permite tomar el medicamento. Esto hasta tanto no se convenza de
que debe aplicarse la vacuna.
En
definitiva, Francisco se mueve con la corriente del mundo, que opera la
masonería.
La
diferencia es que Francisco no quiere imponer –como los globalistas con su
vacuna- la concurrencia a la Misa nueva, pues eso le tiene sin cuidado y el
gran desastre ya está hecho, más bien los modernistas y masones infiltrados en
la Iglesia pretenden vaciar del todo los templos, por eso se apresuraron a
cerrarlos ni bien se anunció la “pandemia”. Saben que una restauración que
comience mediante la Misa tridentina volverá a vigorizar la Iglesia y llenarlas
de fieles, lo que no desean. ¿Es que desean quedarse sin trabajo? Entendámoslo:
la Iglesia está copada por masones y comunistas que no pretenden otra cosa que
su extinción. Eso es lo que está en juego. El Novus Ordo ha contribuido
enormemente a ello. Combinado con la “pandemia”, mucho más. Se trata de
liquidar o diluir la Iglesia finalmente en un consorcio de “religiones
abrahámicas”, masónicamente fraternales. Esa es su idea. A ver si los que están
en el medio de la línea, de una vez, lo entienden.
Este
motu proprio de Francisco, es como el “Covid 19”: apareció para hacernos ver
que “las cosas no estaban yendo bien”, más allá de las apariencias. Y si hay
quienes se “rebelan” sólo para seguir con el motu proprio de Benedicto, les
decimos que las cosas no irán mejor, sino peor. Porque, NO ES TIEMPO DE
AMBIGÜEDAD, DE CONFUSIÓN, DE IMPOSIBLES CONCILIACIONES O DEFENDER LA PROPIA
CONVENIENCIA EN DESMEDRO DE LA VERDAD. El Summorum
pontificum había instalado una falsa paz con los tradicionalistas, que
algunos pretenden continuar. En esto nos parece que viene bien lo de Francisco:
esto es una GUERRA religiosa, y cuando el enemigo combate a Cristo, es de
cobardes y traidores pretender tener con él una paz o convivencia, que no es la
paz que triunfa con la verdad que es Cristo.
El
virus a erradicar es el virus liberal. Punto.
El
riesgo que estamos viendo es que todos apuntan sus cañones sólo contra
Francisco, como si fuese el único responsable de esto. Francisco está llevando
hasta sus últimas consecuencias –con su estilo deplorable y llamativo- lo que
surgió en el Vaticano II: una nueva Iglesia que trabaja para concretar un
“Nuevo Orden Mundial”.
Había
dicho magníficamente hace poco Monseñor Viganò: “El propio Motu Proprio Summorum
Pontificum, por ejemplo, al tiempo que concede la celebración en forma
extraordinaria, exige saltem impliciter [al menos implícitamente] que aceptemos
el Concilio y reconozcamos la legalidad de la liturgia reformada. Esta
estratagema impide a los beneficiarios del Motu Proprio plantear cualquier
objeción, o se arriesgan a la disolución de las comunidades Ecclesia Dei. Y se
inculca en el pueblo cristiano la peligrosa idea de que una cosa buena, para
tener legitimidad en la Iglesia y en la sociedad, debe ir necesariamente
acompañada de una cosa mala o, al menos, de algo menos bueno.”
Lo
que acaba de pasar con el motu proprio Traditionis
Custodes, nos recuerda uno de los escolios de Nicolás Gómez Dávila, que ya
hemos citado en nuestro blog: “De
gris en gris es fácil llevar al tonto del blanco al negro". El Summorum
pontificum fue la grisura, la mezcla del blanco con el negro. Pero la cosa
poco a poco se fue poniendo más oscura, hasta llegar a este documento de
Francisco: negro. Por eso la reacción verdadera –verdaderamente católica- no
puede ser empeñarse en seguir celebrando o asistiendo a la Misa tridentina
aceptando a la vez la Misa nueva, que es el símbolo, la bandera, el instrumento
que esgrime Bergoglio como identidad de la Nueva Iglesia surgida del Vaticano
II.
Como decía San Ignacio de Loyola: Sólo hay dos
banderas, no hay más.
Ignacio Kilmot