Tres artículos de interés:
Todo es sur en la tierra, en el mar o en el
aire,
sureñas las jarillas recamadas de abril.
Meridional el molle, las retamas, los cactus,
inaugurando verdes, alineando un pretil.
Todo es sur sobre el agua, la garza fugitiva,
fundando con sus alas los senderos costeños,
mediodía el paisaje soleado de gramíneas,
son australes los talas, sufridos y abajeños.
Loberías insomnes ven llegar cinco naves,
las mira el horizonte de San Julián al este.
Las ven los cormoranes con milenios de
asombros,
y el patagón bravío que impacienta su hueste.
La Nao Capitana lleva anclada en su casco,
Trinidad, la palabra que le marca un destino.
El mesana flamea la bandera de España,
pero el mástil de proa roza un cielo
argentino.
Bajan aquellos hombres como bajan los héroes,
marcialmente callados, superando pesares,
la cicatriz por yelmo cuando hasta al alma
hiere,
la dura peripecia clavada en los ijares.
Magallanes, quien sabe, si cayó de rodillas,
si añoró de Sanlúcar sus pueblerinos tramos,
junto a un mapa sin bordes, su antañón
calendario
le marcaba la fiesta del Domingo de Ramos.
Como aquel que bendice los soplos de los
vientos
su mano trazó el sitio del mayor abordaje:
el altar con la cruz, el sagrario, los
cirios,
un retablo de océano hecho espuma y celaje.
Imagino los brazos que acarrearon las
piedras,
mojados de salitre, heridos del casquijo,
para dar forma al ara de gólgota y de mesa
erigiendo en la cima, austero, el Crucifijo.
Pedro de Valderrama se reviste despacio,
se recuerda muy joven en su hogar ecijano,
el cíngulo lo aferra, la casulla lo inviste,
se inclina con un beso sobre el misal romano.
Contritos, genuflexos, marinos o soldados,
veteranos de hazañas contra el moro tenaz,
contemplan la hostia blanca, la contempla el
nativo,
forman arcos de olivo sobre esa patria agraz.
Algo que ahora llamamos lágrimas de alegría
y que entonces fue estío mojando las acacias,
retumbó en el desierto ante el primer Pan
Vivo,
al Ite missa est decían: Deo gratias.
Antonio Caponnetto