Francia ha dado a conocer el nuevo mensaje del
Superior de distrito, Padre Bouchacourt (“Retorno a lo real”, puede verse acá).
Debido a las turbulencias que en las tierras galas sufre la Fraternidad, causadas
por la insensata política acuerdista de Menzingen, el P. Bouchacourt ha
levantado su dedo admonitorio para hacer “volver a la realidad” a los
facciosos, a los preocupados, a los inquietos, a los disidentes, a los
críticos, etc. Historia vieja. Esto ya lo venimos viendo desde el 2009 por lo
menos. Si leemos entre líneas, podría resumirse así: “No se metan donde no les
incumbe. Cierren el pico. Quédense en el molde (la Fraternidad es nuestra, no
de ustedes laicos que sólo deben limitarse a obedecer)”. Claro que esta brutal
sinceridad no puede ser empleada. Pero, veamos algunos párrafos de su
comunicado, con nuestros comentarios.
Los
medios de comunicación, por su parte, nos dan a conocer las realidades
dramáticas y horribles, pero que tienen lugar en el Tíbet, Somalia o Alaska.
Por supuesto, las desgracias de los demás nos conmueven, pero ¿podemos cargar
con la desgracia del mundo? Lo más razonable, para combatir la miseria, ¿no sería en un
principio internarnos en aquello que está de nuestra parte, la miseria que Dios
nos ha confiado de alguna manera puesto que nosotros hemos nacido aquí, en
Francia?
Vemos que comienza con una gran generalización,
sobre hechos producidos en los rincones más remotos del mundo (por cierto,
¿enviará a esos lugares a los próximos sacerdotes que se animen a criticar la
política acuerdista de Menzingen, como hizo con algunos enviándolos a las
Filipinas o el África negra?). No nos metamos en asuntos tan lejanos, dice el P.
Bouchacourt, para luego extender ese criterio a la situación de la Iglesia.
Las redes sociales hacen ruido con rumores sobre
la crisis de la Iglesia. Queremos saber todo de lo que pasa en tal capilla
lejana, en tal parroquia desconocida. No importa qué acto de no importa qué
eclesiástico es ahora comentado, juzgado, condenado. El internauta se erige en
policía, en procurador, en juez, confiando en rumores inverificables, de frases
sacadas de contexto y de afirmaciones perentorias.
¿Son rumores sobre la crisis o son hechos cada
día más graves de la crisis? Es cierto, en Internet hay de todo, pero ¿se puede
generalizar así sin más? ¿O más bien conviene una generalización para luego
incluir en ella a los que critican a la Fraternidad? Pero a continuación está
el meollo del asunto, aquello adonde, gradualmente, el P. Bouchacourt quería
llegar.
¿El Espíritu Santo nos ha encomendado cumplir el (santo) oficio de la
Inquisición romana y universal? ¿Recibimos la misión divina de convertir al
Papa, a la Curia romana, los obispos? ¿Estamos encargados por el Cielo de
ocuparnos de los asuntos internos de la Fraternidad San Pío X y de cada una de
las capillas de la Tradición?
Preguntamos al P.
Bouchacourt, 1) ¿Recibió la FSSPX la misión divina de buscar un acuerdo con los
modernistas de Roma?; 2) ¿Hay que tener un encargo especial del Cielo para
interesarse por los asuntos internos de la Fraternidad San Pío X y de cada una
de las capillas de la Tradición? Le damos las respuestas: 1) La Fraternidad
recibió una misión divina a través de su Fundador Mons. Lefebvre, que estampó
del siguiente modo en el final de su vida: "Todo sacerdote que
quiere permanecer católico tiene
el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar”.
También dijo: “Que nosotros tengamos que
combatir contra las ideas actualmente en boga en Roma, las que el Papa expresa,
es claro. Combatimos [contra ellos] porque no hacen más que
repetir lo contrario de lo que los Papas han dicho y afirmado solemnemente
durante un siglo y medio. Debemos elegir. Es
lo que yo le decía al Papa Pablo VI. Estamos forzados a elegir entre usted y el
Concilio por una parte, y sus predecesores por otra parte. ¿A quién debemos
seguir? ¿A los predecesores que han afirmado la doctrina de la Iglesia o bien
seguir las novedades del Concilio Vaticano II afirmadas por usted?” (Ver más citas acá). De manera que hay
una misión de combate –cada uno en su puesto- que todos los católicos de la
Tradición debemos sostener contra los enemigos de la Iglesia. 2) Nos ocupamos
de los asuntos internos de la Fraternidad porque tenemos el deber de cuidar
nuestra fe y no queremos ponerla en riesgo. San Juan nos dice:
“Carísimos, no creáis a todo espíritu, sino poned a prueba los espíritus si
son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (I Jn, IV,
1). Y San Pablo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (I Tes. V,
21). Se dijo en otro artículo de este blog: “San Pablo elogiaba a los fieles de
Berea porque escudriñaban cada día las Escrituras para ver si la enseñanza que
recibían era conforme con ella. Esa prudencia, como enseña Mons. Straubinger,
debe servirnos para guardarnos de los falsos profetas que siempre se presentan
con piel de oveja y de los falsos apóstoles que se disfrazan de Cristo como el
mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Y dice estas duras pero actualísimas
palabras: “La indiferencia que a veces notamos, en esta materia tan grave,
no es sino esa falta de amor a la verdad, que es lo que hará caer en las
seducciones poderosas de la mentira, según revela San Pablo al hablar del
Anticristo” (II Tes, 2, 10 ss.). (acá)
Ahora bien, el P. Bouchacourt dice algo parecido en el siguiente
párrafo, pero desconectado por completo del párrafo anterior, como si vigilar
sobre nuestra propia salvación fuera simplemente ir a la misa los domingos,
rezar devotamente y cerrar los ojos al resto de lo que sucede, cuando el diablo
está tramando la pérdida de muchísimas almas queriendo desintegrar la
Fraternidad en sus negociaciones acuerdistas con los modernistas romanos.
En verdad, Dios nos ha confiado una carga
espiritual, real y no ficticia: aquella de vigilar, con su gracia, sobre
nuestra propia salvación, sobre la de nuestra familia, aquella de contribuir,
según nuestro estado, a la mejoría de la vida espiritual del lugar donde
nosotros desarrollamos nuestra vida cristiana. Y si cada uno de nosotros
hiciera así, las familias de la Tradición devendrían cada día más fieles a
Dios, nuestros prioratos y nuestras capillas serían hogares relumbrantes de fe
y de caridad, y cada uno aportaría su contribución, según los planes de la
Providencia, a la renovación de la Iglesia.
No hace mención de la vigilancia en el combate de
la fe, y precisamente esto confirma el párrafo siguiente.
El retorno a lo real pasa sobre todo por la
esperanza sobrenatural. Es cierto que aparte de la Iglesia, nada ni nadie tiene
ya, sobre la tierra, la certitud de la salvación o la perennidad: “Que aquel
que crea estar de pie cuide de no caer”, nos dice San Pablo (I Cor. 10,12)
¿Por qué el “retorno a lo real” pasa por la
esperanza sobrenatural? ¿Es que acaso la Iglesia no está sufriendo fundamentalmente
una crisis de la fe? ¿No es la fe lo que escamotean siempre los modernistas?
Pues para los tradicionalistas liberales, resulta más fácil falsificar la
esperanza que la fe, haciendo residir la primera en vago palabrerío fundado en
un optimismo que no pisa el suelo de la realidad. Claro que P. Bouchacourt
intenta aparecer prudente con ciertos avisos.
Sería en sí posible que la Fraternidad San Pío X se sume a los peores
errores del modernismo. Sería en sí posible que el sacerdote tradicional más
celoso, que el fiel más perseverante abandone el combate, deserte la Tradición,
apostate de la verdadera fe. Eso es siempre posible en sí, porque el hombre es
frágil y cambiante. ¿Pero eso significa que un tal desastre va a ocurrir? De
ninguna manera. “Dios no muere”, decía García Moreno.
No sabemos qué relación
puede haber entre el hecho de que haya apostasías, y el hecho de que “Dios no
muere”. Porque los modernistas podrían haber dicho eso para ampararse en su
caída, cuando el Vaticano II: “El modernismo puede triunfar y ocupar hasta el
Papado, pero eso no sucederá porque Dios existe”. Es realmente un absurdo. Dios
no muere pero existe el libre albedrío. La doctrina que propone el P.
Bouchacourt es medrosa, porque al final no se caerá de ningún modo ya que Dios
acudirá en nuestro auxilio. Con eso se deprime el combate por la fe (véase el
ejemplo dado por el jesuita Diego Laínez en el Concilio de Trento, una alegoría
que viene al caso).
El Señor está ahí, él vigila sobre cada uno de nosotros, el vigila sobre
la Fraternidad San Pío X, él vigila sobre la Tradición, él vigila sobre la
Iglesia. Mismo si nosotros sufrimos una crisis terrible, el buen Dios no nos ha
abandonado para nada, su gracia poderosa no falta para socorrernos, para
sostenernos.
Vuelta a lo mismo.
Dios no abandona a quienes no lo abandonan, creyendo con soberbia que gozan de
inmunidad por la cual les será imposible caer.
El retorno a lo real se identifica así con la
voluntad de cumplir nuestro deber de estado cotidiano, así donde el Señor nos
ha puesto, sin dejarnos ilusionar por esos medios electrónicos que nos dan un
falso don de ubicuidad. Más aún, el retorno a lo real coincide con la esperanza
sobrenatural que el buen Dios nos dará cada día su gracia y su protección y,
porque nosotros habremos hecho buen uso de esos medios, la recompensa celeste
en el Paraíso.
El deber de estado cotidiano de los obispos y
sacerdotes es continuar siendo verdaderos católicos contra los embates de los
enemigos, enseñando la verdad del Evangelio y salvando almas para Dios. Esperar
que los modernistas romanos acepten la Tradición católica, por el hecho de dar
una prelatura o lo que fuere a la Fraternidad, eso sí es no estar en la
realidad. Por segunda vez el P. Bouchacourt apela a la “esperanza”, de manera
tal que aquel que cuestione y critique a la Fraternidad acuerdista no tendría
esperanza en el socorro de Dios, y por ello no estaría en la realidad. Pero
enseña el Catecismo de S. Pío X que la Esperanza se pierde cuando se pierde la
fe, y también por el pecado de desesperación o de presunción. Encontramos esto
último en la actual Fraternidad.
Por otra parte, el P. Bouchacourt critica al
pasar a los medios electrónicos que “nos hacen ilusionar”, y dice esto desde…
un medio electrónico. Entonces el P. Bouchacourt estaría hablando de sí mismo
sin darse cuenta, queriendo significar que no debemos hacer uso de los medios
electrónicos…excepto que se trate de los sitios oficiales de la Fraternidad. La
esperanza de la Neo-Fraternidad está desgajada de la fe y de la caridad. Es un
señuelo viciado de lo puramente humano, que intenta sostener a como dé lugar
una traición. La Fraternidad San Pío X pretende tapar la crisis profunda que la
aqueja con vano palabrerío que fomente un optimismo infundado, mientras cual
una agencia de viajes organiza incontables peregrinaciones donde pueda filmar y
fotografiar a sus fieles, convertidos ahora en viajeros como los papas
conciliares (más atraídos e interesados en viajar que en ver lo que pasa dentro
de la congregación), mostrando de ese modo su esplendente exteriorización de la
religión: todo es un éxito en ella, ¿cómo podría caer?
Matías
Gali