jueves, 2 de julio de 2020

DEL OBISPO FELÓN Y DE LA NIÑA FIEL – ANTONIO CAPONNETTO




“Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar”.
Mateo 18,6.
  

        Son conocidos ya, públicamente, los desafueros, atropellos y vejámenes múltiples con los que el obispo de San Rafael, Eduardo Taussig, en un verdadero compendio de despotismo clericalista, viene castigando a los sacerdotes y laicos fieles de su diócesis. El último motivo que ha encontrado para desfogar su obsesión –de origen psicopatológico o preternatural- es la legítima negativa del clero y del laicado a recibir de prepo la comunión en la mano. Y a recibirla así, coactivamente, bajo amenaza de puniciones severas y crueles.

        En medio de la natural conmoción de la feligresía, que se ha movilizado para defender los derechos de Dios, tuvo lugar un episodio que no puede ni debe quedar sin registro. Y que, si hubiera justicia en la Iglesia y en la sociedad civil, no debería tampoco quedar impune.

        Una niñita de seis años –María José- lloraba en la puerta del Obispado, con inspirada tristeza infantil, porque no quería que la obligaran a recibir a Jesús en la mano. Estaba con sus padres, sus hermanitas y sus amigos; bien conocida la familia ejemplar en el pago que habitan. El pastor felón no tuvo mejor ocurrencia que conducir a la pequeña hacia adentro de su sede, para “convencerla” de que debía aceptar sus órdenes, aprovechando además la ocasión para desautorizar la crianza religiosa que le habían dado sus padres. La apercibió por su conducta, y quiso conminarla –ejerciendo presión moral y psicológica – a que recibiera la Eucaristía en la mano. La pequeña, conste, precisamente por su madurez espiritual, ya ha hecho su Primera Comunión.
       
        La niña se resistió con sus ojos llenos de lágrimas, mientras sus hermanas y amigas, al verla partir llevada compulsivamente por el obispo, se hincaron a rezar fervorosamente, para que María José no aflojara. Y no aflojó. Aunque el déspota indocto, entre otras insensateces, apeló al bajísimo golpe de decirle que, entonces, si no le hacía caso, “se perdería a Jesús”.

        Todo esto que narro, y otras cosas que por ahora callo, me constan de un modo directo, personal, objetivo y fehaciente. Taussig ha tratado de enmascarar los hechos ante una potencial denuncia por abuso de autoridad; cargo que podría ampliarse con algún otro conexo, según me dice un jurista y canonista amigo.

        Pasará la mentira de la pandemia y el suplicio de la cuarentena. Entonces puede ser que me encuentre cara a cara con el obispo felón. Veremos si es tan bravo con los viejos católicos como con las niñitas del poblado.

        Mientras tanto, en homenaje a la pequeña gran comulgante, le compuse este Romance: 


ROMANCE DE LA NIÑA MARÍA JOSÉ


San Rafael era en junio
y ya unas brisas heladas,
cuando la nieve hace cima
por los cerros o enramadas.

En el aire de la aldea
hay un gemido de herida,
cruenta y sin sangre a la vez
como una cruz invertida.

Trocó el cayado en azote
el pastor de la comarca,
verdugo de los sagrarios
negro sayón de la Barca.

Su corazón vuelto piedra
no oye súplicas ni llantos,
tiene la piel de Caifás,
tiene del lobo quebrantos.

Entonces fue una pequeña
con sus lágrimas de luz,
la que le dijo inocente:
“¡Quiero en la boca a Jesús!

De rodillas y en mis labios
así lo recibiré,
tal cual lo hiciera la Virgen,
si ella lo hizo, yo lo haré”.

¡Ay mi María José!
Tal el nombre de la niña,
tu sollozo tiene el cielo,
el trigo de oro en la Viña.


¡Ay mi María José!
tus amigas, tus hermanas,
tus padres, los curas fieles,
quieren doblar las campanas.

Por tu bravura y pureza
que celebran relucientes
los ángeles de las guardias,
y cantan los combatientes.

Yo no estaré cuando crezcas,
te verán crecer los montes,
el rocío de la noche
las vides, los horizontes.

 Pero te dejo estos versos
de breve y de última grey
con un lema: ¡Dios no muere!
¡Viva siempre Cristo Rey!


Antonio Caponnetto