lunes, 26 de junio de 2017

¿"TAL COMO SOMOS" O "TAL COMO SOMOS AHORA"? POR UN SACERDOTE DE LA FSSPX







"Se podrá decir todo lo que se quiera: el 18 de enero de 2002 en Campos no hubo solamente un reconocimiento unilateral de Campos por Roma, como algunos pretenden, sino que hubo una contraprestación: la complicidad del silencio. Y por otra parte, ¿cómo puede ser de otra manera?" (Mons. Fellay... en otros tiempos).


FUENTE (extracto)

En su último editorial de la revista Fideliter aparecido en La Porte Latine, el P. Bouchacourt retoma la famosa frase de Mons. Lefebvre pronunciada en su sermón del 29 de junio de 1980: “Roma debe tratarnos tal como somos…”.

Sobre este tema, demos la palabra a un miembro de la FSSPX.
Christian LASSALE

FSSPX: “¿Tal como somos”? (“¿O tal como somos ahora”?)

Tal vez han escuchado ustedes este rumor que circula actualmente, y que quisiera que Roma nos reconozca “tal como somos”. Esto es lo que Mons. Lefebvre intentó pedir, pero los hechos demostraron que Roma no entendía eso de la misma manera… Otra expresión es equivalente a la primera: es el “reconocimiento unilateral”. Pero una vez más, Roma allí no se equivoca. Lean lo que encontré en la Carta a los amigos y benefactores n° 63 de enero de 2003 de Monseñor Fellay. Lo lamento, es respecto a Campos, pero su caso se parece demasiado al nuestro…

Se podrá decir todo lo que se quiera: el 18 de enero de 2002 en Campos no hubo solamente un reconocimiento unilateral de Campos por Roma, como algunos pretenden, sino que hubo una contrapartida: la complicidad del silencio. Y por otra parte, ¿cómo puede ser de otra manera?

Para explicar esta última frase, debemos regresar un poco en el texto. A catorce años de distancia, la situación no ha cambiado en lo absoluto. Juzguen ustedes mismos:

Nosotros constatamos en las oficinas vaticanas un cierto cuestionamiento de la manera en que han ido las cosas estos últimos decenios, una voluntad en algunos de corregir esta deriva.

Dicho esto por todos los Burke y Schneider de ayer y de hoy.

Pero sigue siendo evidente que los principios que gobiernan la Roma actual continúan siendo los de la actualización del concilio tal como lo hemos experimentado durante los últimos cuarenta años. En los documentos oficiales y la línea general, no vemos un cuestionamiento de fondo de estos principios; por el contrario, nos repiten que el movimiento iniciado por el Vaticano II sería irreversible, lo que nos obliga a preguntarnos de dónde proviene el cambio de actitud respecto a nosotros. La respuesta se encuentra en primer lugar, sin excluir otras explicaciones, en la visión pluralista y ecuménica que prevalecen ahora en el mundo de la catolicidad. Esta visión ha terminado por mezclar a todo el mundo sin requerirles ninguna conversión, como lo dijo el Card. Kasper respecto a los ortodoxos e incluso de los judíos. Es cada vez más evidente que en esta perspectiva, habrá también un pequeño lugar para la Tradición, pero… esta visión no podemos aceptarla, así como el maestro de escuela no podría aceptar el pluralismo en matemáticas.

Lean de nuevo el sermón de Puy de 2016, o también la entrevista a Terres de mission (29 de enero de 2017), donde Mons. Fellay explica la actitud de Roma hacia la Fraternidad como “una preocupación del Santo Padre por los excluidos de todo tipo”. Entiéndase los divorciados vueltos a “casar”, etc.

Pero continuemos.

Un día llegará, estamos absolutamente seguros, en que Roma regresará a SU Tradición, restaurándola en su lugar de honor, y nosotros anhelamos con todo nuestro corazón ese día bendito. Pero por el momento no estamos tan avanzados, y toda ilusión sería mortal para nuestra sociedad. Podemos constatarlo al examinar la evolución de los acontecimientos en Campos… Campos, por medio de su líder, Mons. Rifán, afirma a los cuatro vientos que nada ha cambiado, que los sacerdotes de la Administración apostólica siguen siendo tan tradicionales como antes, que es la esencia de lo que les fue acordado, y la razón de su adhesión a la proposición romana: la ratificación de la posición tradicional.

Y un poco más abajo, esta frase que me hace pensar tanto en el nuevo sitio de informaciones de la Fraternidad:

Esta actitud de duplicidad implícita se ha vuelto la norma en la nueva situación en la que se encuentran: se subrayan los puntos del pontificado actual que parecen favorables, se omiten bajo un silencio reverencial lo que está mal


Y es aquí que aparece la frase citada en el encabezado:

Se podrá decir todo lo que se quiera: el 18 de enero de 2002 en Campos no hubo solamente un reconocimiento unilateral de Campos por Roma, como algunos pretenden, sino que hubo una contrapartida: la complicidad del silencio. Y por otra parte, ¿cómo puede ser de otra manera? Es evidente que ahora Campos tiene algo que perder y que temen perder ese algo, y que el camino del compromiso es el que eligieron es para no perderlo. “Nosotros los brasileños somos hombres de paz. Ustedes los franceses siempre pelean”. Para tener paz con Roma, hay que dejar de combatir. Ya no se mira la situación global de la Iglesia, se sienten satisfechos con el gesto romano hacia un pequeño grupo de 25 sacerdotes para decir que la situación de necesidad ya no existe en la Iglesia, pues con el otorgamiento de un obispo tradicional, una nueva situación de derecho ha sido creada… Por un árbol se olvidan del bosque.

Lo siguiente también se aplica muy bien a nuestra situación:

Así, poco a poco, el combate se atenúa y se termina por acomodarse a la situación. En Campos todo lo que es positivamente tradicional es conservado, ciertamente, por lo que los fieles no ven el cambio, salvo los más sagaces, que observan la tendencia a hablar más y más respetuosamente de las declaraciones y acontecimientos romanos actuales, omitiendo las advertencias de antes sobre las desviaciones de hoy; el gran peligro es entonces el terminar por acomodarse a la situación y ya no tratar de remediarla. Para nosotros, antes de lanzarnos, queremos la certeza de la voluntad de Roma de sostener la Tradición, las señales de una conversión… Para resumir, debemos afirmar que en Campos, a pesar de que digan lo contrario, lentamente, bajo la conducción de su nuevo obispo están siendo moldeados al espíritu conciliar. Roma no pide más por el momento.

Pero usted exagera, me dirán… ¡Nuestra situación no está en este punto! ¡Nosotros somos fuertes! (¿y humildes?)

Ahora lean lo que sigue:

Se objetará tal vez que nuestros argumentos son muy débiles, sutiles y no tienen peso ante la oferta romana de regularizar nuestra situación. Respondemos que la consideración abstracta, in abstracto, de la proposición de la Administración apostólica es tan magnífica como el plano de una hermosa mansión propuesta por un arquitecto. La verdadera cuestión y el verdadero problema no se sitúan en lo concreto: ¿En qué terreno será construida la mansión? ¿Sobre las arenas movedizas del Vaticano II o sobre esta piedra de la Tradición que se remonta al primero de los Apóstoles? Para asegurar nuestro porvenir, estamos obligados a pedir a la Roma de hoy la claridad sobre su adhesión a la Roma de ayer. Cuando las autoridades hayan claramente reafirmado en los hechos y hayan vuelto efectivamente al "Nihil novi nisi quod traditum est", entonces “nosotros” no constituiremos un problema. Y le suplicamos a Dios que apresure ese día donde toda la Iglesia florecerá, habiendo redescubierto el secreto de su fuerza pasada, liberada de esta mentalidad de la que Paulo VI dijo “que es de naturaleza no católica. Puede que prevalezca. Ella no será jamás la Iglesia. Es necesario que quede un pequeño rebaño, por más ínfimo que sea”.

En este estado de espíritu, es por lo menos temerario hablar de “el sello” (cf. Entrevista del 29 de enero a Terres de mission), y en todo caso es deshonesto decir que “todo puede pasar” (entrevista al P. Nély en Présent). A menos que hayamos cambiado… Roma no teme tratarnos como somos “tal como somos”… hoy en día.


Un sacerdote de la Fraternidad San Pío X