MONS. LEFEBVRE RESPONDE A MONS. FELLAY,
MONS. TISSIER, MONS. DE GALARRETA Y TODOS A LOS ACUERDISTAS EXPLÍCITOS O
IMPLÍCITOS QUE ESTÁN LLEVANDO A CABO LA “OPERACIÓN SUICIDIO” O AUTODEMOLICIÓN
DE LA FSSPX:
“Muchos de los que nos han abandonado para unirse a Roma (conciliar) no
comprendieron justamente lo que es el liberalismo y cómo las autoridades
romanas, desde el concilio Vaticano II, están infestadas de estos errores. Si
lo hubieran comprendido, hubieran huido, la hubieran evitado, se hubieran
quedado con nosotros. Pero ellos no quieren creer en estos errores ¡Es grave! Porque al
acercarse a estas autoridades, uno se contamina forzosamente.
Estas autoridades están imbuidas (…) de los principios del liberalismo:
necesariamente, ellas actúan de conformidad con su manera de pensar. Por
consiguiente, cuando ellas comienzan a tener relaciones con nosotros,
ellas imponen estas ideas, puesto que son las autoridades. Son las
autoridades, nosotros somos los inferiores, entonces ellas nos impondrán sus
ideas. Mientras ellas no se deshagan de estos errores, del liberalismo y del
modernismo, no habrá medio de entenderse con ellas.”
(En una conferencia a sus seminaristas en septiembre de 1988)
“Sobre todo, si hubiera un arreglo con Roma, estaríamos invadidos por
cantidades de gente: Ahora que tienen la Tradición y están reconocidos por
Roma, van a venir con nosotros. Hay mucha gente que seguirá con su espíritu
moderno y liberal, pero que vendrán con nosotros porque les va a gustar asistir
de vez en cuando a una ceremonia tradicional y tener contacto con los
tradicionalistas. Y esto será muy peligroso para nuestro medio tradicional. Si
somos invadidos por toda esta gente ¿qué va a pasar con la Tradición? Poco a
poco va a haber una especie de ósmosis que se producirá, una especie de
consenso… Muy despacio, muy despacio, vamos a terminar por no ver la distinción
entre el liberalismo y la Tradición. Es muy peligroso”.
(Conferencia en Flavigny el 11 de junio de 1988, Fideliter n°68)
“No puedo hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero
si vivo un poco aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga
un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento
sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación
en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó. Plantearía la
cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de
todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío
IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas
de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas
y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a
favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?”. Si no aceptan la
doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado
reformar el Concilio considerando la doctrina de estos papas que los
precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil.”
(Entrevista concedida a la revista Fideliter Nº 66, 1988)
“No hay que sorprenderse si no llegamos a
entendernos con Roma. Esto no será posible mientras que Roma no regrese a
la fe en el reinado de Nuestro Señor Jesucristo… Nosotros chocamos en un punto
de la fe católica”
(Conferencia en Sierre el 27 de noviembre de
1988; Fideliter n°89)
“Cuando nos hacemos la pregunta de saber cuándo
habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta es simple: cuando Roma re-corone a
Nuestro Señor. El día en que ellos reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como Rey
de los pueblos y de las naciones, no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino
a la Iglesia Católica en la cual permanecemos”.
(Conferencia en Flavigny, 1° de diciembre
de 1988; Fideliter n°68)
“Es preciso convencer a los fieles que se
trata de una maniobra, que es un peligro el ponerse en las manos de los
obispos conciliares y de la Roma modernista. Es el mayor peligro que los
amenaza. Si hemos luchado durante veinte años para evitar los errores
conciliares, no es para ponernos ahora en las manos de quienes los profesan”.
(Reportaje publicado en la revista Fideliter N° 70, Julio
1989)
“Pero ellos nos traicionan. Dan la mano a los que demuelen la
Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales y por lo tanto
condenadas por la Iglesia. Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo del
diablo, ellos que trabajan con nosotros por el reino de Nuestro Señor y por la
salvación de las almas.
“Oh, siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos dar la mano a
Roma, no hay problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un callejón sin
salida porque no se puede a la vez dar la mano a los modernistas y querer
conservar la Tradición. Cómo quieren que se les tenga confianza a
personas como éstas, que justifican la negación de Quanta Cura, de Pascendi,
de las decisiones de la Comisión Bíblica, etc…”
(Conferencia al final del retiro sacerdotal del mes
de septiembre de 1990 en Ecône)
“O bien
nosotros somos los herederos de la Iglesia Católica, es decir, de Quanta Cura,
de Pascendi, con todos los papas hasta antes del concilio, y la gran mayoría de
los obispos de entonces, por el reino de Nuestro Señor Jesucristo y la salud de
las almas, o bien somos herederos de aquellos que se esfuerzan, incluso al
precio de una ruptura con la Iglesia y su doctrina, de admitir los principios
de los derechos del hombre, basados en una verdadera apostasía, con vista a
obtener una presencia de servidores en el gobierno mundial revolucionario.
Porque eso es el fondo: a fuerza de estar en pro de los derechos del hombre, de
la libertad religiosa, la democracia y la igualdad de los hombres, tendrán un
sitio en el gobierno mundial, pero será un sitio de servidores. (…) Nosotros estamos
inmersos en esta corriente, en esta continuidad, agradezcamos al Buen
Dios. Somos perseguidos, es evidente, nosotros somos los únicos
excomulgados, los únicos perseguidos, pero no podemos no serlo”.
(Conferencia al final del retiro sacerdotal del mes de septiembre de
1990, Ecône)
“El problema sigue siendo muy grave y… no hay que
minimizarlo. Es lo que debemos contestar a [los que] preguntan si la crisis está por
terminar, si no existiría la posibilidad de tener una autorización para nuestra
liturgia, para nuestros sacramentos. Ciertamente la cuestión de la
liturgia y de los sacramentos es muy importante, pero más importante todavía es
la de la Fe. Para nosotros esta cuestión está resuelta, pues
tenemos la Fe de siempre, la del Concilio de Trento, del Catecismo de
San Pío X, de todos los concilios y de todos los Papas anteriores al Concilio
Vaticano II; en una palabra, la Fe de la Iglesia.
Pero ¿y en Roma? La perseverancia y la obcecación en las
ideas falsas y en los graves errores del Vaticano II siguen en pie. Está
claro. No debemos hacernos ninguna ilusión. Estamos llevando a
cabo un combate fortísimo. No hemos de dudar ni tener miedo.
Algunos quisieran volver a unirse a pesar de todo con
Roma, con el Papa. Lo haríamos… si ellos se encontraran en la Tradición y
continuaran la tarea de todos los Papas del siglo XIX y de la primera mitad del
siglo XX. Pero ellos mismos (los Papas actuales) reconocen que han tomado un
camino nuevo, que el Concilio Vaticano II ha abierto una nueva era. Es el combate de Satanás contra la Ciudad de
Dios. ¿Cómo se resolverá esto? Es el secreto de Dios, un
misterio. Pero no debemos preocuparnos, debemos tener confianza en la gracia
del Buen Dios.
Que nosotros tengamos que combatir contra las ideas
actualmente en boga en Roma, las que el Papa expresa, es claro. Combatimos [contra ellos] porque no hacen más que repetir
lo contrario de lo que los Papas han dicho y afirmado solemnemente durante un
siglo y medio. Debemos elegir. Es
lo que yo le decía al Papa Pablo VI. Estamos forzados a elegir entre usted y el
Concilio por una parte, y sus predecesores por otra parte. ¿A quién debemos
seguir? ¿A los predecesores que han afirmado la doctrina de la Iglesia o bien
seguir las novedades del Concilio Vaticano II afirmadas por usted?
No debemos dudar ni un minuto. Los que nos están
traicionando… dicen que hay que ser caritativos, tener buenos sentimientos, que
hay que evitar las divisiones. Dan la mano a los que destruyen
la Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales, aunque están
condenadas por la Iglesia. Hacen el trabajo del diablo. Se
encuentran en una vía sin salida porque no se puede dar la mano a
los modernistas y al mismo tiempo guardar la Tradición. Fue eso
lo que mató a la Cristiandad de Europa. Son los liberales los
que han permitido que se instale la Revolución, precisamente porque ellos han
tendido la mano a los que no tenían sus principios.
Hay que elegir. Nosotros hemos elegido ser
contra-revolucionarios, [estar] en contra de los errores modernos, estar en la Verdad
Católica y defenderla. Este combate entre la Iglesia y los liberales
modernistas es el combate en el cual nos encontramos a raíz del Concilio
Vaticano II. Cuanto más se analizan los documentos del Vaticano
II y la interpretación que le dieron las autoridades de la Iglesia, más uno se
da cuenta que no se trata sólo de algunos errores… sino, en realidad, de
una perversión del espíritu. Es una concepción
totalmente diferente de la Revelación, de la Fe y de la Filosofía, es una perversión
total.
No tenemos nada que hacer con estas gentes, pues no
tenemos nada en común con ellos. El combate que libramos es el de Nuestro Señor,
continuado por la Iglesia. No lo podemos dudar: o estamos con la Iglesia o
estamos contra Ella; no estamos con esta Iglesia conciliar que cada vez tiene
menos en común con la Iglesia Católica”.
“El Papa es más ecumenista que nunca. Todas las
ideas falsas del Concilio se siguen desarrollando y reafirmando cada vez con
mayor claridad. Se ocultan cada vez menos. Es inconcebible en todo punto que
podamos aceptar colaborar con semejante jerarquía».
“Los problemas con Roma no son en absoluto de
nuestro agrado. El tener que discutir no ha sido por gusto. Lo hemos hecho por
razón de principio, para guardar la fe católica. [Algunos] estaban de acuerdo
con nosotros y colaboraban. Mas de pronto han abandonado el verdadero combate
para aliarse con los que están destruyendo la Iglesia, so pretexto que se les
concedían privilegios
Es inadmisible. De facto han abandonado el
combate de la fe, y ya no pueden enfrentarse a Roma”.
(Fideliter nº 79, enero 1991)
P: Pero hay Tradicionalistas que han hecho un acuerdo con Roma
sin conceder nada.
R: Eso es falso. Ellos han renunciado a su posibilidad
de oponerse a Roma. Ellos deben permanecer silenciosos debido a los
favores que se les han otorgado. Entonces, ellos comienzan a deslizarse siempre
tan lentamente hasta que terminan admitiendo los errores del Vaticano II. Es
una situación muy peligrosa. Tales concesiones de Roma tienen como único
objetivo conseguir que los Tradicionalistas rompan con la FSPX y se sometan a
Roma.
(Fideliter N°79, enero 1991, poco antes de su muerte en marzo de
1991)
"Todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber
de separarse de esta iglesia conciliar."
(De su libro "Itinerario Espiritual")