“Conviene que vayamos preparando la revolución contra el
plebeyismo, el más insufrible de los tiranos”. Ortega y Gasset,
Democracia morbosa, 1916.
Castellani explica a Kierkegaard. “Si
un Rey se enamora de una sirvienta naturalmente va a sufrir; pero ¿si una
sirvienta se enamora de un Rey? Mas volviendo la vista a la Prometida de
Cristo, la Iglesia, ve que ella no sufre, lejos de eso, anda muy campante, en
politiquerías y apariencias, cómoda, confortable, acomodada. Va a bendecir el
Congreso de los Ferroviarios”. Eso es exactamente la iglesia conciliar, que aparenta para
el mundo ser “católica”, ahora más “dicharachera” y “divertida” que nunca con
el papa (¿?) tanguero y futbolero que “misericordea” con los judíos. En
realidad no “misericordea” sino que “miserabiliza” la fe. Si K. dijo que “El
protestantismo es el aliado del plebeyismo” entonces Bergoglio es todo un
protestante. Tal vez esto es lo que le haya querido hacer saber la Vieja Hereje
Isabel II del British Empire, regalándole una canasta con comestibles a
Francisco, además de llegar tarde a la cita. Nada de realeza: plebeyismo
politiquero y falsa aristocracia disfrazados para la ocasión. Con el consabido broche final de
Francisco, dirigido a la jefa espiritual de los herejes que odian a la Iglesia
Católica, que de tan repetido se ha tornado un jingle de sus encuentros
diplomáticos: “Rece por mí”. Y aquí una vez más se ve el doble discurso de Bergoglio:
los mafiosos deben dejar de hacer mal y convertirse porque sino “les espera el
Infierno”. A la madraza de los criminales, en cambio, le pide que rece por él.
¿No es esto lo que condenaba Nuestro Señor, el hacer acepción de personas? Por supuesto, ¿quién es él para juzgar a la Reina de Inglaterra?