Es
recordada aquella frase de San Atanasio, cuando escribía desde el exilio a sus
fieles, en tiempos en que el arrianismo había ocupado casi toda la Iglesia: Ellos
tienen los templos, pero vosotros tenéis la fe.
“Ellos
entonces poseen los templos. Vosotros en cambio la tradición de la Fe
apostólica. Ellos, consolidados en esos lugares, están en realidad al margen de
la verdadera Fe, en cambio vosotros, que estáis excluidos de los templos,
permanecéis dentro de esa Fe. Confrontemos pues qué cosa sea más importante, el
templo o la Fe, y resultará evidente desde luego, que es más importante la
verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que
retiene un lugar, o el que retiene la Fe?”
Con el
Vaticano II los modernistas, como en su momento los arrianos, pero aún con más astucia
y poder, ocuparon la Iglesia y se quedaron con los templos, haciendo que los
defensores de la verdadera fe católica tuvieran que refugiarse en pequeñas
capillas, en improvisadas iglesias en casas particulares, casi en catacumbas.
Hoy en
los templos antiguos de la Cristiandad, quedan cautivos los cuerpos de los
santos y mártires, y es posible que Nuestro Señor cuando las misas sean
válidas. Debemos venerarlos y venerar tales lugares que representan lo que ha
sido la cristiandad. Pero, sepamos que esa Tradición está en la cautividad, en
medio de la batahola modernista que cambió e inventó una nueva misa para
agradar a los herejes protestantes, de unos delincuentes que se han apoderado
de los medios de la gracia para desviarlos de su fin, falsificando la verdadera
religión católica.
Para los
modernistas conciliares la Tradición debe ser desterrada. Su interés por la
Tradición se reduce a tenerla domesticada en un rincón, hasta hacerla morir de
inanición, o por la inercia y por la presión misma el ambiente liberal. Cuando
la Tradición admite convivir con aquello que la niega, poco a poco va perdiendo
su fuerza, como quien pretende respirar en una cueva cerrada donde no circula
el aire, éste poco a poco se envicia y el oxígeno se acaba.
Veamos la
Tradición en la mirada modernista, conviviendo con la modernidad, en estas
solas imágenes que tomamos recientemente durante un paso por Roma (Nuestra Sra. de la Consolación y San Pablo extra-muros):
Los
modernistas continúan ocupando la Iglesia y siguen en posesión de los templos,
pero, ahora ciertos tradicionalistas, anhelosos de la pompa y el fasto de las
grandes iglesias, empezaron a hacer todas las diligencias y diplomacias para
tratar de contar otra vez con los templos (han salido del closet, y se muestran
“tal como son”). En vez de valorar su fe, y esperar que Nuestro Señor desplace
y quite a los herejes y apóstatas que ocupan los templos, como en su tiempo
expulsara a los mercaderes a latigazos, decidieron tener acuerdos con esos
mismos modernistas, aceptando sus tratados de paz. Entonces callaron, y nada dijeron de estas aberraciones que han invadido las iglesias romanas. ¡Nada!
Y así
resultó que ahora también comparten esos templos, con aquellos que tienen otra
fe, la fe modernista.
Entre la
fe y los templos, los neo-fraternitarios escogieron los templos, pensando
poder seguir teniendo la fe. Pero esa fe que ya no es intransigente, y acepta convivir con el error, ya no es
la misma fe.
En
realidad, ahora podría decirse de la Neo-Fraternidad: “Ellos tienen los templos, y también tienen…a Felé”.