miércoles, 14 de septiembre de 2016

“ES LA RELIGIÓN, ESTÚPIDO”






Utilizamos una expresión en bruto que la prensa –de un extremo al otro del arco político y geográfico- ha adoptado en diversos contextos para enfatizar una cuestión que no se quiere o no se puede advertir, por parte de algunos obnubilados, y que sirve para alertar sobre esta ceguera de quienes tienen frente a sí una respuesta que no ven. Es un factor o un hecho que sirve de clave de comprensión de un problema o una crisis y que, finalmente, algunos merecen que se les enrostre con todo rigor y sin diplomacias ni rodeos de falso respeto. Así, sin querer irrespetar la investidura de un sacerdote, cabe bien responder a recientes palabras enteramente acuerdistas del P. Simoulin de la FSSPX, diciendo lo que dice nuestro título.

Es demasiado fácil –parafraseemos al P. Simoulin- dejar de lado las cuestiones doctrinales para hacer creer que la trama del acuerdo con Roma es sólo una situación canónica, y que no hay compromisos para la FSSPX. Es demasiado cómodo (y cobarde) decir que Francisco  “parece por momentos infiel a su cargo”, declinando llamar a las cosas por su nombre y evitando señalar la escandalosa y constante actuación del destructor de todo lo que es católico, Jorge Mario Bergoglio.

Dejamos sentado en otro artículo de la participación de la FSSPX dentro de la dialéctica hegelo-modernista llevada a cabo por Roma, diciendo entre otras cosas:

Pero además, cuando la FSSPX afirma que Roma “no le pide nada a cambio”, el solo hecho de participar –con sus diferencias doctrinales- del juego de tolerancia de contrarios de la dialéctica hegeliana, ya está aceptando deponer las armas cristianas. Bien dice Jean Ousset: “Para conducirnos al ateísmo, el comunismo no exige creer en tales o cuales argumentos abstractos, exige participar en su acción, lo que, en la práctica, es mucho más eficaz. ¡Y cuántos caen en la trampa, con el pretexto de que no se les pide renegar explícitamente de su fe!” (“Marxismo y Revolución”). (acá)

Pues bien, la dialéctica hegeliana es la herramienta o metodología empleada en vistas a consumar enteramente la nueva religión que profesan los modernistas, dentro de la cual tiene cabida la FSSPX. Advierta el lector que la congregación que lleva el nombre del Santo Papa antimodernista, parece haber perdido por completo la noción de lo que es el modernismo. Y se evade el problema principal en todo este asunto: la Roma que propone un “reconocimiento” a la FSSPX profesa otra religión que no es católica. Los conciliares tienen el bautismo católico, pero, ¿tienen la fe católica? 

Veamos lo que dice este breve artículo de un sitio web:

ES OTRA RELIGIÓN

1) En el video con sus intenciones de oración para septiembre, Bergoglio dijo que:
“la humanidad vive una crisis que no es solamente económica y financiera; también es ecológica, educativa, moral, humana. Cuando hablamos de crisis, hablamos de peligros, pero también de oportunidades”.
“¿Cuál es la oportunidad? La de ser solidarios: Vení, ayúdame. Para que cada uno contribuya al bien común y a la construcción de una sociedad que ponga al centro la persona humana”.

EL FENÓMENO HUMANO

2) Y en la homilía pronunciada en la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación-un engendro ecologista al gusto del mandamás-dijo el capuchino Raniero Cantalamessa, predicador oficial de la Casa Pontificia:

“¡Cuánto ha tenido que esperar el universo, qué gran carrera tuvo que tomar, para llegar a este punto! Miles de millones de años, durante los cuales la materia a través de su opacidad, avanzaba hacia la luz de la conciencia, como la linfa que del subsuelo sube con esfuerzo hacia la cima del árbol para expandirse en hojas, flores y frutos. Esta conciencia se alcanzó finalmente cuando apareció en el universo lo que Teilhard de Chardin llama “el fenómeno humano”. Pero ahora que el universo ha alcanzado su objetivo, exige que el hombre cumpla su deber, que asuma, por así decirlo, la dirección del coro y entone en nombre de toda la creación: “¡Gloria a Dios en lo alto del cielo!”.

Ellos tienen otra religión, que no es la nuestra. Démonos cuenta, por amor de Dios.


El P. Simoulin afirma en voz alta: “¡y yo afirmo que todo lo que viene de Roma no es necesariamente “conciliar!”. ¡Por supuesto! El asesino no comete todo el tiempo asesinatos. Si él acaricia un perro, lava sus camisas o ayuda a cruzar la calle a un anciano, sus acciones no son necesariamente asesinas. Pero yo evitaría hacer un trato con él, aceptar una invitación a cenar o buscar su palmadita satisfactoria sobre mi espalda, por más lisonjas que él me dedicara.


Si el ejemplo puede parecer desmesurado, pensemos que nuestro caso es el de las diferencias religiosas, donde está en juego la salvación de las almas. San Pío X dijo, en su inmortal carta encíclica Pascendi, que los modernistas son “hombres de lenguaje perverso, decidores de novedades y seductores, sujetos al error y que arrastran al error (…) los cuales con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de Nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de Nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio, es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricadores de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados”.

Sobre la moralidad del acto de aceptar el reconocimiento, la misma se juzga no sólo por su objeto sino también por sus circunstancias. Bien vale asomarse nuevamente a la respuesta dada en su momento por los Dominicos de Avrillé a la participación de la FSSPX en el “Jubileo de la Misericordia” (ver  acá).

Nuevamente, es necesario comprender qué clase de religión tienen en Roma, y cómo la FSSPX entra de lleno en su esquema…siempre y cuando la FSSPX sea tolerante con esa otra religión de los modernistas. Aceptando el “reconocimiento” la FSSPX demuestra su tolerancia, pues juntos han de convivir diferentes principios en una “diversidad reconciliada” o “cultura del encuentro”, que cada vez más envenena el vino puro de la buena doctrina. La FSSPX –ya lo dijimos en nuestro artículo citado y en otros- participa de la perversa dialéctica hegelo-modernista, más allá de la bondad que pueda pregonar o sostener en sus intenciones.

El humanismo que reemplaza a Dios por el hombre, recetado una y otra vez por Francisco, que llega al extremo de ni siquiera mencionar a Dios en sus tan publicitados videos mensuales, ha sido explicado de otro modo, como hemos visto, por el fraile Cantalamessa, en una suerte de “justificación científica” de su falsificación del Catolicismo. Ampliemos un poco el concepto de lo vertido por el predicador oficial del Vaticano. Nos serviremos del Padre Castellani, que supo conocer bien los enemigos de la Religión católica.

“La sustitución de Dios Creador por un proceso cósmico autosuficiente proporciona el fundamento filosófico al Evolucionismo Teológico, "la herejía más difundida y menos conocida de nuestros días".
("Los Papeles de Benjamín Benavides", Parte Tercera, Capít. IX - La Política)

“…todo el Cristianismo está siendo falsificado; y esa falsificación comenzó con el Protestantismo y llega a su ápice con el Modernismo. Ya que el Domingo pasado hablé de Bergson, veamos cómo es el amor de Dios en Bergson.

Bergson no está ya de moda entre nosotros, estuvo de moda en tiempo de Alberto Rouges y Coriolano Alberini, bergsonianos; pero Telar Chardín sí está de moda, y Bergson está detrás de la obra de Telar Chardín. Ambos se llenan la boca con el amor de Dios. ¿De qué Dios? De la Evolución Creadora, un invento de Bergson. -¿Qué es la Evolución Creadora? -Es un chorro de energía espiritual que atraviesa la materia, haciendo en ella todo cuanto puede –palabras textuales de Bergson. -¿Y todo cuanto quiere? -No, no puede hacer de golpe todo cuanto querría; y eso explica la existencia del mal.

-¿No es pues omnipotente? -No, pero llegará a serlo, pues es un Dios haciéndose, lo mismo que el Universo, que es un Universo haciéndose -evolucionando-, donde la Evolución Creadora va sacando siempre más de lo menos; por eso es Creadora. -¿Y eso es Dios? -0 es Dios o es una cosa de Dios- responde Bergson. –Yo no puedo amar a un chorro, querido Bergson”
(Domingo XVI desp. de Pentecostés, “Domingueras prédicas II”)

La "conversión ecológica" que postula Bergoglio deriva de estos delirios que ya San Pablo afirmó eran “fábulas profanas e historias de viejas” y los cuales mandaba rechazar a Timoteo (I Tim. 4,7). Pero el prestigioso P. Simoulin deja de lado estas consideraciones. E incluso llega a escribir un párrafo donde expone los mismos errores y falacias que desde hace años nos vienen regalando Mons. Fellay y sus cofrades de famélicos y urgidos buscadores de la estampilla vaticana:

“Y ¿cómo podemos esperar ayudar a la Iglesia a desembarazarse de sus oropeles conciliares, y a reencontrar todo su vigor católico si nosotros permanecemos continuamente en la banca, como espectadores críticos, cáusticos y despectivos?”

Para el P. Simoulin, durante 40 años la FSSPX parece haber sido solamente un “espectador crítico, cáustico y despectivo, sentado en una banca”, que con sus santas obras de religión no ayudó a la Iglesia a “desembarazarse de sus oropeles conciliares”, cosa que hará sometiéndose a los modernistas conciliares. En definitiva, Mons. Lefebvre realizó una obra casi del todo inútil, porque solamente dentro de la estructura conciliar romana puede dejar uno la banca (¿de suplentes?) donde se está sentado como espectador, y así ayudar efectivamente a la Iglesia a “reencontrar todo su vigor católico”, el cual por supuesto le será transmitido por los neofraternitarios felecistas, dotados de católico vigor.

Pero, ¡ay!, P. Simoulin, sus palabras no suenan muy vigorosas a los oídos católicos, y más bien sus templadas y gelatinosas críticas al conciliarismo romano, por no decir sus evasivas para no confrontar con los herejes y apóstatas modernistas, desvelan, por el contrario, los cada vez más deslucidos oropeles neofraternitarios, de los que, si quieren permanecer en la Tradición católica, deben desembarazarse con verdadero y definitivo vigor. Pero a esta altura, ¿alguien lo cree posible? 

Martin Detours