“La
verdadera oposición fundamental [con Roma] es el Reinado de Nuestro Señor
Jesucristo. Opportet Illum regnare, nos dice San Pablo. Nuestro Señor vino
para reinar. Ellos dicen que no, y nosotros decimos que sí junto a todos los
papas. Nuestro Señor no vino para esconderse en el interior de las casas sin
salir de ellas. ¿Por qué los misioneros se hicieron matar entonces? Por predicar
que Nuestro Señor Jesucristo es el único verdadero Dios, para decir a los
paganos que se conviertan. Entonces los paganos quisieron hacerlos desaparecer,
pero ellos no vacilaron en dar su vida para continuar predicando a Nuestro
Señor Jesucristo. Entonces ahora habría que hacer lo contrario, decirle a los
paganos “¡vuestra religión es buena, conservadla pues vosotros sois buenos
budistas, buenos musulmanes o buenos paganos!”. Es por eso que no
podemos entendernos con ellos,
pues nosotros obedecemos a Nuestro Señor que dice a los apóstoles: “Id
y predicad el Evangelio hasta los confines de la tierra”.
Por eso no hay que sorprendernos que no
lleguemos a entendernos con Roma. Esto no será posible hasta que Roma no
regrese a la fe en el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, mientras que ella siga
dando la impresión que todas las religiones son buenas. Nosotros chocamos en un
punto de la fe católica, como lo hicieron el cardenal Bea y el cardenal
Ottaviani, y como chocaron todos los papas con el liberalismo. Es la misma
cosa, la misma corriente, las mismas ideas y las mismas divisiones en el
interior de la Iglesia.
Conferencia en Sierre (Suiza) el 27 de Noviembre de 1988.
(Fideliter n° 89, Septiembre de 1992, pág. 12)
“Debemos ser indemnes
de compromisos tanto respecto a los sedevacantistas como respecto a aquellos
que quieren absolutamente estar sometidos a la autoridad eclesiástica.
Nosotros queremos permanecer unidos a Nuestro
Señor Jesucristo. Pues el Vaticano II ha destronado a Nuestro Señor. Nosotros
queremos permanecer fieles a Nuestro Señor Rey, Príncipe y Dominador del mundo
entero. Nosotros no podemos cambiar nada de esta línea de conducta.
Así,
cuando se nos plantee la cuestión de saber cuándo habrá un acuerdo con Roma, mi
respuesta es simple: Cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor Jesucristo.
Nosotros no podemos estar de acuerdo con aquellos que destronan a Nuestro
Señor. El
día que ellos reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como Rey de los pueblos y de
las naciones, no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino a la Iglesia
Católica en la cual permanecemos”.
Conferencia en Flavigny en diciembre de 1988
(Fideliter n° 68 de marzo de 1989, pág. 16)