IMITACIÓN DE CRISTO
PRÓLOGO DE FRAY LUIS DE GRANADA
Tres
cosas hay, amado lector, que notablemente aprovechan al ánima que desea
salvarse. Una es la palabra de Dios: otra es la continua oración: otra es el
recibir muchas veces el precioso Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
Estas
tres cosas leemos haber sido muy usadas en el principio de la iglesia
cristiana, y por eso fue tan próspera en Dios: y así lo será en todo tiempo
cualquiera ánima que estas tres cosas usare, con las cuales se hará una tan
fuerte atadura de ella con Dios, que ni demonio, ni carne, ni mundo sepan, ni
puedan romperla. Y si es razón que sea muy estimado aquello que nos ayuda a
alcanzar una sola cosa de estas tres, pues cada una de por sí es tan alta y tan
preciosa; ¿qué te parece, en cuánta estima debemos tener lo que nos acarrea
todas estas tres cosas? Mucho ha hecho un predicador o un libro, cuando ha
hablado o inducido a cualquier cosas de estas: y así es verdad.
Mas
ruégote, por amor de Dios, que sepas mirar y estimar este presente libro, y verás
en ti mismo cuán de verdad ha obrado Dios en ti, mediante estas palabras, no
una de estas tres cosas, más todas juntas; y no como quiera, más muy
apuradamente. Y dígolo así, porque aunque muchos libros hay que nos enseñan a obrar,
orar y comulgar; más mucha diferencia va, como dicen, de Pedro a Pedro, y de
libro a libro. Cierto no es pequeña obra saber encaminar en el camino de Dios,
para que el que camina no caiga en barrancos. Ni es arte pequeña el saber
hablar con Dios en la oración, ni cosa liviana el saberse aparejar para bien
recibir el Cuerpo de Cristo. Y todo esto hallarás tan abundosamente en esta
mesa, tan pobre en pompa de palabras, y tan rica y harta en las sentencias, que
cierto yo tengo muy creído que tú me reprehendas después de leído, de corto,
por no haber sabido alabar este libro como merece ser alabado. Y dirás con el
rey David (Sal. 47): Así como lo oímos,
así lo vimos; y aun con la reina de Sabá, cuando decía (3 Rey. 10): Mayor es tu hecho que tu fama. Prueba,
toca, gusta, y verás la gran eficacia de aquestas palabras, y comerás un maná
que te sepa muy bien a todo lo que hubieres gana, como el otro hacía: lo cual
significaba, como Orígenes dice, la virtud que tiene la palabra de Dios, que a
quien de buena gana la recibe, obra en él lo que ha menester.
Pues
ten una cosa por averiguada, que si te llegas a este libro con alguna atención
y gana de aprovechar, hallarás remedio para tu necesidad. De manera, que muchas
veces dirás: este capítulo que ahora abrí, al propósito de lo que yo había
menester ha hablado. Aquí, si fueres soberbio, hallarás palabras que te
humillen. Si demasiadamente desconfías, y tienes las alas del corazón, como
dicen, caídas, aquí hallarás mucho esfuerzo. Si eres descontentadizo y
congojoso, lleno de voluntad propia, madre de toda maldad y de todo trabajo,
aquí te enseñará a poner todas tus cosas en Dios, y vivir en un santo descuido
debajo de la confianza de aquel Señor que todo lo provee. Y si has sido
descuidado, y caes en otro extremo, que es no poner diligencia en las cosas que
conviene, aquí hallarás aguijones con que eches de ti aquel falso sosiego. O si
estás alegre demasiadamente, como muchas veces suele acaecer, lee aquí, y
templarás tu alegría; y si triste, como las más veces acaece, irás consolado de
aquí. ¿Qué te diré, sino que verás y sentirás aquí la grandeza de Dios, que
mediante unas pocas palabras da a entender cómo es todo en todas las cosas?
Todo lo cual remito a ti mismo, si leerlo quisieres, creyendo muy cierto que no
me tacharás de vano alabador, viendo tú mismo en ti la misma verdad y provecho.
Y
porque tal fuente como esta, que agua tan clara echa de sí para hacer tanto
fruto, estaba tan turbia y casi llena de cieno, por no estar el romance tan
claro y tan propio, ni tan conforme al latín como fuera razón; fui movido con celo
de esta perla preciosa, que tan obscurecida estaba, y por eso tan poco gozada,
de sacarla de nuevo, cotejándola con el latín, en el cual el primer autor la escribió;
y quité lo que en el libro hasta aquí usado no había estado conforme al latín.
Declaré lo obscuro, para que en ninguna cosa tropieces. Quité lo superfluo, añadí
lo falto. Y así con la gracia del Señor trabajé para presentarte este espejo en
que tú te mires, cuan limpio y claro yo supe; y de darte este camino, en que
andes, el más llano que yo pude.
Y
aun porque lo traigas siempre contigo do quiera que fueres, se imprimió pequeño,
como lo ves; para que así como no es pesado en lo de dentro, no lo sea en lo de
fuera, y tengas un compañero fiel, un consuelo en tus trabajos, un maestro en
tus dudas, un arte para orar al Señor, una regla para vivir, una confianza para
morir, uno que te diga de ti lo que tú mismo no alcanzas, y en que veas quién
es el Señor, que tal poder dio a los hombres que tales palabras hablasen.
Recibe
pues este amigo, y nunca de ti le apartes. Y después de leído tórnalo a leer;
porque nunca envejece, y siempre en unas mismas palabras entenderás cosas nuevas,
y verás algún rastro del Espíritu del Señor, que nunca se agota. Y goza a tu
placer y con buena voluntad de esta dádiva que el Señor por su infinita bondad
quiso darte, y con la cual yo te quise servir en aclarártelo más que antes
estaba. Y por lo uno y por lo otro da gracias al Señor, y sábete aprovechar de
ello con el aparejo que las mercedes de Dios deben ser recibidas, o a lo menos
recíbelo con el amor que yo te le ofrezco. Y aunque no hemos de mirar tanto el
autor que habla, cuanto lo que habla, es bien que sepas que quien hizo este
libro no es Gerson, como hasta aquí se intitulaba, mas sí Fr. Tomás de Kempis,
canónigo reglar de S. Agustín. El cual comienza así: En el nombre de Jesucristo nuestro Señor.
FRAY
LUIS DE GRANADA
Granada
1588