Dice
la Nota de la Pontificia Academia para la Vida, “Pandemia
y Fraternidad Universal. Sobre la emergencia covid-19”, del 30
de marzo de 2020:
“También
esta última consideración, sobre la mayor penalización a la
que están sometidos los más frágiles, nos insta a prestar mucha
atención a la forma en que hablamos de la acción de Dios en esta
situación histórica. No podemos interpretar los
sufrimientos por los que pasa la humanidad en el crudo esquema que
establece una correspondencia entre la “majestad herida” de lo divino y
la “represalia sagrada” emprendida por Dios. Si consideramos entonces,
que de esta manera serían los más débiles los más castigados,
precisamente aquellos por los que Él se preocupa y con los que Se identifica
(Mt 25,40-45), vemos cuan equivocada es esta perspectiva. Escuchar las
Escrituras y el cumplimiento de la promesa de Jesús nos muestra que estar del
lado de la vida, como Dios nos enseña, se concretiza en gestos de humanidad
hacia el otro. Gestos que, como hemos visto, no faltan en el momento actual.”
Obviamente
que no tenemos revelación divina especial sobre el tema, pero de
todos modos, nos parece que se nos puede excusar si no podemos dejar de
hacer algunas observaciones, dado lo que hemos estado viviendo
últimamente todos nosotros.
Al
menos a nivel terminológico, es contradictorio hablar
de “penalización” y negar que haya un “castigo”. Igualmente en
ese plano terminológico, no se ve porqué usar el concepto que
incluso parece sarcástico de “represalia sagrada” en
vez del más normal y teológico de “castigo divino”.
Igualmente, el recurso al término “majestad herida” parece querer
dificultar, en forma algo demagógica, la comprensión de eso muy básico y
sencillo que es el carácter de “ofensa a Dios” que hay en todo pecado.
Pero
en definitiva, el argumento es que no se puede hablar de un castigo
divino en una situación en la cual una gran cantidad de los que sufren son
débiles y desamparados.
Ahora
bien: ¿es bíblica esa forma de pensar? ¿Qué porcentaje de los
habitantes de Sodoma y Gomorra era menor de edad, o pobre, o
anciano, o enfermo, desvalido, etc.? ¿Cuáles eran esos mismos porcentajes entre
las víctimas del Diluvio? ¿Y cuando el Reino del Norte cayó ante
los asirios, o el del Sur ante los babilonios? ¿Qué nos
dicen las Lamentaciones del profeta Jeremías? ¿Dicen que la
mayor parte de los exterminados por Nabucodonosor eran ricos y
poderosos?
Más
bien la Escritura enseña que cuando se ha ofendido gravemente a Dios,
como sin duda se ha estado haciendo últimamente, no se puede tomar como
rehenes a los pobres y los débiles para ampararse con ellos ante la
justa retribución divina.
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Por
otra parte, si esto que está pasando ahora no es un castigo de Dios
¿entonces qué es? ¿No se ha enterado el Señor de lo
que está pasando en la Tierra? ¿Y la Omnisciencia? ¿O es que no
lo ha podido evitar? ¿Y la Omnipotencia, entonces?
Porque,
sí, concedamos que metafísicamente es posible que Dios permita el mal
sin que ello sea un castigo, y que además, no todo mal que se sufre
en esta vida es simplemente un castigo por el pecado.
Pero
¿y el contexto actual, extra e intraeclesial?
¿Alguna
vez se había presenciado tal cúmulo de desastres, moralmente hablando,
claro, en el mundo y en la Iglesia? ¿Verdad que no? ¿Qué es lo que
cabía razonablemente esperar? ¿Premios, recompensas, palmadas en la
espalda, elogios, “sigan así”?
Es
decir, si en un contexto así aparece algo como el coronavirus ¿qué podrá ser?
¿Podrá ser un castigo? ¿Podrá, más bien, no ser un
castigo?
¿Podemos
sinceramente creer que esto, para el mundo y la Iglesia, o al menos, sólo para
la Iglesia, no es más que una “prueba” destinada al crecimiento
y perfeccionamiento en la virtud, para que el testimonio cristiano brille
más esplendorosamente aún de lo que brilla actualmente en la Iglesia?
¿Hemos
leído las noticias eclesiales de los últimos meses o años?
Para
decir nada más que una cosa: ¿se puede adorar ídolos en el
Vaticano y extrañarse luego de oír mencionar la palabra “castigo”?
¿Es eso lo que se desprende de la lectura de la Sagrada Escritura?
Y
no mencionemos la red homosexual clerical y la crisis
de abusos con la que indudablemente está conectada.
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Y
también está la magnitud de lo que estamos viviendo hoy día, sin
comparación en el pasado de la humanidad y de la Iglesia. El planeta
parado, los fieles en la mayor parte del mismo sin poder asistir a
Misa y con dificultades para recibir los Sacramentos.
¿Es
eso una teoría conspiranoica, o son hechos?
¿O
será acaso la parte fundamentalista de la realidad?
En
el supuesto de un castigo divino ¿qué más tendría que hacer el Señor para
que nos enterásemos de que nos estaba castigando?
¿No
hay que saber leer los signos de los tiempos?
Como
dice Nuestro Señor en el Apocalipsis, cap. 3, 14 - 19:
“Y
escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y
verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus
obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de
ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo
que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras
blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez;
y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y
castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”
El
Señor reprende y castiga a los que ama. Y nos acaban de decir que
lo que vivimos no puede ser un castigo de Dios, porque Dios ama
a los débiles y ellos serían los más castigados…
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Pero
además, pensemos en alguien pobre y débil que está en gracia de
Dios, al cual el Estado quiere pervertir con la ideología
de género, mientras que algún clérigo infiel quiere quitarle
su fe enseñándole alguna variante de la herejía modernista.
¿Sería muy malo que el Señor lo llevase a la eterna
Felicidad mediante el coronavirus?
¿Sería mejor la
suerte de este pobre y débil si se quedase en esta vida para poder
seguir presenciando, indefenso humanamente hablando, el avance del mal, que
hasta la llegada del coronavirus parecería realmente incontenible?
¿Y
si ese pobre y débil no estaba en gracia de Dios, sino en pecado
mortal, y la peste actual le ha servido para moverse, gracia de Dios
mediante, a la conversión?
Desde
el punto de vista de la fe cristiana, ninguno de estos dos
débiles podría figurar entre “los más castigados”.
Y
si ha rechazado esa gracia ¿sería injusto el
castigo divino?
Precisamente
el hecho de que no todo mal que se sufre en esta vida pueda ser
considerado castigo, porque también hay males que Dios envía para perfeccionamiento
de sus fieles o para conversión de los pecadores, invalida
el argumento que dice que Dios no puede castigar al mundo y a muchos en
la Iglesia porque castigaría a muchos débiles y
frágiles.
Dios
no castiga a los inocentes en
tanto que son realmente inocentes, y no dejará de dar a cada una de las
víctimas de esta peste, con nombre y apellido, según sus obras,
con Suma Justicia y Suma Misericordia.
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Lo
anterior nos lleva a otro aspecto de la cuestión: ¿cuánto se ha rezado en la
Iglesia últimamente pidiendo que la mano del Señor pusiese fin a
la demolición continua que, comenzada hace décadas, estaba
llegando a ahora a niveles nunca antes vistos?
¿Nos
vamos a sorprender ahora si el Señor responde a esas oraciones de un
modo que ciertamente no entraba en los cálculos de nadie, o sea, como
suele Él hacer las cosas?
A
otra Iglesia le dice el Señor en el Apocalipsis, cap. 3, 1 - 3:
“Escribe
al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y
las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre
de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que
están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de
Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y
arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no
sabrás a qué hora vendré sobre ti.”
El
Señor iba a venir sobre esa Iglesia como un ladrón, si no se arrepentían.
¿Qué porcentaje de débiles y fuertes habría en esa congregación?
Recordar que a los comienzos el cristianismo se extendió más bien entre las
clases bajas.
¿De
veras creemos que a fuerza de “ilustración” hemos
logrado “domesticar” a Dios hasta el punto de que hacerle
perder las “crudas” costumbres que manifiesta en la Escritura?
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Pero
como si todo esto fuese poco ( y saliendo ahora del tema de la
Pontificia Academia Pro-Vida), nos encontramos con la siguiente
noticia en LifeSiteNews:
“Vatican
News” ha primero publicado y luego retirado un
artículo de un Padre Jesuita en el que se decía que el
coronavirus es una especie de “aliado mediambiental” de la Tierra…
Según
dice la noticia, el R.P. Benedict Mayaki, S.J., luego
de haber dicho solamente que la peste es “un problema
global de salud“, ha sostenido que dicha plaga está trayendo
inesperados beneficios al planeta, y que la Tierra se está curando
a sí misma…
Y
ha apuntado a un conjunto de signos esperanzadores, como por
ejemplo, que los peces han retornado a los canales de Venecia, así
como muchas aves migratorias, entre ellas cisnes, han
vuelto a esa afortunada ciudad…
Las emisiones
de carbono e hidrógeno se habrían reducido. Todo ello debido al constreñimiento,
digamos, que rige sobre la actividad humana…
Se
informa en la noticia que el motivo de la retirada de este artículo luego
de su publicación ha sido la gran cantidad de reacciones no del todo
favorables que logró cosechar…
¿Será
que en el fondo, Dios no puede castigar pero “la
Tierra” sí? ¿Es más selectiva Gaia con
los débiles y frágiles?
Me
parece mucho más probable que precisamente por adorar a esa falsa
divinidad telúrica, entre otras cosas, es que el Señor nos está enviando
esta clamorosa advertencia.
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En
definitiva, Cuaresma, tiempo de penitencia y arrepentimiento. Esto
al menos podemos decirlo con certeza: hemos pecado y merecemos el
castigo de Dios. Y lo maravilloso de nuestra fe, a lo que
no deberíamos acostumbrarnos nunca, es la Buena Noticia: Dios en
cambio nos quiere perdonar, Dios nos ofrece el perdón mediante
su Hijo, hecho hombre, muerto, y resucitado por nosotros.
¿Podemos
recibir ese perdón de Dios sin reconocer primero que hemos pecado? No.
Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos, dice el Señor, y Él
no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores.
Que
su Santísima Madre interceda por todos nosotros.